Okupas marcó un hito en la televisión abierta -desde la pantalla de la emisora pública, dato no menor- y en las ficciones argentinas. La vida de Ricardo (Rodrigo de la Serna), un chico de clase media que estudia Medicina y que casi por aburrimiento decide patear el tablero y comenzar la aventura de su vida, es el disparador para contar la historia de otros personajes y sus problemáticas.
El paseador de perros Walter (Ariel Staltari), el buenazo de Chiqui (Franco Tirri) y el renegado Pollo (Diego Alonso) conforman con Ricardo un cuarteto de amigos que descienden hasta el infierno, pero siempre unidos de la mano. Los 11 episodios que conforman la única temporada de Okupas (su director, Bruno Stagnaro, nunca pensó en una secuela) recorren la nocturnidad de Buenos Aires en pleno inicio del milenio, en el que incluso en una información que difunde un televisor se escucha una mención a Mauricio Macri como ex presidente de Boca.
Con esta línea temporal que hoy produce algo de nostalgia, vuelve a estar vigente la idea de una crisis personal que se amalgama con la de todo un país, de aquellas que con recurrencia se instalan en la Argentina.
Aquí les acercamos las cinco claves del éxito de esta ficción que trajo un aire diferente a la producción de series en nuestro país.
La búsqueda de identidad
Un grupo variopinto forma parte de este cuarteto de amigos. Ricardo, el personaje central, se encuentra atravesando los 20 y tantos años, y decide darle un volantazo a su vida. Abandona su carrera de Medicina y asume la responsabilidad de cuidar una casona perteneciente a sus primos, ubicada en el medio de Buenos Aires. Está perdido: no sabe lo que quiere ni qué dirección darle a su futuro. Esta búsqueda de identidad es el alma de la historia. Un joven deambulando en la ciudad, en su nocturnidad, en la que comienza a coquetear con las drogas, la delincuencia y un mundo que nada tiene que ver con el cual se crio.
El relato de una crisis
La historia de Okupas podría ser atemporal. Pero cobra una relevancia más fuerte cuando nos enmarcamos en lo que fue aquella crisis social y económica que Argentina atravesó durante la entrada al nuevo milenio, y que estalló en diciembre de 2001. Con la mirada actual resulta curioso y vistoso escuchar que seis paquetes de velas salían 3 pesos con 50 centavos, y los honorarios de un abogado, apenas 300. Así, Okupas nos habla de ese momento de quiebre del tejido social en el que las propiedades sin habitar eran ocupadas por familias que habían quedado en la calle. Un país que ya no se sostenía con la convertibilidad y se hundiría en una crisis de dimensiones impensadas. Luego llegaría el trueque, las monedas alternativas al peso. Y esta juventud que, sin ninguna preparación y falta de oportunidades, intentaba sobrevivir. Esta historia es también el reflejo de esos años que inevitable y lamentablemente se repiten de manera circular en nuestro país.
El lenguaje tumbero y la marginalidad
La serie creada por Bruno Stagnaro inauguró una manera de hablar que sería repetida y copiada, si quiere, hasta el hartazgo. Lo que más adelante se denominaría lenguaje tumbero forma parte del alma de esta serie. Uno de los personajes más pintorescos de la historia es El Negro Pablo (Dante Mastropierro), que no era actor antes de esta serie y le dio una impronta desde el lenguaje diferente. Cada frase era dicha con una intensidad y un realismo que resultaba todo un descubrimiento para quienes no estaban habituados a este tipo de léxicos. Con los años, el lenguaje se fue deformando y pareciera que quien peor hablaba, más valiente o corajudo era.
La amistad
Okupas también podría definirse como una historia de amor entre estos cuatro amigos. Un amor fraternal. Una casona con una suciedad que incomoda y molesta de solo verla, es el escenario para que estos cuatro chicos forjen un vínculo que entiende sobre lealtad y compañerismo, en las buenas y en las malas. Cada uno con su estilo, y a su vez, todos con el mismo objetivo: sobrevivir en esta jungla en la que se convirtió la ciudad, que se presenta hostil, por momentos ajena e imposible de habitar.
La falta de oportunidades
Los 90 habían terminado y, con ellos, un sistema económico que había destruido la industria nacional. Empresas cerradas, profesionales sin trabajo que ponían un maxikiosko o un parripollo con una indemnización que los llevaba de nuevo a fracasar económicamente. En esta incertidumbre, miles de jóvenes emigraron en vistas de un mundo con más oportunidades. Acá, nuestros amigos de Okupas atravesaban todo este temor y la incertidumbre de no saber cómo iba ser su futuro. ¿Estudiar? ¿Trabajar en relación de dependencia? ¿Qué posibilidad les daba tranquilidad? Hijos de una generación que apostó al país y no pudo salir. En este marco se insertan Ricardo, Pollo, Chiqui y Walter, que luchan contra un sistema que los aplasta y no les deja levantar la cabeza. Así, entonces, las oportunidades quedan para otros, no para ellos.
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