“Lo que está pasando ahora en Cuba tendría que haber pasado hace muchos años”, asegura Sixto Javier Valdes Scull en relación a las históricas manifestaciones contra el régimen en su país. Tiene 55 años, es el jefe de peinado de la productora de Marcelo Tinelli y hace 16 que todos lo conocen como El Cuba de ShowMatch después de que así lo bautizara El Chato Prada, director artístico de La Flia. “Los cubanos estamos cansados de tanta opresión. Algunos debaten si allá hay un gobierno o una dictadora, y yo digo que sí es un gobierno, pero que funciona como una dictadura. Porque es dictatorial no dejar que el pueblo exprese sus necesidades”, agrega sobre el régimen castrista gobernado hoy por Miguel Díaz- Canel. Y reflexiona: “Lamento que en medio de la pandemia no hayamos tenido tanto apoyo. Pero si esperábamos el momento indicado para manifestarnos, ¡tal vez nunca llegaba!”.
Su charla con Teleshow es en un rato libre, mientras le ajustan el vestuario a Viviana Saccone, en los Estudios Baires, en Don Torcuato. Entre peinado y peinado, El Cuba está pendiente de lo que pasa por estos días en la tierra que lo vio crecer y le da su apodo… Aquella isla de una riqueza natural y cultural descomunal, con una historia signada por los mitos, las contradicciones y el sufrimiento. “Muchos colegas me preguntan si tengo a alguien en Cuba y yo les contesto: ‘¡Tengo a toda Cuba!’”, señala el peluquero citando una frase anónima que se replica por redes sociales entre los exiliados. “Tengo dos hermanos de carne, mayores que yo, pero no pienso solo en ellos, si no en todos los que quedaron”, agrega El Cuba, agradecido por la chance de compartir su sentir.
“No soporto que nos enfrenten. En Cuba siempre hubo gente a favor, en contra y algunos más o menos. Pero nunca esta sangre. En el 78 hubo agresión, pero no golpes y tiros. En Cuba el servicio militar es obligatorio, pero ahora además están haciendo un llamado urgente para reclutar y oprimir a los que se manifiestan. Que en realidad, también lo hacen por ellos…”, apunta Sixto Javier y cuenta que nada mejoró en su país en los últimos años. “Después de la caída del Muro de Berlín nos quedamos desamparados. Fuimos el único país de América que quedó llevando la doctrina socialista y nadie nos apoyaba. Porque hasta ese momento, frente al famoso bloqueo de Estados Unidos, nos ayudaban… Pero al desaparecer, nos quedamos solos y sin nada, como una isla flotando en el mar”, agrega El Cuba apelando a la metáfora.
—¿Cómo se vive hoy en tu país?
—Hay escasez de todo. Antes nos proporcionaban equitativamente algo para mantenernos. Un poquito de arroz, de fideos… La ropita. Ahora, ni eso. Hay un gobierno que ha enseñado a robar para mantenerse. Antes pasaba, pero no era tan notorio. Además, tenemos el titulo de ser potencia medica, pero solo por los profesionales. Porque faltan medicamento, insumos. Todavía estamos con la jeringa de vidrio. No hay ni siquiera para etiquetarla. Con la pandemia esto se incrementó. Esta muriendo mucha gente.
—¿Esto te lo cuentan tus hermanos?
—Sí, antes de estas manifestaciones, mis hermanos ya me hablaban de las colas inmensas para comprar una botellita de aceite. Y que en los hospitales pasa lo mismo. Volvimos a la medicina alternativa de la yerbita. Por esas cosas la gente se cansó.
—¿Qué te contaron de las manifestaciones?
—Empezaron por la reunión de unos cantantes. Porque nosotros tenemos un lema: “Patria o muerte, ¡venceremos!”. Y ellos hicieron un tema: “¡Patria y vida!”. Proponen vivir y no morir, como nos inculcaron en la doctrina. Eso de desparecer para no ser doblegados por Estados Unidos...
—Morir por ciertos ideales.
—Claro. Ese extremo. Y por eso pasan las cosas: por los extremismos. Con esa canción, que habla de “vivir”, la gente se fue dando cuenta que podía hablar. Nosotros tenemos un poeta, José Martí, que en uno de sus escritos decía: “Ser cultos para ser libres”. El pueblo cubano es culto y sabe lo que quiere. No estamos siendo opositores a un sistema. Solo estamos pidiendo lo que necesitamos. Siempre hemos querido reformas. No queremos un capitalismo y ser esclavos de Estados Unidos. Queremos reformas que nos hagan bien. Esas que nos prometieron cuando fue la revolución y no cumplieron.
—¿En algún momento de estos últimos años te ilusionaste con ver la Cuba que querías?
—No. En Cuba siempre siguieron manteniéndonos con la doctrina marxista leninista, sabiendo que había un eslabón que no funcionaba… Por eso, de alguna manera siento celos de no haberlo hecho yo. De no haber estado en este momento. O de no haberlo hecho antes. Para nosotros lo más fácil fue abandonar el país.
—No fue lo más fácil, Cuba…
—No, lo sé… Pero me hubiese gustado allá para defender a mi tierra. Mi generación, que es la de los 60 y los de los 70, casi no está en Cuba. Quedamos pocos allá. En el mundo entero hay cubanos. Algunos tuvimos la posibilidad de salir en avión. Están los que quedaron en las travesías cruzando en balsa por el mar a Estados Unidos. Por eso cuando acá me preguntan algo punzante, yo contesto: “Si tu dejas todo y la arriesgas tu vida al cruzar océano, es por algo”.
100 dólares, poner capas y extrañar un hijo
Sixto Javier Valdes Scull llegó desde Cuba a la Argentina en 1998. Su segundo apellido tiene origen jamaiquino. “Es calavera en inglés, mal escrito”, explica. “Me vine solo y con 33 años. Traía solo cien dólares, que acá eran cien pesos por el uno a uno. Y nadie me esperaba en el aeropuerto. Entonces me encontré con un cubano que me dijo que me fuera con él a la ciudad de Junín. Venía de visita, a probar”, cuenta sobre aquella avanzada que logró ayudado por Adriana, una argentina que vivía en Canadá. “Es que todos mis amigos se habían ido y me contaban cómo era el mundo afuera. Yo tenia un desconocimiento total… ¡No sabía nada! No imaginaba que alguien podía hacer esto que estoy haciendo yo ahora, de contarte lo que siento. Allá no se puede alzar la voz. Repetís lo que te inculcan. Eso no es libertad”, agrega El Cuba, que está separado de un español con quien se casó hace dos años.
Entonces, cuenta apasionado una historia que contó mil veces. Tenía un par de días en la Argentina cuando, frente al televisor de la pensión donde vivía, El Cuba escuchó que unos periodistas criticaban a Carlos Menem. “No podía creer que hablaran así de un presidente, que se atrevieran a tanto. Pensé: ‘Están locos’”, rememora el hombre que en su país había hecho la carrera militar y se había recibido de ingeniero “en sistema automatizado del mando de la información”.
En la ciudad del noroeste de la provincia de Buenos Aires vivió un año y medio. “Hacía changas. Salía en bicicleta a vender ropa interior que un chico en la pensión compraba en Capital Federal. Pero, además, frente en la pensión había una peluquería de Sergio Newman que tenía academia. Empecé como asistente, a ponerle la capa a los clientes y barrer los pelos. Y me puse a estudiar. Así me hice peluquero. Sabía cortes de caballero porque en la escuela militar nos cortábamos entre nosotros para que los superiores no nos hicieran desastres. Pero de damas no sabía nada hasta entonces”, relata El Cuba que luego se mudó a Buenos Aires y trabajó cinco años en la cadena D’Antuan, mientras estudiaba la carrera de caracterización en el Teatro Colón.
—¿A esa altura ya tenías decidido quedarte en Argentina?
—Desde el día uno decidí quedarme. Sentí que se respiraba otro aire. Y eso que los primeros años fueron muy difíciles. Extrañaba, tenía otras costumbres y me costó insertarme. Nosotros somos muy de abrazar, besar y de la joda... Me hacía falta el olor a frijoles y a mar. Extrañaba sobre todo a mi hijo, que lo había dejado a sus ocho años. La comunicación con Cuba era muy difícil en ese entonces. Escribía cartas y revisaban todo. Algunas llegaban a los dos meses. Otras, nunca.
—¿Mandabas plata?
—Al principio sí. Cien dólares era una millonada en Cuba. Pero después de la crisis del 2001 no pude mandar más. Me pagaban en patacones. Tuve tres o cuatro años de comunicación esporádica…
—¿Y cómo empezaste a trabajar para ShowMatch?
—Porque cuando me gradué en el Colón conocí a Pao Dessaner, una maquilladora que me convocó para formar un grupo de Marcelo Tinelli, que se estaba yendo de Telefe a Canal 9 con su nueva productora, Ideas del Sur. Hace 16 años que trabajo para Marcelo. Me dio una escuela. Aquí pude realizarme como peluquero. Me di cuenta que era un apasionado de la belleza, de la estética. Me invitó a bailar en 2014 y gracias a esa popularidad soy embajador de Schwarzkopf Professional en Argentina. Pero más allá de eso, lo más importante es que… Y voy a usar una palabra que acá tiene otra connotación, pero que bien define lo que hicieron conmigo… Me acogieron. Me recibieron como a uno más. Y yo eso lo valoro mucho.
—¿Qué pasó con tu hijo?
—Lo traje cuando tenía dieciséis años. Cuando fue el Mundial de Alemania, en el 2006, me invitaron a viajar con el grupo de ShowMatch. Entonces me hicieron los documentos argentinos. Una vez que terminó el programa, pude viajar a Cuba como residente de la Argentina. Ahí me reencontré con mi hijo. Lo recuerdo y aún hoy se me pone la piel de gallina. Me había agachado para despedirlo y cuando volví, en el aeropuerto, lo buscaba con la mirada para abajo. Hasta que, de pronto, desde lo alto, me dice: ‘Pa, estoy acá’. Lo miré y no podía creer. Estuvimos un buen rato abrazados, reconociéndonos. Me quedé 21 días, que es el tiempo permitido. Fue un enamoramiento a primera vista. Me había perdido mucho de él. Entonces le pedí a la madre si me daba la posibilidad de que viviera conmigo. Es que además estaba en edad de entrar al servicio militar y yo no quería que fuera. La madre me lo facilitó. Hice la documentación y me la dieron rápido, porque de padre a hijo es fácil. Viajé a buscarlo en el 2007 y desde entonces el vive acá. Me dio un nieto de dos años y medio, Gianfranco Valdes. Y así va creciendo la familia argentina.
—¡Guau! Sos abuelo. ¿A qué se dedica tu hijo?
—Pasó por mucho… Se vino de chico, se tuvo que separar de la madre y acostumbrarse a la libertad…
—Porque es toda una responsabilidad ser libre.
—Más aún con dieciséis años. No es fácil pasar de tanto régimen a tanta libertad. Tuvo una adolescencia tardía. Cuando me lo traje yo no tenía voz de mando.
—Y sí mucha culpa por los años en los que no habías estado… Imagino.
—Claro. Todavía la tengo. A veces digo, si hubiese estado… Pero bueno… Ya está. Ahora trabaja de distribuidor de productos de peluquería. Vive en Devoto y yo en Colegiales. Ya no estamos lejos. Y por todo lo que viví yo y tantos otros, es tan importante que el mundo escuche al pueblo cubano. Llevamos 62 años tolerando el régimen. Que hoy hayamos tenido el valor de hablar y de tirarnos a las calles es una decisión que hay que respetar y apoyar. ¡Hagan oídos a la voz cubana! No hacemos esto de gusto.
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