Pamela David habló con la coach Verónica de Andrés sobre las consecuencias de la pandemia: “Es una bomba a nuestra salud emocional”

La autora de Confianza Total acerca distintas claves para enfrentar esta crisis, para lo que resulta fundamental “creer en nosotros mismos”

Pamela David con Verónica de Andrés (Video: PamLive)

Momentos difíciles, de incertidumbre, desafiantes. ¿Alguna vez escuchaste que una crisis se puede convertir en oportunidad? Del dicho al hecho: hoy es posible. En esta nueva edición de PamLive, Pamela David nos invita a un encuentro con la couch y escritora Verónica de Andrés, autora del betseller Confianza Total. La pandemia es una bomba que le hizo mucho daño a nuestras emociones. Por eso, enfrentarla no es una elección: es una necesidad. Abrí esta caja de herramientas para ganar confianza y pasar estos momentos de angustia con valentía y amor propio. Porque para atravesar dificultades, necesitamos creer en nosotros mismos.

—En estos tiempos, ¿qué no nos puede faltar en una caja de herramientas?

—La primera herramienta que no puede faltar es la confianza en uno mismo porque eso es lo que depende de mí. Yo no puedo controlar ni la pandemia, que nos cierren las fronteras, que nos clausuren, que nos vuelvan a meter en las casas. No puedo controlar nada de eso. Pero lo que más voy a necesitar para atravesar esas aguas turbulentas es la confianza en mí misma. Eso es una muy buena noticia porque se puede trabajar. Lo que no depende de mí está fuera de mi alcance, y lo tengo que soltar.

—¿Cómo hacemos para lograr esa autoconfianza?

—Hay tres cosas que tenés que dejar de hacer ya mismo. Cuando terminas de escuchar este vivo, decís: “Esto no lo hago más”. Lo primero es dejar de compararme. Cuando me comparo con los demás, que “sabe más que yo”, que “es más lindo que yo”, que “es más grande que yo”, que “tiene más herramientas que yo”, en ese momento pierdo mi confianza. Compararme nunca sirve, y menos en circunstancias de crisis. Lo que sirve es valorarme: saber que soy única, irrepetible. El molde con el que nos hicieron se rompió el día que nacimos. Compararte es un drenaje de energía que te roba la fuerza que necesitás en ese momento para atravesar la crisis. Compararme no me lleva a buen puerto nunca. Lo segundo que hay que dejar de hacer es criticarse. Cuando hablo de criticarme hablo de esa vocecita interna que tenemos que todo el tiempo nos está diciendo que algo no lo hicimos bien, que nos podríamos haber preparado mejor, que acá nos faltó algo. Cuando nos criticamos es como un ácido que empieza a corroer las bases de la confianza. Una vez estábamos en una conferencia internacional de gurúes del desarrollo personal y la abrió una chica muy joven, de 15 años, que empezó a cantar a capela. Una japonesa, que cantaba con una seguridad que me llamó tanto la atención, y dijimos: “Esto es confianza total”. No tenía un ápice de miedo. Tampoco era ostentosa, no hacía esfuerzo para cantar. Su padre estaba en la conferencia y le preguntamos cuál era su secreto. ¿Saben lo que nos dijo? Que nunca fue criticada. Tal vez nosotros sí fuimos criticados. Yo fui súper criticada, una madre súper exigente; pero hoy, como adulta, puedo tomar las riendas de mi vida y decidí no criticarme más porque eso a mí no me sirve. ¿Qué me sirve en lugar de criticarme? Me sirve aprender a valorar mis esfuerzos. Aprender a darme ánimos. Aprender a que, cuando me equivoco, puedo decir: “Esto es una manera de poder hacerlo mejor la próxima vez”. Aprender a hablarme de tal manera, en un diálogo interior que a mí me construya y no que me destruya. Cuando te criticás, la mirada está siempre en el sesgo negativo. La invitación es a otra cosa: es que cuando te miras al espejo descubras que tenés unos ojos increíbles que te permiten ver la vida, te permiten conectarte con el otro. Que cuando te mires al espejo sonrías, porque cuando vos sonreís, te cambia tu estado de ánimo. Es hacer 180 grados, lo contrario de lo que hicimos durante mucho tiempo y en piloto automático: lo que nos va a salir es criticarnos y enojarnos con nosotros mismos, especialmente en tiempos de crisis. Lo tercero es dejar de culparnos, algo que nos pasa mucho a las mujeres, que sentimos que somos responsables de todo lo que sucede, de los hijos, de la familia, de la casa, del trabajo, y llevamos como esa mochila arriba de los hombros y las cosas muchas veces no salen como esperamos. No todo depende de nosotros. Dejar de culparnos para tener una mirada más compasiva, amorosa. Estas cosas no son algo light. Son cosas que tienen un impacto tremendo en nuestro estado emocional. Hoy en día, con esto que estamos viviendo, no es solamente un flagelo que afecta a nuestra salud física, es una bomba a nuestra salud emocional. Es una bomba interna a nuestras emociones. Hoy no es una opción hacer o no hacer estas cosas: hoy, es una necesidad.

—Tenemos que tener esa base para hacernos bien y subsistir. No podemos permitirnos más hacernos daño.

—Si yo estoy bien, las cosas que sucedan las voy a poder enfrentar con más creatividad, con más alegría, con más iniciativa. Todas estas funciones, que son parte de la neocorteza, la parte pensante del cerebro, no funcionan bien si nosotros estamos cargados de emociones negativas. En piloto automático la crisis va a empezar a aparecer: el pesimismo, la negatividad, la queja, van a aparecer cataratas de visiones negativas y catastróficas del mundo y del futuro. Ahí te preguntas qué hacer para evitar eso. Yo te voy a invitar a hacer una elección consciente.

—¿Qué significa una elección consciente?

—Cuando empieza la catarata de pensamientos catastróficos que vienen a raíz de todo lo que está pasando, por ejemplo: “De esta no salimos”, “Qué mal está todo y todo va a ir peor”, frente a eso yo pongo el pie en el freno y digo: “No...”. Esto que estoy pensando, este dialogo interno que estoy teniendo, ¿me abre los caminos o me los cierra? En ese momento, muy rápidamente, mi entendimiento me va a decir que me cierra los caminos. Mi elección consciente es “me detengo” y digo “¡Basta!”, hago una pausa, esto no me sirve. Otra cosa es empezar a observar las palabras que uso para describir lo que nos está pasando. ¿Qué historia estoy contándole al mundo? ¿Es el fin del mundo? ¿Esto es terminal? Según lo que yo describa y según las palabras que use se va a formar una imagen mental en mí que después va a hacer que yo, inconscientemente, busque que eso que estoy diciendo sea constante. Cuando digo: “Acá no hay salida”, empiezo a mirar las posibilidades que tengo en ese momento. No hay nada. No voy a ver nada porque previamente creé una imagen mental de puertas cerradas.

—Te convences de algo y lo terminás creyendo…

—Además de eso, mi cerebro, mi parte pensante, no funciona bien cuando está con imágenes que te remiten al miedo, a situaciones como estas, que son descritas como una guerra. ¡Es malísimo decir eso! En las guerras tenemos imágenes catastróficas y en ese momento es inevitable llenarnos de miedo. Cuando por lo que digo, por lo que pienso, por lo que repito, cuando estoy comiendo con mi familia, con mis amigos y lo que decimos frente a los demás, debemos entender que las palabras no son inocentes, no se las lleva el viento. Y las palabras que repetimos, crean realidades. Hoy se está advirtiendo que hay chicos y niños en estado de depresión, que ya no tienen ganas de jugar ni de hacer nada. Y los adultos, también.

—¿Qué se hace con los niños que no quieren salir?

—Lo primero que les diría a los padres es que empiecen a observarse a sí mismos, a observar cómo están viviendo este momento. Cuando están juntos en la mesa, qué imágenes están proyectando. ¿Son palabras que tienden puentes o levantan muros? ¿Son palabras que crean una visión de esperanza o de desesperanza? Nosotras hablamos mucho de los líderes resonantes, que hacen historias, que hacen caminos. Son personas que inspiran a los otros gestando y gestionando en los otros una oleada de emociones positivas que hacen que las personas se llenen de motivación y logren metas que de otra manera no lograrían. Traslada esta imagen del líder resonante a la casa, a la familia, a papá, a mamá. Es resonante porque las palabras que dicen generan ondas que van impactando en el cerebro y en el corazón de los chicos que las escuchen.

—Hay veces que en las redes sociales se leen toxicidades que no quedan en la nada: quedan en la cabeza de todo el mundo que lo consume cuando lo lee...

—Absolutamente. Nada de lo que es humano me es ajeno y nada de lo que digo es inocente. Nada de lo que yo hago es solamente para mí: afecta al otro, y el otro me afecta a mí. Hay un concepto muy interesante que aprendí, para aplicarlo a la vida familiar y profesional, que es el concepto del Ubuntu, de las tribus que se apoyan, se ayudan. Cuenta una historia que un investigador fue una vez a África donde estaba estudiando el comportamiento social de las tribus y puso a un grupo de chicos a una prueba. Les dijo que en un árbol iba a poner una canasta llena de frutas. Cuando diga “¡Ya!”, salen corriendo, y el primero que la agarra se la gana. Para sorpresa del investigador, cuando él dijo “¡Ya!”, salieron corriendo todos los chicos tomados de la mano y llegaron al árbol y se ayudaron a subir los unos a los otros, y entre todos bajaron la canasta y volvieron sosteniendo la canasta entre todos, la pusieron en el medio de un circulo y el investigador les dijo: “¿No entendieron lo que yo les dije? Aquí ganaba el que llegaba más rápido”. Y los chicos le contestaron: “¿Cómo podría ser feliz uno de nosotros si todos los demás somos infelices?”. El Ubuntu quiere decir: “Yo soy porque nosotros somos y nosotros somos porque yo soy”. Llevemos este concepto a las familias, al trabajo, llevemos este concepto de que lo que yo digo, lo que yo pienso, lo que yo hago, inspira.

—¿Cuáles son los tips para fomentar la autoestima en nuestros hijos?

—Uno es: no hagas nunca por ellos lo que ellos pueden hacer por ellos mismos. Otro tip sería: no los critiques. Si le tenés que corregir algo, no lo hagas delante de los demás. Valorá todos sus esfuerzos y progresos, por pequeños que sean. Otro tip sería que les cuentes a tus chicos sobre tus dificultades: que ellos vean que vos también atravesaste dificultades y que pudiste superarlas. Otro tip sería hacer una comida en familia cada tanto donde se pregunten qué fue lo mejor que les pasó en la semana, qué fue lo más difícil, y en la que todos participen. Entre todos tenemos que darnos cuenta de que somos una comunidad y que tenemos que aprender, que podemos ser mejores. Los padres estamos para seguir soplando las brasas del fuego sagrado con el que nacieron porque los chicos nacen con confianza total. Ahora, soplar las brasas también lo podemos hacer nosotros, con nosotros mismos. Para atravesar esta pandemia, necesitamos creer en nosotros mismos.

—En plena pandemia, ¿cómo podemos cultivar emociones positivas?

—Es una realidad que tenemos que aprender a atravesar de una manera diferente. En tiempos de bonanza vamos a hablar de las cosas que están bien, todo va a estar mejor. Pero en tiempos de crisis, tener inteligencia emocional es imprescindible. Hay tres cosas que quiero que prestemos atención y que yo también me digo a mí misma. Estoy en el mismo barco que ustedes. Lo primero es prestar mucha atención al diálogo interior: ¿qué me digo?, ¿qué me converso?, ¿cómo hago para prestar atención a mi diálogo interno? En ese momento es cuando yo puedo transformarme en el observador de mis pensamientos y digo: “Acá estoy otra vez, criticándome a mí mismo”, “Acá estoy otra vez, pensando que todo esto es un desastre”. Observo lo que me digo, mi diálogo interior. Segundo, observo lo que le digo a los demás. ¿Esto da una visión de esperanza o de desesperanza? La respuesta es bastante rápida. Si yo me doy cuenta de que empecé a caminar el camino de la desesperanza, puedo parar y pensar algo distinto, pensar algo que contagie esa oleada de emociones positivas que hoy son necesarias para nuestra salud mental.

—¿Qué programa o plan podemos hacer en familia? Podemos empezar por hablar en positivo, pedirnos entre nosotros que nos den un sacudón cuando hablamos en negativo, hasta ser más conscientes de lo que decimos.

—Empezar a tener consciencia de lo que decimos es una elección de todos los días. Hay días que te van a pasar cosas y que te va a salir todo mal y vas a decir lo que no querías decir. Lo importante es que digas: “Bueno, mañana es un día nuevo”. U hoy mismo te podés detener, incluso con tu familia y tus hijos, y decir: “Chicos, perdonen, hoy hice todo al revés”. No necesitamos ser perfectos, no vamos a ser nunca perfectos; necesitamos estar presentes. Estar presentes es darse cuenta de lo que estás haciendo, animarse a decir: “Me equivoqué”, y empezar de nuevo. Los chicos aprenden mucho más por lo que hacemos que por lo que decimos. De todas maneras, con hijos más grandes, estas ideas son necesarias trabajar. Hay que explicarles que esto tiene un impacto en el cerebro, tiene un impacto en la manera de salir al mundo, de mostrarnos innovadores y creativos. Las crisis van a llegar siempre, nunca nos vamos a librar de ellas. Pero llegan a nosotros muchas veces para despertar talentos que teníamos dormidos. Hay mucha gente que se está reinventando, que está aprendiendo a convivir en casa con la familia desde otro lugar. Aprender a comunicarnos de una manera diferente. Esto no sucedería si seguiríamos con los chicos ocho horas en el colegio y nosotros, con nuestra vida. Esta crisis que está llegando nos puede servir muchísimo. Depende de nosotros, y de la actitud con la que la encaremos, que sea para florecer o desaparecer. Las crisis tienen ese efecto y depende de nosotros. Aquí les dejo una fórmula que me ayudó mucho, no es un tip, es un principio rector que si lo tengo, las cosas se me ordenan. La fórmula es la siguiente. Ponemos la letra H, porque la H son los “hechos”, las cosas que no dependen de nosotros, por ejemplo: la pandemia, perdí un trabajo, mi pareja me dejó, lo que sea… Hay muchas cosas que no dependen de mí. Frente a esos “hechos”, le sumamos el signo “+”: H + R. Esa R significa mi “respuesta”. Frente a los hechos está mi “respuesta” o mi “reacción”. Frente a un hecho negativo como la pandemia, o cualquier circunstancia que tenga que ver con este contexto, frente a un hecho negativo, voy a tener una reacción negativa. Me voy a sentir mal, enojado, frustrado. Pero en lugar de que sea una reacción frente a ese hecho, yo decido tocar el botón de “pausa” y elijo la respuesta. ¿Cómo elijo la respuesta? Apreto el botón de “pausa”, respiro, me centro y digo: “¿Cuál será la mejor respuesta que puedo dar frente a esto que me sucede?”. Esa pregunta, esa reflexión, me va a permitir tener la mejor respuesta posible para eso que sucede, y esto modifica el resultado. Ahí me devolví el poder a mí misma, porque de lo contrario las crisis, las dificultades, las cosas que no quiero, se apoderan de mí. En cambio, si yo soy consciente de que puedo elegir mi respuesta, me devuelvo el poder a mí, y esto modifica el resultado. Lo puedo aprender para esta crisis o para cualquier otra. Yo lo uso para todos los días, sobre todo para cuando las cosas no salen como yo quiero.

—¿Cuáles serían las preguntas correctas que nos podemos hacer, aparte de la pausa?

—La pregunta sería: frente a esto que me sucede, ¿cuál será la mejor respuesta?, ¿cuál será la mejor salida?, ¿cuál será la respuesta que me lleve a buen puerto? Nuestro cerebro es inmenso en su capacidad. Cuando hice eso y puse el botón de “pausa“ no permití la catarata de juicios automáticos negativos y de emociones negativas que se desencadenan cuando sucede algo negativo. Me preguntan mucho por la ansiedad, cómo hacer para pararla, sobre todo en estos tiempos de pandemia. Podemos hacer varias cosas pero voy a nombrar tres importantes. Una de las cosas que podemos hacer para bajar la ansiedad es movernos: caminar, correr, cualquier actividad de tipo físico, 20 minutos diarios regulan tus emociones porque empezás a secretar endorfinas; entonces, eso ya te empieza a cambiar el estado anímico. Me preguntan: “¿Cómo hago para cambiar las emociones?”. Bueno, hay que hacer unas cosas que me cambien la química corporal. Movernos es una. Si no podes salir, podés bailar en tu casa, poniendo la música que te gusta. La pregunta que vos te tenés que hacer es: “¿Me moví hoy?”. Esa pregunta yo la tengo al lado de mi escritorio. Paso muchas horas elaborando cosas en la computadora, entonces me pregunto: “¿Me moví?”. Entonces salgo y doy una vuelta. La segunda cosa que podemos hacer es la respiración antiansiedad. La respiración es una gran herramienta que tenemos y que a veces no la sabemos usar. Me siento en un lugar donde pueda estar sola y tranquila por unos minutos, y entonces la manera que tengo de regular mi respiración es inhalar lo que necesites. En ese momento elegís una palabra: puede ser “paz”, “calma”, “alegría”. Y cuando exhalás, exhalás lo que querés soltar: “miedo”, “angustia”. Inhalo: “calma”; exhalo: “miedo”. Lo hago un rato, conscientemente. Si querés le podés agregar algo más: cuando ya lográs establecer un ritmo cardíaco donde lograste bajar las revoluciones, en ese momento podés dar un pasito más donde inhalás y evocás una imagen de tu lugar favorito, o la mirada de tu hijo o una persona que te ama mucho, una imagen que te llene de amor. Te quedás un ratito en ese lugar y luego continuás con las respiraciones. Esta respiración está creada por un instituto en Estados Unidos que se llama HeartMath, y se usa muchísimo para tener un corazón más alineado, más tranquilo. En estas épocas hay que cuidar mucho el corazón, pero no solo simbólicamente, sino en serio, porque hay un montón de cosas que se producen a raíz del estrés. Si vos practicás esto te puedo asegurar que vas a estar súper bien. Apagate y encendete. Hacé algo que corte ese círculo. Lo tercero es estar presentes. Estar presentes significa dejar de mirar al pasado con melancolía y tristeza, con cosas que ya no son y que no puedo modificar, y a veces estamos entre el pasado con esa melancolía y en el futuro con esa ansiedad. El futuro todavía no está y el pasado ya fue. Decido conscientemente y me instalo en el aquí y ahora. Cancelo todos los ruidos externos, las cosas que iba a hacer; lo único que tengo ahora es este momento, único e irrepetible que no existió jamás y que jamás volverá a existir. Cuando me meto de lleno en el momento, lo aprovecho, lo disfruto y me corta la ansiedad de lo que voy a hacer dentro de un rato, de lo que va a pasar. Como estoy acá, lo disfruto mucho más.

—Algo que nos sucede muy a menudo es que postergamos. Siempre estamos haciendo otra cosa…

—Esto de postergarnos es una forma de autosabotaje. Muchas veces hacemos eso por el estrés que nos produce ponernos en la tarea: hacer otra cosa nos da un alivio momentáneo. Pero ese alivio momentáneo a la larga es una bofetada a vos misma. Cuando te pesques postergando, hay maneras de evitarlo y es saber qué elijo. La comodidad del presente, de no hacer eso que sé que es importante o elijo mi objetivo, eso que me propuse, tiene mucho que ver con este diálogo interior donde dejo de tener que hacer las cosas porque las tengo que hacer, porque todo lo que surja del deber a los seres humanos mucho no nos gusta, y la manera de dejar de sabotearme es darme cuenta de que elegí hacer esas cosas. Elegí hacer este vivo, así que en lugar de ponerme a cocinar le dedico una hora de preparación a esta charla porque es mi vocación, es lo que me gusta hacer. No voy a permitirle al “enano saboteador” a que se interponga en mis objetivos.

—¿Cuáles son las siete reglas para una relación feliz?

Las emociones se contagian. La alegría es la que más contagia. Si busco un motivo consciente para estar alegre tiene que ser una práctica diaria, es todos los días. Antes de irte a dormir, pensá en tres cosas para agradecer. Eso te pone en otra sintonía. Esto no es una cosa light. Cuando las cosas están tensas y difíciles, encontrar tres motivos para agradecer implica una búsqueda consciente. Para una buena relación, lo primero: busco yo estar bien. Siempre quiero que el otro esté bien, que esté buenísimo, que tenga pilas… ¡No! Busco yo estar bien. Lo segundo es procurar tener esas emociones positivas, que las puedo encontrar haciendo elecciones conscientes todos los días. Es empezar a ponerme en contacto con un sueño; empiezo a crear o iniciar un emprendimiento. No importa el tamaño de lo que sea, lo importante es que te haga bien. Te pondrá en sintonía con tu pareja porque tendrás otro diálogo. El secreto de una relación feliz es el reconocimiento. Es de verdad decir “Gracias”, y cuando digo “Gracias”, no es gracias por todo. Es “Gracias” específicamente porque hoy o todos los días me preparás el desayuno. Y lo digo de verdad. El motivo número uno por los cuales una relación pierde vigor y fuerza es por la falta de reconocimiento. Esto también sucede en el campo laboral: la gente deja las empresas a veces no tanto por el dinero, sino por la falta de reconocimiento. Otra de las reglas es estar en contacto con tus necesidades. Poder decirle al otro lo que necesitás, pero teniendo un principio rector. Tus necesidades son tan importantes como las mías. Las necesidades humanas, que se describen con pocas palabras: cariño, comprensión, sostén, espacio, escucha, acompañamiento, diversión, alegría. Esas son las necesidades humanas. Yo puedo decir: “En este momento estoy necesitando un poquito más de espacio”. Me imagino una mujer con hijos en la casa, puede pedirle eso. Y a la vez la pareja le puede decir: “Yo necesito un poco más de sonrisas. Entiendo que estuviste todo el día en casa con los hijos pero a mí una sonrisa me hace bien porque también tuve un día difícil”. Poder compartir nuestras necesidades, pero sin hacer una perorata.

—Un mensaje dice: “Uno puede agradecer y lo hago siempre, pero no logro estar alegre y feliz”.

—Yo le diría que empiece a buscar algo chiquitito. Algo que cuando vos cierres los ojos pienses en que te da felicidad y te da alegría. Una gran meta como el ser feliz se puede fraccionar en pequeñas metas. Yo sé que la gente piensa que ahora es un momento difícil para conectarse con los sueños pero sé que en estos momentos, reconectarse con los sueños, los proyectos, puede ser más desafiante que nunca, o no. Porque las crisis son momentos que nos ponen a prueba y necesitamos estar bien abajo para decir: “Basta”. Hoy, de manera consciente, empiezo a buscar mi felicidad. Las crisis pueden ser el mejor momento para un camino nuevo, empezando con algo chiquitito.

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