Los oyentes habituales de La Bestia Pop, el programa que conduce Adrián Korol por la Pop Chascomús (92.5) ayer por un minuto deben haber pensado que el ex Vergara andaba perdido. Habituados a escuchar temas de rock, mechados con cantautores como Ismael Serrano, genios como Piazzolla o artistas uruguayos se vieron sorprendidos con la canción de la película Melody, el film que marcó una generación allá por 1971. No fue un desliz musical ni un problema de programación. El tema venía con una historia y esa historia tenía que ver y mucho con el entrevistado, Mauricio Dayub.
Tras la bienvenida musical vino la explicación del artista. “Esa película básicamente me hizo darme cuenta que quería ser actor, que quería estar entre esos chicos y no podía entender cómo en Paraná -donde vivía- nadie me había avisado que se filmaba una película. Yo no sabía dónde se había rodado, dónde vivían esos chicos. Salí del cine y por varios días cuando veía a una chica parecida a la protagonista la seguía y obvio que ellas no entendían nada. Pero yo quería encontrarla. Fui a ver Melody cuatro o cinco veces. Tuve que hacerlo a escondidas porque verla tantas veces hacia que mis padres no me creyeran”. Su fascinación por el film llegaba a tal punto que hace poco un amigo le mandó una foto de un cumpleaños de infancia donde aparecía vestido igual que el protagonista.
De la película el recuerdo pasó a uno de las primeras obras que interpretó, “Rockefeller en el Lejano Oeste”. Era 1983 y se representaba en Santa Fe en pleno verano. “Con cuarenta grados de calor, cien por ciento de humedad, para la gente era imposible meterse en un teatro sin aire acondicionado, así que decidimos hacerla al aire libre, en una terraza”. El plan iba muy bien lo que no calcularon es que en la obra precisaban un piano. Con Antonio Germano que a la noche era el director y de día se ganaba la vida de plomero intentaron subirlo, pero se les trabó en la escalera. La asociación que manejaba la sala tenía que reunirse y el piano dejó de ser un instrumento para transformarse en un bodoque que impedía el paso. Con las herramientas de plomero de Antonio comenzaron a desarmarlo hasta que lograron subirlo. Lejos de respirar aliviados o decir “misión cumplida” tuvieron que salir a pintar de blanco las curvas de la escalera para que los atildados miembros de la asociación no se escandalizaran y sobre todo, les negaran el acceso.
Con el piano en la terraza y la escalera pintada lograron hacer una temporada de “Rockefeller”, pero Dayub que sabía que “Dios está en todas partes pero atiende en Buenos Aires” estaba decidido dejar Santa Fe para venir a probar suerte en la ciudad del Obelisco. Debía renunciar a la obra. “Me dijeron que vendría ‘un chico’ a reemplazarme”. El chico resultó ser Dady Brieva. “Tendríamos 19, 20 años, vino a casa a buscar el libreto y a charlar sobre el personaje, cómo lo había hecho, cómo lo había construido”.
Antes que Melody decidiera su destino de actor y mucho antes de conocer a “ese chico”, un pibe Dayub soñó ser cantante de bailanta. “A la vuelta de mi casa ensayaba un grupo ‘La combo jazz’. Era cumbia colombiana absoluta, no sé por qué tenían ese nombre porque lo que tocaban era cumbia. Todas las tardes cuando se juntaban a ensayar en una especie de garage pedía que me dejaran pasar. Les decía ‘yo no hago nada, me quedo sentadito’, trataba de ubicarme cerca del cencerro, del bongó para intentar acompañarlos con la percusión”. Lo que más le fascinaba no era la música sino que “terminaban y para ir a tocar se ponían unas camisas floreadas que me encantaban”. Para no quedarse con las ganas, hoy en todas sus obras intercala algún tema de ese ritmo aunque no luce camisas caribeñas.
Entre esas vocaciones, la pregunta pertinente fue si hoy aceptaría participar de Masterchef y el actor mostró otra faceta. “No podría ir porque soy muy malo preparando postres. Andaría bien en abrir la heladera porque con lo que encuentro te preparo lo mejor. Soy bueno para inventar con lo que hay. Me las ingenio bien con poco porque es parte de mi historia”.
En cuanto a la televisión actual fue contundente. “La tele bajó a la tierra. Estaba por las nubes era inalcanzable e inaccesible para muchos. Ahora bajó porque en cada manzana de cada barrio hay gente que tiene su propio canal y sube sus propias imágenes. Hoy se festeja un pico de siete puntos de rating cuando antes no nos dejaban ni arrancar”. En esa línea de autogestión y en plena pandemia arrancó con capítulos de cinco minutos que se pueden ver gratis en el canal de YouTube de Cero Onda, su productora. Son narraciones que escribió a partir de anotaciones cotidianas de cosas que “veo, me hacen pensar, sentir o relacionar”. Las escribe en servilletas y cuadernos, en una técnica que llama “el acopio” y que luego le sirve para escribir. Estos cuentos también los difunde los jueves por radio Metro.
La entrevista viró a charla. Ese momento donde el oyente entiende de qué se trata eso que llaman la “magia de la radio”. Korol preguntó lo que no se puede dejar de preguntar en estos tiempos de pandemia, cómo la iba llevando con su obra “El equilibrista” que -como acotó- “nunca mejor un nombre”. “Como para todos los rubros hubo que apelar a la templanza, la imaginación, la velocidad para cambiar el rumbo y agradecer a los empleados que hace años trabajan en el Chacareran y ya saben de qué se trata, algo que me enorgullece mucho”.
Korol que tiene un pasado impredecible de sótanos y café concert interrumpió para acotar que, aunque la obra es un unipersonal, se nota la cantidad de gente que hay detrás por eso “qué bueno que figure toda ese equipo con nombre y apellido”. La acotación venía a cuento porque al terminar cada función se pasa un pequeño video donde se ve cómo se fue realizando todo el espectáculo y aparecen escenógrafos, músicos, utileros, vestuaristas, todos los que lo hacen posible. “Lo hicimos para festejar las cien funciones y gustó tanto que ahora lo compartimos todas las noches”. Para terminar, Dayub aseguró que a veces hay “que perder para ganar”, pero cuando un entrevistador pregunta bien y el entrevistado responde mejor, nadie pierde, todos ganan.
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