¿Qué hay detrás del trastorno que aumentó en pandemia? ¿Alguna vez sentiste un “nudo en la garganta”? ¿O notás que con el barbijo se complica la comunicación? En esta ocasión, en una nueva entrega del ciclo de entrevistas PamLive, Pamela David charló con la licenciada en Fonoaudiología Mercedes Bassi sobre qué pasa cuando las emociones, tanto positivas como negativas, se manifiestan en la voz. Qué esconden los síntomas que a veces pasamos por alto y cómo detectarlos. La importancia de una buena respiración, la relajación y las herramientas para cuidar nuestra comunicación vocal, generando concientización, en el Mes de la Voz. Mirá el video para poner en práctica los ejercicios.
—¿Qué relación tienen las emociones con nuestra voz?
—Muchísima. La voz está atravesada por la emoción, que atraviesa todo el cuerpo. La voz sirve para comunicar: habla de nosotros, de nuestra identidad, nos representa, es nuestra carta de presentación, habla de nuestro ambiente. Las emociones no se pueden disimular. Si en este momento nosotras recibimos una buena noticia o una mala noticia, desregula nuestra voz, nuestro cuerpo. Eso hace que nuestros recursos de afrontamiento nos puedan ayudar a ver cómo salimos de esa situación y cómo podemos equilibrar esa desregulación. Si en este momento te dicen que te ganaste la lotería, empezás a estar feliz, te excitás, tu sistema nervioso se desregula, transpirás, gritás. Como así también te enterás que se murió un familiar que te crió, en ese momento la voz desciende, se aprieta, tiembla. El dramaturgo Lope de Vega decía: “Mal puede tener la voz tranquila quien tiene el corazón temblando”. Eso hace que uno se desregule y, al pasar esto, deshabitas tu casa.
—¿Cómo nos damos cuenta de que no estamos regulados y algo anda mal en nuestra voz?
—Temblor, presión laríngea, ganas de carraspear. Frente a una situación incómoda, de repente empezamos a carraspear. Sensaciones de que alguien te estrangula. Eso no ayuda en absoluto. Pero si recibís una noticia que no esperabas, uno no anticipa, no tiene síntomas. Por ejemplo, no tenés un nudo en la garganta ni nada que te haga pensar que tendrás un problema en la voz. A veces la cuerda vocal siente eso, y por eso suceden afonías que comienzan así, de un segundo a otro. Ayer hablaba con una paciente que tenía a la hija enferma con leucemia. Ella tuvo la voz perfecta durante todo el tratamiento. Me consultó porque le sacaron el catéter y le dijeron: “Su hija está curada”, y en ese momento quiso hablarle al doctor, y se quedó sin voz.
—En pandemia aumentó este trastorno, el de quedarnos sin voz.
—El que se queda sin voz tiene una discapacidad. Te perdés. En pandemia es muy necesaria la comunicación. La vida empezó a ser online, hemos dado un giro de 180 grados: es muy complicado el hecho de quedarnos sin voz. Ahí hay que ver qué recursos de afrontamientos tenemos para transitar estas emociones. Una de las cosas que suceden cuando se está estresado: cuando la carga que vos tenés supera la resistencia que tenés en la carga vocal, la emocional, nos estresamos. Al estresarnos el cuerpo se desregula y pierde el equilibrio. Hay tres cosas que podemos hacer. Por un lado está el pensamiento: ¿por qué pensás que te quedaste sin voz? Por otro lado está el sentimiento: ¿qué sentís? El sentimiento no se puede disimular. Sentís ira, bronca o tristeza. Por otro lado está la conducta: ¿qué puedo hacer ante esta situación? La respiración, la meditación, todo lo que es “escanear la máquina”: es un buen momento para ir al jardín interior, para preguntarte qué recursos tenés, de qué recursos disponés. Y por sobre todo, soltar y respirar: en esta situación, ¿puedo ver que todo está negro o puedo ver que tengo recursos? Una de las cosas que nos sacan voz y nos estresan no es lo que pasa afuera, no son los hechos, si no lo que vos estás pensando acerca de los hechos. “No voy a tener voz”, “Esta cuarentena es eterna”, “No voy a poder salir”. Pero esta pandemia también tiene posibilidades: conocerte más. Aprender a respirar, a meditar. Es un buen momento para entrar en boxes.
—”No es lo que me pasa si no lo que pienso que me pasa”. ¿El sentimiento es cómo me siento a partir de una situación?
—A veces la emoción es un segundo. El miedo, por ejemplo, secuestra a la mente. Si le tenés miedo a una situación es importante modificar una de las conductas para que se modifiquen las otras en cadena. Yo le llamo “triuno”. Es muy importante dar vuelta la información pero con uno mismo. ¿Qué está sucediendo? La pandemia. ¿Qué pienso acerca de la pandemia? Por ejemplo, ¿qué pasa con nuestra incertidumbre? Acá está la voz también. El futuro tiene que ver con el pasado de uno. Con los hechos que vos viviste pero de acuerdo a cómo los transitas. En una situación que te quedas sin voz, o de disfonía, de tensarnos y apretarnos, suponte que vamos caminando y pasamos por debajo de un árbol, y cae algo. De acuerdo a la experiencia mía en mi pasado voy a imaginarme que cayó una rama, entonces no se me va a acelerar el corazón, no voy a tener taquicardia, no voy a salir corriendo. Pero vos tal vez te imaginas que se cayó una víbora de acuerdo a tu experiencia. Te vas a acelerar, asustar y en respuesta a esa situación que vos crees que sucedió, que tiene que ver con el pasado, va a ser menos positiva, o te va a ayudar menos que mi respuesta de acuerdo a lo que yo creo que sucede.
—En pandemia no tenemos un pasado similar al que estamos viviendo. El comportamiento en general es diferente. En este contexto de barbijo, nos tapan la voz. Pero hay que cuidarse igual…
—Pero podemos aliviar los síntomas. El ser humano no se preparó para hablar con una máscara. El que te diga que tiene una técnica, te está mintiendo. Pero sí hay herramientas facilitadoras para las personas que tienen que usar barbijo muchas horas en el trabajo. El barbijo depende de si tenés barbijo o si tenés tapabocas. El barbijo depende de la tela que tenga. Cuanto mejor es el barbijo más absorbente es, entonces menos proyección vocal vas a tener. Hay una impedancia, una resistencia. Si al barbijo además le sumamos que nos ponemos anteojos más toda la parafernalia que hay que usar, genera una tracción del cuello hacia adelante. Tenemos el barbijo enganchado en nuestras orejas, la tracción del cuello hacia adelante, y todo eso hace que nos apretemos.
—¿Qué ejercicios podemos hacer?
—Relajar la mandíbula, hablar con una articulación más exagerada hacia abajo. Profundizar en un “Hola, claro, cuándo”, tratando de descender la mandíbula para no sobrecargar la zona de la boca y descender la laringe también. Bostezar por hora, por lo menos dos veces. Automasajes en la zona delantera de la oreja, apretando todo lo que se pueda. Vamos a apilar hábitos. En el momento en que te cepillas los dientes hacés círculos con la lengua para un lado, para el otro. Todo lo que sea descender la mandíbula. Ponete la yema de los dedos en los cachetes y descendelos, relaja muchísimo. Poné la boca en O. Luego, masajes en la zona anterior, que se tensa mucho; es la articulación temporomandibular. También en la zona de la pera, debajo del labio inferior. En el momento en que nos podemos sacar el barbijo, bostecemos. Aunque te tragues la tela, hablá como si el otro fuera sordo, como si te fuera a leer los labios. Esto te ayudará a descender, a tensar menos, a relajar.
—¿Cuán importante es la hidratación?
—Muy importante. Una de las cosas que sucede con el barbijo es la fatiga vocal. Un cuerpo hidratado se fatiga menos. El agua le viene muy bien a todos los órganos. Ahora, ¿las cuerdas vocales reciben líquido? No. Eso de comer un caramelito de propóleo o el té de jengibre no le pasa a la cuerda vocal. El té de jengibre sirve para aliviar pero no pasa por las cuerdas vocales. El diamante de una cuerda vocal es el vapor, lo único que recibe los pliegues de las cuerdas vocales, la mucosa de la cuerda vocal, es el vapor. El vaho de nuestras abuelas, que es la famosa ollita con agua, las nebulizaciones o el vapor de la ducha, es muy recomendable en esta época. Todo lo demás ayuda en la hidratación general del cuerpo, a tener la boca menos seca.
—¿Quiénes son más propensos a tener estos síntomas? ¿Hay alguna edad en particular en la que nos debemos cuidar?
—No hay diferenciación entre hombres y mujeres, todo depende de la actividad que hagan. Por ejemplo, las personas que tienen que hablar mucho. Antiguamente se decía que las mujeres éramos más propensas y a las disfonías se las llamaba “disfonías histéricas” porque histerica viene de histerum, que es útero. Pero las mujeres hemos avanzado muchísimo y ahora estamos con la misma carga horaria que los hombres. Este estrés psicosocial nos atraviesa a todos en forma transversal. La personalidad va a marcar la diferencia de cómo le pega a una persona y cómo le pega a la otra. No todos pensamos igual. Yo siempre sugiero no ver tantas noticias, pero por ejemplo, en vez de pensar en los muertos, yo pienso en los recuperados. ¿Por qué no ponemos énfasis en la cantidad de gente que se recuperó? Yo antes no tenía idea de cómo grabarme o utilizar las redes sociales. Hay tantos recursos que he aprendido que me han ayudado a mantener o sostener mi profesión. Pero hay que saber que la tecnología también produce fatiga vocal.
—¿Más que hablar personalmente? En estos momentos no podemos recomendar salir a hablar o abrazarnos con nuestros seres queridos…
—Esto se hace todos juntos. En esta pandemia no va a sobrevivir el más fuerte o el más inteligente: va a sobrevivir el que mejor se adapte al cambio. La vida pasó a ser online y uno tiene que aprender a estar cerca del micrófono, a no estar cerca de la fuente y a no tironear el cuello.
—¿Me enseñas la postura para no forzar el cuello?
—La idea es mirar la línea del horizonte y tratar que nada quede demasiado arriba ni tampoco de costado, para no tironear. Las cuerdas las tenemos en forma de V, y si miro mucho para un costado o para el otro, va a trabajar una cuerda más que la otra. Siempre recomiendo la cabeza un centímetro hacia abajo, porque eso relaja. No tironear, ni adelantarse. Con el dedo en la pera, atraso. Lo mismo sirve para cuando levantás una bolsa del piso, si tendés una cama, limpiás una mesa… Además, también evitamos aquellas situaciones que nos tensan la cabeza. He recibido muchas consultas por disfonía por tensión muscular primaria. Ahí debes ir al otorrinolaringólogo para que te mire las cuerdas vocales. Si estás disfónica y te dicen que no tenés nada, sucede que hay un desbalance en las cuerdas vocales. Estas vibran por el aire, el depósito del aire son los pulmones, energía aerodinámica, pasa por entre medio de las cuerdas vocales, se transforma por todos los resonadores en energía acústica. Cuando se produce ese desbalance porque la energía subió hacia arriba, es como que nos quedamos en el penthouse. Por eso es muy importante tratar de adquirir el hábito de bostezar por hora.
—¿Qué otro tipo de ejercicios puede servir?
—Hay algunos que funcionan como otros. Mi misión en la vida es ayudar a que la gente se comunique y que no pierda la voz. Agarrás una botella, comprá en la ferretería un metro de tubo cristal de los de aire acondicionado, de un centímetro, se lo colocás a la botella y le sumás 2 dedos de agua. Voy a poner el cañito entre los dientes. Prueben de grabarse en la semana. Atraviesan los dientes, no aprietan la manguera, y envuelvan como si fueran a decir la palabra “Bu”. Y soplen. Prueben de grabarse en la semana.
—¿Cuánto tiempo por día hay que hacerlo?
—Un minuto en distintos momentos del día. Sentada en el auto, en el escritorio. Siempre tené tu botellita de agua. La eficacia fonatoria y glótica, y la proyección de la voz, se modifican. La persona va a estar más flexible y libre con respecto a su voz. Este es un recurso que también lo llamo “triuno”: alarga las cuerdas vocales, imposta la voz y abre la parte de atrás que la tenemos tan tensa. Antes de hacerlo bostezo. Yo trato de darle a la persona ejercicios que se pueden hacer. Bostezar y soplar. Pruébenlo e instalen un hábito en 21 días. Grabate diciendo: “Hola, claro y cuándo”. La parte del tracto vocal se abre y te ayuda en contracturas cervicales y en disfonías.
—¿La contractura cervical también afecta la voz?
—Sí, y también sirve bostezar, masajearte, soltar. Creeme que el bostezo desciende. Hablar con boca grande desciende también. Desde mi experiencia, de acuerdo a la clase social a la que pertenecés, tenemos una forma determinada de hablar. Cuanta más alta es la clase social, más apretado hablamos. Hablá apretando la boca, vas a ver el efecto en tu cuello. En cambio, las personas más libres, a veces en ambientes donde están acostumbradas a manifestar sus emociones, hablan más relajado. Esto tiene que ver también con dónde uno nació, donde las emociones no se pueden manifestar, donde uno no puede decir. He leído que las clases más bajan hablan a los gritos, o con la boca muy abierta y mucho más natural. Pero ahora no pensemos en clases, pensemos en países: si nos vamos a Brasil o a República Dominica, todo tiene su color y estilo. El brasileño habla más cálido, diferente. Si nos vamos a Alemania o a Suecia, cierran, no expresan. En pandemia estamos inflados, estamos sosteniendo. La gente tiene kilos de más, presión de más, y apretamos. Si bien a todo el mundo no le pega igual, la idea es poder liberarlo. Por eso es importante hacer algo que te haga bien: encontrar un amor, bailar, cantar, lo que te haga bien.
—No es negar la realidad pero tampoco gastar energía que no nos suma para nada. ¿Cuáles son aquellos ejercicios divertidos que podemos hacer en casa?
—Por ejemplo, ejercicios de payasos divertidos. Es todo lo que podés hacer frente al espejo, como cantar.
—¿Cantar no es esforzar la voz?
—Se puede aprender a cantar, y es disfrutar. Si tenés una reunión de directorio, tenés que hacer muchos vivos: cantá una canción y anda hasta el agudo. Hacé muchas R. Nos hace falta vibrar. Repetí “Brrrr”, repetí R, B. Ayuda a impostar la voz y colocarla en otra situación. La relajás, la soltás. Lo mismo con la botellita y las burbujitas.
—Hablemos de la respiración: ¿cómo se hace para respirar de manera óptima?
—No estoy de acuerdo con pensar. No hay que complicarse. “Voy a ser una ladrona de aire”. Primero, decir las frases que uso todo el tiempo: “Hola, claro, gracias, cuándo”. Tomo aire por dónde pueda, nariz o boca, para decir una palabra. En el momento en que tomo aire, me voy a tierra. Si estoy sentada desciendo mi cadera, me apoyo. Los grandes cantantes flexionaban una rodilla. Es hacia abajo, agarrarse del piso. El problema es que la gente respira muchísimo, y después se olvida y sigue hablando. La respiración no tiene que subir el hombro; es suave, y ahí me voy para abajo. Otra cosa importante es alargar la vocal, tenés mucha seducción y no golpeás. Si alargás la vocal, en general vas a conseguir que te digan que “sí”. O hago fuerza con el cuello o me voy para abajo con mi voz. Nadie abandona aquello que te hace bien. Si estirás la vocal, te sostenés y descendés, te ayudará mucho, y te darás cuenta que no tendrás que repetir.
—¿Podés dar los tips por redes sociales?
—Si bien digo que una red social no da tratamientos, hay mucha gente imposibilitada, con trastornos deglutorios, trastornos de voz, la deglución tiene que ver con la voz, con la discapacidad de la voz. Porque el que pierde la voz se pierde a sí mismo. A mí no me importa ser juzgada por dar tips; al contrario, me encanta ayudar. Uno tiene que hacer la consulta con los profesionales pertinentes: laringólogos, terapeutas de la voz. Pero en el mientras tanto, poder ayudar y dar recursos.
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