Hubo una época en que las telenovelas de la tarde eran las reinas del rating. Rosa de lejos, El amor tiene cara de mujer, Estrellita mía o las internacionales Topacio y Cristal formaron parte de las historias de amor más celebradas en estas tierras. Ficciones edulcoradas con personajes nobles y bondadosos en contraposición a malvados y villanas de temer. El amor era atravesado por desventuras que claramente conducían a que la parejita protagonista terminara unida. Pero como todo, ese modelo de ficciones se agotó, y con la llegada de la edad dorada de las series estos argumentos parecían ser cosas del pasado.
Sin embargo, llama la atención que las series más vistas en estas últimas semanas en Netflix, la plataforma más popular de la Argentina, sean dos ficciones en las que el amor es el gran protagonista.
La muy estadounidense Un lugar para soñar acaba de estrenar su tercera temporada mientras que la superproducción española La cocinera de Castamar recién arrancó con su primera tanda de episodios. Podríamos sumar a esta lista el éxito efímero que tuvo Sexo/Vida en la plataforma, que a simple vista nadie parecería elogiar pero fue de las más populares. Vamos igualmente a centrarnos en las dos primeras, que lograron sostenerse durante más días consecutivos entre las opciones más vistas en Netflix.
Tanto Un lugar... como La cocinera... tienen como base la relación amorosa de un hombre y una mujer que deberán superar muchos obstáculos para que su historia llegue a buen puerto.
Un lugar para soñar nos lleva a un pueblo digno de una postal, Virgin River (nombre en inglés de la serie). Allí todo parece funcionar: los vecinos son generosos, amables, están siempre dispuestos a dar una mano a quien lo necesite. Jack, nuestro galán en cuestión, es un ex combatiente de la guerra de Irak que llega a este lugar soñado para abrir su propio bar. Es castaño de ojos claros, valiente, buena gente pero atormentado y lleno de heridas por su paso por el frente de batalla.
Pero tranquilos, el amor va a salvarlo cuando se cruce con Mel, una enfermera que llega desde una gran ciudad para poner el contador de su vida en cero y comenzar una nueva aventura. Claro que Mel arriba a Virgin River con su corazón roto: enviudó de quien era el amor de su vida y dio a luz a un bebé que solo sobrevivió unos minutos. Así, estas dos almas rotas, van a darse cita en esta vida pueblerina y, claramente, van a enamorarse.
Cada episodio de Un lugar para soñar nos retrotrae a un tiempo de narración tranquilo, sin música estridente, con diálogos suaves y una historia de amor que chorrea miel de lo dulce que se presenta. Sus paisajes con verdes lagos, coníferas y pequeñas cascadas hacen de este sitio un lugar de ensueño propicio para una romántica historia de amor.
Acá, todos es muy straight: podríamos afirmar que la serie forma parte del estilo de vida republicano, con el hombre blanco amante de las armas (presten atención al cuadro que ocupa todo lo ancho del bar de Jack: un hombre con rifle apuntando) y defensor de alistarse en el Ejército, mientras las mujeres, blancas ellas también, se reúnen para tejer, formando parte del grueso de la sociedad de este pueblito soñado.
¿Y qué mejor que la vida pueblerina para que una historia de amor sea contada de la mejor manera posible? Así y todo, el público argentino disfruta muchísimo de estas series donde los amores de telenovela son el centro de la historia. Porque en estos tiempos modernos, qué mejor que olvidarnos y recluirnos en Virgin River e imaginar que ese amor, alguna vez, pueda pasarnos a nosotros.
La cocinera de Castamar, por su parte, tiene un planteo diferente aunque la idea del amor imposible que luchará contra todo sea su idea central. Ambientada en España en el siglo XVIII, esta serie cuenta la relación entre una cocinera de nombre Clara y un marqués, Don Diego.
Ambos vienen de sobrellevar como pueden distintas tragedias. Él acaba de enviudar de su esposa, Alba, que acababa de decirle que estaba embarazada de su hijo, mientras Clara intenta superar su agorafobia luego de que su padre fuera ejecutado.
Toda esta historia sucede puertas adentro del palacio de Castamar en donde convive Don Diego con su madre, mientras en el piso de abajo se encuentra la servidumbre, que conforman la mayoría de los habitantes del castillo. Intrigas palaciegas, juegos de poder y engaño tras engaño son las tramas paralelas a ese vínculo de amor que parece casi imposible de ser concretado.
Aquí, a diferencia de Un lugar..., aparece el condimento del sexo como un protagonista más. Infidelidades, relaciones homosexuales y mucha tensión sexual conforman el trío de temas que acompañan a Clara y Don Diego. Idas y vueltas formarán parte de este sube y baja dentro del vínculo de estos dos que solo tienen algo en común: el amor que se profesan.
¿Estamos entonces ante el regreso de las historias truncas de amor llenas de momentos edulcorados que nos permiten evadirnos de una realidad dura? En tiempos de tanta desolación, de muertes y de aislamiento, son bienvenidas las caricias al alma que al menos por un momento nos ayudan a aislarnos de tanta mala noticia.
El tiempo dirá si Un lugar para soñar y La cocinera de Castamar son las ficciones que marcarán estos años que estamos atravesando, o si solo serán parte de una moda pasajera. Lo cierto es que hoy las ficciones románticas son las preferidas de los argentinos a la hora de ver ficciones. Y que viva el amor.
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