Con apenas 9 años a Kiefer Sutherland no le gustó nada escuchar la noticia que le daba su madre. Debían abandonar su bonita casa en California para mudarse a Toronto. Es cierto que ese país no le era ajeno. Sus padres eran canadienses y su abuelo Tommy, aunque había nacido en Escocia, era uno de los políticos más queridos de Canadá. No era para menos, de ideas socialdemócratas fue el hombre que introdujo el sistema de salud público y universal en ese país, lo que lo sacó del rango político y lo elevó al de prócer.
La madre de Kiefer, Shirley Douglas era una mujer de armas tomar, literalmente. Actriz, graduada en la Academia de Arte Dramático de Londres, había estado casada con Timothy Emil Sicks con quien tuvo a Thomas, pero después se enamoró de Donald Sutherland y entonces nacieron él y a su gemela, Rachel. El matrimonio no funcionó y cuando Kiefer cumplió cuatro, se separaron. Pero lo más interesante de su madre no era su vida amorosa ni siquiera su carrera de actriz, sino su compromiso. Fue una de las activistas más aguerridas contra la Guerra de Vietnam. Cuando el conflicto bélico terminó se involucró en la lucha a favor de los derechos de las mujeres y de los inmigrantes. Además de manifestarse fundó la organización, los “Amigos de los Black Panthers” para recaudar fondos.
Hasta ahí Shirley no había tenido grandes problemas con la ley. Pero en 1969 fue arrestada en Los Ángeles acusada de “conspiración por estar en posesión de explosivos”, tras haber intentado comprar granadas. Aunque ella aseguró que era una trampa del FBI estuvo un tiempo detenida. Al salir, le revocaron su permiso de trabajar así que decidió volver a Canadá.
Instalado en Toronto, Kiefer poco a poco se acomodó a su nueva vida. Se hizo fanático del hockey sobre hielo -al fin de cuentas estaba en Canadá- aprendió a tocar muy bien la guitarra y no tanto el violín. A su padre Donald, no lo veía muy seguido. En la escuela era un alumno mediocre, a su favor hay que decir que le costaba acostumbrarse. Lo inscribieron en siete escuelas diferentes en diez años.
Al terminar el secundario no sabía mucho qué hacer. Decidió probar suerte en el cine. No lo hizo por ser hijo de actores ni maravillado con el séptimo arte sino porque se interesó “por las bellas chicas que allí trabajaban”. Las conoció cuando a los 17 realizó un pequeño papel en Hola, Mr Dugan una película protagonizada por su padre.
Kiefer volvió a Los Ángeles y en 1986 fue uno de los protagonistas de Cuenta conmigo la película que con el tiempo se convertiría en un clásico. En 1988, conoció a la actriz Camelia Kath, con la que se casó y tuvo a su hija, Sarah Jude. Pero el matrimonio duró algo más que un suspiro: dos años.
Recién separado a Kiefer lo convocaron para protagonizar Línea mortal. En el set conoció a una joven que comenzaba a encandilar a todos: Julia Roberts. La dueña de la sonrisa más linda de Hollywood y el muchacho con porte de recio y mirada sensible, se enamoraron.
Como relató Teleshow, Kiefer se mudó a la casa de la actriz en Hollywood Hills y anunció que se casaría en junio de 1991. Las revistas daban cuenta de los preparativos: se celebraría una boda íntima, las damas de honor serían algunas amigas de la novia, entre quienes estaba su agente. Hasta se llegó a publicar el precio de los zapatos de Manolo Blahnik que usarían las damas: 425 dólares cada par, hechos justo para la ocasión para que combinaran con los vestidos verdes que iban a usar.
Sin embargo, hubo algunas señales de alarma. Sutherland se alquiló una suerte de departamento “de soltero” en Los Ángeles, algo que levantó sospechas de todo tipo. Aunque seguían mostrándose en público, sonrientes varias veces se los vio solos, pero bueno, quizá era porque toda pareja también necesita un poco de aire.
El signo más alarmante ocurrió en febrero. “El actor se registró en un hotel barato en Hollywood. Con los días, él fue visto varias veces en compañía de Amanda Rice, una bailarina a gogó de 24 años que actúa en el club nocturno Crazy Girls bajo el apodo de Raven”, según publicó la revista People.
Había, además, un personaje que según las revistas provocaba discusiones de pareja el actor Jason Patric. Al parecer, Sutherland no quería que el joven, en aquel momento amigo de ambos, fuera invitado al casamiento, pese a la insistencia de Roberts. El tiempo mostraría que Sutherland no estaba tan equivocado.
A pesar de todos estos roces y conflictos, los planes para la fiesta no se detenían. Los novios encargaron una torta de boda muy especial con “forma de pavo relleno” casi como una broma, porque Sutherland quería servir ese plato, pero la actriz prefería otro tipo de comida para la gran noche.
La fecha estipulada era el 8 de junio de 1991, pero tres días antes de la gran boda, Roberts huyó a Irlanda, acompañada por… sí obvio ¡Jason Patric! Aunque intentaron disimular que estaban juntos, un recepcionista del hotel donde se alojaron habló con los medios. No sabemos si lo hizo por indiscreto o por solidaridad con Kiefer.
El novio abandonado no hizo declaraciones. Recién dos décadas después se refirió a lo que pasó. “Éramos jóvenes y estábamos muy enamorados. Teníamos muy claro que casarnos era una gran idea, pero todo el revuelo que causábamos acabó entrometiéndose en nuestro camino”, dijo y elogió la “valentía” de su ex novia al tomar aquella decisión. Lo que se dice un verdadero caballero.
Sin embargo cuentan que en esos tiempos comenzaron sus problemas con la bebida y con la ley y el orden, aunque no la serie.
En 1993 fue arrestado por “conducción descuidada” bajo los efectos del alcohol y como dirían en el fútbol recibió su primera amarilla. En el 2004 salió de una fiesta y al dar una vuelta en U con su auto fue detenido por la policía. Como ya tenía antecedentes se lo condenó a cinco años de libertad condicional más 50 horas de servicio comunitario y asistir a un programa de rehabilitación. Segunda amarilla, pero aquí no hubo roja. En 2007 otra vez fue detenido por conducir ebrio. Al estar en libertad condicional un juez ordenó que pasara 48 días en la cárcel. Ahora sí, roja y fuera de juego.
De su paso por la prisión recuerda que para algo le sirvió ser famoso porque “como no querían que me pasara nada me dejaron conservar el celular”. Dijo que intentó pensar pero que lo único que lograba era sentirse un “poco estúpido por el motivo que estaba preso”. Intentó aprovechar el tiempo en la cárcel para ponerse en forma “traté de hacer una lagartija en mi celda pero no importaba en que ángulo estuviera. Siempre terminaba con mi cabeza adentro del inodoro”. Entre sus tareas le asignaron doblar la ropa en la lavandería y repartir el almuerzo a otros detenidos, entre ellos uno que había intentado matar a cuatro personas.
Meses después y cuando parecía que el actor volvería a la sección espectáculos y no policiales otra vez protagonizó un incidente. Luego de la gala en el Museo Metropolitano de Nueva York le dio un cabezazo al diseñador de modas Jack McCullough. Hay que reconocer que al menos eligió un lugar glamoroso y no un callejón abandonado. Según el diseñador el actor estaba pasado de copas. Otra versión es que salió en defensa de la actriz Brooke Shields, que había sido empujada por McCullough y que cuando éste se negó a pedirle disculpas; el actor, molesto, lo golpeó.
Saliendo de su prontuario y volviendo a su trayectoria, en la década del 90 protagonizó algunas películas como Cuestión de honor y El rapto pero ninguna que lo catapultara a la categoría megaestrella como sí lo era su ex, Julia Roberts.
Sin una súper película. le llegó la posibilidad de interpretar un gran papel: el de Jack Bauer. El problema es que no era en la pantalla grande sino en la chica, la tele. Al principio la idea no le gustó por cierto prejuicio de “los actores de cine no hacen televisión”. Finalmente aceptó.
En el rol del agente de la unidad antiterrorista, Sutherland volvió al centro de escena. Grabó 192 capítulos a lo largo de 8 temporadas. La serie empezó a tener fanáticos, entre ellos a Donald, el padre de Kiefer. Cierta vez lo invitó a cenar y le comentó la escena que había grabado. Esto hizo que su padre se enojara porque le “spoileaba” la serie.
Fue en pleno éxito de la serie cuando en 2007 le propusieron filmar un comercial para una marca de autos francesa. La filmación sería en Brasil y su compañera era y es una de las morochas más hermosas y deseadas de la Argentina: Araceli González.
“El lema de la marca era ‘orgullo nacional’ se hizo una encuesta sobre qué mujer podía representar ese orgullo y quedé seleccionada”, responde Araceli González que hace una pausa en medio del trabajo en su tienda online para recordar su encuentro con Sutherland para Teleshow.
“Cuando me avisaron con quién grabaría lo primero que pensé es que nunca había visto la serie ni conocía su personaje. Teníamos que grabar en San Pablo y nos ubicaron a todos en un hotel boutique precioso. Él estaba en el mismo lugar. Lo acompañaba solo un custodio que además era su mejor amigo”.
Apenas los presentaron el actor se quedó asombrado con el profesionalismo de la argentina. No era para menos, Araceli había sufrido un cólico intestinal el día anterior y ahí estaba dispuesta a grabar sin protestar. “Él no lo podía creer. Me preguntó varias veces cómo estaba y elogiaba mi responsabilidad”. Araceli lo recuerda como un hombre galante, seductor sin impostar y muy profesional. “Esas características sumadas a que era muy respetuoso lo convertían en doblemente atractivo”, recuerda.
Para Araceli fue “un lujo” hacer esa publicidad. En ese momento ella no estaba en pareja y ante la consulta de si no hubo algún intento de seducción por parte del actor responde que no. “Lo que pasa es que soy muy ‘amarga’ cuando trabajo. Casi no hablo y solo me dedico a trabajar”, concede con su risa tan espontánea como característica.
La morocha recuerda que aunque Sutherland en ese momento era uno de los actores mejor pago del mundo viajó solo y sin séquito. “Bajaba al lobby del hotel llevando en su mano las dos o tres camisas que iba a usar. Daba ternura verlo” cuenta y vuelve a reír al recordar que ella en cambio había viajado con su peluquero, vestuarista, maquilladora y manager para que estuviera cuidado el más mínimo detalle de su imagen.
“Era muy lindo ver el buen trato que tenía con todos. No hacía diferencias, se dirigía a todos por igual”. Las cenas compartidas con todo el equipo eran un verdadero placer “Nos contaba de su familia, de su niñez con su madre combativa, de distintos momentos de su vida. Comentó que llevaba todo su cuerpo tatuado y que cada uno de sus tatuajes representaba algo importante de lo vivido”.
Kiefer llegaba todos los días primero al set de filmación. Cuando la vio a Araceli le dijo con una sonrisa pícara. “Yo aparezco y no pasa nada. Llegás vos y todo el mundo dice wooooow”. Luego de cinco días de trabajo se despidieron y aunque no siguieron en contacto, el buen recuerdo perdura.
Hoy Kiefer se dedica a disfrutar de la vida, para pagar cuentas le alcanza y sobra. Solo como protagonista y productor de la última temporada de 24 embolsó 13 millones de dólares. Le gusta pasar tiempo con su hija y su nieto y mirar partidos de hockey sobre hielo. Hace tres años se animó a mostrarse como músico y realizó varios conciertos donde presentó Down in a hole un álbum de country donde es vocalista, guitarrista y además compositor de varias letras. Fanático de las guitarras posee una colección de Gibson que envidia más de uno. “Después de que los músicos profesionales se marchan del estudio, ya de noche, es cuando entro, enciendo una luz, y me paso horas tocando, porque me encanta”.
Si le recuerdan lo que vivió con Julia Roberts ni se inmuta. Es que logró lo contrario al amor que no es el odio sino la indiferencia. Kiefer hoy es un señor orgulloso de su hija y sus dos nietos y también de su trabajo. “Soy uno de los tipos más afortunados del mundo porque he tenido la oportunidad de hacer lo que me gusta y vivir de ello”, dice. Y es cierto, porque una “Mujer bonita” te puede dejar plantado, pero si seguiste con tu vida, lograste trabajar de lo que elegiste y encima compartiste cinco días con Araceli González en Brasil, tan mal y tan mal no te fue.
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