Los hijos de Dady Brieva y Mariela Anchipi divirtieron a todos en la pista de ShowMatch: “Parecen el Dúo Pimpinela en chiquito”

Felipe y Rosario acompañaron a su madre y se lucieron con su simpatía: peleas de entrecasa a la vista de todos y una defensa estoica del fanatismo por Colón de Santa Fe

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ShowMatch: La visita de los hijos de Dady Brieva y Mariela Anchipi

Desde que se reincorporó a la pista de ShowMatch, en reemplazo de la lesionada Sofía Jujuy Jiménez, la bailarina Mariela Anchipi de a poco va agarrando el ritmo de la pista en la competencia de La Academia. En la gala de este martes, la esposa de Dady Brieva se lució bailando un reggaeton en compañía de Nacho Saraceni, que le valió buenas críticas del jurado. Pero los que se robaron el show fueron Felipe y Rosario, los hijos que tuvo con el humorista santafesino.

Antes de dar pie al baile, el conductor Marcelo Tinelli reparó en la presencia de los niños que aguardaban a un costado para ver de cerca la performance de su madre. “¿Hincha de Colón?” preguntó el anfitrión, intuyendo la respuesta dado el fanatismo de Dady por el Sabalero. “Lo voy a hacer de San Lorenzo a Felipe, si quiere. Tengo una camiseta para regalar...”, empezó a enumerar, pero fue interrumpido por el niño de 10 años, que no estaba dispuesto a escuchar ofertas: “Yo soy de Colón de toda la vida. Soborname con lo que quieras, pero yo soy de Colón”, respondió con una determinación que causó la sorpresa en todo el estudio.

ShowMatch: La visita de los hijos de Dady Brieva y Mariela Anchipi 2

En medio del acting, el conductor modificó su estrategia y fue por un cuestionario menos directo. “No fue en el ánimo de hablar de soborno, solo quería conocerte. Me parecés divino: ¿Cómo andás, Felipe?”, recalculó Marcelo y orientó las preguntas a la temática escolar. El niño respondía seguro y desenvuelto, mientras su hermana, algo más tímida, lo acompañaba con su sonrisa. Hasta que con el mismo tono casual, el conductor redobló la oferta: “Toda la vida fuiste de Colón... porque yo tenía acá una camiseta de San Lorenzo, una bicicleta y una pelota”, contraofertó el presidente azulgrana, en licencia del cargo. “Y después me decís que yo me invento lo de los sobornos...”, replicó Felipe. “Es peor que el padre”, bromearon casi a dúo Marcelo y La Chipi.

Después del baile, el conductor intentó retomar el diálogo futbolero pero el niño se mantenía inflexible. “Conozco a San Lorenzo, pero igual todo lo que me sobornes, voy a ser de Colón”, argumentó sin dejar lugar a dudas. Resignado, Tinelli volvió al cuestionario más protocolar, y la pregunta por la relación con su hermana derivó en la primera participación de Rosario: “Más o menos”, respondió con picardía la niña de 8 años.

La emoción de Dady Brieva por el campeonato de Colón

El juego siguió con Felipe contando lo que más le gustaba de Rosario: “Que cuando era chiquita, no rompía las pelotas”. “Malo”, devolvió la hermana, mientras la madre se agarraba la cabeza. A su turno, Rosario dijo lo que no le gustaba de su hermano: “Me pega, me hace cosas malas”. “Vos también me pegás a mí muchas veces”, devolvió Felipe. “Para protegerme de tu maldad”, se defendió la niña. El ida y vuelta siguió como si estuvieran en un ambiente privado y no en el estudio del gran show televisivo: “Parecen el Dúo Pimpinela en chiquito, son tremendos”, concluyó el conductor.

Pero todavía faltaba un detalle para nada menor de Rosario, quien todavía tímida, no se animó a bailar como su madre: “¿Vos de qué cuadro sos, de Colón?”, le preguntó Marcelo. “No es de Colón”, respondió Felipe. “¿Sos de San Lorenzo?”, se tiró el lance el conductor, sin imaginar que había dado en el blanco. Detrás suyo, no veía a la Chipi gesticulaba hasta que tuvo micrófono para poder declarar su amor por el Ciclón. “Yo soy de San Lorenzo”, dijo la bailarina y rápido de reflejos, el hombre de Bolívar fue hacia Felipe con su última carta: “¿A quién querés más, a papá o a mamá?”, preguntó, pero recibió un golpe inapelable: “Quiero a los dos, pero yo soy de Colón”, respondió Felipe, que se quedó sin pelota, bicicleta ni golosinas, pero con el orgullo sabalero bien en alto.

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