No son pocas las estrellas de Hollywood que cargan con un pasado tormentoso sobre sus hombros. Figuras taquilleras que están en la cúspide de la carrera, pero que por dentro todavía sufren por lo que padecieron en otros tiempos. En muchos casos lograron sobreponerse, aún contra todas las dificultades, para encontrar un camino de salvación. Desprenderse de esas ataduras que, sin embargo, dejaron marcas.
Tom Cruise es uno de los más requeridos si hablamos de películas de acción. Más allá de moverse con gran cintura en cada papel que le toca representar, hay un género en el que se siente más cómodo, al punto que -como sucede en los rodajes de la saga de Misión Imposible- no suele usar doble de riesgo. Le pone el cuerpo a la cuestión más allá de que en más de una oportunidad corrió peligro su vida.
Por eso, se lo reconoce como uno de los héroes de la ficción de alto riesgo. Amante del peligro y de la aventura, siempre está predispuesto para lo que le pida el director de turno. En más de una oportunidad comentó que esos son los gajes del oficio y que no ve por qué otra persona debería ponerse en sus zapatos. Incluso, fue más allá: sostuvo que en otras tantas profesiones también hay peligros y nadie les pone un doble de riesgo a esas personas.
No obstante, en su vida privada no todo es color de rosas. Detrás de esa sonrisa que muchos definen como encantadora, en el carácter que supo forjar a medida que fue creciendo se esconden varios traumas. Episodios que tenía guardados en lo más profundo de su alma, pero que hace unos años decidió hacerlos púbicos.
Jugando con su profesión, el guión de su vida es un verdadero drama. Pero como suele ocurrir en las películas, después de la tormenta salió el sol para Cruise. Lo vivido, según él, le sirvió para no repetir la historia y buscar enfocarse en ser una mejor persona.
Tom –su verdadero nombre es Thomas Cruise Mapother- nació el 3 de julio de 1962 –hoy está cumpliendo 59 años-, en Siracusa, Nueva York. Desde siempre supo que iba a ser actor y persiguió ese anhelo. “He deseado hacer películas desde que tenía cuatro años. Poder entretener a la audiencia fue siempre mi gran sueño”, le contó a People.
Hijo de Thomas Crusie -un ingeniero electrónico ya fallecido- y de Mary Lee Pfeiffer, antes de convertirse en estrella pasó por grandes dificultades. No guarda gratos recuerdos de una etapa fundamental de su crecimiento. Los primeros años de vida estuvieron marcados por un padre maltratador, que creía solucionar todo con golpes y gritos.
Humillación
En 2006 decidió sacar a la luz ciertas cuestiones que tenía escondidas. Hasta ese momento, cada vez que hablaba de su familia siempre tenía una elegante manera de desviar el tema. Con dos o tres palabras dejaba satisfecho a su interlocutor y seguía su curso. Pero ese año entendía que sus fanáticos tenían que saber la verdad y ante la pregunta sobre sus progenitores, apuntó contra su padre.
“Fue un abusador y un cobarde, una persona que si algo iba mal te golpeaba, te pateaba con fuerza. Fue una gran lección en mi vida ver cómo alguien te podía llevar a dormir y hacerte sentir seguro, después... ¡pam!”, contó en una entrevista con la revista Parade.
Cruise dijo que le sirvió para no confiarse de la gente, porque si su padre era capaz de tener dos caras, podía esperar lo mismo de desconocidos. “Para mí fue como: ‘Hay algo raro en este hombre. No confíes en él, ten mucho cuidado cuando le tengas cerca’”.
Todo eso repercutió en su etapa escolar. En principio, porque la estabilidad económica nunca estuvo presente. Su padre se mudaba de una ciudad a otra en busca de un futuro. Con él, toda una familia que lo acompañaba. Sin ir más lejos, el actor terminó asistiendo a 14 escuelas.
La etapa lectiva tampoco lo salvó. Era un extraño para todos y también recibía golpes y lo hacían a un costado. Sus compañeros no lo integraban. “La etapa escolar fue dura por estar saltado de acá para allá. No tenía ningún amigo de verdad, alguien que me entendiera. Siempre era el niño nuevo con los zapatos equivocados, el acento equivocado. No tenía un amigo con quien compartir las cosas y en quien confiar”.
A sus 12 años su padre abandonó a la familia y los dejó a la deriva, sin recursos y en un lugar desconocido para ellos. Luego de ese paso Tom se mudó con su mamá y sus dos hermanos de Canadá a Kentucky, Estados Unidos. Ya en tierras mucho más amenas para él, se inscribió para entrar en un monasterio franciscano, pero no alcanzó a ingresar, en su cabeza estaba la idea de ser actor y fue por eso.
No le fue sencillo porque el dinero no solo que no sobraba, sino que directamente no les alcanzaba para las necesidades básicas. Muchas veces pasaron hambre, pero su madre siempre estuvo ahí, haciendo hasta lo imposible para que a sus hijos no les faltara nada y pudieran desarrollarse.
Finalmente, a los 19 años, con algunos ahorros, se fue a Los Ángeles en busca de su futuro. Ese año filmó su primera película, un papel breve en Amor sin fin. Siguió por ese camino hasta que dos años después lo convocó Francis Ford Coppola y allí empezó su ascenso y a desarrollar la carrera que se le conocer.
Con 22 años, ya siendo una persona reconocida, se enteró de que su padre estaba internado en hospital. Estaba enfermo de cáncer y no había nada por hacer, su destino estaba firmado. Ante esa situación lo fue a visitar, después de haber pasado 10 años sin verse ni hablarse.
“Estaba en el hospital muriendo de cáncer y solo me permitió verlo con la condición de que no le preguntase nada del pasado. Cuando lo vi sufriendo pensé: ‘Vaya vida solitaria’. Tenía 40 y tantos años. Fue triste”, recordó Tom.
Mucho más acá en el tiempo, ya sabiéndose su dura historia, volvió a hablar de su padre. No le guarda rencor, pero tampoco le despierta nada su ausencia. “Recuerdo mirarlo y haber querido entenderlo, no quería borrarlo del mapa. Era un hombre perdido, no puedo explicar cómo y por qué llegó hasta ese punto, ese fue su camino. Lo único que puedo decir es que él estaba agobiado por la vida”.
Historia repetida
Por cuestiones de creencia, ciertas problemáticas que vivió de chico se siguen repitiendo. En 2005 salió a la luz su relación con la actriz Katie Holmes. Al principio fue uno de los romances más comentados de Hollywood. Fueron creciendo en el vínculo, contrajeron matrimonio un año después y, fruto de ese amor, ese 2006 tuvieron a Suri, la única hija de la pareja. La debacle comenzó en 2012, cuando Homes y Cruise se separaron.
El actor practica la Cienciología y su hija, desde que él no está con su mamá, dejó de hacerlo. Hoy, estudia en un colegio católico. Por este motivo Tom ya no la ve. Suri tenía 7 años cuando la vio por última vez: ya cumplió 15. Según el diario US Weekly, mantenía una relación a través de llamados telefónicos y mensajes, en un principio, pero no mucho más que eso. El régimen de visita que firmaron luego del divorcio con Holmes establecía que él tenía derecho a verla 10 días al mes, pero nunca lo cumplió simplemente porque la nena ya no practica su religión.
Según la actriz Leah Remine, denunciante de esa organización religiosa, la Cienciologia ve a Homes como “una persona supresiva y un enemigo para sus creencias”, por ende, no lo dejan a Tom estar en contacto con su hija, sobre todo desde que practica el catolicismo.
Hoy, con 15 años recién cumplidos, entendiendo la vida de otra manera, se dice que la nena ya dejó hasta de tener contacto telefónico. Es muy apegada a su madre y, juntas, crecen lejos de todo conflicto.
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