Guido Kaczka y sus dos programas al aire: “Como yo trabajo en la tele parece mucho y no es tan así; un taxista sale a la mañana y vuelve a la noche”

En charla con Teleshow, a hora de debutar con Los 8 escalones del millón, el conductor explica el juego, repasa sus inicios en la televisión y cuenta cómo vive su paternidad por cuatro

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Guido Kaczka (Foto: Kuarzo)
Guido Kaczka (Foto: Kuarzo)

“El millón sale o sale. Uno por día”, repasa Guido Kaczka en un alto de las grabaciones de Los 8 escalones del millón, el programa que vuelve a las noches de ElTrece en su nueva versión. “Estamos acostumbrados a los realities dónde los premios se entregan como resultado de un largo proceso. Aquí tenemos un premio grande por día, que incluso puede convertirse en cinco millones en una semana, porque el ganador de la jornada tiene la chance de volver al día siguiente”, explica el conductor de la nueva apuesta para el prime time del canal de Constitución. Entonces, en su carácter de productor y socio de Kuarzo –la empresa que está detrás del ciclo– agrega: “Es un formato que queremos mucho porque siempre anduvo bien”.

Signada por el millón de pesos diario, la dinámica de esta versión es diferente a la del ciclo que ya condujo entre el 2014 y 2016. “Hay 8 en el escalón 8, luego 7 en el 7 y así hasta quedar dos para pasar al último y ganar el millón. Cada escalón es temático y van contestando sobre interés general, curiosidades, geografía, historia… Y así van quedando en el camino. Como sale o sale, ante los empates de los que pierden, los ganadores tienen que elegir a quien traen. Por eso hay más estrategia que en Los 8 escalones tradicional”, explica Guido, quien desde abril del 2018 está casado con la una licenciada en Ciencias de la Comunicación que no pertenece al mundo del espectáculo, Soledad Rodríguez. Y que es papá de Romeo (13) –fruto de su relación con la actriz Florencia Bertotti–, y de Benjamín (6), Helena (4) y Eliseo (un mes y medio).

Los 8 escalones en su versión de hace cinco años, con Juan Di Natale y Gerardo Sofovich (Foto: Kuarzo)
Los 8 escalones en su versión de hace cinco años, con Juan Di Natale y Gerardo Sofovich (Foto: Kuarzo)

Entonces, sobre el programa que irá al aire a las 21, después de Telenoche y precederá a ShowMatch –que se correrá para las 22 horas– además detalla: “A diferencia del anterior, aquí el jurado no compite, sino que funciona como una mesa examinadora en la que cada uno pregunta sobre su tema. Carmen Barbieri sobre espectáculos; Martín Liberman sobre deportes; Diego Leuco jurado fue invitado para política y actualidad; también contamos con el genio de Gino Tubaro; y con Nicole Neumann para lo que es moda, cultura vegana y medio ambiente”.

—Cambia la programación, pero sigue Bienvenidos a bordo, en su versión vespertina, con vos al frente. Es bastante estar con dos programas al aire…

—Sí, pero estoy acostumbrado. ¡Pareces Sole!, mi mujer. Que me dice: “Es mucho lo que hacés”. (Risas) Entonces le contesto que un tipo que trabaja en un taxi sale a la mañana y vuelve a la noche. Pero como yo trabajo en la tele, parece mucho. Y no es tan así.

—Tiene lógica el planteo de Sole, considerando además que ¡sos papá de cuatro!

—Es mucho tener cuatro hijos y tiene sus dificultades, pero también sus alegrías. Es como lo que me pasa en la tele: hago lo que me gusta. Así como me gusta la familia grande y que cada cena sea un cumpleaños, es cierto que hay más problemas, porque los hijos y los padres tenemos nuestros problemas. Sin embargo, es lo que elegí, con lo bueno y con lo malo. Y con el laburo me pasa lo mismo. Trabajo mucho y lo disfruto, pero también sufro y me amargo si algo no sale. Eso sí, cuando las cosas van bien al aire, soy muy feliz. En esta vida me tocó una gracia: mi hobbie coincide con mi trabajo. Es una de las tres o cuatro gracias que te pueden tocar, porque tampoco hay tantas.

Guido Kaczka (Foto: Kuarzo)
Guido Kaczka (Foto: Kuarzo)

—¿Qué es entretener para vos?

—Los programas de juegos tienen que ver con los vínculos y con el encuentro con el otro. El entretenimiento facilita eso. Uno se siente bien cuando se encuentra con alguien. En tiempos en los que todos parecemos querer ser independientes y mantenernos intactos, la felicidad se da por el encuentro. En los programas de entretenimientos uno se divierte y empatiza. Lo ve al conductor emocionarse con un participante. Y el premio es una excusa para darle sentido al encuentro. Ocurre eso de tomar partido desde casa. Y eso de las neuronas espejo: ves ganar a alguien y sentís que ganaste vos. A mí me pasa. Gana alguien y tengo la sensación de que lo gané yo, aunque no sea aquel al que le depositan el millón de pesos.

—Más de una vez te vimos conmoverte en Bienvenidos a bordo. ¿Hay manera de actuar ese conductor empático?

—No, nunca. No hay posibilidad. A mí me pega… Mirá: si el encuentro es auténtico y genuino, el programa sale bien. Y cuanto más, mejor. Cuando no lo es, sale peor y todo se dan cuenta que ahí no pasa nada. Sabés lo que van a decir o qué pelea se va a dar.

—¿Cuándo está todo armado?

—No sé si armado... Pero ¿viste los programas políticos? Que empieza a hablar uno y sabés lo que va a decir. Y hay veces que en esos programas aparece algún pensamiento genuino, entonces la cosa se pone más entretenida. Creo que lo que se va perdiendo, muchas veces, es la autenticidad. Eso pasa porque creemos que tenemos que aparecer como una cosa determinada y no somos del todo honestos. En cambio, cuando hay entretenimiento con juego, aparece todo lo contrario: algo muy autentico.

—La importancia de lo lúdico, como lo más primario de uno… En el sentido de lo genuino y natural.

—Claro. Primario en el sentido del juego. Eso que hacías cuando eras chico, en mi caso, con los soldaditos. La posibilidad de armarte una película alrededor de eso.

—Y si bien la tele tiene eso, también hay otro costado más complicado que tiene que ver con el rating. ¿Cuánto te preocupa?

—Le doy bola. Busco hacer programas atractivos y con buen numero, pero no en el sentido de… A ver. Yo quiero que la cosa funcione, si hago algo que no le gusta a nadie, tengo que pensar qué hago para que guste. Es mi función.

Guido Kaczka y Soledad Rodríguez saludan el día de su boda. (Foto Diego Soldini/GENTE)
Guido Kaczka y Soledad Rodríguez saludan el día de su boda. (Foto Diego Soldini/GENTE)

—Pero está difícil. A los programas hay que darles un tiempo…

—Lo que está difícil es el tratamiento que le damos a lo que pasa. Lo que pasa es lo mismo siempre. En algunos la embocás más y en otros, menos. El problema es cómo pensamos acerca de las cosas. El valor que le damos al… No quiero parecer un pastor, pero hay que tratar de no darle solo valor al número uno y pensar que “entonces nada sirve”. Lo mismo que pasó con el fútbol. Ahí se ve con más claridad. Ahora que ganaron la Copa América se ponen más en valor las finales a las que llegaron. Al final, no era que nada servía. En ese sentido hablo del interés verdadero por el rating. Le doy bola, pero conviviendo, no peleando. Cuando veo la pelea digo: “Es cualquiera”. No me va. No me gusta que seamos así.

—La crítica entre colegas por el rating.

—Claro. No me parece. Yo soy productor, además. Soy socio de Kuarzo y hay programas que funcionan mejor y otros peor, dentro de la productora. Y a mí me pasa. Pero señalar, no va.

—Empezaste a trabajar en la tele desde chico. ¿Tenés recuerdos de lo que era caminar por la calle sin que te reconozcan?

—Mirá… El asunto no es que efectivamente alguien te conozca en la calle, sino que cuando tenés una profesión como la mía, toda la vida estas pensando que te pueden llegar a reconocer. Eso es lo que te marca. Más que si te conocen o no. Hay días que te puede pasar y días en los que pasás más desapercibido. El asunto es que yo, de chico –de muy chico, porque empecé a los cuatro años y a los seis ya hacía novelas conocidas– sentía que me podían reconocer porque me podían haber visto en la tele. Es decir que no tengo mucha referencia de caminar por la calle sintiendo que nadie me puede conocer. Incluso cuando viajás, siempre algún argentino o uruguayo me puede conocer. Lo tengo incorporado. Siempre tuve esa sensación.

Guido Kaczka y sus dos hijos mayores, con Soledad, en el Campo Argentino de Polo
Guido Kaczka y sus dos hijos mayores, con Soledad, en el Campo Argentino de Polo

—¿Cómo se llevan tus hijos con que su papá sea famoso?

—Bien. Nacieron en otra época que nosotros. Para Romeo, además, tanto el papá como la mamá, Flor (Bertotti), son súper conocidos. Y Sole también está acostumbrada, desde hace 12 años. Es decir, los chicos de hoy tienen otra relación con la imagen que la que teníamos nosotros. Ahora hay mucha más imagen. Están tranquilos con el tema. No lo hablamos tanto igual… Se da natural. Además, que me reconozcan es una consecuencia de la fama. No es un objetivo. No lo digo por valoración. Pero a mí me gusta la televisión, soy productor y conductor, pero no soy una figura que tenga como fin ser famoso. Además, la gente me reconoce… Estoy pensándolo con vos, eh… Me reconocen como algo más familiar que aspiracional. No es que me ven por la calle y es como si se encontraran con Enrique Iglesias. Me gritan “¡Guido!” cómo si me hubieran visto la noche anterior… Y algo de eso pasó. No es: “Me caí de espaldas, lo vi a Guido por la calle”. Se copan, claro… Pero es un encuentro más bien familiar, de alguna manera.

—¿Tus hijos te miran en la tele?

—Sí, miran. Pero no es que dicen: “¡Guau, ponelo a papá!”. Depende del programa y a cada uno le pega distinto. ¡Tengo para todas las edades!

—¿Los dejarías actuar en la tele? ¿O los llevarías a un casting, si te piden?

—Sí. Si a alguno le gustara, como a mí, lo acompañaría. Yo tengo agradecimiento porque a mí me acompañaron de chico. Pero a ninguno lo veo así… Si pasara, sí los acompañaría.

Guido Kaczka en Bienvenidos a bordo (Foto: Kuarzo)
Guido Kaczka en Bienvenidos a bordo (Foto: Kuarzo)

—Porque hay famosos que empezaron de chicos, como Nicole Neumann, que dicen que no le gustaría que sus hijos trabajaran desde tan chicos.

—Claro, pero en mi historia… Me cuesta porque yo los escucho y entiendo… Pero mi historia fue buena. Soy un agradecido. Me sentiría mal si mis padres no me hubieran acompañado. Si yo tuviera un hijo como fui yo, ojalá que esté atento a darme cuenta. Con la tele pasa algo, como con el deporte, de “los padres que se quieren salvar con el nene”. Eso obvio que no lo quiero. Pero no dejaría de acompañarlo en su felicidad, solo porque alguien pudiera pensar una cosa así de mí. Gabriela Sabatini no había terminado el secundario cuando se dedicaba al tenis y nadie diría que los papás se equivocaron al llevarla a entrenar. Pero no por el resultado, sino porque realmente le gustaba jugar al tenis. Con doble escolaridad ella no hubiera podido entrenar. Yo, por ejemplo, no manejo muy bien el inglés porque no lo pude estudiar de chico. Pero bueno, ahora tengo trabajo en la tele. Mis viejos hicieron lo mejor que pudieron. Ahora que soy papá me doy cuenta que tan fácil no es.

—Sin dudas… Y hace apenas un mes y medio llegó Eliseo. ¿Te tiene loco de amor?

—Con él se revitalizó el amor por todos. Con el último te vas avivando. Con el primero sos más raro como papá. Pobre… (Risas). En mi casa también éramos cinco hermanos. Te das cuenta que todos tenemos el mismo papá, pero al mismo tiempo todos tenemos un papá distinto. Depende del contexto en el que nacés. Los nervios del primero… En cambio, al cuarto –yo era el cuarto– le exigís menos. Lo dejás un poco más tranquilo. Ya sabés que no hay manera de controlar nada.

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