A Gillian Anderson, los críticos la llenaron de elogios por su interpretación en The Crown, la serie que relata los pormenores de la realeza británica desde que tomó el poder Isabel II. Ingresó en la cuarta temporada para ponerse en la piel de Margaret Thatcher. Cambiando su fisonomía y adoptando un perfil mucho más intenso, supo personificar a la perfección a la Dama de Hierro, al punto se hizo del Globo de Oro a la actriz de reparto por ese trabajo.
Actualmente está trabajando en The Graet, una serie que también repara en la historia al reflejar el ascenso de Catalina la Grande, emperatriz rusa. Los proyectos no se detienen, y los productores y directores siempre ponen el foco en Gillian por la posibilidad de desempeñarse en distintos roles. Sin embargo, este encantador momento estuvo a punto de no haber sucedido nunca si en pleno crecimiento lo hubiera dejaba todo, como llegó a pensarlo...
Gillian nació el 9 de agosto de 1968, en Chicago, Estados Unidos. Pasó una infancia nómade por las obligaciones laborales de sus padres. A los pocos meses de vida se trasladaron a Puerto Rico y un año más tarde al Reino Unido, donde también se movieron de un punto al otro. Cuando la niña cumplió los 11 la familia regresó a Norteamérica, instalándose en Michigan. En el colegio, debió lidiar con el bullying: sus compañeros se burlaban de su acento británico.
Cuando egresó, su intención era seguir la carrera de Biología Marina, pero el gusto por la actuación fue más fuerte. Distintas obras escolares que había realizado la llevaron a probar por ese camino. A los 23 años se mudó sola sola a Los Ángeles para estar más cerca de las grandes producciones. Mientras buscaba la manera de insertarse, trabajaba como camarera.
Su primer papel reconocido fue en The Turnig, pero el salto lo dio en 1993 cuando le dio vida a la agente especial Dana Scully en Los Expedientes Secretos X. En su rol protagónico la acompañó David Duchonvy. El éxito fue tal que inmediatamente su fama traspasó las fronteras para conseguir una popularidad mundial.
The X-Files (en su versión original) fue creado por Chris Carter y su trama estaba basada en casos clasificados que investigaban estos dos agentes del FBI. Las investigaciones solían ser sobre avistamientos de ovnis, criaturas extrañas y fenómenos paranormales. Ciencia ficción pura que se mezclaba con un gran misterio, lo que la hacía más atrapante.
Al estrenarse la serie, Gillien tenía por entonces 24 años, pero como el personaje le pedía ser una persona de más edad, todos los días se tenía que someter a un importante cambio a través del maquillaje. Esa no fue su única complicación: los directivos de Fox, la cadena por la que se trasmitió Expedientes X, no querían que ella fuera la protagonista. Decían que no tenía experiencia y que no era muy conocida. Fue Carter quien la eligió, y defendió su postura con convicción. El tiempo daría la razón al guionista.
El proyecto inicial era de tan solo 13 capítulos, a emitirse en un solo año. La serie culminó en 2002 luego de 11 temporadas y 218 capítulos de un éxito arrollador, con una gran popularidad para sus protagonistas. Sin embargo, como suele ocurrir, no todo lo que brilla es oro detrás de un fenómeno televisivo.
Las consecuencias
Años después, ya con un nombre y habiendo llevado adelante una carrera intachable, Anderson sorprendió al hablar del drama que le provocó haber sido parte de uno de los éxitos de los 90. Llevar adelante su papel más trascedente, el que la catapultó, le generó más de un dolor de cabeza que casi la hace abandonar todo para buscar una vida más armónica. Era muy joven cuando pasó y no supo convivir con la presión. Además, le costó despegarse del personaje.
“Tuve algunas crisis nerviosas durante aquella etapa. Cuando al fin terminó todo no podía ver fotos, no podía ver los capítulos, ni siquiera permitía que me hablaran de ese paso, de ese trabajo, porque enseguida me ponía mal. Me hacía muy mal”, relató la actriz en el programa The Hollywood Reporter. Por primera vez se refería al sufrimiento que le causó The X-Files, en cuyo rodaje llegó a experimentar, en más de una ocasión, ataques de pánico.
“Cuando terminó todo, me costó mucho volver a un set de filmación -confió Gillian-. En ese momento sentí que no iba a volver, que no iba a poder. Necesitaba empezar de nuevo en otro ámbito, hacer teatro en otro país. Me sumergí completamente en mi personaje, había dejado mi personalidad de lado para adoptar la de Dana Scully. Fue un periodo tan largo que, lógicamente, no puede no haber consecuencias”.
“Cuando todo se terminó sentí que había perdido a mi mejor amiga. Estuvo durante mucho tiempo de duelo. Fue muy profundo lo que me pasó. Sentí que me iba a volver loca. Con el tiempo pude volver a abrazarlo nuevamente, pero en ese instante fue como mirar a otra persona, no me vía yo en ese personaje de lo tanto que me despegué”, agregó.
Gillien logró recuperarse y volvió a su pasión. Tres años más tarde retomó la actividad en la película A Cock and Bull Story. En cuanto a las series, su premisa fue la de no volver a perpetuarse en rol. En Hannibal tuvo un papel segundario, y solo en 22 capítulos. Luego llegó The Fall, de tres temporadas pero cada una de pocos capítulos: en total fueron 17 episodios.
Hoy, Gillian Anderson se luce The Great. No estuvo en la primera temporada, y en la segunda, tendrá apariciones puntuales y nuevamente no será protagonista. Con la lección aprendida, decidió qué camino transitar.
Al fin de cuentas, el camino del éxito ya lo conoce. Y no le resultó del todo feliz.
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