Pamela David habló con la nutricionista Agustina Murcho sobre los trastornos alimentarios: “La dieta estricta genera restricción de nutrientes, de calorías y de placer”

Qué consecuencias generan en el cuerpo y en la mente la mala alimentación y cómo ayudar a las personas que sufren de bulimia, anorexia o vigorexia

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PamLive con Agustina Murcho

El 2 de Junio es el Día Mundial de Acción por los trastornos de la Conducta Alimentaria. Una fecha para visibilizar y generar conciencia sobre un problema que padecen millones de personas en el mundo. Aunque para los profesionales de este ámbito y sobre todo para familiares y afectados la lucha es diaria, esta fecha permite ir un poco más allá en la visibilización de estos trastornos.

En un nuevo ciclo de PamLive, Pamela David charló con la nutricionista Agustina Murcho sobre los trastornos alimentarios, desde los más conocidos hasta los olvidados, la nutrición en chicos y la relación de la comida con nuestra salud mental.

—En las redes sociales hay mucha información confusa que genera trastornos. ¿Son un arma de doble filo?

—Si. Hay muchas personas que tienen baja autoestima. Se comparan con las personas de las redes sociales, con sus filtros, poses. No solo eso sino que también se venden dietas. Al vender dietas, vender productos mágicos, lo que pasa es que la persona copia la dieta que hace la otra persona creyendo que va a poder llegar al mismo cuerpo. Eso genera frustración y probablemente trastornos alimentarios. Obviamente no todo el mundo desarrolla un trastorno alimentario sino que se cumplen varios factores para que una persona lo desarrolle, pero hay muchos más disparadores hoy en día.

—¿Qué consecuencias pueden traer las dietas estrictas?

La dieta estricta genera restricción de nutrientes, de calorías y de placer. Si no tengo nutrientes mi cuerpo no va a funcionar bien. Si restrinjo el placer, como el chocolate o juntarme con amigos, puede también desencadenar en atracones, depresión, un montón de consecuencias. Hay que pensar que los seres humanos no comen solamente por hambre, para nutrirse. Uno lo come porque le gusta, porque es placentero. También somos seres sociales, comemos por recuerdos, porque los alimentos también son recuerdos. En una dieta anulamos todo. Todo eso lleva a un trastorno alimentario si la estructura cerebral y los factores de la persona lo permiten.

—¿Con una dieta es más factible caer en un trastorno?

—Así se empieza, muy de a poquito. Una persona cuyo cerebro tiende más a la restricción y a pensar que la comida es una amenaza empieza con una dieta y cada vez va sacando más cosas, pudiendo llegar a una anorexia, que le de miedo volver a comer. Además, el ayuno y la dieta y demás, también genera dopamina que es el neurotransmisor que regula el placer. La dieta es placentera, te refuerza el no querer comer y “si no como soy más fuerte”, todo tiene que ver con una cuestión psicológica. Después están las personas más compulsivas, que de la dieta caen en el atracón. Pueden caer en una bulimia, en un trastorno por atracón, cualquier trastorno que tenga que ver con eso y no son sostenibles tampoco. Después están las personas que son dietantes crónicas que también es un trastorno de la conducta alimentaria porque es un problema con la alimentación.

—Es el famoso “efecto rebote”. ¿Cuál es la gracia de vivir así?

—El efecto rebote pasa porque todos los circuitos del hambre, la saciedad, lo que genera placer y demás, siempre te van a pedir comida y todo eso que le restringís. Nunca vas a poder engañar al cerebro ni a tu cuerpo en lo que es alimentación. Siempre cae en efecto rebote, en atracones, después empieza con una dieta nueva y cuanto más dieta, más cuesta bajar de peso porque se genera ese “modo ahorro”: como no me das comida yo lo gasto. Cada vez cuesta más.

—¿Qué otros trastornos alimentarios existen? La bulimia y la anorexia son los más conocidos.

—Existe el trastorno por atracón, que es como la bulimia. Son como atracones recurrentes pero sin método compensatorio. El método compensatorio son los vómitos, ayunos, laxantes, diuréticos, ejercicio físico excesivo, que es lo que genera la bulimia. El trastorno por atracón es la misma cantidad de atracones sin compensar. Hay otro trastorno que no se conoce casi nada, pero es muy común y es la ortorexia que es el trastorno alimentario donde la persona necesita comer 100% saludable, sino no puede vivir. “No puedo comer una pizza en un cumpleaños porque no es saludable y siento que me va a hacer mal”. Eso también le condiciona la vida.

—Si llevan una vida saludable, ¿qué tiene de malo?

—Que también empiezan a restringir nutrientes, piensan que el lácteo no, que tal cosa no, y obviamente, uno puede vivir sin lácteos, pero por lo general no se asesoran. Pueden caer en carencia de nutrientes. Es muy parecido a la anorexia. También son personas que empiezan a sufrir y que pueden tener atracones. El todo sano no es sano tampoco. El estar prohibiéndose de las cosas no es sano tampoco.

—Nombraste como trastorno al excesivo ejercicio físico. Siempre lo relacionamos con lo bueno…

—Hay un trastorno que se llama vigorexia que es el trastorno dismórfico muscular. Es una persona que se ve muy delgada pero en general tiene mucha masa muscular. Son personas que necesitan estar todo el tiempo en
el gimnasio y que su autoestima pasa por la cantidad de masa muscular que tiene y son personas que pueden llegar a tener problemas de articulaciones, toman mucho suplemento, pueden tener problemas de hígado, riñones, y además son personas que necesitan estar todo el tiempo ahí, dejando a la familia de lado, a su vida social… No es que hacen ejercicio como cualquier persona que debería hacer, saludable. Ya es una obsesión y condiciona la vida.

—¿Cuáles son las alertas en casa para darnos cuenta que puede comenzar un trastorno?

Cuando empiezan a sacar alimentos, ya es una señal: “No quiero comer pastas”, “no quiero comer esto, lo otro”, “quiero comer algo distinto”. Ahí puede llegar a ver algo. Otra cosa son los comentarios sobre el cuerpo: “estoy gorda”. Otra señal es cuando desaparecen los alimentos de la casa, cuando la persona está comiendo mucho, si va al baño después de comer, si pasan mucho tiempo en el gimnasio, cambios en el humor. Si pierde mucho peso, si gana mucho peso…

—¿El mal humor es un indicio?

—Sí. La desnutrición genera mal humor porque se desregulan los neurotransmisores que regulan las emociones. Una es la serotonina que regula el placer, las emociones, el sueño, y aparte genera mucha depresión. Las personas que están a dieta en general están de malhumor porque no puede comer lo que le gusta y demás, pero en un trastorno es peor todavía: más agresión, más tristeza, se aíslan. Otros salen y consumen en exceso sustancias…

—Con esta pandemia pasó. Comiste no por hambre sino por ansiedad, angustia, depresión. Creo que nos pasó a todos.

—Sí y aumentaron mucho los casos de trastornos alimentarios.

—Cuando empezamos a notar estos trastornos en familiares y amigos, ¿Se habla del tema? ¿Se dice?

Lo ideal es no ir al choque porque en general los padres por ahí se enojan. Además quizá yendo al choque la persona nunca hable. Tampoco decirles “estás más flaco”, “estás más gordo”. Preguntale si le pasa algo: “no te veo bien”, “no te veo de buen humor”, más por ese lado. Vos no sabes lo que está pasando la otra persona. En casa tampoco hablar tanto de las calorías y nutrición porque la persona que está pasando por un trastorno puede obsesionarse con las calorías, las cuentan, las restan. Que el momento de la comida sea siempre un momento lindo, placentero, sin hablar de dieta, comida y demás, porque es uno de los factores también.

—El momento de la comida es sagrado, no indigestarlo justamente. Hay un mito que dice que cuando pensas en las calorías te caen peor, la famosa “culpa”.

—Te puede caer mal, te da culpa, aumenta el estrés, no dejás de pensar en eso.

—Hablemos del bullying, de la “gordofobia”, la “flacofobia”…

Es la discriminación por el cuerpo del otro. Ni hablar de la “gordofobia” o el creer que la obesidad es cuestión de voluntad o pensar que el trastorno alimentario es un capricho, cuando en realidad va más allá de eso. Son trastornos neuropsicobiológicos, tiene mucho que ver con la neurobiología, con lo psicológico, con la cultura, con las situaciones familiares. No tiene que ver con que si come mucho o poco. No es que la persona lo hace porque le gusta, hay muchas cosas que están desreguladas en esa persona y no la pasa bien.

—¿Cómo hacemos para enseñarles a los niños, cuando no saben si comen por hambre y no por otra cosa?

—No me especializo en niños pero podés revisar si comen compulsivamente o si esconden la comida, pero es fundamental que las madres no le prohíban a los nenes. No digo que el nene coma todos los días chatarra pero si el nene te pide un alfajor, dáselo porque después van y comen a escondidas y son chicos que pueden tener un trastorno. He leído de madres que no los llevan a los cumpleaños para que no coman comida chatarra. Está bien que vaya a un cumpleaños y que un día se coma un pancho. No pasa nada. El tema es cuando lo comés todos los días.

—¿Cuánto es lo ideal de comida?

La mayoría de las comidas deberían tener frutas, verduras, cereales integrales, carnes magras y demás. Y si un fin de semana no tenes ganas de cocinar o tenes un cumpleaños, no pasa nada. El tema es que de las 28 comidas que hay en la semana, no sean 20 de chatarra.

—¿Cómo se hace para modificar los hábitos alimenticios que hemos adoptado durante décadas?

Tiene que haber educación alimentaria en los colegios. También creo que los nutricionistas deben informarse más sobre lo que es la salud mental. Siguen con los mitos de siempre: “no pastas a la noche” y decís “nooooo” porque tampoco piensan qué pasa con una persona que se maneja así. Qué pasa después con la cabeza, con la restricción. Es complicado.

—¿Qué opinas de la dieta “Keto”?

No estoy a favor de ninguna dieta, nada que sea restricción. Hay deportistas que la usan para competir, por ejemplo. Ahí las tienen que usar pero no las hacen de por vida. También se usa en chicos con epilepsia refractaria también. Pero para una persona que quiere bajar de peso y quiere hacer una dieta cetogénica yo lo que les digo es: ¿Creen que la van a poder sostener toda la vida?. Es no comerte nunca más una torta, una fruta, restringe algunas verduras, y no hay estudios a largo plazo de alguna persona que le haya resultado para toda la vida, solo hay estudios a corto plazo. Y en los estudios tampoco se toma en cuenta de la vida de la persona, la salud mental, la vida social…

—¿Cuáles son los factores por lo que una persona puede comenzar a tener un trastorno alimentario?

—Primero tiene que haber una estructura cerebral que lo permita. El tema de la compulsión, la restricción, etc. Otro factor es la autoestima de la persona, si tuvo un trauma no resuelto, intolerancia a la frustración, pueden haber problemas familiares, abuso sexual, cualquier cuestión traumática que haya pasado. También hay muchas comorbilidades, por ejemplo, una depresión con trastorno alimentario. Son patologías psiquiátricas que hacen que se desencadene el trastorno como la bipolaridad, el trastorno límite de la personalidad, narcisista, etc. Se tratan con psiquiatras, nutricionistas y médicos. También están los factores culturales: la dieta, la perfección y demás.

—¿Qué es lo primero que se debe hacer cuando uno tiene sospechas de que alguien tiene un trastorno alimentario?

Algo que se puede hacer es hablar con los padres. Se va a enojar, no te va a hablar más pero le vas a salvar la vida. Siempre les digo: “Hablá con la familia, después te lo va a agradecer”. Muchas veces pasa que la persona no habla y es muy complicado.

—Cuándo hablamos con la familia, ¿cómo lo seguimos?

-El que se va a enojar es el trastorno, no la persona. Obviamente que el trastorno alimentario no quiere salir de esa cabeza. Hay familias que no se dan cuenta y ayudan, pero hay otros que potencian. Hay familias complicadas. Si la persona es mayor de edad se pueden tratar solos, que muchos lo hacen. Si son menores es más complicado.

—¿Y si es una persona que no lo ve y la querés ayudar? A veces ves a la persona que lo está negando, porque lo esconde.

-Muchas veces cuando la persona no quiere, no quiere. No queda otra.

—Sandra cuenta que su hija que sufre de anorexia, tardó 10 años en aceptar su enfermedad más allá de que hacía el tratamiento.

—Uno puede iniciar el tratamiento porque te obligan, vas y es como sí hicieras tratamiento pero de ahí a aceptarlo… y a veces lamentablemente muchos llegan al límite para aceptarlo: un desmayo, alguna descompensación, que no es la idea, pero algunos caen sí.

—Yanina dice: “Yo tengo un trastorno y no sé cómo pedirle ayuda a mi familia. Tengo 41 y quiero recuperarme, soy consciente de lo que tengo y no sé por dónde”...

—Primero, si la persona se quiere recuperar pero le da miedo la familia, lo que yo suelo recomendar, es que primero hable con un profesional especializado, un nutricionista y un psicólogo. El psicólogo seguramente haga que vos encuentres la forma de ir a encarar a tu familia porque no nos olvidemos que uno de los factores,
son los familiares por tema de comunicación, de “llamados de atención”. Lo que se suele hacer es hablar con el psicólogo especialista en trastornos y que te asesore en cómo encarar eso con tu familia. Sin psicólogo no se hace tratamiento.

—¿Se puede revertir esta enfermedad o se tiene que seguir tratando de por vida?

Seguir tratando de por mi vida no, pero yo no me atrevo a decir que desaparece al 100%. Puede aparecer algún pensamiento. Cuando uno ya hizo el tratamiento ya detecta el por qué tuvo el trastorno y ya detecta en qué momento viene ese pensamiento. Por ejemplo, yo tuve un trastorno alimentario, estoy bien, me dieron de alta, tengo una buena calidad de vida, puedo comer tranquila. Me pasa algo que me moviliza emocionalmente y vuelven los pensamientos y ahí uno sabe qué es, por lo que me pasó y tratas de no darle bola. Ahora, si tenés una recaída podés pedir ayuda de vuelta pero no es que el tratamiento es de por vida y nunca hay un alta.

—¿La vigorexia y la ortorexia pueden ser crónicas?

—Es crónico si no se trata. Las personas con vigorexia y ortorexia tienen muy poca conciencia de la enfermedad. Están convencidos de que lo que hacen está bien.

¿A qué se debe? Honestamente creo que es falta de información. De hecho hay hasta publicidad para ser así.

—Es la falta de información y vende. La salud lamentablemente es el mejor negocio.

—Está bueno hablar del tema sin tabúes. Hacerlo, dar el primer paso, hablar con un profesional…

—Yo lo padecí, yo tuve un trastorno alimentario. Por eso hablo de que se puede tener una buena calidad de vida. Algún pensamiento va a estar, pero ya sabés que te lo podés comer igual y no va a pasar nada. Saber que se puede salir. Uno, cuando lo está padeciendo, quizá dice “yo no tengo ningún problema”, “estoy re bien”, porque con la comida estás anestesiando todo lo que tenés adentro.

¿Por qué vivimos a dieta?

—Vivimos a dieta por la presión social y viene de hace años. Hace años atrás había suplementos para engordar porque el “cuerpo ideal” era el cuerpo rellenito.

—Yo lo viví. Con mi hermana éramos chicas y queríamos engordar. Se asociaba con la salud. Se creía más saludable.

—El cuerpo fue cambiando. Después fue la delgadez extrema, ahora tiene que ser el cuerpo musculoso. Justamente la persona que hace la dieta lo hace para encajar en cierto lugar. “Tengo que ser flaca”, “tengo que ser fit”. Pasa por cuestiones del autoestima, de querer pertenecer, de que te quieran más.

—¿Cuándo se encuentra el equilibrio? Porque hay personas que dicen “Estoy bien así”, “Me acepto como soy” y tal vez sufren de sobrpeso...

—Tiene que haber un equilibrio nutricional, psicológico. La actividad física es fundamental también pero debe ser algo que te genere placer. Te tiene que gustar.

—¿Cuáles son los “no” rotundos que no hay que hacer?

—No restringir alimentos sin consultarle a un profesional. No empezar una dieta sin informarse bien si no tenés claro si la vas a poder sostener toda tu vida. No perdernos de los recuerdos. No perdernos del placer de las cosas que nos gustan ni de la vida social.

—¿Y si te pido los “sí”?

Sí al disfrute. Legalizar el placer de lo que nos gusta. Sí a la actividad física placentera y controlada. Bailá, caminá… Si no te gusta nada, hacé algo que sepas que vas a poder sostener. Todo lo que sea movimiento ayuda. Después el organismo te lo pide y te genera motivación. Sí al amor de nuestro cuerpo. Si vos odiás tu cuerpo y no te gusta hay que tratarlo con un psicólogo. El odio al cuerpo de cada uno viene por una historia de vida. Si yo tuve una historia de vida que de chica me hacían bullying por mi cuerpo -incluso hasta un abuso sexual-, puede hacer que odies tu cuerpo. Cada tratamiento es distinto. El “amate y querete como sos” es muy amplio. Hay que tratarlo para ver qué es lo que pasó y poder solucionarlo y empezar a quererte.

—Para finalizar, me gustaría un mensaje en un día tan importante como el de hoy...

—Me gustaría que se hable más de esto. Quizá un día se habla de que una famosa padeció un trastorno alimentario y al día siguiente se habla sobre dietas, de cómo adelgazar o del cuerpo de tal persona. Es muy complicado el mensaje. Por un lado se dice una cosa y después se hace otra. Que se hable más, con más especialistas sobre el tema, que se difunda. Que a las personas no les de vergüenza hablar del tema y empiecen a pedir ayuda. Que se hable más de la salud mental. La importancia de estar bien con nuestra mente.
La cabeza maneja todo nuestro cuerpo.

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