Jorge Porcel fue uno de los cómicos más populares de la Argentina. Y aunque ya pasaron 15 años de su muerte, su recuerdo sigue intacto por el legado que dejó tanto en el cine y en el teatro como en la televisión nacional.
Junto a Susana Giménez, Alberto Olmedo y Moria Casán, Porcel filmó una decena de películas que rompieron todas las taquillas. Su época de mayor esplendor fue entre los setenta y los ochentas donde participó en ciclos clásicos del humor argentino de aquella época: Polémica en el bar, Porcelandia, La peluquería de Don Mateo, Las gatitas y ratones de Porcel y La Tota y la Porota junto a Jorge Luz, programas con altísimos números de rating. Pero detrás de esa figura que cautivaba al público se escondía un personaje conflictivo.
Quienes lo conocieron personalmente afirman que era lo opuesto a lo que mostraba frente a una cámara de televisión. Egoísta y celoso, pocas personas del ambiente lo querían. Georgina Barbarrosa, Amalia Yuyito González, Camila Perissé y Sandra Villarruel fueron algunas de las reconocidas figuras que padecieron su ríspido carácter.
Cuatro mujeres que marcaron para siempre la vida del popular artista. Olga Gómez, la mujer que lo acompañó hasta la muerte y con quien logró formar una familia. Norma de Mauricio, aquella empleada de la peluquería Possy con quien tuvo un hijo al que llamaron Jorge Porcel Junior. Carmen Barbieri, la vedette con la que mantuvo un romance clandestino. Y la actriz Luisa Albinoni, con la que compartió una relación de mucho amor.
Porcel estaba casado con Olga Gómez pero tenía un hijo de seis años, producto de esa relación extramatrimonial con Norma. Sin embargo, esto parecía no importarle. Jorge era un mujeriego incansable, amante de la noche. A pesar de que el compañero inseparable de Alberto Olmedo en grandes éxitos nunca desatendió a su hijo, el vínculo entre ellos cambiaría para siempre cuando el cómico adoptaría a una beba de pocos meses, a quien llamó María. Porcel Junior nunca lo aceptaría. Y entonces comenzarían los problemas.
“A mi hijo le regalé dos casas y lo mantuve hasta que cumplió 21 años. Si ahora no tiene plata no es problema mío. Todos vivieron de lo que le daba a mi hijo; ahora sería bueno que se ponga a trabajar”, declaró Jorge Porcel padre en 1994, en una de las últimas oportunidades en que habló de Junior. Por ese entonces el actor ya estaba radicado en los Estados Unidos, donde abrió con éxito un restaurante y hasta actuó junto a Al Pacino en la película Carlitos Way, dirigidos por Brian De Palma.
En 2018, Jorge Porcel Junior decidió hablar y dejar en claro algunas cuestiones relacionadas al vínculo con el humorista. “Siempre mi padre necesitaba ser hostigado por abogados para que cumpliera sus obligaciones alimentarias. Nunca lo hizo por las buenas”, dijo en diálogo con Teleshow en ese momento.
Mientras que el propio Jorge Porcel afirmaba que le pasaba 2.500 dólares por mes, y que le había regalado un departamento en la Capital Federal y una casa en Acassuso, que su hijo y su ex mujer perdieron por una hipoteca que jamás pudieron levantar, Junior aclaró: “Las propiedades se las dio a mi madre, nunca me dio nada a mí, sencillamente porque yo era menor de edad”.
“Una propiedad se vendió para operar a mi abuela materna de una eventración en el Instituto del Diagnóstico en 1981. La otra casa la perdió mi mamá en 1989, en plena hiperinflación. Ella sacó un crédito y no pudo pagarlo”, agregó.
“Nunca tuve un inmueble a mi nombre”, reveló, y se mostró indignado porque su padre no fue capaz de decirle: “Hijo, te doy una propiedad ahora que sos mayor de edad y arreglátelas”. Su recuerdo del capocómico no es el mejor: “Fue demasiado poco hombre y nulo como padre”.
Tanto la mujer de Porcel, Olga -de perfil muy bajo-, como su hija Sol y su yerno Ariel, siempre salieron en defensa del actor, evitando dar detalles de la herencia que provocó una batalla interminable entre padre e hijo. Actualmente, es un misterio qué fue de la vida de esa familia que supo acompañar al controvertido artista hasta el último minuto de su vida.
Norma de Mauricio nunca pudo superar el abandono y el desamor del padre de su único hijo. Se despidió de este mundo en el más absoluto de los silencios: murió el 11 de julio del 2014, tras estar tres meses internada en el Hospital Municipal de Vicente López. Se encontraba en una situación carenciada que la llevó a mendigar por las calles para poder pagar el alquiler donde vivía y comprar un plato de comida todas las noches. La noticia de su muerte recién se conoció una semana después.
La historia amorosa de Jorge Porcel tiene varios capítulos con detalles que se fueron conociendo mucho después de su muerte. En los inicios de su carrera como vedette, desafiando el mandato familiar y a pesar de los 20 años de diferencia entre ellos, Carmen Barbieri comenzó un romance oculto con el actor. No le importaba que su papá, el queridísimo Alfredo Barbieri, se opusiera: estaba enamorada, dispuesta a arriesgarlo todo con tal de estar al lado de Porcel.
Todo comenzó detrás del telón, entre decorados y camarines. Era enero de 1977, y el rumor que circulaba en el ambiente daba cuenta de que Porcel y Carmen mantenían un romance secreto. Nadie lo podía creer.
En aquella época, siendo muy jovencita, Jorge aprovechaba para visitarla cuando su padre estaba de gira. Un día, al regresar a Buenos Aires, don Alfredo descubrió que el imponente auto del Gordo, de marca alemana, estaba estacionado en la puerta de su casa. Dicen que Barbieri no lo rayó, ni le rompió los vidrios: directamente le pegó seis tiros al coche.
Mucho tiempo después Ana Caputo, quien fuera la esposa de don Alfredo y la mamá de Carmen, lo desmintiría. “No tuvo nunca un arma. ‘Lo voy a matar’ era una expresión”, aclaró, aun reconociendo que su marido “le pegó” al humorista. Eso sí: para Ana, Porcel “era una porquería”.
Después de este incidente, Carmen puso un ultimátum: Porcel aceptaba blanquear el romance o todo llegaba a su fin. Según cuentan, Jorge le habría propuesto matrimonio, algo que nunca pensaba concretar. No se mostraban en público y siempre se veían a escondidas. Ella lo cuidaba, lo mimaba y hasta lo bañaba, pero él no la valoraba. Finalmente, después de tres años de amor prohibido, la relación concluyó.
Durante seis años Porcel contó con el amor de Luisa Albinoni, una de las pocas mujeres que hasta hoy lo recuerda con mucho cariño. “Al principio yo estaba fascinada con él: estaba cumpliendo el sueño de la piba de barrio. Sabía que estaba casado, pero él decía que estaba separado. Se iba por dos o tres días y después volvía. De Norma (de Mauricio) me habló después: me dijo que tenía un hijo (Jorge Porcel Junior). La quería mucho, y su hijo era su vida. Después descubrí que también seguía saliendo con su esposa”, explicó la actriz, en una entrevista televisiva.
“Parece mentira que ya hayan pasado 15 años desde que Jorge Porcel nos dejó. Es una persona que extraño: fue un gran ser humano, un excelente hombre y alguien que me acompañó durante muchos años de mi vida. Todo mi cariño, mi respeto, mi agradecimiento y mi verdadero corazón por él. Pasa el tiempo... y se lo extraña mucho”, dijo Albinoni en una charla con Teleshow.
En el plano laboral, una de las pocas artistas que tiene buenos recuerdos del cómico es Moria Casán. “Si bien no era muy amiga, era muy ameno en las charlas durante todos los momentos que teníamos entre las filmaciones”. Pero reconoce que “era más amiga de Olmedo”.
“A mí los dos me tenían como un señor con tetas. Conocí a las mujeres que estaban clandestinas en sus vidas, pero no eran tantas... Olmedo era más intenso, pero con el Gordo la pasé bien, y lo recuerdo con mucho cariño. Fueron grandes cómicos y grandes humoristas”, contó Moria en diálogo con Teleshow. “Porcel era un tipo muy jugoso porque sabía mucho de música, tenía ritmo, tenía onda y cantaba bien. Además, tenía un humor muy irónico, y nos reíamos mucho”.
Pero Georgina Barbarossa sufrió en carne propia lo que muchos sabían pero pocos se atrevían a confesar. Se decía que el Gordo creía que todas las bailarinas que quisieran formar parte de su staff primero debían pasar por su cama, sometiéndolas, así, a humillaciones de todo tipo. “Me metió la mano en la cola, mal”, acusó.
Amalia Yuyito González fue una de las que más sufrió los ataques de Porcel, pese a no haber trabajado nunca con él. “Porcel era un excelente artista pero una mala persona. Maltrataba y era muy egoísta con el trabajo”. Quien tampoco tiene buenas recuerdos es Sandra Villarruel: “Él estaba en sillas de rueda y minusválido, pero para hablar mierd… de nosotras sí tenía conciencia”.
Hace unos días, el marido de Camila Perisse -internada en grave estado- reconoció que a su pareja “se le cerraron las puertas en muchos canales”. “Dejó de trabajar porque dijo que no a las propuestas indecentes de la gente que manejaba todo en ese tiempo”, aseguró Julio Chino Fernández.
“Fue prohibida teniendo un contrato por cinco años, por un señor que era un hijo de mil... que ya no está: Jorge Porcel. Y me hago cargo”, continuó la pareja de la actriz. Inmediatamente aclaró que “la otra cara” era Olmedo, “todo lo contrario” a su colega. “Era un señor. Lo llamabas a las tres, cuatro de la mañana, y te preguntaba si necesitabas algo”, expresó Fernández.
Porcel tuvo una despedida austera. Cerca de 80 personas se reunieron en el Cementerio de la Chacarita para tributar un último adiós al actor, quien falleció en Miami el 16 de mayo del 2006. Fue enterrado en el Panteón de la Asociación Argentina de Actores horas después del arribo de sus restos desde los Estados Unidos. Debido a su profesión de fe religiosa, la familia evitó la capilla ardiente y efectuó una pequeña ceremonia celebrada por un pastor evangelista.
Pocas figuras del espectáculo, ninguna de sus famosas gatitas y tan solo algunos compañeros de troupe, como Tito Mendoza, el Flaco García y Rolo Puente, llegaron hasta el cementerio para la despedida definitiva a quien fuera uno de los últimos capocómicos de la era dorada de la revista argentina y popular actor de televisión, cine y teatro. También estuvo presente su esposa Olga, su hija María Sol y su hermano, todos profundamente conmovidos, además de los descendientes de ex compañeros de trabajo ya fallecidos, como la hija de Juan Carlos Altavista y el hijo de Alberto Olmedo.
A pesar del éxito artístico, para el actor fueron años de desarraigo, angustia y desorientación, hasta que, como él mismo decía, encontró refugio en Dios. Murió lejos de la escena nacional que le dio la popularidad y tuvo un último adiós contrario a su época de esplendor: con pocos aplausos.
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