“Bueno, alguna vez, jodiendo, dije que yo era hombre de una sola pitada”, dice Emmanuel Horvilleur y se ríe. El sentido de la frase puede dispararse en un montón de direcciones, mientras el cantante sigue pensando en voz alta cómo llegó al nombre de su nuevo trabajo: un álbum visual que bautizó Pitada.
“En la época en la que grabé ‘Raros’, surgieron otras dos canciones, ‘Cosa loca’ y ‘Pitada’”, cuenta y a la pasada menciona las novedades del disco, que conviven con una colección de versiones folkies y casi desenchufadas de su elástico & sugerente repertorio solista -con este, ya son seis los álbumes que firmó por fuera de Illya Kuryaki & The Valderramas-. “Le empecé a encontrar un sentido a la palabra, esa cosa medio tanguera, medio lunfarda, que tiene ‘pitada’ o la acción de pitar. Y pensé esto como una especie de pitada, pero no de humo nocivo, sino de naturaleza. Una pitada de aire fresco. Como una bocanada, podría ser... Pero esa palabra no la podemos usar”, dice y se vuelve a reír. El guiño a Gustavo Cerati no es casual, ya verán: su figura y aura están muy presentes en este disco, “una respuesta a la situación de encierro y a los shows en lugares cerrados pero con mucho protocolo y barbijo que se vieron cuando se empezaron a hacer algunas cosas”, tal como lo define.
De la casa con diez pinos de Manal hasta la propuesta de “hacerse un viaje al campo y sentirse libre para poder sentir” hecha por Pity Álvarez y Viejas Locas (“El árbol de la vida”), pasando por las “Mañanas campestres” de Arco Iris, la oda a La Pampa escrita por Los Visitantes, Celeste Carballo “Querido Coronel Pringles” o Ricardo Iorio y Almafuerte haciendo un “Convide rutero”: cada tanto el rock argentino, de raíz urbana, le canta a sus ganas de escaparse de la ciudad. Apretado por la cuarentena, a Emma le pasó parecido esta vez. “Cuando se dio la posibilidad de salir un poco del confinamiento, un día estaba tocando la guitarra ahí, bajo los árboles, escuchaba los pájaros. Y dije: ‘Si tuviese que hacer un show, un stream, o lo que sea, me gustaría hacerlo en este ambiente de naturaleza’”, cuenta.
Se refiere al entorno verde y agreste ubicado “en algún lugar de la Provincia de Buenos Aires” que lo motivó a crear este oasis sensitivo, en conexión con la naturaleza y “bastante desprovistos de producción musical en cuanto a que dejamos de lado las baterías, los beats, los teclados y cualquier cosa grabada, para concentrarnos en lo pequeño de lo acústico”. Entre los silencios, se escuchan pájaros, grillos y el viento rozando el pasto. “Muchas de mis canciones empezaron con una guitarra acústica, entonces fue como sacarle capas de producción y dejarlas un poco más desnudas”, agrega acerca del método aplicado a la hora de reversionarse.
Lo grabó en dos días junto a Carlos Salas, Mariano Domínguez y Andrés Cortés, configuración de músicos que influyó a la hora de elegir el audio y la intención del trabajo: “Cuando decidimos esta formación con percusión, bajo, contrabajo, voces, guitarras acústicas, banjos o los cavaquinhos que están ahí, empezamos a ver cómo podíamos adaptar cada una de las canciones. Es un disco, tal vez, más dogmático que los que yo hago. Siempre me permito saltar de una cosa a la otra, entre lo que es más tocado o más electrónico. Esto es más un sonido y me divertía también hacer algo con esos límites, además de que está basado en las personalidades musicales de cada uno de estos cuatro integrantes”, dice Emma.
“Pitada se me transformó en una linda palabra, visualmente”, insiste el cantante sobre la dimensión y la importancia de la imagen en este largo, dirigido y realizado por Qué Calido, que entre el transcurrir de la música, le da protagonismo a inserts de cautivantes cielos bonaerenses, testimonios de la banda (se destaca el histrionismo de Salas, en modo chamánico: “Es un músico tremendo y un pibe muy conectado con la música, la naturaleza y la vida en general”, lo define Horvilleur) y citas al poeta estadounidense Walt Whitman. “Llegó a mí por un libro que me regaló una compañera de teatro, hace muchos años… Ella me dijo: ‘Tenés que leerlo’. Y a partir de ahí, siempre me gustaron sus poesías; algunas creo que se adaptaban a este momento y nos tomamos el atrevimiento de usarla”, recuerda.
El primer adelanto de Pitada había sido una versión de “Llamame” con Bandalos Chinos, lo que ya adelantaba el carácter colaborativo del disco. “Siempre pensé que esto tenía que verse enriquecido por la presencia de algunos invitados. Entonces rápidamente pensé en ellos y también en Zoe Gotusso para ‘Amor loco’, una canción que siempre me gusta cantar con alguna chica, porque tiene esa cosa de dueto desde el vamos, desde que salió”, dice sobre la elección de los dos primeros invitados, según orden de aparición.
La siguiente es Chiara Parravicini, a cargo de una interpretación celestial para “19″, aquella canción que Horvilleur registró originalmente en su álbum Mordisco (2007) junto a Gustavo Cerati. Allí interpretaron a dos crooners seductores y perdedores que, con el corazón complicado, entrelazaban versos al límite de lo permitido para darle forma al, acaso, cruce perfecto del pop argentino. “‘19′” es una canción que está, obviamente, muy emparentada con Gustavo. Pero Chiara la rompió, la elevó a otro lado que me encanta. Y pasaron cosas cuando la hicimos…”, dice Emmanuel y se abre a describir aquellas profundas y místicas sensaciones: “Cuando empezamos a grabar ’19′... se van a dar cuenta que hay como una especie de vuelo de un pájaro al comienzo de la canción. Y como que ese pájaro nos dijo: Van bien’. Toda la versión fue como re sentida y re conectada entre todos. Chiara tiene un modo de interpretación muy de ángel”, dice. Y remata: “En un momento yo vi el sol: unas nubes se corrieron y me vino el sol directo… Toda esa grabación fue muy mística. Es una de las mejores versiones que hay en el disco”.
La otra invitada del álbum aparece en el último tema, el ya mencionado “Cosa Loca”: la bailarina Evangelina Bourbon, pareja de Horvilleur desde hace unos años. “Ya veníamos siendo novios pero la cuarentena nos unió más aún y es parte re importante de Pitada. Ella siempre estuvo al lado. Cuando yo estaba componiendo una música, que terminó siendo ‘Cosa loca’, ella tiraba unos coritos que me gustaban. Cuando la estaba grabando, le dije: ‘Quiero que grabes eso que cantantes ese día’”, recuerda sobre el coro que le da cierto aire psicodélico y selvático al final del disco.
Además, Emmanuel reconoce que su novia también tiñó otros momentos de Pitada: “Evan tiene swing musical, es una influencia y aprendo de ella porque, al ser bailarina, también sabe de ritmos que a mi siempre me gustaron, pero que asimilaba sin tanto saber. Me enseñó cómo bailar ciertas cosas, como el cha cha cha, lo que me ayudó a entender cómo se cuentan otras músicas. Por ejemplo, la nueva versión de ‘Radios’, puede verse como un cha cha”, revela.
Futuro y pasado
Aunque la pandemia frenó sus shows y la posibilidad de trabajar tocando, la música nueva sigue apareciendo. “Canciones, por suerte, no faltan. Habiendo sacado Xavier (2019), mi idea en principio era sacar Xavier 2 y Xavier 3, la trilogía de Xavieres. El 2 lo tengo casi cerrado y hay buenos cruces: tenemos una canción muy linda que hicimos con Lucas Martí -su hermano- y León Gieco, también otra con Lisandro Aristimuño y tengo la intención de viajar al Uruguay a terminar una canción con la familia Rada”, adelanta.
El cara a cara (virtual) con Emmanuel se dio dos horas antes de que Pitada viera la luz. La situación de “ansiedad, con ganas de que salga y sea parte del espacio” que acusaba el autor, se contraponía a la proximidad de una efeméride importante en su línea temporal: en junio se cumplirán 30 años de Fabrico Cuero, el debut de Illya Kuryaki & The Valderramas. Un escupitajo de rap, un rapto de candidez en clave comic hiperrealista, de crónicas delirantes y exageradas que aun mantienen una vigencia pasmosa (chequear las letras de “Jubilados violentos”, “Nacidos para ser argentos” y “Corrupción gringa”).
Todo a cargo de dos adolescentes de 13 y 15 años en la senda de Run-DMC, Beastie Boys y LL Cool J, pero también con algunos elementos del “puro rock nacional”: contó con la producción y las guitarras Luis Alberto Spinetta; Gustavo Spinetta, hermano del Flaco y baterista de Artaud (1973)-; dos históricos spinetteanos como Javier Malosetti -que colaboró con teclados, bajo y programación de baterías y percusión- y Claudio Cardone; y el filósofo Alejandro Rozitchner a cargo del bajo, una rareza absoluta.
“Yo vivía cerca del Alto Palermo, entonces me iba caminando hasta la avenida Córdoba, me tomaba el 140, me bajaba en Urquiza, caminaba un par de cuadras y llegaba al estudio de Luis, que en ese momento se llamaba Cinta Calma”, recuerda Emmanuel de aquellos días entre 1990 y 1991. “Y durante un par de semanas fue ir a grabar las canciones que habíamos hecho con Dante. Eran siete, en principio. Tuvimos la posibilidad de mostrarle ese demo a Pelo Aprile, que estaba en EMI. Él las escuchó y nos dice: ‘Me encanta esto, quiero sacarlo ya, así, tal cual como está'. Dijimos: ‘Eh, pero...’. ‘No, saquémoslo así’, nos insistió. Nosotros éramos chiquitos e hicimos caso”, se ríe hoy.
En esos 23 minutos y monedas quedaron surcadas para siempre las voces, las ansiedades y el desparpajo de la dupla, una especie de regalo para toda una generación: para muchos, los IKV resultaron ser el primer acercamiento a las rimas, una buena ventana para mirar hacia el rap y el hip-hop, músicas tradicionalmente angloparlantes. “Yo tenía 15 cuando lo grabamos y 16 cuando salió; Dante tenía 13 y 14 cuando se editó. Fue el nacimiento de nuestro gusto por hacer música y de un montón de cosas muy locas que viviríamos durante esos años”, dice Emma.
El álbum contenía el hit “Es tuya, Juan”, que multiplicó la imagen & sonido del dúo en la televisión de la época: la tribuna de Jugate Conmigo muriendo por ellos, la tanda de ATC hechizada por un fragmento del videoclip, o también una merienda delirante con Roberto Pettinato en Rebelde sin pausa. “Yo estaba repitiendo tercer año, pero yendo a cobrar (regalías por derechos de autor en) Sadaic por primera vez. No me acuerdo bien cuánto era, pero me compré una campera de cuero y unas zapatillas bien skaters; para mi hermano, unos muñecos de G.I. Joe; y a mi hermana, hojas con unos marcadores grandes. Eso fue ‘Fabrico Cuero’”, define Emma.
“Hoy en día, el disco me da mucha risa, en el buen sentido, porque me acuerdo cómo funcionaban nuestras cabezas en esa época, éramos muy deformes. Me encanta escucharlo: lo tengo en vinilo, de vez en cuando lo ponemos y nos reímos un poco junto a André, mi hijo. El otro día me llamó Dante (Spinetta) para mostrarme una letra que había hecho en esos años y era todo muy influido por los cómics, las revistas Fierro... las cosas más deformes están muy presentes en nuestra música. Y nos divertíamos mucho haciéndolo. Hacíamos las letras para que el otro se ría, básicamente”, explica sobre la química en la que fluyeron.
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