Sosegada y con acento, la voz de Ramón Ortega, Palito Ortega, llega del otro lado del teléfono a la hora del té. A cada interrogante planteado, le devuelve una respuesta detallada y parsimoniosa que se asemeja a su vida prolongada y circular. Fragmentos de tiempo encapsulados en historias que se cierran sobre sí mismas, que parten desde el mismo lugar (Tucumán), que son atravesadas por las mismas personas (su padre Juan, Evangelina, los hijos, los nietos, Frank Sinatra...) y que tienen a sus melodías indelebles (“La felicidad”, “Corazón contento”, “Yo tengo fe” y más) como banda sonora.
El cantante cumplió 80 en marzo y tiene una novedad: Te llevo bajo mi piel, tercer álbum en cuatro años, epílogo de una trilogía en la que fue revisando obra ajena & propia de acuerdo al mood: después de los elocuentes Rock & Roll (2017) y Románticos 60s (2018), ahora sintoniza en el swing y la big band. Una idea que Ramón tiene desde que contrató a Sinatra.
“Lo veía en el escenario cuando lo trajimos, con esa big band que lo acompañaba y con la que hacía estas melodías en swing, realmente fantásticas. Yo estaba en contacto con el director y arreglador musical de Sinatra, Don Costa. Y le comenté que quería grabar con grandes bandas esas melodías tradicionales. Él se ofreció y me dijo: ‘Yo te voy a hacer los arreglos musicales, encantado. Vení a Los Ángeles y grabamos’”, le cuenta Palito a Teleshow sobre la génesis del álbum.
“Pero terminé yéndome a Alemania a grabar y terminó suspendido ese proyecto. Ahora lo refloté con un gran músico argentino, Nelson Pombal, quien interpretó perfectamente la idea. Y ahí está el resultado: un rescate de melodías de los años 50 y 60 de las grandes bandas, que uno las escuchó desde muy chico, silbadas o tarareadas por nuestros padres o algún abuelo”, dice Ortega.
Por aquellos días de agosto de 1981 en los que La Voz cantó en Buenos Aires, los oídos de Don Costa -quien dirigía a la orquesta que amenizaba la previa de Sinatra- se rindieron ante el arrullo de “Sabor a nada”, acaso la más perdurable e indestructible de las diseñadas por Palito; admirada y versionada por artistas tan disímiles como Luis Alberto Spinetta, Vicentico, Ricardo Montaner, Olga Guillot y María Martha Serra Lima.
Como guiño al público local, a Costa se le ocurrió arreglarla de manera instrumental y con un detalle tanguero para que sonara justo antes de que Sinatra saliera al escenario. Esa versión arrabalera ahora revivió para este disco y se destaca entre reinterpretaciones en español de añosos standards como “Cheek to Cheek”, “I’ve Got You Under My Skin” o “Lady is a Tramp”.
“Don Costa me pidió un bandoneón y yo me asombré: era para la introducción antes de que entrara toda la banda”, recuerda Palito. “Arrancó el bandoneón solo, haciendo la melodía (tararea ‘Sabor a nada’) y con las primeras notas la gente explotaba en un aplauso. Y a mí me emocionaba. Decía: ‘Caramba, cómo la reconocen tan rápidamente y era tan bien recibida’”, describe.
Esto que se escucha en el meridiano del nuevo álbum, pudo haber sido concretado 40 años atrás con un dueto de lujo: “Don Costa me decía: ‘Si vos le decís a Sinatra, te la va a graba. Es exactamente para él’. Y yo no sé si por prudencia o porque no lo quería invadir cuando nos encontrábamos después de cada concierto a tomar una copa en su suite, no sé… nunca se lo mencioné. Don Costa insistía: ‘Te la va a grabar’. Nunca se lo dije y finalmente pasó el tiempo. Y ahí quedó”.
Acerca del destino de la canción con letra de Dino Ramos y editada originalmente en 1963, Ramón cuenta que “es una melodía que cuando la escribí, él daba muchas vueltas: nadie la quería grabar. Todo el mundo decía que era difícil. Finalmente, un día se me ocurrió grabarla. Pero yo era el menos indicado, porque no tenía el estilo de lo melódico: yo hacía canciones más rítmicas. Sin embargo quedó y, creo yo, que en toda mi historia, de tantas canciones, es una de las mejores melodías que pude escribir”, asegura. Y expande su universo: “Seguirán pasando los años y alguien va a repetir: (canta) ‘Bésame, bésame muuucho’. Y ‘Sabor a nada’ puede estar enmarcada dentro de ese destino, ya quedó como una clásica dentro del repertorio melódico”.
—¿Cuál es el secreto de las grandes melodías que trascienden las épocas?
—La canción nace y se va, buscando su destino. Pero no porque uno se ponga a escribir, va hacer un éxito. Eso es muy difícil. “La felicidad” se grabó en alemán, en francés, en italiano… Y fue una canción vapuleada: decían que era una melodía muy fácil. Una vez escuché a alguien decir: ‘Si me pongo, escribo de estas 10 por día’. Y yo le dije: ‘Bueno, si podés escribir diez por día, yo no quiero diez… ¿me podés escribir una para que pueda grabarla y tenga la repercusión popular de esta?’. Y nunca me la escribió. Se trata de estar con la guitarra ahí o sentado al piano y que se dispare la idea de la melodía para que nazca la canción.
Te llevo bajo mi piel se guarda para el final lo más sencillo y emotivo: “Algo tonto”, reescritura de “Somethin’ Stupid” con Palito y su hija Rosario Ortega en los roles de Frank y Nancy Sinatra. “Quedaron registradas para la vida nuestras voces. Rosario, desde muy chica, empezó a estudiar música. Cuando Charly García la escucha, la incorpora a sus conciertos porque lo que le gustaba a él es que le daba una partitura o le escribía una melodía y ella la leía perfectamente”, dice Palito.
Y continúa describiendo el lado musical a su hija menor: “Tiene una voz muy cálida, con un muy lindo color. Cuando la llamé le dije: ‘Vamos a hacer esto que hizo Sinatra con su hija Nancy’. Rosario hace una segunda voz en toda la canción y lo hizo muy rápido: está preparada, tiene buen gusto, tiene mucho oído. A las hijas mujeres, un padre siempre las mira con una ternura enorme. Están siempre abrazándote, te besan, te agarran, te miman”.
Además de Rosario, Palito y Evangelina Salazar tuvieron a Sebastián, Julieta, Martín, Emanuel y Luis. Continuando este frondoso árbol genealógico, Dante, Paloma, Helena, India, Bautista, Benito y Ramsés llegaron como nietos y, entre los intereses musicales de los chicos, aparecen nombres como Bizarrap, Doja Cat, Tyler, The Creator, Billie Eilish, Post Malone...
—¿Cómo es el vínculo, desde la música, con tus nietos?
—Algunos de ellos tocan guitarra y cuando vienen nos sentamos, tocamos, nos reímos un rato. Pero a los chicos se les da por una onda, un repertorio, que lo escucho, pero no es el que yo hago (se ríe). Uno de los grandes regalos de la vida es ese: ellos están prolongando tu camino. El verdadero sentimiento humano real, auténtico y hermoso es tocarlos, agarrarlos, jugar, hacerles una carne en la parrilla. Hay todo un idioma afectivo muy grande y creo que por ahí pasa, definitivamente, el gran secreto de la felicidad de las personas.
“La música está siempre, en casa yo tengo guitarras casi por todos lados. Permanentemente grabo demos y por ahí quedan dando vueltas”, cuenta Ramón sobre su cotidianidad de artista. Pero si algo sobresale de esta trilogía de álbumes es que su voz se percibe intacta y suena al frente, por encima de una rebosante musicalidad. Él se lo atribuye a “algo natural”, aunque admite que realizar “ejercicios de vocalización antes de grabar, me ayudaron a mantener el registro de la voz”.
Sin embargo, revela que su mayor secreto es su rechazo a ciertos vicios. Lo ilustra con una anécdota: “La ventaja que yo he tenido sobre otros compañeros colegas es que nunca agarré un cigarrillo. Pero no porque yo quiera cuidar mi voz: yo era muy chico y una vez, por esa cosa hacerte el gracioso, agarré un cigarrillo y le di unas pitadas”, rememora.
Al volver a casa, fue increpado por Juan, su padre, quien se dio cuenta de que el pequeño Ramón había fumado, pese a que lo negaba. “Entonces me sentó y me dijo: ‘Usted fumó, porque tiene olor a cigarrillo. Le voy a decir una cosa: si usted fuma, será cuando sea mayor de edad. Ahora se lo prohíbo porque tengo autoridad sobre usted y no puedo dejar que fume, le va a hacer mal. Si usted después decide hacerlo, sepa lo que le digo hoy: le va a hacer mucho mal a su salud’. Eso me impactó y me acordé toda la vida. Y nunca más se me dio por hacerme el gracioso”, asegura.
Con la bebida, en cambio, tiene una relación de cercanía y alta tolerancia. Palito dice que es de “tomar un vaso de vino o un whisky antes de subir al escenario, porque lo necesito en un momento así en el que uno está tensionado. Y a veces, cuando un vino me gusta, tomo algunas copas de más. Pero jamás me pude emborrachar, nunca perdí el equilibro”.
—Este año cumpliste 80. ¿Cómo te llevás con el paso del tiempo?
—Me llevo bien. Sería un desagradecido si le estaría pidiendo más a la vida, que ya me ha dado mucho más de lo que en algún momento soñé. Y yo no era de quedarme corto a la hora de soñar. De chico tuve una visión real de lo que me iba a pasar. Vendía diarios en las colonias de mi pueblo y acortaba camino cantando, porque eran distancias largas: salía a las 7 de la mañana de casa y volvía como a la 1 del mediodía. No paraba de caminar y cantaba, de un pueblo al otro. Imitaba a un locutor de radio, me presentaba a mí mismo, hacía la imitación del aplauso ahuecando las palmas de mi mano y soplando (hace una ovación). Ya me veía en un escenario. Y cuando desde los escenarios veía a una cantidad enorme de gente, avalanchas, mujeres que se desmayaban, se me venía la imagen de cuando yo era chico. ¿Por qué hacía eso? ¿Era una premonición? ¿Por qué visualizaba algo que después me pasó? Es muy curioso.
—¿Seguís teniendo fe? ¿En dónde o en qué la depositás?
—Soy un hombre que siempre piensa en positivo, aun en los momentos difíciles. En la medida en que uno piensa positivamente en diferentes momentos de la vida, en sus actos, sus actitudes, su trabajo, sus relaciones, le está transmitiendo eso al cuerpo. Si uno está todo el tiempo con el espíritu del fracaso, de la derrota o se está negando todo el tiempo, condiciona toda su actitud en la vida a ese pensamiento. Y eso no te conduce a nada. Esto es un pensamiento muy personal, no soy el dueño de la verdad ni lo que digo es totalmente así. Pero así fue toda mi vida y, gracias a Dios, encontré una mujer que me acompaña: hemos formado una familia, tenemos hijos, nietos, muchos amigos. Y estoy rodeado de gente tan querida y con tanto afecto, más allá de las circunstancias que se viven. Uno no es ajeno a lo que le pasa a otra gente, estamos rodeados de cosas que nos duelen.
—En ese plan de mantenerte positivo, ¿tenés el anhelo de volver al escenario para presentar este disco?
—Sí, claro, me gustaría presentarme con una big band, hacer una temporada en un teatro. Pero ante el dolor y la angustia de tanta gente, uno entiende que lo nuestro es un tema menor. No quiero ser egoísta en ese sentido. Si se da, se da. No sabemos hasta dónde llega esto, es una situación muy difícil. Una desgracia. Yo no sé qué pensar, por momentos se me cruza por la cabeza: ‘¿No será un llamado de atención al mundo para ver que no somos tan omnipotentes ni tan invencibles?’. Y no sé si realmente se encontró verdaderamente una vacuna o algo que frene esto.
—¿Te vacunaste contra el coronavirus?
—Sí, me pude vacunar en La Rural. Gracias a Dios, ya tengo las dos dosis.
—¿Qué te pasa con las noticias que escuchamos a diario en torno al virus?
—Creo que todo el mundo se debe preguntar qué significa todo esto. Cómo es posible que hoy, con todos los avances de la ciencia, no se sabe si es porque alguien comió o no comió algo, si esto salió de un murciélago, y que se haya escapado y haya provocado semejante tembladeral en el mundo. Son cientos de miles los muertos. Es muy grave. El costo ha sido muy alto. Si uno mira las grandes tragedias de los pueblos, las cifras de víctimas han sido elevadas. Pero al lado de esta, no parecen nada. En nuestro país, más de 100 mil muertos. Lo digo, lo pienso y me da escalofríos.
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