Soy Rada (Agustín Aristaran) es un combo de emociones y profesiones: es mago, músico, comediante, actor, canta y se considera un payaso: alguien capaz de entretener todo el tiempo, aunque no siempre tenga que sacarnos una sonrisa. Hablar con este artista resulta placentero. Es un tipo sencillo que se siente cercano, que podría ser cualquiera de nosotros, nuestro hermano, o el amigo del secundario que era ocurrente y creativo. Se siente orgulloso de su producto y no le asusta el millón y medio de seguidores en Instagram. Ahora llega a las grandes ligas (Netflix con sus 190 países) luego de mucho trabajo y la confianza que tienen aquellos que aman lo que hacen.
Serendipia es un show para entretenernos un largo rato y disfrutar de un hombre que primero se ríe de sí mismo (su hit “El mago no coge” es un ejemplo de ello). En una charla franca y divertida, Soy Rada nos habló de la importancia de la risa, de cómo disfruta de su paternidad de su hija Bianca y los límites del humor en estos nuevos tiempos.
—Serendipia llega a Netflix en un momento en el que la risa y el humor son más que necesarios...
—Sin duda, yo igual creo que la risa es necesaria siempre, cuando uno está bien la risa hace muy bien y cuando uno está mal, la risa funciona como recreo de todo lo que está pasando. Creo que sí, Netflix ha tenido un muy buen timing para sacar este contenido en este momento porque la risa es necesaria siempre
—En el streaming, el show es presentado sin público por las claras nuevas reglas de aislamiento, ¿Cómo se trabaja para hacer reír sin público?
—Fue difícil pero teníamos un As debajo de la manga, porque el show lo hicimos mucho ya. Es un show muy rodado, con dos temporadas fijas en el teatro Metropolitan, mucha gira, temporada en Chile y en el Uruguay. Entonces nosotros lo tenemos muy internalizado. Y por otro lado, hubo un gran entrenamiento previo. El show fue modificado un poco para la plataforma. Salimos al escenario muy tranquilos porque había todo un equipo atrás sosteniendo todo lo que nosotros solíamos sostener.
—¿Es más difícil hacer reír a un argentino?
—No sé si es más difícil. Siento que cuando estás actuando para un público de tu mismo rancho, de tu mismo país, no tenés ese plus que tendrías si sos de afuera. El público venezolano, colombiano son muy efusivos a la hora de la risa pero al argentino todo el mundo concuerda que es el mejor público que hay. Somos muy pasionales, muy demostrativos.
—En reuniones familiares o de amigos sos el típico al que le dicen “che, hacenos reír, dale”, ¿te pasa eso?
—No, porque me conocen de toda la vida y saben que ese es mi laburo. De hecho cuando estoy en reuniones sociales paso muy desapercibido. No me gusta ser el centro. Ya tengo mucho siendo el centro, en redes, en el teatro. Mi ego ya está muy cubierto y, es más, en las reuniones sociales te diría que soy hasta el más amargo. Soy muy sociable, la comedia forma parte de mi pero no estoy haciendo un show todo el tiempo. La verdad es que soy bastante más normal de lo que la gente cree.
—El material que subís con tu hija Bianca en redes es muy divertido, contanos cómo es ese cambio de ser papá de una nena a serlo de una adolescente...
—Es un segundo el cambio, no entendés qué pasó, que en un segundo decís: “¡Ay, mirá cómo creció!”. Las mujeres son siempre capas, el cambio es más paulatino. Para mi es hermoso, es increíble. Hoy tengo conversaciones con una piba. Mi hija hoy tiene 15 años, hablo con una chabona re planteada. Y un poco da miedo, obvio da miedo.
—¿Ella cómo lleva eso de tener un papá tan conocido?
—Bianca se crió al lado mío. Para ella es normal que a su papá lo saluden en la calle, que haga un posteo con un traje inflado. Pero también lo primero que soy en la vida es ser el papá de Bianca. Agustín Aristarain, el papá de Bianca. Yo soy su papá como cualquier papá. No va el personaje a la puerta del colegio a buscarla. No iba a figurar, a que me saquen fotos. Yo estaba adentro del auto, esperándola. En cuanto al contenido Bianca tiene un claro deseo de dedicarse a la actuación, entonces también siendo muy pilla le copa y le sirve. Ahora tiene redes sociales abiertas, hasta hace muy poco eran privadas porque con la mamá decidíamos eso. Hay una mirada de la mamá y mía de ver qué está haciendo en las redes, sin invadirla, pero entendiendo que debe tener un cuidado importante.
—Si tuvieras que definirte en un mercado que no te conocieran, ¿cómo hablarías de vos y cómo te definirías: como actor, standupero, mago..?
—Como payaso. Pero olvídate del payaso de nariz grande, zapatos grandes y ropa ancha. Payaso es una persona que tiene muchas herramientas y todas esas herramientas las pone al servicios del entretenimiento. No necesariamente de la comedia, pero sí del entretenimiento. O si estoy en una reunión en el Tattersall te digo “actor” (risas).
—Seguramente te ha pasado, más que nada en redes, de encontrarte con mensajes de gente que te diga “Che, pará, te fuiste de mambo con este chiste” o “esto no me gustó”, ¿sos de leer esas cosas?
—Leo bastante los mensajes. Mi estilo de comedia es bastante blanco Maru, mainstream si se quiere. Pero sí, alguna vez nos ha pasado con mi novia Fer (Fernanda Metilli) hace un tiempo que tuvimos un vídeo muy viral que estamos brindando y ella me decía “Pará, pará” mirándome a los ojos, la típica escena de mirarse a los ojos en un brindis. Y yo le tiraba el agua en la cara a los ojos. Era muy gracioso, se viralizó mucho. Lo reposteamos dos años después y hubo gente que no le gustó para no visibilizar la violencia doméstica. Ahí entendimos y lo bajamos porque dijimos “Ok, para nosotros es gracioso pero para otra persona que está sufriendo esto en una pelea y el marido le tira el vino en la cara es un bajón”. Y ahí sí, al principio dijimos “Che, ¿no se dan cuenta que es comedia?” y después en frío dijimos “Está bien, lo tenemos que sacar porque no vamos por esa línea”. No nos copa que nuestra comedia se ancle a “somos rebeldes y hacemos lo que nos pinta”. Siempre hacemos lo que nos gusta, que es el humor blanco.
—Es un poco lo que contás, lo que le pasó a José María Listorti con su esposa, que hicieron un video que generó cierto rechazo por algunos. Son cosas muy en el límite a pesar de que tengas la mejor intención...
—Sí, con ese video lo re banco a Listorti y a su mujer. Pero justo con ese video era un estereotipo muy antiguo de la mujer hablando bla bla y el marido como que no la quiere escuchar. Yo creo que sí, que en algún momento esas cosas hay que sacarlas. Y esto no quiere decir que no se pueda seguir haciendo humor con problemáticas fuertes, como es eso. Pero lo que pasa es que una cosa es hacer humor con eso y no reírse de eso. Hay como un límite. Creo que el límite te lo pone el contexto en el que lo haces y también la inteligencia con la que que vos tratás ese chiste.
—¿Pensaste en hacer humor con la realidad política o social del país?
—No, porque en realidad me gusta el humor universal para que lo pueda ver un mexicano, un chileno, un español o un japonés. Y también por otro lado en Argentina siempre hay mucha data para hacer humor todos los días, entonces va quedando viejo. Prefiero entonces que sea transversal en el tiempo y universal, por eso prefiero el humor alejado de la realidad y la política.
—¿Sentís que en algún momento puede llegar a aburrirte lo que estás haciendo? ¿Te darías la chance de patear el tablero?
—Sí, me pasó con la magia que un día me emboló y pegué un volantazo y me fui para lo que hago hoy que es la comedia. Un día dije “Quiero tener una banda, aparte de la comedia”, y también la armé. Y hoy me está llamando la atención la actuación pero en otro registro. Pero lo que entendí es que cuando voy a otro lugar todo lo que hice no desaparece: la magia sigue estando, y si un día hago drama, la comedia no va a dejar de estar .
—Decinos en una frase por qué no nos tenemos que perder tu show en Netflix...
—Tienen que mirar Serendipia. Hace bien, es un gran recreo, hay mucha risa, hay un gran momento de reflexión y tiene de todo el espectáculo. No esperen un espectáculo de stand up tradicional.
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