Esta pandemia nos desafía a muchas cosas: la lucha contra la incertidumbre, la ira emocional, la falta de control de nuestras vidas. ¿Pero es posible, a pesar de todo, lograr tener una mente positiva? La respuesta es sí. Y esas son las herramientas que, en esta nueva edición de PamLive con Pamela David, nos brinda Martín Virasoro, uno de los principales referentes latinoamericanos del counseling sobre prevención y promoción del bienestar, resolución de conflictos y desarrollo personal. Se puede sanar heridas emocionales: el objetivo pasa por aceptar, perdonar y ejercitar nuestra fuerza de voluntad. No te postergues más: direccioná tu vida hacia un lugar que valga la pena.
—A veces nos invaden pensamientos catastróficos, miedos; tendemos a imaginar el peor escenario. ¿Cómo podemos hacer para correrlos y tener siempre presente lo positivo?
—El gran disparador de todas estas temáticas existenciales, estas temáticas para poder direccionar nuestra mente hacia un lugar más positivo, que en definitiva es eso, el camino de la búsqueda de la felicidad. Eso tiene que ver con la determinación y la decisión de direccionar nuestra vida hacia donde nosotros realmente queremos.
—¿Todos tenemos el poder de hacerlo?
—Absolutamente, excepto que tengamos alguna problemática de base, una problemática neurocognitiva, algún trastorno mental, que no nos permita conectar con la realidad. Pero todo ser humano que esté dentro de lo que conocemos como el marco de “la normalidad”, de poder hacerse cargo de su vida, podemos contar con estas herramientas. Simplemente las tenemos que entrenar, tenemos que aprender a descubrirlas. Lo primero que tenemos que entender es que debemos trabajar muchísimo con la aceptación. Uno no puede cambiar nada que no entienda o no comprenda. Si yo no comprendo o no me centro en esas cosas que vengo negando muchos años de mi vida, que me traen malestar, no entiendo de dónde vienen, ¿cómo voy a hacer para poder modificarlas? Por ejemplo, muchas personas dicen: “Okey, yo vivo dentro de un sistema abusivo, mi pareja me golpea, es violenta o violento conmigo”. Es un tema muy importante y recurrente, yo lo escucho a diario en consulta el tema de la violencia. A ese sometimiento que muchas personas viven día a día y que no pueden salir en apariencia de ese lugar. ¿Cuál es el punto principal en esto? Reconocerlo y no negarlo más. No es un punto de debilidad aceptar que estoy en un sistema abusivo. Muchas veces esto genera que nos alejemos de nuestro propio centro, de nuestra propia realidad, y empezamos a normalizar estas situaciones y no nos damos cuenta de que empezamos a vivir una vida que no es la vida que queremos. Todas estas exigencias de tener que llevar una vida que no es la que deseamos ni queremos generan que se eleve la ansiedad. ¿Y qué pasa cuando se eleva la ansiedad? No nos podemos hacer cargo de la situación que estamos atravesando. Impactan dos sintomatologías que observamos constantemente: la primera es que caemos en la victimización, somos víctimas de esa situación. “Yo sé que mi marido o mi mujer es violento o violenta pero yo lo amo o la amo”, es la respuesta que te dice la gente. Son esos “arreglitos” que hacemos los seres humanos en nuestra cabeza para pasarla mejor y nos alejamos de la realidad. Cuanto más nos alejamos de la realidad, más problemas de aceptación, y si tenemos más problemas de aceptación, no vamos a poder direccionarnos con una mente positiva hacia donde queremos ir. Entonces, bajo el gran paraguas de la ansiedad, vamos a tener el primer síntoma: la victimización. El segundo síntoma es la angustia: se elevan los niveles de angustia a un nivel tan grande que empezamos a tener los famosos ataques de pánico, los trastornos de ansiedad, todas esas patologías que son tratadas por la psiquiatría, que están bajo el gran paraguas de los trastornos de ansiedad. Muchas personas transitan estas problemáticas sin que sean personas que tengan personalidad para tener este tipo de problemáticas. Aprender a reconocer qué es lo que estamos negando para poder cambiarlo. Si no lo puedo reconocer es muy difícil que lo pueda cambiar y el primer punto es entender que cuando me acepto como soy, cuando acepto mi realidad tal cual, es cuando puedo cambiar. Lo primero que la gente tiene que anotar en su lista mental es: “Todo comienza con la decisión de hacerlo”. Hay personas que a veces tienen la decisión de hacerlo y no pueden, y es ahí cuando tienen que acudir a un profesional que me pueda acompañar en ese proceso para que yo pueda tomar recursos y herramientas de los cuales carezco. Es maravilloso porque nos encontramos con un montón de herramientas que, por sus propias creencias limitantes, estábamos convencidos de que no podíamos hacerlo. ¿Cuánta gente ha postergado en su vida de estudiar una carrera por pensar que no le daba la cabeza?
—Un mensaje dice: “No creo que alguien se sienta cómodo en un ambiente violento”. Y es verdad. Pero a veces se naturaliza, se ve como algo normal, y no lo es…
—Es como el cuentito de la persona que va caminando por el desierto y sabe que necesita del agua para poder sobrevivir. Sabe que si no consigue agua se va a morir. Entonces camina por el desierto casi deshidratado y ve por el desierto un pequeño oasis con agua. Pero en la medida que se va acercando empieza a oler que esa agua está casi podrida, está mala. Entonces, si todos sabemos que necesitamos del agua para sobrevivir, nos vamos a tirar de cabeza adentro del manantial aun sabiendo que esa agua que vamos a tomar nos puede traer algún tipo de complicación y dolor. Los seres humanos a veces preferimos, inconscientemente, sentir o quedarnos en determinadas situaciones con tal de no tomar la decisión de modificar toda una estructura, por ejemplo, familiar. Empezamos a elevar los niveles de ansiedad, los de angustia, y caemos en la victimización de que no puedo con mi vida. La emoción que siempre circunda esto es el miedo. El miedo, por lo general, es un mecanismo de defensa que nos prepara para el ataque o para la huida. Nos disponemos a defendernos o a escaparnos. En el mundo mental o emocional, los seres humanos nos volvemos muy peleadores o nos escapamos de otras situaciones. Pasamos nuestra vida siempre en loop, en ese circuito, pasando de pareja en pareja, o nos quedamos detenidos en un vínculo abusivo, o mismo con amigos o familiares, o hasta en un trabajo. Ahí entramos en un tema que tiene que ver con el perdón.
—¿Qué tiene que ver la situación abusiva con el perdón?
—Tiene muchísimo que ver. Siempre tendemos a invertir las situaciones. Siempre somos víctimas de alguien que nos hizo daño y quedamos atrapados en ese lugar, en ese sufrimiento, en esa angustia, en esa soledad, en esa creencia errónea de que mi vida ya está marcada por esa desdicha, que no voy a poder salir de ahí. Cuando con esa creencia negativa estamos poniendo al otro, al que nos hizo daño, adelante nuestro y no podemos ver la realidad tal cual es, nosotros tenemos el poder de poder salir de ese lugar. Tenemos que revisar qué situación es la que nos está postergando el ir a encontrar los recursos de nuestra propia vida para ser feliz. Tenemos que aprender a perdonarnos a nosotros mismos por estar muchas veces en situaciones y no hacer nada para salir de ese lugar. ¿Por qué no hacemos nada? Porque tenemos miedo. El miedo es el principal botón y causa de la inseguridad, y la inseguridad es la que me genera la postergación. Todo esto se remite a la situación del pensamiento, que son las creencias negativas limitantes: “Si yo me voy de acá, ¿qué voy a hacer?”, “Si me alejo de mi marido, que es violento, ¿cómo le voy a dar de comer a mis hijos?”.
—Muchas veces esos pensamientos son inevitables, porque no dejan de ser opciones.
—El arte de entrenar las emociones se trata de invertir el pensamiento: aprender a direccionar nuestros pensamientos hacia un lugar más beneficioso para mí y a lo que me rodea. No es un acto caritativo hacia el otro, es un acto caritativo hacia mí mismo, como ser humano. ¿Qué es un pensamiento? Los pensamientos son un conjunto de ideas. Esas ideas son las que se transforman en creencias, negativas o positivas. Esas creencias positivas o negativas son las que se transforman en hábitos que tenemos en nuestra vida, positivos o negativos. Si partimos de esta idea de pensamiento, si volvemos para atrás y decimos que los pensamientos son ideas, estas ideas generan las creencias, y las creencias generan los hábitos. ¿Qué es lo que hay que trabajar? Los pensamientos.
—¿Cómo se trabaja un pensamiento?
—Fijate que desde que nos levantamos hasta que nos acostamos, del 100% de nuestra comunicación destinamos un 90% al autodiálogo, el que tenemos con nosotros mismos. El otro 10% es lo que comunico con el afuera. Ese autodiálogo, que muchas veces no sabemos que está ahí, es el que nos condiciona para que en nuestra vida estemos de dos modos: en modo creativo o en modo defensa. Si estamos en modo creativo está buenísimo, porque genera mucha más conciencia en los seres humanos. Incluso sucede que muchas veces el terapeuta lo único que nos va a poder ofrecer es lo que tenga para ofrecernos, se va a romper el alma por ayudarnos pero no nos va a poder ofrecer mucho más que eso. ¿Y cuántas veces nos quedamos sostenidos durante años en terapia, porque eso es lo que hay que hacer? Nuestro corazón palpita en querer hacer otro tipo de actividad, pero no lo hago y me quedo, me quedo, me quedo… Por eso yo hablo del famoso perdón del ego. Hay dos tipos de perdón. El perdón de una discusión donde podemos no estar de acuerdo y de repente mañana te pido perdón y no hay nada que perdonar, son esas cuestiones de la cotidianeidad de la vida. El gran problema tiene que ver con el perdón del ego: cuando me arraigo a la idea de que yo fui el dañado, de que vos fuiste la que me hizo daño, yo soy la víctima por lo cual tengo derecho a estar angustiado y a tener mis niveles de ansiedad elevados… Entonces siempre invito a que podamos pensar si todos los recursos que tenemos a nuestro alrededor, y tenemos la capacidad de lograrlo, vayamos por esos recursos. Entendamos que por allí abajo hay alguna emoción que es la que está traccionando esta obturación emocional, este detenimiento en mi vida, y cuanto más yo retroalimento este diálogo, esta situación de mis miedos y mis inseguridades, más me voy a postergar y la vida se va pasando, la cual es maravillosa para ir viviéndola. ¿Sabés cuánta gente no se perdona? Me conmueve enormemente cuando escucho a gente en mi consulta y los observo en una situación de tanto autocastigo, de ser incluso autoabusivos con ellos mismos, por no entender que lo que tenemos que lograr es poder modificar y direccionarnos hacia otro lugar, un lugar que tenga sentido para redireccionar nuestra vida.
—Un mensaje dice: “Yo no puedo perdonar a quienes me hicieron daño”. No perdona al otro, pero se hace daño a ella misma.
—Hay algunas creencias que tienen que ver con creer que perdonar no significa que tengamos que estar cerca de esa persona, que tenga que tener un vínculo. Perdonar no es un acto compasivo y caritativo con la otra persona, es un acto compasivo y caritativo con uno mismo. Uno al contrario piensa, en su creencia negativa, que perdonar es un acto de debilidad y todo lo contrario: es un acto de absoluta fortaleza. Cuando uno no perdona, está aferrado a la ira, a los enojos, a los miedos, a las tristezas, nuestro sistema inmunológico no funciona correctamente, somos más propensos a un montón de enfermedades. Somos personas que, de alguna manera u otra, cuando no nos podemos correr de ese lugar, terminamos siendo personas que nos invalidamos a nosotros mismos. Hay una fuerza que es mucho más poderosa que la electricidad y la energía, que es la fuerza de voluntad.
—¿Qué se les dice a aquellas personas que no tienen el poder de perdonar?
—Cuando no estoy perdonando al otro en realidad tengo que revisar que no me estoy perdonando a mí misma. Me estoy negando la liberación de poder vivir una vida con mayor amor y felicidad sin esta mochila que me ata, de una manera u otra. Cuando uno perdona tiene que ir más allá de su mente, es más profundo, casi metafísico, va más allá de lo que uno pueda hacer matemáticamente que el “te perdono porque me conviene”.
—¿El perdonar significa volver a aceptar a esa persona en nuestras vidas?
—No necesariamente. Al contrario, es decir: “Ya no me haces daño y puedo continuar con mi vida”. No te controla.
—¿Qué pasa cuando no se tiene la fuerza de voluntad?
—En mi experiencia, me he dado cuenta que hay cuatro factores que alejan a las personas de ser personas determinadas, de su fuerza de voluntad, de no poder direccionarse adonde quieren ir. La primera cosa que hace que una persona no pueda ser determinada (acciones para controlar nuestra vida) es el exceso de control. ¿Cuántas veces somos personas que estamos sostenidas en un absoluto exceso de control de todo en nuestra vida y nos olvidamos que somos seres humanos? Te pongo el ejemplo de los argentinos que somos muy coquetos o coquetas, que tenemos mucho el foco en el físico y en la imagen, cuando hacemos dietas, hacemos dietas excesivas que claramente en algún momento el cuerpo nos va a pedir algo dulce, en algún momento explotamos, como cuando batís una botella de soda y la abrís. Esto sucede con el exceso de control: me pongo tan autodisciplinario y controlado excesivamente en la dieta que hago que cuando tengo un pequeño desliz, viene el famoso atracón. Y aquí viene el segundo punto por el cual una persona no puede ser determinada, que se llama sesgo de moderación, esa especie de subestimación que hacemos con nuestra propia fuerza de voluntad. Creemos que somos controlados, fuertes, pensantes, que estamos haciendo las cosas bien. Pagamos el gimnasio todo un año para después no terminar yendo ni una vez por semana. Si vos sabes que hay algo que no te gusta de antemano, ¿por qué exigirse con este exceso de control de que hay que hacerlo porque hay que hacerlo? Es más fácil que se rompa mi voluntad si yo me obligo a hacer algo que no quiero. Cuando subestimamos nuestro exceso de voluntad, después la frustración es más grande.
—Esas frustraciones se van grabando y terminamos creyendo que no podemos…
—Ese justamente es el tercer factor: las creencias negativas. Son las que nos limitan, las que nos postergan. Armamos a partir de vivencias desagradables esas creencias negativas. Nos han etiquetado tanto que eso se termina convirtiendo en un estigma que arrastramos durante toda la vida y se ponen en manifiesto en las relaciones amorosas, personales o sociales, en trabajos, en relaciones con nuestros hijos… Yo no justifico actitudes de generaciones anteriores, simplemente uno las empieza a entender. Son generaciones que venían con otras culturas de creencias, las han arrastrado. Estos tres factores generan el cuarto punto: el cansancio o estrés. Es el cúmulo del control, de no hacerme cargo de lo que me tengo que hacer cargo, de no aceptar, de vivir negando y vivir el enojo y darle rienda suelta a ese 90% de ese autodiálogo desde que me levanto hasta que me acuesto. De ahí que las culturas budistas e hindúes nos enseñan a meditar, respirar, volver al eje.
—El perdón lo podemos llamar “comprender”. Hablando de generaciones anteriores, antes no existían estas herramientas, no tenían esta información…
—El perdón agradece la experiencia. Esta experiencia que nos ha tocado vivir me está invitando a que yo pueda sacar por primera vez en mi vida todos esos recursos que tengo ahí, todas esas herramientas, y que en algún momento de mi vida pensé que quedó postergado. Nuestras creencias negativas limitantes vienen de nuestros pensamientos como el “yo no puedo” o “no voy a salir de esto”, y estas ideas son las que generan el hábito. Muchas veces la emoción que empuja esto es el miedo, el miedo es el causante de la inseguridad y la inseguridad es el que hace que nos posterguemos. Se nos pasa la vida. Cuando nosotros somos pequeños miramos la teoría de los sistemas familiares: miramos hacia arriba y tenemos a nuestra madre, y hacia la derecha miramos a nuestro padre. Cuando estos padres tienen la característica de no estar muy disponibles emocionalmente para sus hijos, son padres poco conectados, son padres abusivos, se empieza a determinar la idea de que yo aprendo de mis modelos y empiezo a observar que si nadie se preocupa por mí, tampoco me voy a preocupar por mí. Si nadie me abraza, yo no voy a poder dar abrazos. Muchas veces inconscientemente arrastramos situaciones abusivas a nuestra vida adulta, y esta situación arroja la famosa culpa.
—Muchas veces hay personas que le hicieron daño a otras personas. Pero la víctima es la que termina sintiendo la culpa.
—Esa culpa se direcciona a que las personas quedemos poco disponibles emocionalmente para nosotros mismos. Nos postergamos, no hago lo que estoy destinado a hacer. Luego vienen las grandes frustraciones, la victimización, la ansiedad, la angustia… Uno tiene que tomar la determinación de hacer algo y redireccionarnos a nosotros mismos. Hay una palabra muy interesante que es metanoia: ir más allá de la mente. Esta idea de llevar nuestro pensamiento y generar algo mentalmente que se llama la neuroplasticidad adaptativa, que significa que si tengo una creencia y empiezo a entrenar mis emociones, ayudo a que podamos trabajar nuestra neuroplasticidad, que podamos entender que si tengo un solo camino que conozco, no es solo ese: hay otra ruta de acceso, y si una no funciona va a funcionar la otra, y así. Siempre hay diferentes planes, siempre que esté la determinación de querer hacerlo. Muchas veces los terapeutas tenemos muchas ganas de ayudar a las personas, pero esa persona no tiene la determinación de tener ese proceso para ganar. Lo primero y principal que uno tiene que reconocer es cuáles son esos aspectos negativos de mi vida que yo quiero cambiar: qué es lo que quiero, qué es lo que no quiero y qué es lo que pretendo. Cuando uno lo reconoce y lo ve, tiene la capacidad de decidir con su propia voluntad hacia dónde quiere direccionar su vida. Si lo que viviste fue tremendo, no tiene por qué dejarte arraigado, o que seas una persona amargada, con ira, con enojo. Llevemos esto a los vínculos de pareja, porque las personas se quedan arraigados a los vínculos por miedo al cambio porque es ese miedo, esa idea que yo me armé de mi vida contigo, es la foto que yo tengo mentalmente de lo que debería haber sido contigo. La frustración que viene es lo que no fue, y siempre me quedo en lo que no fue, no en lo que puede llegar a ser. Este es un proceso de mucho crecimiento personal. Uno no tiene que caer en los autochantajes de ser abusivos con nosotros mismos, porque no resolvemos esto rapándonos la cabeza y yéndonos a meditar a la India.
—¿Se puede construir la fuerza de voluntad?
—Punto número uno, pregúntate: ¿qué cosas están controlando tus pensamientos, qué creencias desviando de tu objetivo? Cuando lo aceptas, en el mejor de los casos, empieza el cambio. Uno puede verlo y no aceptarlo. La aceptación está ligado con el perdón y no lo podemos pensar por separado. Para que haya perdón, primero tiene que haber aceptación. A todos nos gusta que nos den la razón, a veces hasta parece algo perverso, incluso.
—¿Se gana algo teniendo la razón?
—No es que queremos tener la razón: los seres humanos necesitamos el reconocimiento en algún momento de la vida. Vivimos la vida alejados de quienes somos, nadie nos mira tal cual somos porque armamos un disfraz de nuestra propia vida y nos alejamos de nosotros, entonces nadie nos reconoce. Las personas, cuanto más se alejan de su fuente, de su luz, más oscuros se empiezan a poner, más se alejan de su esencia. Más nos acercamos a la luz, más vamos a brillar. El signo de que uno se ha perdonado y que se ha empezado a aceptar es en general que la gente se va a empezar a enojar con nosotros. Se limpian circuitos, queda gente en el camino, amigos, parejas, trabajos, porque cuando uno empieza a vibrar en otra frecuencia y se corre de determinado lugar, todo el sistema alrededor se tiene que acomodar. Siempre hay algo que detona esto. Si yo me muestro demasiado seguro y no puedo asumir que me puedo equivocar y aceptarlo, es muy difícil que yo pueda hacer que el mundo me vea si soy algo que no soy. Las tres cosas que el ser humano debe practicar en su vida son la empatía, tratando de entender cómo el otro puede estar pasando lo que está pasando, la congruencia, que significa ser transparente, y tercero, la aceptación incondicional: no estoy acá para juzgar lo que traigas, digas o hagas.
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