El racismo sigue siendo un tema doloroso y vigente en la sociedad norteamericana. De un tiempo a esta parte muchas series han buscado nuevas maneras de encarar esta temática tratando de encontrar un equilibrio entre la denuncia y la calidad artística. No escondiendo la crudeza de los eventos, pero aportando también belleza y poesía, para que además del alegato los espectadores puedan ver buenas series.
El ferrocarril subterráneo cuenta una historia real.
En el siglo XIX existió en Estados Unidos y Canadá una red llamada el Ferrocarril clandestino (Underground Railroad en inglés). Se trataba de una organización clandestina armada para permitir la huida de los esclavos hacia Canadá o los estados libres desde los estados esclavistas del sur de Estados Unidos.
Se le llamaba Ferrocarril porque los integrantes de esta red usaban términos ferroviarios como código para referirse a los que guiaban a los esclavos, las casas seguras y los lugares donde podían encontrar comida y disfraces para lograr escapar de las plantaciones donde eran esclavizados. La serie crea su historia a partir de esto.
Dos jóvenes esclavos de una plantación en Georgia, Cora Randall y Caesar Gardner, huyen luego de la infame ejecución que sufre otro de los esclavos del lugar. Cora y Caesar buscan el misterioso ferrocarril subterráneo como la gran esperanza de libertad. En su escapada, ella golpea en la cabeza a un joven que estaba con un grupo de cazadores de esclavos. Por ese motivo no solo es una fugitiva por escaparse, sino que también es buscada por intento de asesinato.
El cazador de esclavos Arnold Ridgeway los persigue implacablemente junto con su ayudante, un niño negro llamado Homer.
La serie El ferrocarril subterráneo, adaptación de la novela de Colson Whitehead, cuenta todo eso, pero decide tomar una arriesgada decisión y es hacer que el ferrocarril sea real, que la máquina aparezca físicamente en un imposible trayecto de vías subterráneas. De esta manera, el realismo mágico se apodera de la historia y permite convivir los momentos más escalofriantes con las escenas más bellas y poéticas.
De ninguna manera estos recursos estéticos reducen el impacto de las atrocidades cometidas en el siglo XIX en Estados Unidos que la serie refleja. Pero le da algo de respiro al espectador, evitando el realismo absoluto de la miniserie más famosa sobre la esclavitud que se haya hecho en Estados Unidos, Raíces, en la década del 70. Aun así, algunas escenas puntuales nos la recuerdan.
El responsable de El ferrocarril subterráneo es Barry Jenkins. Este realizador nacido en Miami en 1979 logró notoriedad cuando en el año 2014 dirigió Moonlight. Por ese filme Jenkins ganó el Oscar a mejor guión original y, a su vez, la película se llevó el galardón más importante de la noche. Fue un evento inolvidable porque le entregaron por error el Oscar a otra película (La La Land) y se tuvieron que corregir en el escenario.
Luego de dirigir tres películas, Barry Jenkins volvió aquí a la televisión, o más bien al streaming, en este proyecto que de todas maneras se ve tan personal como su cine.
La serie tiene un gigantesco despliegue de producción, grandes actores y la capacidad de asombrar en cada uno de los episodios. Hay historias a las que el formato extenso que ofrecen las series le queda muy bien. A pesar de los momentos sórdidos y violentos, el relato consigue transmitir de forma auténtica no solo el sufrimiento y el dolor de los afroamericanos, sino también sus sueños y sus ambiciones. Consigue darle a la historia una forma de rigor histórico diferente: es capaz de contar el drama a través de las emociones de los personajes y plasmar dichas emociones en bellas y a la vez impactantes escenas.
El ferrocarril subterráneo consigue ir un paso más allá dentro de la creciente ola de series y películas de denuncia que se hacen en la actualidad.
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