“Argentina padece un virus que se llama política”, dice un Aníbal Pachano picante y crítico con la dirigencia del país. El artista afirma que no hay que caer en el enojo, tampoco en la grieta, porque atenta contra las defensas. “Lo único que hacemos es fomentar el juego de ellos”, reflexiona.
Vacunado con la primera dosis de AstraZeneca en la Provincia de Buenos Aires, Pachano revela que no pudo inscribirse en la vacunación de la Ciudad por problemas con su celular, y entonces optó por hacerlo en territorio bonaerense. De esta manera, logró acceder a la vacunación, no sin despertar alguna que otra polémica por su domicilio. “Me importa un rábano lo que piense el resto”, se sincera en esta entrevista con Teleshow.
El coreógrafo, que forma parte del exitoso reality Corte y confección, de LaFlia, confiesa que sus años de experiencia en este tipo de formatos no son infalibles para manejar determinados momentos de tensión. “A veces te enganchás en lugares donde no te tenés que enganchar”, admite.
—Estamos viviendo una época muy difícil.
—Sí, muy complicado. Y cada vez la complican más. Más allá de si está o no la vacuna, esto se ha transformado en un juego político bastante desagradable. Lamentablemente, es lo que nos toca vivir. En un momento donde es primordial la salud y la vida de las personas, se está haciendo mucho tironeo de “si te doy la vacuna, si no te doy la vacuna”, “si la tengo, si la traigo, si no...”. El mundo ya se está empezando a liberar de una situación y nosotros todavía discutiendo el cómo.
—Cuando todo esto empezó parecía que nos acercábamos. Hoy ya retomamos esa mirada blanco o negro: todo queda preso de la grieta.
—Hay que correrse de ese lugar y dejarlos que actúen solos. Con el enojo, lo único que hacemos es bajar las defensas. Lo mejor que uno puede hacer es correrse de ese lugar y hablar de la felicidad, de la vida, de cómo rearmarse en este nuevo mundo, que no solamente es de Argentina. Más allá de que las restricciones hayan estado bien en su momento, ya es un exceso que no se preocupen por la educación. Pero son temas sobre los cuales los ciudadanos vamos a poder resolver muy poco.
—Vos recibiste la primera dosis.
—Recibí la de AstraZeneca, en Vicente López. Eso me tranquilizó un poco. Si está la vacuna me voy a vacunar.
—La que te toque: si te llaman y está la vacuna, esa es la mejor.
—Sí. Igual, la china no me la hubiera dado por un tema de tirria: saber de dónde partió todo este quilombo... No tengo ganas de meterme algo que produzcan los chinos. Es un tema personal.
—Si no hubieras podido vacunarte en Argentina, ¿te hubieras ido a Estados Unidos a darte la vacuna?
—¡Obvio! Voy a preservar mi vida antes que nada; lo que opine el resto me preocupa poco. También, ¿por qué me vacunaron en Provincia? Les contesto en Instagram, los bloqueo. Soy paciente de riesgo, tengo que ir y buscar donde está la vacuna. No me interesa dónde, cómo, por qué, si debo o no debo. No le estoy robando ninguna vacuna a nadie. Soy concreto. Esperé mi turno. Podría haber buscado la manera de tener la ventaja, y sin embargo, no, como mucha gente que no la tuvo.
—Fuiste uno de los más de tres millones de argentinos que tuvo COVID.
—Tuve COVID en enero y lo pasé, dentro de todo, leve. Tuve algunas alteraciones: cansancio, mareos, mucho dolor en el cuerpo, tos seca. Estaba con el perro de Sofía (Pachano, su hija), Apolo, un salchicha, y creo que tuvo: él lo padeció más. Me di cuenta de que se había contagiado, un perro también se puede contagiar y la pasó mal.
—¿Cómo lo viste? ¿Qué le pasaba a él?
—No orinaba. No realizaba sus cosas digestivas. Tuvo problemas, estaba asustado, como temeroso. Y de golpe, viste, se orinaba y eran charcos. Luego de ese episodio quedó un poco asustado hasta que se fue normalizando de a poquito.
—¿Te asustaste?
—No. Hay que correrse de la palabra miedo, enojo, porque no colabora. En el transcurrir de los días del COVID estás más irascible, tenés un poco más de nervios: todo te altera o te molesta. Entonces, hay que tratar de calmarse, lograr que la respiración se normalice y no provocarte más agitación de la que tenés. Por eso te dicen que no tenés que hacer nada: que no tenés que limpiar, que no tenés que acomodar.
—¿Cómo está el resto de la salud?
—El resto está bien. La diabetes es lo más difícil de controlar. Estoy probando una medicación nueva que me provoca bastante dolor, pero funciona. Luego, el cáncer, no sé, cosa de Mandinga: está como detenido, no se sabe dónde está. Estoy sin oncología en este momento. Con controles cada dos meses. Es ponerte en una máquina, tratar de relajar, y que el estudio salga bien.
—Que se quede ahí quieto, donde está.
—Depende mucho de tu cabeza: las enfermedades tienen mucho que ver con la emoción. En esta pandemia se ha provocado mucho miedo: tengo amigos que no han salido nunca. Los respeto, pero no estoy tan de acuerdo: no podés vivir encerrado dos años. Estar en un espacio al aire libre hace bien a la salud.
—Con el encierro y la incertidumbre también se pone en juego la salud psíquica.
—No está bueno. Cada uno tiene la solución que le parece. Es una situación que le ha pasado al mundo entero. En Estados Unidos hay gente que no se vacuna. Han abierto casi todo, ahora los teatros. Deberíamos hacerlo acá, también. El teatro no contagia, el arte no contagia. Se ha paralizado la economía mundial, el pensamiento, la educación. Demasiada parálisis frente a un bichito donde los chinos están dele que te dele explotando la ciudad y poniendo las lucecitas de colores.
—¿Te impactó la economía durante la pandemia o te agarró con un ahorro en el bolsillo?
—Venía de una buena temporada en el inicio del 2020 y con una perspectiva divina. Tenía un poco de ahorros y, como vivo solo, soy un tipo que no gasta fortunas. Me mido. Empecé a trabajar con varados en el mundo, después me metí en Artistas Solidarios ayudando y vino la situación de estar en Corte y confección. Al principio pensé: “No sé si meterme en el reality...”. Es algo que venía haciendo en toda mi carrera: diseñar los vestuarios de los espectáculos y pensar de qué manera visto a un artista.
—Corte y confección es un formato y una temática muy “Aníbal Pachano”.
—Me puso contento de que hubiera un interés en que siguiera trabajando. Estoy siempre agradecido a Marcelo Tinelli porque es el capo de LaFlia y me pareció que estaba re bueno estar ahí. Lo estoy disfrutando.
—¿La pasás bien?
—Hay momentos en los que me pongo nervioso, que estoy medio estresado, pero en general la he pasado bien. He mostrado otra persona también, más divertido. En mi vida cotidiana me manejo de otra forma. Cuando voy a un taller o a un realizador tengo otro tipo de conversación, otra forma de ser totalmente diferente. Está bueno que el público me vea desde ese lugar.
—Vos te movés como pez en el agua con el juego de un reality.
—También sos un ser humano: por más juego que entiendas y sepas hay emociones que se encuentran equivocadamente y son cortocircuitos. Pero han sido los más leves que he tenido. Hoy trato de “bueno, hacete cargo, es tu problema, no el mío”. Empiezan a aparecer en estos finales que son todos discípulos de Coco Chanel, todas primas hermanas de Yves Saint Laurent, y no se entiende este juego del arte: jugar es lo mejor que te puede pasar. En un taller de costura no estás con el rulero a ver cómo le pisas el dedo o le desenchufas la máquina. Pasa por otro lado.
—¿Te ves ganador?
—No, no sé. Espero llegar a la final. De ahí ganar... No soy tan omnipotente para… Me gustaría estar. Ahora, si las circunstancias dan que no llego, me siento orgulloso del trabajo que hice, de lo que di y de lo que mostré. Con eso me basta y me sobra.
—¿Estás noviando?
—No. Tema olvidado ese para mí. Cuando pasas los 66, ya no sé si mirás el amor desde el lugar que uno lo idealiza. Si viene, viene, y si no, no pasa nada, no te modifica.
—¿Mensajitos en Instagram? Es una red de mucho levante.
—Hay mucho histeriqueo. Es un momento que no es fácil ni para la juventud ni para la gente grande. En las redes sociales es un histeriqueo un poquito insoportable. Soy más del cara a cara, de mirarte a los ojos, escucharte hablar. En las redes es mucho histeriqueo y poca concreción.
—¿Hoy cómo hacés? El cara a cara está dificilísimo.
—Uno siempre tiene rebusques para el cara a cara. Aunque tengas barbijo, el ojito, la mirada, es un buen elemento para entender el amor. Hay que saber mirar.
—¿Tienen que venir con PCR?
—Tampoco estamos en un momento sexual pe, pe, pe. La gente se ha cuidado bastante; la juventud no tanto. Hay que despojarse de tanto miedo. Si te toca, te toca. Lo que sí tengo claro es que es un virus, hay que tratarlo pensando en el virus que tengo hace muchos años, el VIH. Mientras te protejas y tomes tu medicación, y tengas el cuidado para con vos y la otra persona, ahí entendemos de qué se trata convivir con un virus. Vamos a tener que aprender, todavía nos falta.
—Hace un par de meses, decías en una nota: “Estamos en la etapa de los chicos plan”.
—Todos hemos sido pobres en algún momento. La pobreza no tiene solamente que ver con el dinero. Tiene que ver con el arte, con la pobreza del alma, la de tu contexto. Hay un montón de factores. Del 62 en adelante mis viejos perdieron todo y tuve que rearmarme, reciclarme. Pensar junto a mis viejos cómo nos íbamos a organizar para mantener una casa. Entonces, tenía que buscar la manera de poder estudiar.
—Cultura del esfuerzo.
—Mucho del esfuerzo y mucho del trabajo. Cuando digo “los chicos plan”, no solamente es por la gente pobre que necesita hoy la ayuda del Estado, pero tiene que ser con dignidad. Te ayudo, pero me das una retribución que tiene que ver con el trabajo. Pensar, escuchar, aprender, saber la cultura del respeto para con el otro y el otro para conmigo. Es un aprendizaje que no tiene que ver con la plata, tiene que ver con la dignidad.
—Más allá de la urgencia y de la asistencia económica, hablás de la falta de oportunidades, de capacitación y trabajo.
—Si tenés una cultura en la que solamente entregás plata para que vayan a un acto político o para que vayan a destruir la Ciudad de Buenos Aires, eso no es trabajo ni dignidad, es violencia. Estoy en absoluto acuerdo de que si la gente necesita una asistencia que se la den, pero a cambio de algo, una retribución laboral. Entonces, lo que te dieron lo vas a sentir mucho más propio porque te lo ganaste. Es decir, por más que tengas cinco o seis hijos, no es eso la cultura del trabajo. Entonces, a la política le conviene la cultura del no trabajo porque te genera un voto. Entonces, ¿un plan por voto, una vacuna por voto? No está bueno. Y no tiene nada que ver con de qué partido sos: ya entramos en una indignidad política. Hay una cultura política del menor esfuerzo y hacerme millonario. Llegar al puesto político para hacerme millonario. Es como una cadena eterna de parásitos, no de gente que trabaja y que genera un país. La política se han transformado en parásitos. En un virus. Yo creo que hoy Argentina padece un virus que se llama política. No importa a qué partido pertenezcas.
—Hace un rato hablabas del perro de Sofía que, incluso, lo cuidaste cuando ella estaba de viaje. ¿Te ves abuelo?
—Me encantaría. Pero tienen que decidir ellos cuándo y cómo. Estaría rebueno que, antes de irme de esta vida, pueda conocer a mi nieto.
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