Por Carlos Rottemberg
Poco tiempo después de aquella entrega de los Premios Martín Fierro 2013, cuando el periodista Jorge Lanata instaló masivamente el concepto “La grieta”, participé como invitado en unas entrevistas de otro periodista, Luis Novaresio. En ellas surgió el tema y respondí que lo entendía como “el negocio de la grieta”, agregando “que aquella existía en nuestro país desde épocas pretéritas, solo que ahora con mejores jefes de prensa”. Seguramente por entonces no sería el único que así la valorara, pero Novaresio me otorgó luego públicamente un derecho de copyright por la definición. También dije que no participaba de tal negocio por convicción.
El sábado 19 de junio en la función de las 21 horas se vivió en una de nuestras salas de Multiteatro Comafi una situación extraordinaria a la que la suma de causalidades la convirtió en única. Invitados, entre otras personas, por el actor Luis Brandoni, protagonista de la obra de Carlos Gorostiza “El acompañamiento” -la cual se sumó al regreso de la actividad teatral desde la noche anterior- concurrió la Sra. Patricia Bullrich y su pareja. Cumpliendo los requisitos del protocolo vigente en su totalidad, retiraron sus localidades en fila 3, asientos 9 y 10, tal como quedó registrado en la administración de la sala en simultáneo con el archivo de la empresa ticketera.
Independientemente, una semana antes, el sábado 12 a las 16.44 horas, un espectador abonó en boletería con su tarjeta de débito en forma presencial una platea en fila 2, butaca 8. Gracias a la tecnología todos los datos quedan consignados, incluyendo quien expide las entradas.
Comenzada la función, ingresó con unos minutos de retraso la pareja de la fila 3, la cual avanzó silenciosamente por la fila semivacía, ubicándose el señor involuntariamente detrás de la butaca 8, lo que motivara el reclamo del espectador de la fila 2, el cual diera origen a este entuerto que tomó estado público al conocerse de quienes se trataba y por haberse llegado a realizarlo a viva voz, lo que motivara que debiera suspenderse por un momento la representación. Por protocolo hay que ubicarse en diagonal formando un ´damero´, dejando libre la butaca inmediata de atrás y adelante. Eso no tiene por qué saberlo el espectador y es responsabilidad de quien acomoda modificar cualquier error que se produzca en una sala.
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Cualquier persona que alguna vez haya concurrido a un teatro pudo ser testigo de un caso como éste, solo que ahora, con la lógica sensibilidad que nos invade por la pandemia, sumado a la grieta en cuestión, se convirtió en tema nacional.
Recuerdo cuando debutamos el 13 de noviembre de 2020 con este espectáculo, en el primer regreso de nuestra actividad luego de ocho meses clausurada y lo hicimos con 4 espectadores. Sí, 4, literal, y lo dijimos públicamente con Brandoni sin eufemismos. A partir de eso nunca dejamos de crecer en la confianza del público. De hecho, en esa función del sábado 19 celebramos tener 65 espectadores, aún solo el 18% de las 361 butacas instaladas. Siempre dije que el verdadero aforo lo define el público, no un DNU ni lo que necesiten empresarios o artistas. Por esa misma confianza en recuperar del público es que debemos ser estrictos en el cumplimiento del protocolo vigente.
Lo ocurrido en esa función tuvo tal trascendencia de uno y otro lado de la grieta que sirvió para agrandar la anécdota, a partir de un extenso hilo vía twitter originado por el espectador de fila 2. Luego vino lo demás. Llegamos a escuchar reacciones increíbles y hasta certezas reveladas por quienes desconocían el paño. El feriado del lunes 21 sirvió para instalar el tema, del cual fuimos testigos privilegiados de cómo funciona este campeonato de agresiones cruzadas.
En simultáneo, y esto fue lo sorprendente y novedoso, la boletería no dejó de crecer repentinamente, logrando por primera vez en esta temporada agotar con anticipación el 50% del aforo autorizado en todas las funciones de la semana que finaliza. El éxito no lo logró ni una de las más encumbradas obras del genial Carlos Gorostiza, ni el talento reconocido sin discusión de un par de actores a los que les sobra trayectoria y oficio, ni tampoco la mejor campaña e inversión publicitaria decidida luego de mucho pensarse.
“El negocio de la grieta” fue más potente que todo eso y por esa misma potencia por mucho tiempo intuyo que seremos víctimas de tal empresa. Incluso siento que, involuntariamente, me ha hecho socio de tal negocio esta vez, al colocar el cartelito de “No hay más localidades” en mi boletería.
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