“Estos son los días de nuestras vidas. Han volado con rapidez en el tiempo. Esos días ya se han ido, pero una cosa aun es verdad. Cuando miro y encuentro, aún te amo”. Un hombre canta con tristeza y estoicismo unas líneas que le salen de lo más profundo del alma. Suenan tan reales que podría haberlas escrito él mismo, si existiera la posibilidad de contar la propia historia. El protagonista mira hacia atrás y reflexiona sobre su vida de artista, repasa las cosas lindas y las feas, hace foco en el amor. Ese hombre, conocido en todo el mundo como Freddie Mercury no escribió ni inspiró estos versos, sino que son obra del baterista Roger Taylor. Pero puestas en su boca, en su cuerpo en ese momento, en uno de las imágenes más desgarradoras de la música.
Lo que probablemente si supiera Mercury es que la grabación del videoclip de “These are the days of our lives” (en castellano, “Estos son los días de nuestras vidas”, el tema en cuestión) iba a ser su última actuación como cantante de Queen. Fue un día como hoy hace treinta años, en una función privada que reunió a músicos, técnicos y asistentes para registrar un videoclip conmovedor. Iba a ser el sexto single de Innuendo, el álbum publicado el 4 de febrero, en medio de rumores cada vez más fuertes acerca del estado físico del cantante.
Las especulaciones en torno a la salud de Freddie eran moneda corriente pero se dispararon definitivamente el 18 de febrero de 1990, cuando el frontman apareció por última vez en público en la entrega de los Brit Awards. Sin su bigote característico, el vestuario y el maquillaje hicieron lo imposible para disimular la palidez en su rostro y una delgadez que impactó al mundo. Queen había sido galardonado por su “Destacada Contribución a la Música Británica” y Freddie dejó el discurso de honor a Brian May. Recién cuando el guitarrista finalizó su breve alocución, Freddie se acercó al micrófono dijo sus últimas palabras en público: “Gracias. Buenas noches“.
Internamente, Freddie se preparaba para librar los últimos rounds de su combate desigual contra el virus del SIDA, un tema del que se sabía poco y se rumoreaba mucho. Decidió librar esta batalla en secreto hasta los últimos días de su vida. Lo sospechaba hacía tiempo y tuvo la certeza de su enfermedad en 1987, pero la noticia no salió más allá de su círculo íntimo: su íntima amiga Mary Austin, el manager Jim Bleach, su última pareja, Jim Hutton. También lo supieron Brian, Roger y John, que unieron fuerzas en torno a su líder, en un gesto conmovedor de amistad y profesionalismo.
No hubo preguntas, ni reproches o juzgamiento de ningún tipo. Queen cerró filas en torno a su líder y Freddie transformó el dolor en energía. Se propuso trabajar hasta que el cuerpo no diera más, y fue leal a su palabra. La situación también acercó las posiciones entre los integrantes de la banda, que había estado al borde de la separación. Limaron asperezas, bajaron egos y trabajaron codo a codo hasta el final.
Estaba claro que no iba a haber más shows en vivo. El cuerpo de Freddie no lo permitía, y la foto de despedida era inmejorable, el mejor cierre posible para el fastuoso rock de estadios que el show ante más de 120 mil personas en el Knewborth Park, como épico cierre de la gira A kind of magic. El grupo llegó en helicóptero a un sitio colapsado por los fanáticos y se despidió con honores, con el himno británico de fondo.
Sin shows a la vista, se focalizaron en el disco The Miracle, con el que dieron algunas señales del nuevo estado de situación. Una era la portada, con las cuatro caras fundidas en una, destacando que si se metían con uno, se metían con todos. La otra, acreditar la autoría de las canciones a la banda. Era sabido que cada músico aportaba sus composiciones, y que esa lucha de egos había sido uno de los motivos que los había tenido al borde del abismo.
The Miracle se publicó en mayo de 1989 y para el fin de ese año ya estaban trabajando en Innuendo, otro álbum lleno de guiños y mensajes -cifrados o directos, conscientes o inconscientes- de lo que ocurría dentro de la banda y sobre todo respecto al frontman. Mercury tomó distancia de su residencia de Garden Lodge, objetivo de curiosos, paparazzi y fanáticos, y pasó más tiempo en Mountain Studios, propiedad de la banda, ubicados en Montreux, Suiza. Allí registró buena parte del material del álbum, con Freddie dándolo todo y sus compañeros supliendo las falencias que hicieran falta.
A pesar de la situación, el ambiente de trabajo era alegre, según las palabras de Brian May: “Freddie sufría dolores, pero podía disfrutar de lo que más le gustaba hacer… A veces eso sólo duraba un par de horas, porque se cansaba mucho. Sin embargo, durante ese par de horas, lo daba todo”, señaló el guitarrista. Cuando el cansancio era demasiado, lo resolvía como la estrella de rock que era: bebía un vaso de vodka y repetía una frase para quien quiera escuchar: “Cantaré hasta que me desangre”.
Innuendo (traducible como “Insinuación”, adaptable como un “mal presagio”) se editó en febrero de 1991 y unos meses antes se había publicado el single homónimo, una deliciosa pieza con aires flamencos en la guitarra de Steve Howe de Yes. Para la difusión, la banda eligió realizar un clip de animación, para poder mostrar a su líder con la energía de siempre. En el mismo febrero editaron “I’m going slightly mad”, en una línea similar a lo que se vería poco tiempo después. La imagen en blanco y negro, el maquillaje cargado para asistir a Freddie y un espíritu casi circense entre los músicos, que trasladaron el perfil bufonesco del arte del disco al guion de la historia. “Me estoy volviendo ligeramente loco”, canta en una letra de su propia autoría, un diálogo entre el protagonista y el interlocutor, en una frase que muchos tomaron como reveladora.
Este era el panorama el 30 de mayo de 1991, cuando Farrokh Bulsara salió de su reclusión vestirse por última vez de Freddie Mercury. Se encontró con Deacon y Taylor para filmar el último videoclip del grupo. El guitarrista Brian May no fue de la partida, ocupado en asuntos personales, y su participación sería montada posteriormente. La canción elegida fue “These are the days of our lives”, compuesta por Taylor en modo retrospectivo. El baterista se inspiró en su vida y la de sus hijos para reflexionar sobre el pasado y aventurar el futuro. Pero como todo lo que rodeaba la órbita de Queen, parecía referir a Freddie, que hizo propia la letra con una actuación conmovedora.
“El sol siempre brillaba, vivíamos por diversión / Me gustaría regresar una vez en un viaje en la montaña rusa, cuando la vida era solo un juego”. Lejos del animal de estadios que supo ser, Freddie interpreta casi sin moverse y transmite con gestos, miradas y silencios mucho más que cuando bastoneaba con el pie del micrófono de punta a punta del escenario. Hacia el final, mira al cielo y vuelve para susurrar “I still love you” (”todavía te amo”). Es lo último que va a decir frente a una cámara, con una sonrisa cómplice, triste, inolvidable.
La dirección del clip fue obra de Rudi Dolezal y Hannes Rossacher de DoRo Productions, una compañía de origen austríaco responsables de buena parte de la videografía de la banda. Como si fuera el lado (más) oscuro de su video anterior, acá no hay espacio para bromas. Toda la historia es solemne, con una potencia lumínica para disimular las debilidades del cantante y un efecto entre fantasmagórico y celestial.
El único detalle fuera de este protocolo es el atuendo que luce el líder, un chaleco sin mangas con la estampa de unos gatos, con una historia muy especial. Se lo había regalado Donald McKenzie, pareja del cocinero Joe Fanelli, uno de los asistentes que rodearon al cantante en sus últimos días. Donald organizó una sesión de fotos y retrató a todos los gatos que habitaban Garden Lodge. Con esas imágenes mandó a diseñar el chaleco y se lo obsequió en la Navidad de 1990. Sus amigos, sus gatos, su banda, la música: el origen de la fuerza que sacó un hombre que se moría por dentro.
Freddie aprovechó el impulso y con lo último que le quedaba registró su parte del material que vería la luz en 1995 como Made in heaven. Recién entonces, regresó a Londres y decidió que ya había sido suficiente. El 23 de noviembre, emitió un comunicado de prensa informando que era portador de HIV y estaba enfermo de SIDA. Al día siguiente, moría en el dormitorio de su mansión de Garden Lodge.
Si el video ya era conmovedor en blanco y negro ,cobró otro significado en 2011, cuando la BBC publicó un documental a 20 años de la muerte de Freddie titulado, precisamente, “Days of our lives”. Allí se ven secuencias en color del backstage, donde Mercury recibe capas y capas de maquillaje, y las tomas de plano entero muestran cómo el atuendo era otra estrategia para sostener los últimos esfuerzos de un hombre dispuesto a cumplir su palabra: cantar hasta que no pudiera más.
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