Muchas personas pasan por este mundo con más pena que gloria. Pero hay algunas que logran dejar un legado y se convierten en referencia. Personas que al recordarlas, uno no puede dejar de pensar “la pucha, qué ganas que existan más como ellas”. Patricia Miccio integró este grupo. Una mujer que se animó a contar que padecía cáncer de mama en un tiempo que todavía se hablaba de “una cruel enfermedad” y que siendo una de las modelos y conductoras más lindas de la Argentina reveló sin tapujos pero concientizando sobre los efectos que su cuerpo sufrió al recibir quimioterapia. Por eso cuando Teté Coustarot tuvo que dar la triste noticia que su amiga finalmente había partido la definió como una “luchadora impresionante” y “faro de otras mujeres con la misma enfermedad”.
Patricia Miccio creció en un mundo donde la estabilidad y el cariño eran lo cotidiano. Su papá era estanciero, a los 19 años compró un campo al que le dedicó tiempo y vida. Su mamá era belga, filatelista y una excelente cocinera especialista en preparar ensaladas caseras. La familia se completaba con dos hermanas mayores y otra, melliza de Patricia. Los Miccio vivían en una casa en en Quintana y Montevideo de la que Patricia salió solo cuando se casó. Esa estabilidad la rompió al terminar el secundario cuando decidió que no seguiría estudiando. “Pretendía independencia económica; así, como buena ariana, puse manos a la obra”. Bordaba jeans y carteras con lentejuelas y salía a venderlos hasta que con una amiga decidieron expandirse. Fueron a Once y de caraduras entraron a un negocio y pidieron telas para pagar a crédito. Se las dieron. Confeccionaron 600 polleras con un diseño que copiaron de una revista y las vendieron todas.
La moda comenzaba a rondarla pero todavía no era un camino o más bien una pasarela. Una de sus hermanas era dueña de una boutique y le pidió que desfilara. Patricia aceptó más por gauchada que por vocación. Era la época donde las modelos de pasarelas se mostraban enigmáticas y altivas, pero ella al desfilar sonreía y lo que la convertía en una mujer real y cercana. En ese desfile la vieron productoras de Para Ti y de Vosotras y la convocaron para trabajar de modelo. Ese mundo fue su mundo más de una década.
Mora Furtado compartió pasarelas y fue su compañera en Utilisima. Así la recuerda para Teleshow. “Como modelo fue absolutamente exitosa. Como persona, como mujer fue una gran madre. Adoraba a sus hijos, siempre se preocupó muchísimo de ellos y de su educación. En los últimos tiempos no nos vimos tanto. Ella se convirtió en un ejemplo porque a pesar de la dureza de la enfermedad que le tocó transitar tuvo la capacidad de volcar su experiencia en un libro y convertirse en apoyo de otras mujeres”.
Como modelo jamás le faltó trabajo. “Salía de casa a las 7 de la mañana y regresaba a las 10 de la noche. Era un ritmo infernal y cuando lo económico dejó de ser un incentivo puse las cosas en la balanza y dije basta”. Ese basta llegó de la mano de un nuevo desafío laboral. Patricia Fraccione, otra de las modelos top de la época estaba de presentadora en Utilísima y pidió una licencia. Le propusieron a Patricia reemplazarla y aceptó. Estuvo más de un lustro al frente de ese ciclo y luego pasó por otros magazines como “Por quererte tanto” y “2PM”. También estuvo en “Cotidiano” junto a Beto Casella, Oscar González Oro y Baby Etchecopar donde lograba participar en acaloradas discusiones sin perder su sonrisa ni alterar su tono de voz.
Siempre bien informada, con un estilo elegante pero cordial y cercano pronto se convirtió en referente de estilo. “Sé que a la gente le llama la atención mi -digamos- prolijidad. Es cierto que aun cuando como no se me sale el rouge, pero si me preguntan el secreto no tengo respuesta. Desde muy chiquita fui coqueta. Puedo dejar de tender la cama los domingos, pero no soportaría verme con las medias apenas corridas.” Evelyn Schield también comparte sus recuerdos con Teleshow. “Fue una de las mujeres más elegantes de este país, siempre impecable. Una vez llegamos a Punta del Este, con los chicos, las valijas y yo fui a llevarle unas cosas y estaba descargando el auto, con una camisa de satén de seda, impecable y yo era un desastre. Fuimos amigas y compañera de trabajo. Le puso mucha garra a todo. Una semana antes de su despedida se fue de compras aunque casi no podía caminar. Su vida fue más corta pero estoy convencida que en algún momento nos volveremos a encontrar”.
Anamá Ferreira también la recuerda “Fue una compañera increíble. Una mujer elegante, divina, irremplazable. Nos conocimos en el año 77. Se estaba por casar y se la veía feliz. Todas la queríamos siempre estaba impecable, nunca un problema, hablaba bien con todas. Linda por dentro y por fuera. Se la extraña mucho”.
A su marido, Luis Btesh lo conoció cuando tenía 19 años. Ella estaba de novia pero su cuñado le presentó a su hermano y se enamoraron. Así dos hermanas mellizas se casaron con dos hermanos. Con el Tano no podían ser más distintos. Él economista y ella del mundo de la moda. A él le gustaba salir a correr todas las mañanas y ella amaba recorrer los anticuarios de San Telmo. Ella de familia católica y él de familia judía. Pero hicieron de las diferencias, una fortaleza. “Respetar nuestras diferencias es algo fundamental. A nuestros hijos les enseñamos que una persona vale por lo que es y lo que hace, y no por su color de piel o religión. Todas las personas, piensen como piensen y crean en lo que crean, merecen respeto”, compartía en una entrevista con la revista Gente.
Su espíritu solidario era conocido por todos. Furtado destaca su solidaridad enorme. “Siempre estaba recolectando cosas, premios, regalos para las personas que lo necesitaban. Nunca fue indiferente a lo que consideramos necesidades sociales. Como decimos los creyentes tienen lugar ganado en el cielo. Espero que desde el lugar donde este proteja a todos los que la amaron profundamente”. Si a Patricia le preguntaban por qué ayudaba su respuesta era “Yo no sé si mi esfuerzos o mi espíritu me permitirían estar en contacto con los más vulnerables, por eso mi papel es otro. Estoy en recursos y eventos. Tengo relaciones y sé pedir”.
Esa mujer que andaba por la vida queriendo y siendo querible, de decir pausado y de mirada atenta, una mujer clásica pero también moderna, de pronto dejó de ser modelo de estilo para transformarse en referente de fortaleza. A mediados de febrero del año 2000 supo que tenía un tumor maligno en un pecho. A los días se operó y comenzó un tratamiento de quimioterapia. Tres meses después decidió contar en “Movete”, el programa de Georgina Barbarossa su enfermedad.
Sin dramatizar pero con valentía reveló que quitándose el maquillaje se descubrió un bulto en el pecho. Al día siguiente ya se estaba realizando una mamografía y los resultados no fueron alentadores. Al cuarto día fue operada. Después vino el tratamiento. “Ahora uso peluca. Estoy pelada, pero el pelo vuelve a crecer como una flor o como el pasto”. Contó que la acompañaban su marido y sus hijos Francis y Axel que en ese momento tenían catorce y cinco años. El amor de ellos fue su fortaleza. “Yo nunca me enojé con esto. Soy parte de las estadísticas. Una de cada diez mujeres padece cáncer de mama. Estoy muy aferrada a la vida. No niego lo que me pasa, pero tampoco me enojo con esto”.
Con el tratamiento, Patricia tuvo que acostumbrarse a los cambios frente al espejo. Ella absurdamente hermosa y ligada a un mundo donde lo estético era vital subió de peso, perdió su cabello pero ganó en coraje “Tenía el estigma de la mujer perfecta. Y resulta que a esa mujer perfecta le tocó cáncer. Empecé a asumir esa imagen transitoria. Andaba pelada por mi casa, pero no salía así a la calle porque para el otro resultaba agresivo, a veces iba maquillada a mis sesiones de quimio”.
Seis años después del diagnóstico escribió “Actitud y aceptación para enfrentar la enfermedad” un libro donde compartía sus experiencias y daba consejos no de gurú sino de persona que atravesó el dolor. Se aferró a la fe, devota de la Virgen María volvió a ir a misa. Sin embargo, no se consideraba dueña de una única verdad y se integró a un grupo de mujeres de distinta religión para meditar y rezar.
Después de 25 años de matrimonio se separó de Btesh sin escándalos ni reproches. En el 2004 volvió a encontrar el amor con el empresario Benjamín Vijnovski. Se animó y abrió un local de ropa y accesorios Takkai que fue un suceso en Punta del Este.
Los que la veían muchas veces se preguntaban cómo lograba desterrar a la derrota. “Siempre soy de ver cómo seguir adelante, por dónde está la salida”, sostenía sin perder su alegría. “Soy una voluntariosa de la vida, y estoy convencida de que sólo así se construye el mejor camino que nos toca transitar a cada uno”.
En el 2011 se encontraba en Punta del Este cuando su enfermedad recrudeció. El año anterior había tenido una recaída pero luego de un duro tratamiento logró salir adelante.
Patricia volvió a Buenos Aires, pero la enfermedad pudo más. El 6 de abril de 2011, diez años después de ese maldito diagnóstico se despedía en su casa. Tenía 56 años. A una década de su partida se extraña su sonrisa reflejo de esa persona humana y sensible. Se extraña a esa mujer que transformó el cachetazo de la vida que fue su diagnóstico en una brújula que sirvió para guiar a otras mujeres y decirles “no tengan miedo”. Alguna vez Patricia dijo: “Yo jamás voy a bajar los brazos, soy una voluntariosa de la vida. A mí me gusta demasiado la vida, la muerte no me gusta. No le tengo miedo, pero no es lo mío”. Y sí, la muerte no nos gusta y cuando se lleva a gente como Patricia además de no gustarnos nos da mucha pero mucha impotencia.
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