En su habitación de la clínica geriátrica Interplaza el teléfono suena más que de costumbre. Es la víspera de un nuevo aniversario del natalicio de Cacho Fontana y nadie quiere quedar afuera de los saludos. Con aquel 23 de abril de 1932 como excusa, Teleshow se comunica al teléfono fijo que el prócer de la televisión atiende con cortesía. La propuesta es simple: saber cómo recibe un nuevo año. “Estoy muy bien. Me siento mejor que alguien de 89 años, que ya de por sí son muchos”, apunta con la voz pausada pero el tono firme. Es nada menos que el hombre que revolucionó la televisión cuando la pantalla lo era todo en manera de entretenimiento.
“Estoy súper bien atendido en esta clínica. Aquí vivo. Y, en fin... (suspira) hay un clima parejo en todos lados del mundo... Nos tenemos que acostumbrar a esto”, se lamenta Cacho en relación a la pandemia. Hoy está vacunado, pero el Covid lo tuvo a mal traer, como a buena parte de los adultos mayores en nuestro país. En julio del año pasado se infectó junto a otros residentes de la clínica y lo tuvieron que internar un par de semanas en el Hospital Fernández. Mientras que en febrero de este año, los pulmones volvieron a fallarle y necesitó una nueva internación en el mismo nosocomio de Palermo después de que volviera a desarrollar neumonía.
“Es difícil no hacer nada, no tener compromisos... Tenemos que tener paciencia. Pero me hace mucha falta el trabajo. Es lo único que extraño. Usted me escucha hablar y se da cuenta que no estoy lejos de poder trabajar. No quiero hacer alarde, pero estoy en condiciones. Todavía tengo una memoria al pie del cañón y una vida cargada de experiencia”, apunta el locutor que en rigor se llama Norberto Palese, que en 1949 debutó en Radio El Mundo, que tuvo una carrera prodigiosa –con hitos y momentos de perfil bajo–, y que hasta que empezara la pandemia hacía un programa por Radio Nacional, los primeros sábados de cada mes. Siempre secundado por Antonella, una de las gemelas que tuvo con quien fuera su pareja durante 12 años, la ex modelo Liliana Caldini, con quien también tuvo a Lumila, que vive en Madrid. Además, es padre de Estela, la mayor de sus tres hijas.
“Los días se me hacen muy largos... Interminables. Tengo que estar mucho en la cama. Si no, en otro momento, uno come, duerme la siesta, se levanta, toma la merienda, deja pasar un tiempo y vuelve a comer. Si yo no me cuidara, en este momento sería El Gordo Porcel”, cuenta haciendo gala de un humor cargado de ternura. ¿Mira televisión? ¡Claro! Y así lo cuenta: “Es el vehículo más importante de mi vida hoy. Estoy muy conectado. Compro el diario –lo pago yo– todos los días para estar informado”.
Y, ¿cómo no se va sentir así si es el hombre que hizo de Odol Pregunta uno de los grandes programas de la televisión argentina? Pero además enamoró con su voz desde el éter durante décadas... Esa misma voz que ahora presta para el mensaje del contestador automático que deriva los llamados en la clínica a dónde vive. Fue ese conductor galante y preciso que le puso el cuerpo al nacimiento de la televisión, nada menos. Se ganó catorce premios Martín Fierro. Y vivió como quiso, surfeando los tiempos difíciles con hidalguía.
“Pienso mucho en el pasado y recuerdo lo que viví, para bien... Tengo en cuenta a mis compañeros, como a Antonio Carrizo, que fue un maestro para mi. Y a muchos otros”, agrega y, antes de despedirse con amabilidad tras una charla corta pero cargada de definiciones, reflexiona: “Mi cumpleaños es un día más. No lo festejo con gracia porque son muchos años, pero celebro que los estoy viviendo”.
SEGUIR LEYENDO: