El antisemitismo aparece en el cine desde sus comienzos, aunque siempre girando en torno a films de época y a personajes puntuales, por ejemplo la adaptación cinematográfica del caso Dreyfuss y el famoso Yo acuso de Emile Zola. Con el ascenso del nazismo en Alemania, el tema cobra protagonismo en films de propaganda. Los nazis realizan varias películas contra los judíos y los aliados empiezan a contar historias de antisemitismo y discriminación por parte de los nazis. No era difícil aceptar que el Tercer Reich era malo y su monstruosa maquinaria era conocida en todo el mundo. Si a alguien le quedaba alguna duda de esto último, en los Juicios de Nuremberg fueron presentadas las pruebas de a donde llevaba ese odio.
Sin embargo, al finalizar la guerra, Hollywood prefirió centrarse en el regreso de las tropas a casa y no escarbar tanto en los conflictos de odio dentro del propio país. En 1947 aparecieron dos películas que cambiarían eso y la industria se encontraría en una situación complicada a la hora de aceptar o no el tema que las unía: El antisemitismo en los Estados Unidos. La idea de que existían antisemitas que no eran parte del partido nazi, sino ciudadanos comunes habitando el país era demasiado fuerte para aquellos años de post guerra.
Si bien Encrucijada de odios (Crossfire, 1947) de Edward Dmytryk se estrenó antes que La luz es para todos (Gentleman´s Agreement, 1947) la diferencia sustancial entre ambas es que la primera trata de un crimen de odio, mientras que la segunda muestra diferentes niveles de prejuicio en ciudadanos comunes que no serían capaces de asesinar a una persona por su religión. Justamente lo perturbador es que esos ciudadanos, cualquiera de ellos, son los que abren la puerta a los otros crímenes. La película es muy didáctica con respecto a esto, gran parte de la trama se dedica a explicarlo. Es una idea directa y real, pero nadie lo había dicho antes en una película de Hollywood.
El productor de la película, Darryl F. Zanuck, fue uno de los grandes nombres de la Edad de Oro de Hollywood. Sus películas fluctuaban entre el puro entretenimiento y los temas complejos. Había producido varios títulos de John Ford, incluyendo Viñas de ira (1940) la durísima novela de John Steinbeck sobre la Gran depresión. Junto con Ford había ganado el Oscar a mejor película con Qué verde era mi valle! (1941) y nadie podía discutir su habilidad para producir películas. Zanuck sabía que estaba adaptando un libro polémico al comprar los derechos de Gentleman’s Agreement de Laura Z. Hobson. El libro había alcanzado el puesto número uno entre los más vendidos del ranking del New York Times, por lo que el tema era complicado pero exitoso a la vez.
La historia que cuenta es la de un joven escritor y periodista Philip Schuyler Green (Gregory Peck) que se muda de Los Ángeles a Nueva York para iniciar una nueva carrera. Viudo, vive con su madre y su pequeño hijo. Green acepta escribir un artículo sobre antisemitismo para una prestigiosa revista. Al principio no sabe como encararlo hasta que se le ocurre una la siguiente idea: Decir que es judío durante varias semanas y ver cuál es la reacción a su alrededor. La consigna, muy sencilla y hasta inocente, desata frente a sus ojos una tormenta de prejuicios y odios que hasta ese momento no eran evidentes para él. Se corre el velo y puede ver como en la vida cotidiana los judíos son despreciados por una parte de esa sociedad en la cual él vivía sin problemas hasta entonces. Desde un comentario despectivo, hasta el bullying al hijo en el colegio, pasando por lugares que prefieren no trabajar con judíos. También aparecen hoteles que no los aceptan aunque no lo dicen y barrios que tienen un “Acuerdo entre caballeros” (de ahí el título del film) para que no vivan allí judíos. La situación se va complicando y hasta la propia novia del protagonista, que sabe la verdad, termina mostrándose cómplice de los prejuicios.
Cuando en Hollywood se enteraron de la realización de la película varios productores y dueños de estudio se empezaron a preocupar. Las presiones para que se cancelara el proyecto se multiplicaron. Incluso recibieron amenazas diciendo que si estrenaban la película iba a contarle a todo el mundo que la mayoría de los dueños de los estudios eran judíos. En verdad, la mayoría de los dueños de los estudios eran judíos, pero tal amenaza no solo demostraba que la película tenía razón de ser, sino que exponía algo que aparece en la película: muchos judíos no querían generar controversia acusando a ciudadanos comunes de ser antisemitas. Darryl F. Zanuck, por otro lado, veía en estas cosas las señales de un éxito asegurado. Incluso uno de los grandes estudios le ofreció pagarle el costo total de la película para que no la estrene. Zanuck confirmó así que debía estrenarla lo antes posible.
El propio manager de Gregory Peck le había dicho que este rol era complicado, pero el actor, que sería conocido a lo largo de su carrera por elegir esta clase de roles, sabía que debía aceptar. Peck, uno de los más grandes actores de la historia del cine, sin duda es uno de los pilares sobre los que se sostiene la película. Otro gran actor, John Garfield, aceptó un rol menor solo porque sentía que debía estar en una película sobre este tema. Ninguno sabía a ciencia cierta como caería esta historia. La industria estaba doblemente preocupada en ese momento, el gran enemigo era el comunismo y el Comité de Actividades antinorteamericanas miraba atentamente a todo aquel film que atacara el modo de vida americano. Dos años antes estaban combatiendo al nazismo, ahora podía traer problemas hablar sobre antisemitismo, tan absurdo como se lee.
La película se estrenó y demostró que Zanuck tenía razón. Recibió críticas favorables y fue un éxito de taquilla enorme, mucho mayor al que esperaban. Obtuvo varias nominaciones al Oscar y ganó el premio mayor, mejor película, así como también mejor director, el primero para Elia Kazan, y mejor actriz secundaria, Celeste Holm. Peck fue nominado pero no ganó, sin embargo esta película fue clave en su carrera. Crossfire, mencionada anteriormente, también obtuvo varias nominaciones incluyendo mejor película, pero no obtuvo ninguno.
A juzgar por el éxito de taquilla y por las nominaciones al Oscar y su victoria, se podría decir que Hollywood sí se animaba a los temas polémicos y sí aceptaba hablar de aquello que es complejo y controversial. Los premios respaldan esta idea, no solo la taquilla y el apoyo de la crítica. Sí, el tema causó un revuelo nunca visto, pero el coraje recibió un reconocimiento claro por parte de todos. La gente entendió la gravedad del tema tratado en el contexto de un mundo que recién se había librado del nazismo. La luz es para todos realizó una denuncia en 1947 que hoy podría volver a filmarse, pero cabe preguntarse si Hollywood hoy apoyaría y premiaría una película como esta. El antisemitismo que la película muestra es cotidiano y tiene formas más sutiles que el nazismo, aunque al final terminen conduciendo al mismo lugar.
SEGUIR LEYENDO: