Muchas veces el camino a la fama suele estar marcado por las etiquetas. En ese sentido, Megan Fox carga con el rótulo de la chica sexy de Hollywood desde sus primeras apariciones, tanto en la televisión como en el cine. Sin embargo, no reniega del todo. Hasta dice disfrutarlo, aun cuando esa circunstancia la haya alejado de otros papeles significativos. En el medio, vivió una gran pesadilla.
Megan nació el 16 de mayo de 1986 en Oak Ridge, un pueblito de Estados Unidos. Sus primeros años de vida estuvieron marcados por vivencias que le dejaron secuelas, sufrimientos que dejaron su huella y la convirtieron en una mujer hermética a la hora de relacionarse.
Sus padres se separaron cuando era una nena. Fue criada por su mamá y su padrastro bajo la fe protestante. La rigurosidad estuvo presente en la manera en la que creían que debía crecer: fueron muy estrictos con ella desde los primeros años de vida. Haciendo un repaso por una infancia con la danza como protagonista (arrancó a los cicno años) y la adolescencia como modelo (hizo sus primeros trabajos a los 13 años), la actriz recuerda que no la dejaban invitar a sus amigos y compañeros de colegio a su casa porque “no estaba bien visto”. Le impedían socializar por fuera del establecimiento. Hasta tenía prohibido tener novio.
Su mayor desafío se dio en la secundaria: fue víctima de bullying. La única alternativa que encontró su madre fue cambiarla a otro instituto. “Había unas chicas malísimas en mi colegio, por eso me fui. Tenía 15 años y todas sabían que quería ser actriz. Una de ellas se vistió de cuero negro y decía para burlarse de mí: ‘Soy Megan Fox’”, contó en una entrevista. “Todo el mundo me odiaba y era un completo desastre. Mis amigos no eran de mi edad, y también empecé a tener una personalidad muy agresiva, por eso las chicas no me querían. Únicamente he tenido una amiga en toda mi vida”.
A la vez que seguía avanzando en su carrera como modelo, a los 15 años tuvo su primera experiencia significativa como actriz en Holiday in the sun, protagonizado por las gemelas Mary-Kate y Ashley Olsen. Lo que hasta ahí había sido un sueño comenzaba a hacerse realidad, aunque el martirio de sus compañeras de escuela se acrecentaba, haciendo que, por momentos, todo fuera una pesadilla. Por esta razón a los 17 intentó dejar sus estudios, pero su mamá no se lo permitió.
A medida que fue ganando dinero, lo fue ahorrando. En su horizonte estaba la idea de la independencia: quería mudarse sola, y quería que fuera pronto. Lo consiguió, pero cortando lazos sentimentales. Cuando se radicó en Los Ángeles, lo hizo con el corazón roto: su primer novio cortó la relación deseaba un vínculo a la distancia. “Fue un año terrorífico. ¡Dios!”, recordaría Fox, mucho tiempo después.
Del despegue al colapso
Ya lejos de su familia y habiendo terminado la secundaria pese al tormento, Megan inició decididamente su camino a la fama. Hollywood le tenía guardado un lugar y fue por eso, aunque su alta exposición le significaría un inferno, como ella misma lo definiría.
Su aparición resonante tuvo lugar en la exitosa serie Two and a Half Men, con Charlie Sheen. Le dieron un papel muy sugestivo; todavía no había cumplido los 18 años. Luego -ya con 21- protagonizó Transformers. Allí saltó a la fama. Y la consideración unánime de una categoría que la persigue aún hoy, ya con 34 años, y más allá de sus intentos por salirse de ese rol.
Recién incursionado como actriz, se vio en las tapas de muchas revistas por lo que representaba su imagen. “No estoy cómoda con ese rol en el que me pusieron: yo no soy eso. Las mujeres somos como mercancías que venden un producto a través de los pechos, las piernas y la cola”, declaró en FHM, luego de ser la protagonista de la portada del medio, distinguida como “la mujer más sexy del mundo”.
El protagónico en la segunda entrega de la saga de Transformers terminó por colocarla definitivamente en ese sitio. En vano fueron los intentos por incursionar en otros papeles. Quedó encasillada, su aspecto por encima de su capacidad de interpretación. Y como en aquella época escolar, debió enfrentar los prejuicios, las descalificaciones y los comentarios fuera de lugar. “Es tonta como una piedra, solo podría encontrar el éxito en películas para adultos”, declaró Michael Bay, director de las primeras películas de la saga. Además, sostuvo que era una “mujer difícil para trabajar”.
¿La respuesta de Megan? “(Bay) quiere ganarse una reputación de megalómano, es una pesadilla trabajar para él porque es un Hitler en el set. Pero cuando sale del rodaje y no está en modo director, es tímido y vulnerable. No tiene herramientas sociales y resulta hasta adorable”. Esas frases hicieron que Steven Spielberg, productor de Transformers, la despidiera y contratara en su lugar a la modelo Rose Huntington-Whiteley.
Lo que vino luego de ese episodio fueron papeles menores. Le costó regresar a los primeros planos y recuperar su lugar entre el grupo de elite. En 2017, durante una entrevista con Cosmopolitan Uk, Fox se refirió al escándalo: “Ese fue absolutamente el punto más bajo de mi carrera. Pero sin esa cosa, no habría aprendido tan rápido como lo hice. Todo lo que tenía que hacer era disculparme y me negué. Era tan moralista a los 23 que no podía ver algo por fuera de un bien mayor. Realmente pensé que era Juana de Arco”.
Reivindicación
Pese a su mea culpa, con el resurgimiento y ya habiendo recobrado la popularidad, Megan se permitió dejar sentada su postura sobre el mundo de Hollywood. “Durante mis primeros años he soportado algunas experiencias genuinamente desgarradoras en una industria despiadadamente misógina. Fui sexualizada, me llevaron a un terreno al que no quería. Pero afortunadamente eso ya forma parte del pasado”, afirmó en un texto que compartió en sus redes sociales.
“Viví una década en la que me sentí como la mierda, sentí que había estado en una presión autoimpuesta durante gran parte de mi vida. Siento que fui arrojada en un tren de toxicidad. Yo era muy chica y que a esa edad te digan que no eres bueno o deficiente, todo eso se absorbe y se convierte en tu realidad. Realmente esas cosas me afectaron profundamente”, remarcó, cuando logró superar su tormento.
En este punto, se permitió una crítica hacia los movimientos de los que forma parte: como una paradoja, considera que no la tienen en cuenta. En algún momento habló del MeToo, que nació en Estados Unidos para denunciar la violencia sexual que sufren las actrices. “Siento que, de cierta manera, fui excluida del frente del MeToo. Antes de que MeToo pasara, yo estaba hablando y diciendo: ‘Hey, estas cosas están pasando, lo estoy viviendo, y no está bien’. Muchas veces las chicas menores eran maltratadas por hombres mayores”.
Por otro lado, Megan levanta la bandera del feminismo. “Me siento una feminista, lo demuestro con mis actos, aunque las feministas no quieren que yo sea parte del grupo. ¿Qué es apoyar a otras mujeres, si solo son algunas a las que se apoyan? Si tengo que ser una académica o no ser tratada de cierta manera, ¿por qué no puedo ser parte del grupo también?”, indagó.
Megan Fox disfruta de su gran presente. Hoy mira a todos desde otro lugar, sabiendo que esa lucha que en algún momento emprendió dio sus frutos. Sin ir más lejos, el protagónico en Rogue, un thriller de acción que se estrenó el año pasado y le valió gratas críticas. Fue valorada por su interpretación, por lo que vale como actriz. Y no por su apariencia.
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