Luciendo un impecable traje oscuro y portando una sonrisa luminosa, sin ningún doblez, César Bordón llega puntual a los estudios de Infobae, en el horario previsto para la entrevista. Se lo observa feliz. Y es lo primero que dirá. “Estoy excitado con esta nueva temporada que tantos logros ha tenido y tantos beneficios y alegría nos ha dado”, dice el actor, que en la serie de Netflix sobre la vida de Luis Miguel interpreta a Hugo López, el mánager más importante de la carrera del cantante.
Bordón, nacido en Buenos Aires hace 59 años, espera una muy buena respuesta del público. Y a la vez, desea estar a la altura de sus exigencias. En esta charla distendida con Teleshow, da cuenta de su amistad con Diego Boneta e imagina qué le preguntaría a Luis Miguel si tuviera la posibilidad de un encuentro. Pero además, explica cómo fue rodar en plena pandemia y revela a qué Luismi “vamos a conocer” en esta segunda temporada.
—¿Cómo fue grabar la segunda temporada? Los agarró la pandemia...
—Era otro planeta, ¿no? Con alegría, euforia de volver, porque además se había retrasado mucho la serie. Teníamos un plan muy concreto de grabar en ese primer semestre del 2020 y enviarlo dentro de ese mismo año. Que, si bien estaba un poco dilatado, estábamos dentro de los dos años en los que había salido la serie original. Bueno, vino la pandemia, nos avisaron a todos, primero nos quedamos una semana a ver qué pasaba, pero en un momento nos dijeron que se cortaría y comenzaríamos de vuelta cuando pudiésemos. Yo estaba instalado en México y nos sugirieron regresar cada uno a su casa.
—¿Cómo vivió esa incertidumbre?
—Con desconcierto. Como nos pasó a todos con la pandemia, supongo. Primero, entender qué era, ¿no? Ahora creo que lo tenemos, no te puedo decir más claro, pero sabemos que hay que mantener distancia, higienizarse las manos, una serie de cosas para cuidarnos. En ese momento no sabíamos si había que saludar, mirar a los ojos a la gente, meterse en un avión o encerrarse de por vida. Era un desconcierto grande. Para mí lo fue. Después nos empezaron a llamar: la intención era tratar de terminar la serie en ese año. Hicieron sus sondeos de salud, muy severos, y en el cual sinceramente me sentí muy contenido porque de otra forma no se hubiese podido hacer. De hecho, en Argentina, si no malinterpreto, no se ha hecho nada. Ya en septiembre regresé a México. Primero, cuarentena; PCR para salir; PCR al llegar. Y después, a mí y a todos nos tocaban dos hisopados semanales. Esa es la ventaja de tener una compañía que te apoya. A todos: al chofer que me llevaba, a la gente, al microfonista, al maquillador. Todos con máscaras y tapabocas.
—En la primera temporada hubo 13 capítulos, en esta nueva solo hay ocho. ¿Habrá más capítulos?
—Y sí, es un plan que tenemos. Ojalá se pueda lograr. Veremos cómo funciona esta segunda temporada. Es probable, muy probable...
—De esta segunda temporada ¿qué fue lo que más destaca o lo que más lo sorprendió?
—En la primera temporada la gente comprendió a Luis Miguel, entendió qué era lo que le estaba pasando, porque era un personaje muy cuestionado, del que se hablaba mucho de su vida personal, de que no quería vincularse con la prensa, con esto, con lo otro. Y sin embargo, cuando la gente vio qué le estaba pasando cuando cantaba tal tema, qué estaba sufriendo cuando actuaba de tal manera, la gente se encariñó. Por el contrario, de esa imagen de persona rara pasó a ser un ser entrañable al que le pasaban cosas, y que creo que nos provocó a todos mucha sensibilidad, mucho cariño, una sensación de “pobre, no estaba la mamá...”, y de un montón de cosas que me parece que fueron la clave de la parte que no conocíamos del artista. En esta nueva temporada tenemos dos líneas de tiempo, con un Luis Miguel adulto-joven, en los 90, y en un adulto-mayor, en el 2000. En la que es un adulto-joven ya no hay mamá, ya no hay papá, lo que hay es un hombre de cara al mundo que tiene que hacerse cargo de su familia, de sus decisiones como artista, de su emocionalidad y de todo lo que le acontece. La relación con Hugo López está mucho más asentada, ya son familia, ya no necesitan ser políticamente correctos. Se echan la verdad a la cara y van a los problemas como si fueran padre e hijo, porque eso ya está aclarado. Y lo que sucede también es que la temporada tiene un tono un poco más incisivo, más de thriller. Pareciera que pasan cosas de espionaje, de gánsteres ¿no? Los personajes son más pesados, más duros, menos pacientes, y eso también permite que la temporada sea más corta.
—¿Cómo lo vio a Diego Boneta con este doble personaje?
—Increíble. A ver, primero bancarse, por lo menos, cuatro horas de maquillaje diarias. Luego, entrenar la voz para cantar las nuevas canciones con los tonos de Luis Miguel, porque no es simplemente cantar, es hacerlo con el tono de otro, que es algo realmente difícil. La calidad de compañero que es, cómo trabaja con todos. Y además, lo que hace físicamente con el Luis Miguel adulto es increíble.
—¿Es amigo de Diego Boneta?
—Sí. Nos llevamos muy bien, somos amigos, nos hablamos. Recién me mandó un mensaje.
—Cuéntenos un poquito la intimidad de esta relación. ¿Qué fue lo que más le costó a Diego? ¿Le pedía consejos?
—Sí. Diego es muy humilde y comprometido con el trabajo, así que tiene mucho interés de aprender y de oír a todo el mundo. Eso es un don que se lo he visto a otros grandes, que nunca creen que tienen todo sabido, sino que lo que tienen es una gran cantidad de dudas. Y bueno, he tenido la suerte de que en las escenas que nos han tocado, que son muchas y muy lindas, siempre pudimos pactar cosas, fuimos armando las escenas. Cosas que, además, cambiamos. Ahí nos dirigió Humberto Hinojosa y también Adrián Glumberg, que es un gran director. Tuvimos su aval, que es una cosa que uno no puede dar por sentada. A veces el director dice: “No, eso no me gusta, en este caso sí”. Pero eso no pasó.
—¿Se siente más presión en esta nueva temporada? ¿Cómo maneja las expectativas?
—(Risas) Mucha intriga. Y sí, es el salto al vacío del artista... Con Diego hablábamos mucho de esto. Nosotros esperábamos un éxito en la primera temporada, por la cantidad de gente que lo sigue a Luis Miguel, pero era muy incierto ese éxito porque también nos podían dar la espalda y decir: “No, prefiero seguir escuchando a Luis Miguel”. Teníamos un gran compromiso de hacer una serie que estuviese a la altura del artista y de las expectativas de la gente que sigue a ese artista. Cuando viene la segunda, por un lado tenemos la ventaja de que está todo ese público cautivo, pero a la vez todo ese público tiene una demanda, ¿no? Que si vamos a contar esto, si vamos a resolver eso, si tocamos el romance tal, si tocamos la parte tal. Entonces uno se pregunta: “¿Estaré a la altura de todo eso?”. Es mayor el compromiso, es infinitamente mayor. Lo que te puedo decir es que he visto los capítulos que hicimos. Estoy feliz. Yo creo que la segunda temporada es aún mejor que la primera.
—En esta segunda temporada, ¿Luis Miguel se involucró en el rodaje?
—No, en esta te diría que menos que en la primera. Sí se involucró, o sea, es productor: contó sus historias para escribir los capítulos. En esta estuvo ausente en las grabaciones y demás, no participó activamente.
—En la primera temporada se mostró al Luis Miguel humano, el otro lado del artista. ¿En esta segunda temporada qué es lo que vamos a descubrir?
—Mirá, hay un mundo sórdido que nosotros tratamos de describir y que tiene que ver con esto de que cuando una persona, en cualquier ámbito, ya sean deportistas, ahora que estoy aquí en Argentina siempre hago un comparativo con Maradona, un futbolista, un boxeador en Estados Unidos, cualquier persona que genera muchos seguidores, genera mucho dinero y demás, siempre tiene alrededor gente que quiere ganar dinero, quiere sacarse la selfie, quiere invitarlo al cumpleaños, quiere decirle algo que le pasa. Un poco ese mundo es gran parte de esta segunda temporada, es esta gente que tiene esta exposición, en realidad, el dinero, el poder y la exhibición. Ese mundo de todas las sanguijuelas, personas que se acercan, y las decisiones que hay que tomar.
—Ahora que conoce más la historia de su vida, ¿qué cree que le pasó al Luis Miguel real?
—Lo ignoro. Un poco es lo que tratamos de contar, pero no es mi tema. Me dedico mucho más a tratar de representar lo que la ficción me presenta delante, lo que se ha investigado y lo que los libretos dicen de la parte de la historia que sí queremos contar.
—¿Se imagina tomando un café con Luis Miguel o un whisky?
—A la tarde un café. A la noche un whisky, sin dudas.
—¿Qué le preguntaría?
—Dadas las circunstancias le preguntaría sobre qué le ha parecido la serie. Claro, sería interesante saber si lo que él vio lo representa, porque debe ser muy fuerte ver la propia vida representada por otros. Yo considero que es un halago. Me gustaría, estoy muy intrigado en saber qué le ha parecido todo esto. También es verdad, que lo vengo diciendo siempre, nosotros contamos la versión de lo que ha sido la vida de Luis Miguel desde la perspectiva de Luis Miguel. Posiblemente para otro haya sido diferente un mismo hecho. Es como un hecho político visto desde la izquierda y desde la derecha, ¿no? Me parece que acá es lo mismo. Posiblemente si la vida de Luis Miguel hubiese sido contada por, no sé, su madre, por alguna de sus ex mujeres o por su padre, sería completamente diferente.
—¿Se extrañó un poco a Oscar Jaenada en esta segunda temporada?
—A él sí, porque es un ser encantador y lleno de talento, que nos ha inspirado a todos. En la segunda temporada me parece que no tanto y es una fortuna, porque era una falta considerable, pero creo que aparecen otras cuestiones muy, muy interesantes, y hacem que la serie sea muy llevadera.
—¿Qué personaje cree que será la revelación de esta temporada?
—Varios. Hay un personaje que comienza a trabajar en la oficina de Hugo López, que se llama Patricio Robles; me parece que es sumamente enigmático e interesante. Tenemos varios actores argentinos que hay que nombrar: uno es Juan Ignacio Cané, que hace un trabajo fantástico e interpreta a José Pérez, que está en las dos líneas de tiempo, porque fue chofer de Hugo López y llegó a ser el cuasi mánager de Luis Miguel. Y la tengo a Luz Cipriota, que hace de mi mujer, representando a Lucía Miranda.
Algo personal
—¿Cómo ve hoy al país?
—Es un enigma. Es curioso. No sé si me quiero meter mucho en eso. Considero que es un país particular. Tiene algunas ventajas y algunas desventajas. Hay cuestiones de salud, de educación, que cuando venimos al país disfrutamos mucho y está estable. Siempre tengo conflictos con la moneda, con la inflación y esas cosas.
—¿Qué aprendió de la pandemia?
—Varias cosas. Primero, yo lo que hago es proyectar cuándo voy a viajar, adónde voy a ir, adónde voy a trabajar y demás, y de pronto me quedé en mi casa encerrado y dije: “Caramba, ¿y todo lo que yo tenía pensado?”. Me cambiaron los planes. Entonces empecé a valorar la salud, la vida, la familia. Tengo a mi padre muy grande y me di cuenta de cómo empieza a rodar la cabeza en un futuro que es tan incierto. Por otro lado, la ventaja que uno tiene de tener determinada condición social, creo que se han dividido mucho más las aguas para aquel que se gana el pan día a día y para aquellos que tienen alguna espalda posible para hacerlo. Y después, algunas ventajas: no nos tocamos tanto. Si bien yo soy muy de abrazar y demás, creo que mucha gente tiene como un afecto demasiado prematuro, y esto de saludarse así y qué sé yo, hay una partecita que me gusta. Como que se ha vuelto un tanto más íntimo. Y fundamentalmente, me parece que tenemos que priorizar la salud y la educación.
SEGUIR LEYENDO