“Yo siento que mi único talento era aguantarme cualquier sopapo de la vida”, dirá Ernesto Díaz, o “Tito”, como lo llama la mayoría, en una charla con Teleshow, aún sin poder creer lo que está viviendo en la actualidad. Es que el joven de 28 años, oriundo de una familia muy humilde de Mina Clavero, hoy se luce en la pista de Showmatch junto a Viviana Saccone, una de las revelaciones del programa que conduce Marcelo Tinelli.
Es el menor de cinco hermanos, y si bien desde los seis años supo que su pasión era el baile, las circunstancias en su vida no se la hicieron tan fácil: cada día, tenía que viajar varias horas en micro para llegar a sus clases, y cuando no alcanzaba el dinero, hacer “dedo” para llegar, a veces sin siquiera tener un plato de comida.
—¿Cómo estás tomando esta exposición repentina que te da ShowMatch?
—Creo que fue lo que más nervios me generó en la primera gala, porque después lo demás es muy hermoso. Tengo que hacer arte con una gran artista que me tocó, Viviana Saccone, una excelente persona antes que nada, y con una coach que me enseña un montón. Eso lo disfruto, pero tenés una exposición enorme y yo a eso lo tuve que manejar tratando de tomármelo con calma. Cuando te ponés a pensar que te están viendo millones de personas, te genera nervios hasta que empezás a charlar con Marcelo y ahí distendés un poco, me trato de familiarizar con la idea. En el primer programa, se me mezclaba la emoción con los nervios de que cualquier cosa que decís y haces, te expone un montón y quizás te deja un rótulo que no te lo sacás más. Cuando se abrieron las puertas, trataba de alentar a Viviana, pero por dentro temblaba.
—¿Cómo fueron tus inicios como bailarín?
—Empecé bailando folklore a los seis años en Mina Clavero, yo soy de un pueblo cerca de ahí. Después complementé con algunas otras ramas de la danza, como la clásica, la contemporánea y el tango. Con el folklore solo, me iba a costar más conseguir trabajo como bailarín, por eso en la adolescencia me preocupé por empezar a aprender de todo.
—¿Cuál fue tu primer trabajo en este sentido?
—El primero fue cuando entré al Ballet Municipal de Córdoba, hace cinco años. Era un trabajo en blanco, en la parte de Cultura y fue la primera estabilidad económica que tuve. Antes de eso, daba clases, seminarios, era medio inestable. Pero en el Ballet me cambió la vida, y después se fueron dando otras cosas.
—¿Por qué decidiste venir a Buenos Aires?
—Me contactó un conocido mío el año pasado porque estaban buscando gente para que venga a la audición cerrada que se hacía para ShowMatch y buscaban específicamente bailarines folklóricos versátiles. Me preguntaron si estaba interesado, y dije que sí automáticamente. Fue algo repentino, inesperado, yo estaba en el Ballet. Vine a audicionar y después de eso vino la pandemia. Empecé a ensayar vía zoom con las Trillizas de Oro en ese momento, y después se suspendió el comienzo del programa. Ese fue mi primer contacto y el segundo me llamaron para audicionar para el casting de este año. A la semana, me dijeron que había quedado seleccionado y me asignaron el equipo con Viviana Saccone. Yo saltaba en una pata porque era la primera vez que se me daba un trabajo en Buenos Aires.
—¿Pensaste en algún momento de la pandemia que tu oportunidad se había pasado?
—Sí, había perdido la esperanza, pensé que ni siquiera me iban a tener en cuenta y este año el mensaje que me llegó fue una esperanza bárbara. Me preparé mucho todo el año esperando ese momento.
—¿Cómo fue tu infancia en Córdoba?
—Yo empecé en la danza a los seis años porque mi papá es amante del folklore, le gusta escucharlo. Un día encontramos un pizarrón que decía “Se dictan clases de folklore para niños”, él nos ofreció a mi hermana y a mí ir pero yo dije que no. No entendía bien qué era, pequé de niño. Pero mi hermana fue y yo me arrepentí todo el año, y entonces al año siguiente le dije que quería ir. Empezó siendo una pasión, ni siquiera un hobbie. Más adelante, pasó a ser un sueño porque soñaba con ser Campeón Nacional de Malambo, pero después me di contra una pared muy dura porque era imposible, muy difícil, el título se gana una sola vez y te consagra para toda la vida. La preparación era tremenda, pero nunca dejé trabajar y progresar año a año. Y a los 14 me lo propuse muy seriamente.
—¿Entonces tuviste el apoyo de tus padres?
Justo ahí mis papás se separaron, pero no les tuve que decir “me voy a dedicar a esto”, lo vieron y un poco se asustaron porque tenían miedo de que no tuviera laburo nunca o que fuera un artista frustrado. Hasta que mi mamá me vio sufrir mucho, vio que me importaba un montón, entonces me empezó a ayudar con pasajes, con una vianda con comida. Nosotros somos re humildes en casa, de clase baja. Al principio me manejé mucho solo porque no le quería traer problemas, entonces trabajé de mozo, pintando, cualquier changuita para juntar monedas y pagarme un boleto, sino iba a dedo. Porque mis clases las tomaba a 40 minutos de Mina Clavero en la localidad de Villa Dolores, San Pedro, implicaba un viaje de una hora y media. Hasta que mi mamá me vio que ya estaba sacando monedas de donde no tenía y no tenía nada para comprarme en el camino para comer, empecé a bajar mucho de peso y ahí mi vieja se dio cuenta y me ayudó.
—¿Cómo hacías para complementar ese ritmo con el colegio?
—A veces llegaba a las 4 de la mañana a casa después de ensayar, y a las 7 tenía que ir al colegio. Cuando me empezó a ir bien y salí campeón provincial en malambo, mi papá se enteró y le dije que quería que esté aplaudiendo. El sueño mío era salir campeón y que mis padres vean que yo había podido. Cuando estaba por salir campeón, hice la audición para el Ballet Municipal y quedé seleccionado, mientras daba clases. Y ahora sigo en el Ballet, pero con la pandemia citan muy poco y justo se dio esto de ShowMatch.
—¿Cuál fue el mayor sacrificio que hiciste para ser bailarín?
—Lo más difícil fue tener que viajar a dedo porque no tenía laburo y nadie apostaba por mí, hasta que se enteró mi vieja, que sabía que ensayaba pero no que no comía nada ni que viajaba sin boleto o me hacía el dormido para bajarme unas paradas más adelante, esa la hice mil veces. No estaba bien, pero no me quedaba otra, y lo recuerdo ahora que tengo un maquillador, un vestuario de primera. El que pasó hambre y después tiene un plato de comida rico, lo valora mil veces. No lo cuento para dar lástima, sino porque me siento orgulloso de lo que me banqué siendo chico, haber aguantado eso valió mucho la pena. Se puede, pero tenés que aguantarte cualquier adversidad y esa es la parte más complicada. Yo siento que mi único talento era aguantarme cualquier sopapo de la vida.
—¿Recordás alguna situación de alguien que te haya dicho que no ibas a poder?
—Sí, pero muchas personas también me han venido a decir: “No puedo creer cómo te autosuperaste”. Algunos me dijeron que para ser campeón nacional de Malambo tenía que tener todo un equipo detrás, una inversión grande. “Y vos Tito, no tenés ni siquiera para pagarte un pasaje ida y vuelta”, me dijeron. Después cuando me vieron llegaron mucho se sintieron orgullosos. Incluso, algunos de mis hermanos me decían “Este que se dedica a la danza es un maricón”. Yo soy heterosexual, tengo mi novia, pero tampoco hubiese tenido nada de malo. Pero hoy están súper orgullosos.
—¿Qué expectativas tenés a futuro?
—Es tan inestable todo y tan incierto que no me permito tener expectativa, pero sí tengo esperanza de pelearla para pasar gala a gala, disfrutar de cada una de esas galas, como disfruté de cada una de las cosas que me tocó tener todo este tiempo.
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