Arranca un nuevo ritmo en La Academia de ShowMatch. Es miércoles y hace poco más de 12 horas que Argentina derrotó a Colombia para meterse en la final de la Copa América. El sol marca el mediodía en los Estudios Baires de Don Torcuato y en un rato se grabará el programa del día. Entre micrófonos, cámaras y pantallas, el show empieza a cocinarse. “Los camarógrafos cuentan por ochos, igual que lo hacen los bailarines con sus coreografías”, revela Marcos Antivero, asistente de dirección y productor de piso, en charla con Teleshow. “Están entrenados”, agrega el hombre que con un micrófono dirige buena parte de lo que pasará alrededor de Marcelo Tinelli en el estudio, cuando esté al aire. “El director también cuenta por ochos”, agrega Marcos mientras avanzamos hacia el control de piso, dónde nos recibe Fernando Rolón, el director de ShowMatch que trabaja en ElTrece y hace un par de años años está asignado a La Flia.
Un día de recorrida por la cocina técnico - creativa del histórico programa de Marcelo Tinelli es la propuesta para entender el fenómeno que, con variantes, tiene casi 30 temporadas al aire. “Lo que ves hoy empezó en una instancia de pre producción. Cuando arranca cada nuevo ritmo nos reunimos con los coachs para plantear la idea de cada coreografía. Proponen elementos, pantallas, tomas”, señala Rolón que será el artífice, entre otras cosas, de potenciar aquello que se les ocurra a los coreógrafos.
Está en un espacio contiguo al estudio. Maneja el switcher, que es una gran consola con botones. Se sienta frente a un gran multiview (conjunto de pantallas) de muchas señales que ingresan al switcher. Según lo que quiera mostrar, las va cambiando para ofrecer lo que la gente verá en sus casas. Por estas horas, desde allí mira lo que pasa en el estudio con la samba de ballroom (el ritmo de la semana) que preparan para presentar la cantante Ángela Leiva, con su bailarín, Jonathan Lazarte, bajo las órdenes de la coach La Cata –María Laura Cattalini–. Entonces Marcos Antivero, que en La Flia para todos es Fleco, explica: “El coreógrafo le da señal de largada al proceso creativo cuando cranea una idea con colores, vestuario, imágenes en pantalla… Esa información gira entre las áreas de peinado y maquillaje, a cargo de la puesta estética. Nuestros coreógrafos piensan las córeos para las cámaras. Hace años que no las diseñan para un público que está al frente, como en un teatro. Luego nos reunimos en el piso del estudio, en general el día anterior a que baile la pareja, y hacemos la pasada de piso, que es lo que ves ahora. Es la instancia en la que el director adapta y baja a tierra la propuesta del coach”, apunta Fleco. Y Rolón refuerza: “El desafío es que la cámara potencie el armado coreográfico. Se busca el ángulo más conveniente, algún cambio de luz o lo que fuere”.
Cuando vamos al piso, de eso se trata el trabajo: intercambio de ideas y ajuste de detalles entre la dupla de bailarines y su coach con Marcos –siempre micrófono en mano– y Fernando. “Se hacen dos pasadas y la última, la que quedó, es la que se imprime: es decir, queda definida para presentar al aire en el programa”, agrega Fleco mientras todos chequean en un monitor central cómo salió. Explica que lo que dispara la música es un aparato especial está previamente seteado en sincronización con las pantallas y las luces.
Rolón detalla que tienen once cámaras en el piso. ¿La estrella? “Una steadycam con la que el camarógrafo prácticamente baila alrededor de los protagonistas”, cuenta acerca del trabajo de El Gurka Rodríguez. Después hay dos cámaras frontales, una a la derecha y otra a la izquierda. Otras dos, móviles, también al costado. Un carro de traveling, más cerca del piso, que es electrónica, robótica y se maneja de izquierda a derecha como si fuera un tren, con sensores. Hay otra igual, sobre la parrilla –ese entramado de andamios con cables y luces que está en el techo– y va para adelante y para atrás. Dos cámaras grandes adelante, con lentes largos. Otra a un costado, frente al jurado. Y una grúa de nueve metros, con una cámara con lentes angulares.
“Combinamos las cámaras de la misma manera que un pintor combina colores para componer un cuadro”, asegura Rolón sobre el arte de hacer cortes a tiempo, cambios de frente y mucho más. “Todos los camarógrafos tienen de antemano la información de lo que les tocará ese día. Son como las partituras de una big band. Yo sigo esas partituras, para ir mandando al aire lo que sale. Pero siempre tengo que estar un paso adelante, porque lo que sucede, ya está sucediendo. Tengo que anticiparme a lo que vendrá”, sintetiza Rolón para definir su labor.
Tras un receso para almorzar, mientras el piso del estudio se sanitiza, llega la hora de que las parejas que bailarán ese día hagan su ensayo general. “Se hace con vestuario, luces y todas las cámaras. Es una sola pasada –no dos, como en el ensayo de piso– en la que ponen a prueba lo ensayado”, apunta Fleco segundos antes de que Rocío Marengo, secundada por su bailarín Nacho Pérez Cortes, haga la suya. “Hay un schedule riguroso. Cada pareja tiene 30 minutos y si llega cinco minutos tarde, tendrá 25. Es la última oportunidad para ver si el peinado complica las cosas o si un zapato necesita resina”, detalla Rolón. “Siempre hay alguien dispuesto a traer una solución. Les aviso por handy que una peluca se sale y ven cómo cambiarla”, apunta Fleco y destaca a su coequiper Fran Caivano, con difícil tarea de traer a horario a las celebridades.
Sin embargo, y como es sabido, no solo de baile va la cosa en el programa de Marcelo Tinelli. “También está el reality. Todo eso que Marcelo ilumina, como gran conductor que es. Jugar al básquet, alguna discusión, un familiar detrás de cámara… Nuestro gran desafío es seguirlo. Hacer ese juego entre lo previsto y lo imprevisto”, señala Rolón cuando faltan una hora para que se grabe el programa y un arco de futbol de generosas dimensiones busca ángulos para entrar al estudio. “Jugamos con todo lo que pueda hacer Marcelo y para seguirlo, yo estoy en comunicación con el director y el director con las cámaras para que busquen el plano. Además, todos estamos intercomunicados con producción”, señala Fleco sobre otra de las áreas vitales de este entramado. “Por ahí a Tinelli se le ocurre buscar al novio de Karina La Princesita que está en el bar y nosotros tenemos que estar técnicamente preparados para llegar a cualquier lugar dentro del predio. La consigna es: error cero”, asegura el jefe de piso cuando Rolón agrega: “Tenemos que estar prevenidos para seguirlo con el recurso profesional suficiente para entregar un buen cuadro e iluminación”.
Detrás de las pantallas que enmarcan el estudio, los pasillos están enmarcados por telas colgantes, equipos de audio y sonido, artículos de utilería. Y sin duda, no hay lugar más mágico que el detrás de la pantalla central que se abre y se cierra. Funciona por paneles, con múltiples motores. La maneja Pepe, que está sentado al costado de la pista, secundado por Laureano, en el controlador. “La máxima tensión arranca con la salida al aire, pero no baja en todo el programa. Aunque tal vez sí un poco con las devoluciones del jurado, si bailaron bien. Si no, habrá que estar atentos a las caras de tensión. Marcelo, que tiene en la cabeza un radar de 360 grados, verá las expresiones del coach y empieza la interacción. Es un trabajo que sale bien porque tenemos oficio, percepción y trabajo en equipo. La vara está alta y no tenemos nada que envidiable a un big show de Estados Unidos”, apunta Rolón.
Cerca de las cinco de la tarde, todo parece estar a punto en el estudio. “Se graba un falso vivo que tiene la misma dinámica del aire”, anticipa Rolón y Fleco aporta: “No se corta si algo sale mal. Se hace como si fuera en vivo”. En la parrilla –lugar no apto para personas con vértigo– ya están Lucas y Leandro, los operadores de luces móviles. Las bebidas para el jurado están servidas en el estrado. Y los micrófonos ya fueron testeados. Lupe Pazos, del área comercial de la empresa, ya tiene listo el control remoto del marcador que está abajo del monitor que Marcelo mirará al aire, para saber cuántos PNT le quedan por hacer. Las productoras de piso, María, Virginia y Mariela, se ubican frente a dónde estará Tinelli. Tienen un gran balde –con una etiqueta que dice “no tirar basura”– y que está repleto de carteles prolijamente ordenados, que irán desplegando sobre una mesa negra y con rueditas y re escribiendo, con marcadores rojo y negro.
A esa altura, el control del estudio también está colmado. Rolón está sentado en el medio y demasiado ocupado para hablar, pero ya nos anticipó quienes estarán ahí durante el programa. Hay dos personas para el generador de carateres (para el zócalo que se lee debajo de la pantalla), el generador de graph (con contenido parte comercial). Hay un jefe de sonido, Fede Ruiz, una consola de sonido, y un musicalizador, Julián Prada –hijo de El Chato Prada–. Además, hay un jefe de iluminación, Andrés Adorno. También están los encargados de play, que graban todo lo que pasa, por si hace falta mostrar la repetición de algo, por ejemplo. “Cada tanto recurrimos a un efecto muy lindo: slow motion en vivo, para potenciar cómo se ve algún truco”, apunta Rolón, orgulloso de su gente. Al lado de Rolón, El Chato, productor ejecutivo y director artístico de ShowMatch, será quien después del programa, cuando baje la adrenalina, comparta con Teleshow su análisis del fenómeno que está por suceder.
Con la llegada del jurado, el show parece inminente. Los hombres, Hernán Piquín y Ángel de Brito suelen anticiparte a las chicas, Jimena Barón y Carolina Pampita Ardohain –a semanas de ser madre y secundada por su peinador, su maquillador y su vestuarista–. Las bailarinas del staff ya están ubicadas y los humoristas que se entremezclan con locutores, también. ¿Qué falta para dar señal de largada? Marcelo Tinelli. El conductor argentino más popular, más permanente y más escrutado de la televisión argentina, entra al estudio por una puerta lateral que está a la derecha y casi no usa nadie. Le dan su micrófono, prueba cómo le queda su voz al saludar con la música, hace algún chiste a los presentes y escucha algún comentario de ultimo momento que le hace al oído Fede Hoppe, productor ejecutivo y director artístico de ShowMatch. “Estamos grabando”, dice el director desde el control para dar señal de largada, suena Twist and Shout de Los Beatles y se empalma con Por Ahí de Coty para que Marcelo se entregue al público con su icónico “¡Buenos Días América!”
Entonces sí, la jornada de miércoles tendrá mucho de coreografía pero otro tanto de reality. Porque ganó Argentina y el arco –que dejó pintadas de blanco las manos de uno de los productores– será custodiado por José María Listorti como El Dibu Martínez, mientras Fredy Villarreal bailará imitando al Papu Gómez. Además de bailar, Viviana Saccone se sorprenderá con la visita de sus padres, que viven en un pueblo del Interior de la provincia de Buenos Aires. Desde bambalinas surgirá Roberto García Moritán, con sus hijos y los de Pampita, para debatir con Marcelo en materia de feminismo. ¿Más? Ángela Leiva le cantará en vivo una canción romántica a Fran Caivano –ese asistente de piso que nunca antes fue enfocado y que hace unas horas nombraba Fleco para destacar su trabajo detrás de cámaras–. Y después de que baile Rocío Marengo y recuerde a su suegra, Marta Fort, que murió la semana anterior, no habrá tiempo para mucho más. Entre otras cosas, Marcelo Tinelli habrá alentado a la Selección Nacional, se habrá conmovido con una familia del Interior y se habrá reído a carcajadas ante la timidez de un romance nacido en su casa, La Flia. Dirá “Chau, chau, chauuuuu”, para dejar el aire y que la música se apague.
Si todo salió como salió, es porque además de técnicos y equipos de primer nivel, hay personajes como El Chato Prada, dispuestos a explicar el desafío de cada programa. “Uno sabe lo que quiere Marcelo. Anoche ganó Argentina y lo sentí en la panza. Después de las doce de la noche llamé al editor y le pedí que tuviera los goles para pasarlos. Además, hoy a las ocho de la mañana coordiné con Pablo El Balita Barbero, encargado del humor y dijimos: ‘José María puede hacer esto y Fredy, aquello’. Producción consiguió camisetas y el arco. Y salió un programa que yo, en lo particular, disfruto mucho, porque conectas con lo popular”, detalla Prada cuando todos empiezan a dejar el estudio. Entonces cuenta que Guillermo Hoppe –hermano de Fede– es coordinador general, y que Virginia Cuenca comanda el equipo de La Academia, sobre las jefas de coach –Lolo Rossi y Eugenia López–, con un grupo de coordinadores de horario –”stoppers permanentes”– para manejar a los participantes famosos en función de lugares de ensayos y sus necesidades. Las productoras periodísticas son Carolina, Lore y Pao, que están detrás del jurado, pero además de la convocatoria de participantes. Mientras que, en materia de humor, El Mono es el productor que está a la cabeza.
“Otro rol que puede parecer una boludez, pero es sumamente importante es el de la comunicación con Marcelo en el piso. Ahí está coordinando María Goma –mujer de Guille Hoppe–, con Virginia y Mariela. Tienen la información de mucho de lo que dice Marcelo en el programa, los PNTs… Lo hacen como no lo podría hacer otra persona, porque a Marcelo le conocen el timming, la mirada, la levantada de ceja y el dedo. Tienen una complicidad silenciosa permanente”, resume sobre el tridente que no le saca la vista al conductor en las casi dos horas de programa.
En ese sentido, ¿por qué Tinelli es el único conductor de televisión que no lleva un auricular en la oreja? “Marcelo nunca en la vida va a tener una cucaracha”, asegura Prada, sin titubear y destaca el rol de su compañero, Hoppe, ubicado al lado de Tinelli para interpretarle una mueca o una seña. “Fede tiene comunicación directa conmigo. Yo, en el control, y hablo con el director, con el musicalizador o con otro productor, Ari, que es muy ágil. Cada tanto a Fede le voy diciendo cosas que voy sintiendo del programa. Y a la vez, Fede me va adelantando lo que quiere Tinelli… porque acá, el que dirige todo siempre es Marcelo. Así va saliendo el show”, resume Prada cuando las luces se apagaron y sólo resta enfocarse en el día siguiente, para volver a entregarle a la gente un espectáculo mayúsculo, con la pasión intacta y muchísima lealtad.
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