No hay metas imposibles en la vida de Rodrigo Jara, que hoy, a los 35 años, consiguió estar en la pista más famosa del país. Oriundo de una familia humilde de Buenos Aires, hizo de todo para sobrevivir: fue policía, trabajó de albañil con su padre y hasta descargó camiones. Pero a los 20 años, se dio cuenta que su pasión era el baile y, contra todo pronóstico, en muy poco tiempo logró ser campeón en el Mundial de Salsa que se hizo en Puerto Rico en 2013.
“Bailar siempre me gustó, pero me daba vergüenza”, dirá durante la charla que le brindó a Teleshow, en los Estudios Baires de Don Torcuato, donde se realizan las grabaciones de La Academia, el certamen por el que apostó Marcelo Tinelli en este 2021, tras un año fuera de pantalla. Y en un diálogo distendido, contará cómo, gracias a su “terquedad” logró vivir de lo que más lo apasiona.
—¿Cómo estás tomando la exposición repentina que genera ShowMatch?
—Es una sensación rara, está bueno, pero trato de mantener los pies sobre la tierra, no creer que porque ahora estoy en el programa van a pasar cosas maravillosas o me voy a volver famoso y ya mi vida va a estar solucionada. Simplemente es el mejor trabajo que he tenido, está bueno lo de la exposición, pero mi vida sigue siendo la misma, sigo teniendo el mismo trato con mi familia y amigos. Trato de mantener esa parte de mi vida igual, más allá de todo.
—¿Qué trabajos tuviste antes de ShowMatch?
—Hice de todo, trabajé desde chico, ayudaba a mi viejo, que es albañil. Nací acá en capital, después me fui para Mar del Plata, viví hasta los 5 años allá y después me volví para acá porque mi viejo conseguía laburos, íbamos y volvíamos. Él era albañil, después trabajó en una empresa de libros, pero después volvió al oficio. Y cuando me hice un poco más grande, a los 20 años, yo quería seguir la carrera de periodismo deportivo y como era privada y cara, y mi viejo era el único que trabajaba en mi casa, decidí pagarme mis propios estudios. Entonces como yo hice taekwondo de toda la vida, un compañero que era policía me dijo que él me podía hacer entrar si yo tenía ganas. Él trabajaba en el servicio de inteligencia y me metí a hacer la escuela de un año pupilo en Berazategui. No fue por vocación sino más por una necesidad laboral. Estaba bueno el trabajo, pero lo que no me terminó gustando es el entorno, había cosas que no iban con mi forma de pensar. Estuve tres años, hasta el 2010. Hice trabajo de calle, después empezaron los traslados, no me gustó ese manoseo, no encajaba y terminé pidiendo la baja.
—¿Y cómo se te ocurrió incursionar en el baile?
—Mientras estaba en la policía, yo había empezado a bailar a los 20 años. De chico me dediqué a las artes marciales, hice boxeo, rugby. Bailar siempre me gustó, pero me daba vergüenza. Hasta que empecé a tomar clases de salsa y ahí me empecé a adentrar en la danza. Y cuando largo la policía, le empiezo a dar mucho más bola, quería hacer algo con la danza. Mientras, me mantenía haciendo otros trabajos porque de la danza nunca pude vivir, por ejemplo, me metí en una empresa de seguridad privada y después en un depósito descargando camiones. Hacía cualquier cosa con tal de sobrevivir y pagarme las clases. Y después empecé a laburar con mi viejo de albañil. Pero me salió la oportunidad de entrar en una compañía de salsa profesional, que se estaba preparando para participar en el mundial de 2013, que se hacía en Puerto Rico. Ensayamos, entrenamos, nos matamos, fuimos al mundial y salimos campeones. A partir de ahí, al año siguiente me sale la oportunidad de ir a trabajar afuera, en Medio Oriente. Estuve en Egipto, Jordania y Dubai, durante dos años en una compañía de entretenimiento. Ahí empecé a vivir de la danza.
—¿Y después cómo seguiste? ¿Qué te hizo llegar a ShowMatch?
—En 2017 volví porque en el medio del viaje falleció mi papá acá, me pegó fuerte, no pude venir al velorio. Mi vieja y mi hermana estaban solas, y me empezó a comer la cabeza. Un día me levanté y dije “me vuelvo”. Una vez que volví, el gran dilema era: “¿qué hago con esto? ¿Lo tomo como que fue la vida de otra persona y me pongo a trabajar en un call center o lo tomo como el primer paso de algo?”. Decidí empezar a mantenerme dando clases de danza, y empecé a conocer personas. Así llegué a ShowMatch, empecé a trabajar como asistente de coach a finales de 2018, gracias a Mariel Valencia, que es la primera que me pide que la ayude con una coreografía. Un día me llamó porque a ella le falló su compañero, y me dijo si yo le podía dar una mano. Ahí empezó todo.
—¿Y cómo llegaste a ser partenaire?
—Bueno, ahí me conoció otro coach y me empezó a llamar. En 2019 trabajé con casi todas las parejas del Bailando como asistente y de paso me hicieron participar en un par de ritmos. Después surgió la posibilidad de hacer una audición para entrar al programa. En 2020 la hice y quedé, pero pasó lo de la pandemia. Se me cruzó en un momento la posibilidad de que no volviera a pasar, pero me mantuve con mucha fuerza de voluntad entrenando todo el año. Y mientras, daba clases online de salsa, bachata y zumba. Y por suerte este año me llamaron para la audición otra vez, volví a quedar y me tocó este equipo, que es el mejor que me pudo haber tocado porque son dos genios. Mariana es un amor de persona y súper laburadora. Uno a veces tiene miedo de los caprichos de los famosos, por ahí no quiere ensayar. Tenía ese prejuicio porque lo vivía, he visto en 2019 cuando trabaja con muchas parejas algunas cosas que decís “vos no tenès ganas de estar acá, ¿para qué venís?” No te voy a dar nombres igual (Risas), pero sí, hay.
—¿Tienen alguna cábala antes de salir?
—No, en conjunto, no, quizás cada uno tiene la suya. Yo por ejemplo antes de la gala, paso por la casa de mi vieja, tomo unos mates y después ya me vengo para acá (Los Estudios Baires, en Don Torcuato). Hoy hice eso antes de venir.
—¿Tuviste alguna traba en los comienzos, alguien que te haya dicho que no ibas a poder vivir de esto?
—Me ha pasado, pero no de gente que me haya dicho que no servía, pero he tenido momentos donde se me pasó por la cabeza que no era por acá, yo mismo me autoboicoteé muchas veces.
—¿Y alguien que te haya apoyado?
—Sí, mi viejo, siempre fue el único que me apoyó en todas las locuras. Era incondicional, por eso hoy en día lo extraño un montón, a pesar de que ya pasaron cinco años. Y también siempre tuve el apoyo de mi hermana, de mi vieja, pero bueno, yo me apoyaba mucho en él.
—Cuando empezaste a los 20 con el baile, ¿alguien te dijo que ya era muy tarde?
—Lo que pasó es que cuando arranqué a bailar fue como un hobbie, iba a clases los fines de semana como cualquier hijo de vecino, pero después me empecé a obsesionar y a capacitar. Tengo ese karma de que podría haber empezado antes. Mi profesor de taekwondo cuando me vio bailar se sorprendió, pero a mí siempre me gustó, lo que pasa es que nunca lo había hecho. Generalmente la danza se arranca desde muy chico, pero soy un tipo bastante terco cuando quiero conseguir algo.
—¿Cuáles son tus expectativas a futuro?
—Espero seguir acá hasta fin de año, ojalá ganemos, creo que tenemos las posibilidades. Y si me vuelven a convocar, me encantaría estar otro año más porque disfruto mucho de la pista y del equipo de trabajo. Las jefas de coach fueron las que me dieron la oportunidad de estar acá entre un montón de bailarines y de gente talentosa. No hay forma de agradecer eso. A veces paso por una obra en construcción y digo “si, es esto, porque ahí no quiero volver más”.
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