Una frase indeleble de Alejandro Sanz, entrelazada con ad-libs percusivos de la escuela Kanye West, sobresale en una balada amarga cantada desde la perspectiva de una mujer que espera y desespera. O el “cohete en el pantalón” de “Mil Horas” (Los Abuelos de la Nada) encapsulado en un rock con autotune, honestamente brutal o brutalmente honesto. O los versos del tango “Nostalgias” mezclados con un sample de “Slide” (de la fascinante H.E.R., escrito junto a Jay-Z, gloria y CEO del hip-hop) y con una declamación reivindicatoria de los españolismos en boca del coplista Pepe Blanco. O una actualización pecaminosa de la bossanova con la guitarra y el eco vocal de Toquinho. Son apenas un puñado de escenas de El Madrileño, el tercer larga duración de C. Tangana, algo así como un cadáver exquisito de la música pop(ular) de los últimos 100 años.
Este el disco al que más tweets, stories, artículos y otras piezas descartables de la era digital se le dedicaron en lo que va del 2021. Así los lee Tangana desde la portada: de espaldas y con la mirada hastiada, lista para imprimirse en una nueva plantilla de memes. Cuando pase todo eso, incluyendo una aceitada y agobiante campaña de marketing en torno a su lanzamiento, posiblemente quede algo parecido a un clásico: un disco inclasificable e irrompible que dentro de 10 años podrá ser disfrutado de igual manera que ahora mismo. Como los videoclips de cada uno de los 14 tracks, rodados por Little Spain y parte indivisible del trabajo, porque agregan capas al imaginario con un festival de imágenes sobre Madrid. Abundante, como la mesa de té servida en “Ingobernable”. O como la del “Tiny Desk” que estrenó hace unas semanas, especie de lado B en el que presenta una canción nueva (”Me maten”) y se da el gusto de insertar un fragmento con vocoder de “Bizarre Love Triangle” (New Order) en el valle de la alegórica “Los tontos”.
Con una visión futurista y beats de diseño preciso -cortesía de Alizzz, su productor de los últimos seis años- C. Tangana encontraba inspiración para rapear en el “hielo” que cuelga de su cuello, en las mujeres en cuatro, cocaína en la nariz, tragos de champagne y los cristales negros de la limo, entre otros clichés en los textos de trap y hip-hop. Y si bien en “Demasiadas mujeres” -tema que abre el álbum- mantiene cierto vicio por frontear, afinó la pluma para hacer un recuento de sinsabores por encima de una machacante música que suena a réquiem para un torero del siglo veintidós. Luego, se muestra aun más vulnerable para entregar la primera gran sorpresa: “Tu me dejaste de querer”, un neo flamenco robustecido por las apariciones dramáticas de La Húngara y Niño de Elche, dobleces de bachata y un riff de guitarra tan adhesivo como puede serlo el estribillo más ganchero. Una fusión entre actualidad y tradición: el folclore español y latino sobre una trama de pulso electrónico.
“Para mí, ahora, el reto es la experimentación. En España ya me conocen, ya he sorprendido, he modificado cosas. Me interesa hacer eso mismo en la comunidad global, en la música en español del mundo, ¿no? Y acertar ahí”, había adelantado C. Tangana, de manera solapada, en una charla que tuvo con Teleshow en noviembre de 2019. Ahora dice que este “es el disco que mejor ha salido en la historia de mi carrera. Y, pues, estoy lleno de ilusión, contento de que la gente se lo esté tomando así, que de repente me estén poniendo en otro lugar a partir de este álbum. Todo lo que yo podía pensar que podía hacer con El Madrileño, lo estoy cumpliendo”, celebra el artista nacido hace 30 años con el nombre de Antón Álvarez Alfaro -y también conocido como Pucho- desde este nuevo no-lugar que son las videollamadas. No sé si es Baires o Madrid: mientras anochece en la capital española, desde donde se conecta Antón, en Argentina todavía es una tarde radiante.
“Creo que todas las posibilidades que había de hacer un tema, las hemos utilizado”, cuenta sobre el carácter mutante del disco. “Transitamos por distintos procesos de composición: desde lo más mínimo, como ‘Demasiadas mujeres’, que es la búsqueda en el sample, desde el ordenador. Después, la mayor parte del disco fue con los productores Víctor (Martínez), Cristian (Quirante, más conocido como Alizzz) y yo, componiendo canciones y luego pensando quién nos podía ayudar a terminarlas”, introduce y da el pie para hablar de otro de los aspectos importantes del disco: los invitados.
“Hasta hace unos años, como buen rapero, me interesaba mucho el respeto y creía que lo más importante en mi carrera era que la gente dijese que mi música era buena. Y mi ambición artística también iba por delante; yo creo que hasta de mi propio trabajo”, admite.
“Pero una vez que todos estos músicos y artistas que salen en el disco me empezaron a dar la buena en el estudio y empecé a tener su respeto, empiezo a estar bastante satisfecho, hasta el punto de que cuando salió el álbum yo ya no sentía que necesitase que nadie dijese que era bueno o malo: el simple hecho de que tantos artistas tan buenos, que yo he admirado tanto, y que esta locura de tracklist se cumpla, ya me deja a mí satisfecho. Me da la palmadita en la espalda, ya es suficiente para mi reconocimiento”, dice para referirse a la imposible colección de artistas que coexisten en El Madrileño: desde Andrés Calamaro y Jorge Drexler, hasta los Gipsy Kings y José Feliciano, pasando por Elíades Ochoa -del Buena Vista Social Club- y Kiko Veneno. También hay compañeros de generación, como Ed Maverick, Omar Apollo, Carín León y Adriel Favela.
“Al principio sí que te da miedo enfrentarte a alguien al que admiras tanto y que sabes que tiene una trayectoria tan larga, pero a mí también me gusta esa sensación, ese reto”, analiza Tangana. “Fue como una prueba que uno quiere pasar y uno siente que ha venido entrenando muchísimo para que llegue este momento y estar fresco y tener lo que hay que tener para meterse al estudio con esas bestias y hacer algo que merezca la pena. Entonces, yo diría que es a lo que me quiero dedicar a partir de ahora: a hacer música con maestros”, asegura.
—¿Te sentís maestro de los artistas más jóvenes que vos y te ven como modelo?
—No, la verdad que no. Todavía no me siento maestro de nada. Me gusta la posición de aprendiz y de joven ambicioso. Y voy a tratar de estirarla hasta que las arrugas de mi cara me lo impidan (se ríe).
Hablan los maestros
A pedido de Teleshow y también desde Madrid, Andrés Calamaro define a C. Tangana: “Se vindica en el paisaje real, temeroso de nada se yergue como valedor de lo clásico, lo que le gusta de toda la vida; tampoco encaja en lo que se entiende por clásico pero quizás ya lo sea, clásico y moderno. Tiene un instinto especial para fusionar artistas y fusionarse con artistas, productores y estilos, construir con eso un estilo propio, un manejo especial de los terrenos (en el sentido taurino). Tampoco quiero cargarlo con expectativas, que trae mala suerte. Es un creador y más cosas, creo que supo maniobrar para construir un status en la industria”, dice quien puso sus versos y su voz en la eufórica “Hong Kong”, que cierra el álbum. “Compartimos poco tiempo porque no tuvimos dificultades, fue una sesión de grabaciones casi perfecta, escribiendo letra, compartiendo acordes, en el armado creativo de la producción digital y las grabaciones tradicionales de voces y guitarras. Muy bueno”, recuerda Calamaro.
Desde San Pablo, Toquinho le cuenta a Teleshow cómo fue participar de El Madrileño: “Escuché la música, su intención, y participé de manera muy solidaria, produciendo el sonido que sugerían, de una guitarra bossanovista más educada. Y así empezó el trabajo. Siempre estoy abierto a nuevas tendencias musicales, priorizando mi técnica y mis conocimientos musicales. Me gustan las asociaciones. Y esta fusión es saludable: que nos saque de la zona de confort, es siempre un desafío. Lo que importa es la creatividad y satisfacción con el trabajo realizado, que es perpetua para las nuevas generaciones”, dice el guitarrista y cantautor, en los créditos de “Comerte entera”. “La principal característica de C. Tangana es la versatilidad: viaja por tendencias musicales del pasado dándoles una perspectiva absolutamente contemporánea”, agrega.
Hay quienes pueden ver a Rosalía -ex pareja de Antón- en algunos clips, en el arte y hasta en las letras del disco, especialmente en los momentos que suenan a despecho. Lo cierto es que haber sido parte fundamental de la composición del fascinante El mal querer (2018) -obra conceptual en la que la cantante combinó su entendimiento del flamenco con electrónica experimental-, influyó en Pucho: veinte días más tarde de la edición del álbum, él lanzó la canción “Un veneno”, junto a Niño de Elche. En El Madrileño vuelve en forma de remix, corregida y aumentada con el magnetismo hipnótico de José Feliciano. “Esa canción me acercó a la música más de raíz y a alejarme de lo estrictamente urbano. Fue el mayor punto de inflexión porque habiendo escuchado esa canción, el resto de las cosas ya se podían pensar. Pero hasta ‘Un veneno’, todo esto era impensable. Entonces hace la gran diferencia porque yo no había compuesto nada que se pudiese salir de las estéticas urbanas que yo más dominaba, nada que se asemejase a música de raíz. Fue la primera canción que he escrito en mi vida, sí”, revela Tangana.
Para contar un poco más de la cocina del álbum, el productor y músico Alizzz manda unos mensajes de voz: “Yo no estuve involucrado en ‘Un veneno’; ahí entró en la ecuación Víctor Martínez, el otro productor. Víctor es el músico, él es la parte musical, más de conservatorio. Y ese fue un punto de partida en el que luego ahondamos un poco más y donde yo me metí más de lleno: lo primero fue ‘Para repartir’ -single de Tangana editado en 2019-, un experimento en el que empezamos a ver que había un camino entre lo tradicional y mi aportación, desde la música electrónica. Al poco tiempo hicimos ‘Demasiadas mujeres’ que fue ya como el asentamiento de que había algo ahí entre manos. Y ya cuando hicimos ‘Tu me dejaste de querer’, pues, probablemente fue donde hallamos un single más grande que podía liderar el álbum”, detalla sobre esta evolución musical. Y le tira una flor a su socio: “Para mí, Pucho es el mejor escritor y compositor en español. Es increíble la facilidad que tiene, lo rápido que escribe y lo afilada que siempre tiene la pluma”.
“Creo que si hay un discurso debajo de El madrileño que tenga que ver con la forma de escribir canciones, es la de la canción popular y la de la sencilla poesía de la canción, de la canción como género. Que es algo profundo, emocional, honesto, fuerte, pero sencillo, dicho y hablado con palabras sencillas que todo el mundo puede entender y con imágenes fuertes, potentes, que no son rebuscadas”, retoma Pucho.
—¿Es cierto que estabas harto de la música que venías haciendo?
—Más o menos, sí. Es un poco una exageración decir que estaba harto, pero sí que sentía que no estaba siendo honesto del todo conmigo. Yo me digo mucho a mi mismo que quiero ser un artista gigante, la trascendencia y todo eso. Y bueno, pues, tenía que demostrarlo e ir un pasito más para allá. Creo que este disco nace de esas sensaciones. Yo no lo había pensado así, pero me lo dijo Jorge Drexler: este es un disco muy conciliador, que juntaba géneros que parecía que se enfrentaban, generaciones que parecía que no conectaban, acentos, ritmos… Para mí uno de los objetivos del trabajo era que de esa mezcla surgiese algo nuevo y algo de lo que estar orgulloso.
—¿Cómo conectaste con la tradición musical, tanto de España como de América, que ponés en valor en el disco?
—Ha sido muy emocional. Yo he empezado a viajar y me he dado cuenta de cosas que echaba de menos, de nostalgias que tenía, de saudade, de pena que me daba el hecho de no estar en el lugar de donde soy, recuerdos, cosas que no valoraba cuando las tenía... todo eso ha ido construyendo esa nostalgia en mí, de lo español... aunque siempre he estado interesado por lo español, por lo autóctono, por lo cañí. Pero con los años se ha hecho muy grande. Y a partir de ahí he reivindicado ciertas cosas, pero sin pensarlo mucho más allá.
—En esta época de híper globalización y mestizaje cultural, ¿pensás que es buen momento para llevar al frente las raíces?
—Sinceramente, no sé si es un momento para las identidades, para diluirlas; no sé si la cultura necesita más globalización o menos globalización, no lo he pensado desde ahí. He tratado de ser emocional con lo que a mí me apetecía y con lo que necesitaba que sucediese. Creo, de todas formas, que es todo cíclico y es imposible que la tendencia dure sin recuperar nada de la tradición. Siempre hay alguien que, en mitad de la tendencia, recupera a la tradición de alguna forma. Y normalmente, la tendencia suele estar marcada por esos revisionismos de la tradición, en todas las artes, en toda la creatividad, en las vanguardias es una constante, es como funciona. La mayoría de ideas parece que ya están por ahí.
—Entre los muchos detalles que hay en El Madrileño, está la particularidad de que lograste que Andrés Calamaro y Jorge Drexler trabajaran juntos por primera vez en un estudio. ¿Cómo fue?
—Trabajar con ellos es una locura porque son dos maestros cada uno en lo suyo: Andrés, un maestro de la desinhibición y Jorge, un maestro intelectual. Haberles metido yo en el estudio a los dos juntos por primera vez es algo que me llevaré a la tumba como uno de mis mayores logros en la música. A ellos les tengo guardados en el mismo cajón emocional: escuchaba su música de joven, en el mismo momento, especialmente los discos Frontera (Drexler) y Honestidad Brutal (Calamaro). Juntarles también era una especie de reto personal, como lo que hice con la rumba y con la bachata: dos cosas que por sí mismas o por estéticas parecen que no deberían encontrarse, pero que emocionalmente les encuentro un vínculo y trato de que el mundo construya ese mismo vínculo que yo he construido por mis vivencias, pero por obligados, ¿sabes? Hacerlo de tal forma que se les vea juntos, que estén juntos, que uno se mezcle con el otro y que las dos personalidades funcionen.
—Se viene hablando mucho de El Madrileño: reacciones, análisis, valoraciones, críticas. ¿Hay algo que todavía no se haya dicho del disco y que te gustaría que se le prestara atención?
—Me gustaría que se hiciera foco en que la versión del video de “Nominao” es en directo. Y que es la primera vez en mi vida que estrené una canción con un directo. La forma de interpretar y de tocar de Jorge (Drexler), es increíble. Es un pequeño matiz, pero nunca me hubiera imaginado que iba a ser tan pequeño. Yo siempre he pensado que no podría interpretar una de mis canciones en directo de tal forma que ganase algo más que la versión grabada. Nadie se ha dado cuenta de eso, todo el mundo se cree que es un videoclip. Me hace gracia porque creo que se ha pasado por alto.
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