El director Bruno Stagnaro descubre los secretos de Okupas: la elección de Rodrigo de la Serna, el lenguaje tumbero y por qué se negó a hacer una segunda parte

Ya están disponibles en Netflix los episodios de la serie estrenada en el 2000 en Canal 7, y que con los años se volvió de culto. ALERTA SPOILERS

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Entrevista a Bruno Stagnaro (Video: Teleshow)

Este martes se festeja en Argentina el Día del Amigo y qué mejor fecha para reestrenar una serie que habla sobre los vínculos fraternales como Okupas. Una reposición que Netflix tenía como un as en la manga y que llega para todos aquellos que no pudieron verla hace dos décadas atrás, pero también para quienes recordamos con melancolía aquellos años sin streaming.

Corría el año 2000 y los ecos de una crisis inminente en la Argentina se hacían sentir. En ese contexto se estrenaba por Canal 7 una de las mejores series argentinas. Se trataba de Okupas, la creación de Bruno Stagnaro (Pizza, birrra y faso) que relataba la vida de Ricardo (un Rodrigo de la Serna que daba sus primeros pasos), joven de clase media y estudiante de Medicina crónico que recibe el encargo de su prima Clara (Ana Calentano) de quedarse a cargo de una vieja casona familiar.

La idea de poder iniciarse en la adultez en esta nueva vivienda provoca en Ricardo la necesidad de transformarse en un hombre independiente. Pero las cosas no resultan como lo había imaginado, y un intento de ocupación violento cambiará para siempre su vida, pero también la de su amigo el Pollo (Diego Alonso) y las de dos desconocidos que se suman a esta historia: Walter (Ariel Staltari) y Chiqui (Franco Tirri). Las cartas estaban echadas, y el camino hacia la marginalidad y la delincuencia ya había comenzado.

El tráiler de Okupas (Video: Netflix)

En comunicación con Teleshow, Bruno Stagnaro dialogó acerca de cómo surgió la idea de la serie, del surgimiento del lenguaje tumbero y cómo le costó enfrentarse al éxito.

—¿Cómo surgió la idea de Okupas?

—Mirá justo, el otro día me acordé que estaba editando Pizza... en la productora con la que estaban arrancando Andrés Tambornino, Ulises Rosell y Pablo Trapero. En aquel momento la productora funcionaba en una casona, una especie de PH en Palermo que estaba como medio venido abajo, y ellos estaban permanentemente haciendo arreglos. Un poco yo quedé como inmerso en esa atmósfera. Un día hicieron una especie de fiesta inaugural y me acuerdo que ese fue el disparador: la sensación de estar inmerso en una atmósfera medio comunitaria y esta cosa de jóvenes adultos iniciándose en la vida y en las responsabilidades. Ahí apareció el puntapié inicial que se sumó a algo que yo ya venía con ganas de hacer: un retrato generacional algo análogo del tipo de relato que a mí me gustaba, por ejemplo, una película como American Graffiti, que es la segunda de George Lucas. Sería el primer choque con la adultez: jóvenes adultos enfrentando el proceso de maduración.

—La serie tenía mucho que ver con ese momento histórico de Argentina, ese momento de crisis. ¿Qué mirada tendrías si tuvieras que hacer Okupas hoy? ¿La habrías modificado?

Okupas tal como quedó estuvo muy embebida del espíritu de ese momento y también de lo quienes éramos nosotros en ese momento. Tienen que ver con un grado de ingenuidad muy propio de esa edad y una cosmovisión muy relacionada con esa edad en particular. Yo tenía 27 años y todos los cabeza de equipo más o menos tenían esa edad, y todos éramos bastante amigos entre nosotros, entonces estaba como muy difusa la línea entre el trabajo y la diversión. Desde ese lugar creo que sería muy difícil plantearla hoy para mí, porque uno obviamente va creciendo y, quieras o no, vas asumiendo otras responsabilidades y otras visiones de las cosas, creo que, en general, para mal. Pero bueno, ¿qué se le va hacer? La vida es un poco así.

—Tendrías que hacer la serie de la segunda adultez.

—¡Claro! Como la crisis de la mediana edad. Bueno, sería más probable eso que intentar volver a replicar Okupas.

El Chiqui (Franco Tirri), el
El Chiqui (Franco Tirri), el Pollo (Diego Alonso), Ricardo (Rodrigo de la Serna) y Walter (Ariel Staltari), cuatro almas a la deriva en Okupas

Okupas también inauguró esta cosa de un lenguaje un poco tumbero que después se ha repetido. ¿Lo pensaron como una forma de decir: “Acá estamos haciendo historia dentro de la televisión”?

—No, la verdad que no. Fue una cosa absolutamente casual y en gran medida en el hecho de haber encontrado a Dante Mastropierro (el actor que interpretaba al Negro Pablo). Lo que sí fue deliberado fue la intención de generar el marco para que eso suceda, porque más allá del caso de Mastropiero, que tal vez es como un caso paradigmático y bastante extremo, la idea era que todos los chicos se adueñaran del texto y trataran de naturalizarlo y hacerlo más fluido desde el hablar cotidiano, de cómo hablaban ellos. Ahora, en ese marco, la aparición de Dante hizo que todo pasara a otro nivel porque la realidad es que él inauguró un habla que yo por lo pronto desconocía por completo. Sí percibía, mientras estábamos haciéndolo, que me interesaba particularmente que tuviera un espacio. Permanentemente estaba intentando fogonearlo en el sentido de que Dante se adueñara del guión.

—Y lo hizo perfecto.

—Absolutamente. Entonces eso derivó en situaciones bastantes curiosas porque muchas veces me pasó de estar haciendo la toma y en determinado momento escuchar ciertas cosas que no tenía la menor idea de qué estaba hablando. Entonces le preguntaba: “¿Esto qué carajo quiere decir?”.

—Y está la famosa escena del “mascapito”.

—Sí. La escena paradigmática del “mascapito” sí estaba más estipulada porque a esa altura ya lo habíamos transitado en el casting y yo la había transcrito en el guión, entonces estaba como más clara. Pero de golpe teníamos escenas, como por ejemplo cuando Rodrigo vuelve con Claudio Rissi y se le presenta a Dante, y empiezan como a confrontar ahí, bajo los pilares del Docke, y el tipo empezaba a decir una cantidad de cosas totalmente inesperadas que yo me empecé a cagar de risa mientras hacía cámara (risas). De hecho, si te fijás, como que la cámara en un momento vibra y tenías que cortar porque ya se tornaba demasiado evidente que la cámara estaba reaccionado a lo que el tipo iba diciendo. En ese sentido sí, fue todo un hallazgo.

—Y después ese lenguaje quedó instalado.

—Sí, y en un punto me genera sentimientos encontrados que eso después se instalara como un lenguaje tan presente hoy en día. Por un lado me parece que está bueno, y por otro lado me incomoda un poco la impostación que muchas veces se hace de eso, y cómo eso se naturalizó y se transformó casi en un modelo estético del habla, en el que parecería que cuanto peor hablás, digamos más poronga y demás... Pero bueno, qué sé yo, me imagino que era algo que estaba subyacente y que si no emergía de esa manera, hubiera emergido de otro modo.

Solo Franco Tirri y De
Solo Franco Tirri y De la Serna fueron convocados directamente; el resto de los actores, como Diego Alonso y Ariel Staltari, llegaron a Okupas mediante un casting abierto

—¿Cómo definirías Okupas? Es una serie sobre salir de una crisis, sobre encontrarse a uno mismo, sobre los lazos de amistad, sobre gente que está perdida y se encuentra. ¿Qué sería?

—Creo que es una mezcla de todo eso. Me parece que el corazón de la serie está en la cuestión afectiva de tipos que están un poco perdidos en la vida, y que a partir de una determinada circunstancia azarosa terminan como generando un vínculo, un lugar de pertenencia que es insospechado al comienzo, y que termina siendo, en el fondo, una historia de amor. Historia de amor fraternal, pero historia de amor al fin. Y después, está atravesado por todos los otros condimentos que tiene que ver con esta idea de la búsqueda de uno mismo, de la crisis de este chico que se ve arrastrado a una especie de búsqueda, un descenso hacia un estrato, una zona más marginal digamos. Un poco el punto de partida es ese. Ahora yo lo inscribo bastante en cierta tradición literaria de estos personajes, como que están en crisis y salen a la ciudad a buscarse a sí mismo. Tanto El cazador oculto, de Salinger, como Crimen y castigo (de Dostoyevski), ese tipo de relatos en donde hay un personaje, un joven, que se busca a través de la peripecia en la ciudad, y en la nocturnidad muchas veces también.

VER TAMBIÉN: El esperado regreso de Okupas, una crónica social del paradigma callejero

—¿Cómo pensás que va a recibir el público que no fue contemporáneo a la serie, los sub 40, que no tuvieron contacto con Okupas y con la llegada ahora al streaming? Porque esto se vio en Canal 7...

—Tengo la expectativa de que el corazón de la serie sea bastante atemporal y no esté tan ligado a aquella circunstancia, si bien hay un factor que juega un poco a favor de la serie y es la recurrencia en regresar al escenario de crisis que tenemos como país. Pero más allá de eso, me gusta pensar que lo que verdaderamente importante que se cuenta no está tan vinculado a un momento específico, sino que es algo más vinculado a la humanidad de los personajes y a sus periplos más existenciales. Y que así como a mí me interesaba estas películas que te menciono, como American Grafitti o La dolce Vita, que hablan de crisis existenciales de gente joven, más allá de que yo no tenía nada que ver con ese contexto me veía reflejado. Tengo la expectativa de que eso pueda suceder con los pibes de esta generación.

—Luego de esta explosión, del éxito, del Martín Fierro y todo lo que vino con Okupas, ¿te sirvió para decir: “Era por acá”?

—A mí, en ese sentido, no es que me fue liviano... Como que en algún sentido lo sufrí bastante. Descubrí una extraña paradoja: muchas veces, que te vaya muy bien puede ser una especie de carga. Quedé medio resentido, digamos, una manera muy extraña con la visibilidad que me generó todo el proceso, y me sentí como muy incómodo, la verdad. Me llevó mucho tiempo reacomodarme a esa situación. Por otro lado, como era muy chico, no lo digo como algo que fue malo, me parece que estuvo bueno porque me permitió terminar, seguir mi formación como realizador desde otros lugares, me permitió indagar otras zonas .Tal vez, si hubiera sido un poco más grande, lo podría haber elaborado un poco mejor y no me hubiera puesto en un lugar de tanta autoexigencia que me puse después de Okupas, que condujo a que básicamente durante mucho tiempo transitara procesos de escritura que después terminaba en algún momento interrumpiendo porque no me convencía el resultado. Por suerte algunos de esos proyectos los pude retomar después, con Un gallo para esculapio, pero hay varios otros que están todavía ahí, como en espera.

—¿Cómo fue la elección del casting de los actores?

—A Rodrigo fue el único que lo tenía visto porque lo veía en Naranja y media. Cuando miraba el programa, había algo en Rodrigo que me llamaba muchísimo la atención: no sabía qué, pero sentía que tenía una potencialidad, una energía distinta. Entonces, cuando surgió la posibilidad de escribir esto inmediatamente pensé en él. Fue el único caso junto con Franco (Tirri), que era amigo de mi hermano Matías. El resto apareció en el casting. Tanto Ariel (Staltari) como Diego (Alonso) hicieron un casting abierto. El personaje de Diego fue el más complejo de cerrar porque inicialmente tenía pensado que lo podía hacer Jorge Sesán, con quien yo venía de trabajar en Pizza..., y de hecho Ideas del Sur apostaba más a él por esta cuestión de ir más a lo seguro porque tenía más experiencia actora que Diego y demás. Pero después terminé decidiéndome por Diego porque me parecía que en la combinación con Rodrigo se generaba algo más diferente. Jorge y Rodrigo los veía medio parecidos porque los dos son rubiecitos con un perfil un corte de cara más parecidos.

De la Serna, en una
De la Serna, en una escena de Okupas

—¿Te sugirieron que hicieras una segunda parte?

—En aquel momento me habían planteado una continuación. Fue tan placentero el proceso de hacer Okupas y al mismo tiempo tan agotador... En el momento que llegamos y terminamos, inmediatamente sentí que no tenía ganas de volverlo a abrir nunca más. Y también al haber muerto Chiqui y el Negro Pablo, el ciclo de lo que quería contar de esos personajes ya estaba ahí.

—¿Cómo va a ser esta nueva versión para Netflix? ¿Qué cambios tiene? Además de la imagen remasterizada, sucede algo con la música, ¿no?

—Sí, la versión nueva de Okupas tiene por un lado la remasterización de imagen: se hizo un proceso para mejorarla bastante y estamos muy contentos con eso. Y tiene algunos cambios a nivel música: se hizo un trabajo con Santiago Motorizado para usar temas de rock nacional que antes, por cuestión de costos, no podíamos afrontar. Ahora van a tener la oportunidad de vincularse con una nueva versión. Algunos putearán, otros no se darán cuenta, pero me parece divertido.

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