Después de mucho tiempo de no tomarse vacaciones, Carolina Papaleo estuvo diez días relajándose en San Luis, recargando las pilas para retomar con su obra de teatro, producida y actuada por ella. S.O.S. Nací mujer se restrena el próximo 30 de julio en Café la Humedad. Al mismo tiempo, continúa con la conducción del programa en Canal 9, Vivo para vos, que por estos días conduce junto a José María Muscari; Julián Weich, su compañero, se encuentra internado por coronavirus.
En una entrevista distendida con Teleshow, Papaleo cuenta cómo debió salir al cruce de las denuncias de los vecinos de Weich, quienes lo acusaron de haber roto la cuarentena. Además, resalta que los actores están atravesando un momento muy difícil, y que la pandemia desnudó las miserias humanas.
—¿Cómo fue irse de vacaciones en pandemia?
—Bastante estresada el primer día, porque yo solo salgo para ir a laburar y después estoy en mi casa: no salgo a ninguna parte. Tengo ciertos TOCs con el tema del bicho, salgo muy poco. “Mundo COVID”, le llamo yo. Así que me subí al avión con todas las precauciones. Hice las salidas justas y necesarias. Fui a Potrero de los Funes, un lugar soñado donde me tocaron unos días espectaculares. Y bueno, fue caminar, mucho verde, mucho de todo lo que no tengo acá: vivo en pleno Recoleta.
—La pandemia afectó por completo a los actores. ¿Cómo transitó ese parate total hasta que le llegó la conducción de Vivo por Vos?
—La verdad es que nosotros fuimos los primeros afectados, porque el teatro fue lo primero que se cerró. No fue solo por una cuestión de protocolos, sino porque la gente no iba, no salía, tenía mucho miedo. Entonces, la lógica y la realidad se imponían. Yo estaba participando en el programa de Moria (Casán): íbamos todos los días pero ya no estábamos yendo todas por una cuestión de distanciamiento. El jueves 19, el famoso jueves que Alberto (Fernández) dio las medidas, me senté en casa a ver el programa y dicen: “Bueno, mañana es el último programa”. Y yo pensé: “Bueno, me acabo de quedar sin trabajo...”. Ya no tenía el teatro, ya no tenía la tele. Pero claro, toda la energía estaba puesta en cuidarse. Nuestro gremio estuvo bastante complicado, pero el problema de la ficción viene de antes del COVID: no le vamos a echar la culpa . Si hay algo que tenemos que agradecerle es que puso sobre la mesa algo que ya estaba naturalizado: no hay ficción y no se hace nada. No había concretamente una preocupación y veníamos sufriendo una desfinanciación por parte del Estado, que no permitía que hubiera más ficciones. Por eso casi todos los actores estábamos refugiados en el teatro. Y que se cree un programa de televisión en pandemia para mí, fue un milagro.
—Además de conducir Vivo para Vos, está la obra.
—S.O.S. Nací mujer, un unipersonal que tengo escrito hace ya unos años. Eduardo Mondel me ayudó a dirigirla, Martín Bianchedi hace la música. Pero es como mi pequeña Pyme, le digo yo, porque hago todo. Cuando en el verano pasado se vislumbraba que se empezaban a abrir los teatros, un amigo mío me llamó y me dijo: “Mirá, estoy ayudando a la mujer de Cacho Castaña a programar Café la Humedad”. Y me encantó. Vos sabés que el unipersonal tiene eso: soy yo, mi valijita y ahí voy. Programamos para mayo. Faltaba bastante porque estábamos en febrero, y resultó que en mayo para esa fecha estaban otra vez cerrados los teatros. Así que se reprogramó el estreno para este viernes 30 de julio, en Café la Humedad.
—Sin spoilear, ¿puede adelantar de qué se trata?
—Un día, cansada de ser mujer, decido operarme y convertirme en hombre. No porque sea mejor ser hombre, sino porque soy de otro género. Entonces hay como una especie de psicólogo, que es una voz en off, que me dice que tengo que pasar una evaluación, que le tengo que dar razones y además convencerlo para que él me dé la autorización para esta operación. Ahí empieza el recorrido y los motivos por los cuales quiero convertirme en hombre. Es un recorrido desde la crianza, no tanto para la mujer sino también para los varones. Después tiene que ver con los cuentos, tiene que ver con las canciones que nos han cantado, con esos modelos que supuestamente nosotros íbamos a replicar de grandes, tanto los varones como las mujeres, y cuando llegamos a grandes, el mundo nos exige otra cosa a las dos partes.
—En la actualidad, ¿qué diferencias ve entre hombres y mujeres?
—Cuando empecé escribir el unipersonal, siempre dije que las cosas no eran por decreto y que iban a pasar generaciones enteras antes de empezar a provocar cambios. Pensá que estos monólogos los tengo escritos desde el 2010 o 2011, estamos hablando de muchos años atrás. Me gusta hablar de la mujer, de los espacios que podemos conseguir. Creo que seguimos viviendo en una sociedad machista que se va a ir deconstruyendo, pero llevará tiempo. Todavía no logramos ganar lo mismo que los varones. Pensá que desde que empecé a escribir estos monólogos hasta ahora, por ejemplo, en la política vamos teniendo el 50 % y el 50 %. Creo que vamos a ir ganando cada vez más visibilidad para convertirnos en realmente cuadros donde digas: “Huy, al revés, tengo que meter un hombre porque es 50 y 50”. Todavía para eso falta.
—Hablando de política y del rol de la mujer, ¿cómo ve a Cristina Fernández de Kirchner?
—Creo que sigue siendo parte de un gobierno atravesado por una pandemia. Qué sé yo, es la peor pesadilla que te puede ocurrir... Es como que nada luce, nada alcanza. Es como que el Estado no tiene suficientes brazos, que no podés conformar a los diferentes sectores y parece que es una excusa el tema de la pandemia, pero bueno, tenemos que ver un poquito el resto del mundo. A Cristina la veo como creí que la iba a ver, con un rol de conducción. Aquellos que la reconocemos dentro del peronismo como la líder ya sabemos que el presidencialismo tiene una sola figura, que es el Presidente, así que la veo desde el lugar de conducción del partido, en el liderazgo, pero no tomando decisiones porque no está en ese rol.
—¿Quién manda: Alberto o Cristina?
—Mirá, yo me acuerdo que en los gobiernos de Néstor (Kichner) y de Cristina se escuchaba que ella era terrible, que ella era la que mandaba. Cuando ganó como presidenta, automáticamente pasé a escuchar: “Él es el que gobierna”. En el primer mandato era como la arpía que estaba atrás, y en el segundo era como el títere de él, porque en realidad ella no podía gobernar. Creo que eso también tiene que ver con el hecho de ser mujer. Pero es una figura muy fuerte. Ella fue la que eligió la figura de Alberto. Entonces entiendo que los periodistas además tienen como un amor-odio, una obsesión con Cristina. Entiendo que todo el tiempo hablen de ella. Pero lo hemos visto en todo este tiempo de pandemia: el Presidente es el Presidente y es el que toma las decisiones.
—¿Cómo ve la gestión del Gobierno?
—Creo que había muchas expectativas de los votantes, de la gente que confió, y muchas expectativas de todo un gobierno más allá del Presidente. También de Cristina y de todo lo que es el gabinete, la gente que estaba al lado de Alberto, que tenía muchas ilusiones de revertir una situación, de poder, por lo menos, empatarla, con una deuda grande, sabiendo que se agarraba una bola caliente, pero con muchas expectativas. Ahora, si a la bola caliente encima le metemos nafta… Pero bueno, será que eso es lo que tocó. Yo me siento cuidada como ciudadana. Hay que ejercer todo el tiempo la conciencia ciudadana, pero creo que hay una cuestión de lazos rotos que no se veía el año pasado, que no era un año electoral: estábamos mejor parados, había una mesa plural, parecía que todos tirábamos para el mismo lado, y ya de repente este año empezaron los tortazos por todos lados.
—Hablando de lazos sociales, ¿cómo tomó la denuncia de los vecinos contra Julián?
—Yo venía de diez días de vacaciones, venía sin ver televisión. Hice el programa sábado y domingo. Lunes, nada; martes, nada. El miércoles me pongo a ver televisión y veo que dicen que Julián Weich estaba contagiado de COVID y que le hicieron una denuncia sus vecinos. Yo sabía que se había internado por precaución, pero ellos lo vieron salir en su camioneta y le hicieron la denuncia. No me daban los dedos de los nervios. No encontraba a nadie del programa para poder escribirle. Y después, cuando pasó el tema, dijeron que había sido yo la que había aclarado que en realidad se había ido a internar por precaución. Esta situación es la prueba de que para muestra basta un botón. Es la prueba de estar alerta con el otro pero para mal, de querer denunciarlo, de querer encontrarlo fuera de lo que es lo correcto, y esto es lo que nos está faltando: un poco de solidaridad entre nosotros y de pensar que, a lo mejor, al otro le puede estar pasando algo. Mirá lo que le estaba pasando, no se estaba sintiendo bien y se fue a internar, pero le hicieron una denuncia y fue la Policía a tocarle la puerta. Contamelá...
—¿Le pasó alguna vez algo así con sus vecinos o con algún medio que haya tergiversado alguna noticia suya?
—Sí, me pasó hace muchísimos, muchísimos años... Yo había terminado de grabar Esos que dicen amarse, bien años 90, me había puesto extensiones en la novela, pero después me corté el pelo más o menos como ahora, así cortito, y entonces me acuerdo de que yo había alquilado una casaquinta y los periodistas hacían guardias. Un día estaba tranquila adentro de mi casa, hacía mucho calor, no era para estar en el sol porque te incendiabas, y me llamaron por teléfono a la quinta. Eran unos fotógrafos que me dijeron: “Caro, ¿podés salir?”. Les dije: “Estoy adentro de mi casa, no tengo ganas”. Como me insistieron, salí y llevé el teléfono, en ese momento el inalámbrico, me puse en la reposera, me metí en la pileta, hacía de todo para que me sacaran las fotos. Como se estaban muriendo de calor, de sed y de todo, lo hice, así se iban tranquilos. Cuando vi la revista tenía varios títulos, entre ellos: “Carolina Papaleo sufre una extraña enfermedad y se le está cayendo el pelo”. Hay que tener mala leche, porque encima yo salí para hacerles un favor a ellos. Claro, la última vez que me habían visto era en la novela con el pelo por la cintura y de repente ven una foto con el pelo corto, porque no había aparecido en público hasta ese momento.
—Cuando leyó ese título, ¿qué fue lo primero que se le vino a la cabeza?
—Lo primero que se me cruzó fue: “¿Para qué salí?”. Y después, debí hacer un gran trabajo porque yo tuve una parte de la culpa, lo hice porque ellos me pidieron que saliera y entonces, al final, hice una cosa que no tenía ganas de hacer. Esto a lo mejor me tenía que pasar para que yo aprendiera a no satisfacer la demanda ajena.
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