Aburrida, Betsy True decidió realizar una actividad distinta con Edward Jr, el niño de cinco años que cuidaba. Lo llevó a ver If I Were A Princess, una obra de teatro infantil. Al volver a su casa, los padres le preguntaron a su hijo cómo le había ido. Él habló poco de la obra, pero les aseguró: “Cuando sea grande seré actor”. Y lo cumplió. No había pasado los 30 que ya acumulaba tres nominaciones para el Oscar, la admiración de Robert De Niro y Marlon Brando y el rótulo de “el mejor de su generación”. Hoy con 51 años, pocos aceptan trabajar con él. Es que ese pequeño decidido mutó en un actor para algunos con un ego inmanejable y para otros, de convicciones férreas. Con ustedes, Edward Norton.
Edward Harrison Norton Jr. nació en la elegante y señorial Boston. Lo llamaron con el mismo nombre que su padre, un reconocido abogado que llegó al cargo de fiscal durante la presidencia de Jimmy Carter y fue pionero en instalar en la agenda política el cuidado del planeta. Como si fuera poco se lo consideraba un héroe de guerra porque combatió en Vietnam como teniente de infantería. Pero si su papá era importante, su abuelo materno mucho más. Se trataba de James Wilson Rouse, un arquitecto famoso por crear los primeros shoppings, idear novedosas formas de urbanización y edificar viviendas dignas y accesibles para los más pobres. Su hija Lidia, madre de Edward Jr., era docente, pero había dejado su puesto en una secundaria para dirigir una fundación de subvenciones educativas. La familia se completaba con Molly y James, los hijos menores del matrimonio.
Si los Norton pensaron que al primogénito se le pasaría su pasión por la actuación se equivocaban. Betsy lo llevó a ver Los Miserables en Broadway donde ocupaba un pequeño rol, lo que acrecentó la determinación del pequeño por actuar. Las últimas dudas las disipó cuando cumplió ocho años. Participaba de un grupo de teatro y sus compañeros se tomaban la actuación como juego, entre bastidores se empujaban, aburrían o divertían. Pero Edward se acercó al director de la obrita para preguntarle “¿Cuál es mi objetivo en esta escena?”.
La vida siguió y Norton siguió con sus clases de actuación. Terminó la secundaria y se anotó para estudiar Historia en la universidad de Yale. Joven de inquietudes diversas hizo cursos de Astronomía e Historia de la Filosofía oriental mientras se destacaba en el equipo de remo.
Cuando parecía que iba a dedicarse a la actuación decidió mudarse a Osaka, en Japón para trabajar en la compañía de su abuelo, construyendo casas para familias vulnerables. Su abuelo en vez de ver un sucesor vio un nieto que no cumplía su sueño, le pidió que dejara la empresa y lo incentivó a actuar.
Volvió a Estados Unidos y se instaló en Nueva York. Aunque su familia era rica se mantuvo trabajando de mozo. Decidió tomar clases de actuación con el profesor más prestigioso de la Gran Manzana, Terry Schreiber. Averiguó el costo del curso y con su sueldo de mozo no le alcanzaba. Supo que Schreiber preparaba una gira por Japón y le propuso intercambiar servicios. Clases de actuación por clases de japonés, idioma que hablaba sin problemas.
Por fin consiguió trabajo en teatro, con la compañía Signature Theatre. La gran oportunidad en cine le llegó cuando Leonardo Di Caprio rechazó el personaje de un jovencito acusado de asesinato. Entre dos mil aspirantes, Norton resultó el elegido para personificar el rol de monaguillo en La verdad desnuda junto a la gran estrella del momento, Richard Gere. Desde el vamos demostró su talento ya que fuera de guión incorporó un tartamudeo que enriqueció a su personaje. Como resultado, fue nominado al Oscar como mejor actor de reparto lo que le abrió las puertas de Hollywood. Apenas pasaron dos años para la segunda nominación al Oscar, por su neonazi en la película American History X.
En el plano personal, también tenía una vida “movidita movidita”. Protagonizó un breve romance con Drew Barrymore. Después confirmó eso de que “los opuestos se atraen” porque se enganchó con Courtney Love, la viuda de Kurt Cobain. Se conocieron filmando El escándalo de Larry Flynt y desde el inicio la pareja no podía parecer más despareja. Él procedente de una familia aristocrática y con modales de caballero junto a una mujer que representaba el White trash. “Edward es tan caballeroso como brillante. En términos de ética e integridad, trasciende virtualmente a cualquier persona que he conocido en la industria del entretenimiento. Tanto como actor como persona, es pura clase”, declaraba ella enamoradísima en la revista Interview. Norton tampoco se quedó atrás. Cuando sintió que su novia era atacada en un artículo de la Rolling Stone escribió una carta letal: “Courtney es un complejo, fascinante y saludable ser humano. Sus textos sobre ella son sexistas, intelectualmente vacíos y exponentes de una espiritualidad en total bancarrota”. La carta todavía se conserva enmarcada en la redacción.
La pareja rompió y Norton se enamoró de Salma Hayek. El que les hizo “gancho” no fue un amigo en común sino el kinesiólogo que los atendía. Estuvieron cuatro años pero mantuvieron un cerrojo tan fuerte sobre su relación que casi no existen fotos de ellos juntos. Fue en esa época que la mexicana se embarcó en la filmación de Frida. La chaparrita primero tuvo que enfrentar los embates de Harvey Weinstein que, ante su negativa, le exigió recaudar diez millones de dólares para financiación y reescribir el guión. Norton se puso el proyecto de su novia al hombro.
El actor investigó sobre la pintora mexicana y escribió un nuevo libro. Esto provocó la furia de la poderosa Asociación de Guionistas que exigió que su nombre no estuviera en los créditos y además, le estampó el sello de “conflictivo”.
No obstante, las dotes actorales de Norton eran evidentes. Espectadores y críticos se rendían ante ese joven que en pantalla era una mezcla de Robert De Niro y Dustin Hoffman, por su electrizante intensidad y resignada vulnerabilidad. Parecía la gran estrella de su generación, el hombre nacido en cuna de oro y destinado solo a ser idolatrado. Pero no.
Como reseñó la revista Vanity Fair, los problemas comenzaron cuando lo convocaron como protagonista de American History X. Primero volvió loco al director, Tony Kaye preguntando e indagando sobre los diálogos y las motivaciones del joven neonazi que debía encarnar. Kaye apeló a toda su paciencia para satisfacer al actor. Al llegar el momento de editar la versión final, el director presentó una de 95 minutos. Pero Norton puso el grito en el cielo. Que como habían sacado tal parte, que faltaba tal otra, que cómo esto sí y lo otro no. Conclusión, los productores aceptaron hacer una nueva edición según sus sugerencias. Esa versión de dos horas de duración fue la que llegó a los cines.
Con esta nueva versión, Norton estaba feliz pero el que entonces se enfureció fue el director que sintió su obra mancillada y su ego pisoteado. Pidió retirar su nombre de la película y firmar con el pseudónimo Humpty Dumpty, un personaje cómico. Como frutilla del postre demandó al estudio por apenas 200 millones de dólares.
Pese a la furia de Kaye, Norton recibió su segunda nominación al Oscar y la cinta se convirtió en una de las mayores películas de culto de la década. El actor ganó la pulseada pero si ya era el dueño del casillero “conflictivo”, con esto se ganó todo el tablero.
Con los estudios Paramount tampoco le fue mejor. Luego de su increíble composición en La verdad desnuda, le ofrecieron un contrato por tres películas más. Durante los siguientes ocho años, Norton rechazó todos los proyectos que le enviaron. Sí, lector, leyó bien. No hubo nada que le “viniera bien”. Solo aceptó participar en Cuenta final porque anhelaba trabajar junto a De Niro y Brando.
Hartos de sus no, Paramount le anunció que o aceptaba un proyecto o se fuera buscando un buen abogado. A regañadientes accedió a formar parte de La estafa maestra con Mark Wahlberg, Jason Statham y Charlize Theron. En el set permanecía siempre con cara “de estoy acá pero no quiero” y se negó a hacer la gira de promoción. La película fue un exitazo y Donald De Line, el productor, le envió regalos a todo el elenco. Norton devolvió el suyo con una nota letal: “Dale esto a alguien que te caiga bien. O, mejor dicho, a alguien al que le caigas bien”.
En 2007 lo convocaron para ser Hulk. Norton no estaba muy convencido pero, tras reunirse con el director Louis Leterrier y recibir la garantía de que sus sugerencias serían incorporadas al guion, aceptó. Puso manos a la obra y entregó una nueva versión del libreto. Aunque el proyecto estaba muy avanzado y era complicado cambiar la idea original, Leterrier incorporó la mayoría de ideas del actor.
Cuando los ejecutivos de Marvel vieron el primer montaje de la película, no se pusieron verdes pero casi. Apenas había algunas escenas de acción y abundaban las de diálogos tan sesudos como aburridos. O sea todo bien, Norton pero estamos filmando la historia de un señor que se pone verde y que no existe. Norton, lejos de recordar que aunque era estrella no dejaba de ser empleado, se molestó al ver cómo los ejecutivos descartaban sus ideas y otra vez decidió no ayudar con la gira de promoción. Conclusión cuando llegó el turno de rodar Los Vengadores, Marvel le dijo “chau, chau adiós”. Y no solo eso, por primera vez explicó públicamente por qué había contratado a Mark Ruffalo: “Queremos a alguien que comparta el espíritu creativo y colaborador del resto del reparto”. Años después, Norton les devolvió el misil: “Hice una gran película de acción llamada Hulk, el hombre increíble. ¿Y sabés que salió mal? Que quise un guion mejor”. El último Exocet fue para los productores: “Pensé que teníamos que hacer una película de Marvel que fuera tan buena como la peor de Christopher Nolan”.
Pero como nos enseñó Dr House, la gente no cambia y Norton siguió opinando de todo, todo el tiempo. En Cuestión de Honor mientras leían el guión “Interrumpía y no dejaba de indicarnos a los demás actores cómo debíamos interpretar nuestros personajes. Cuando recitaba mis diálogos me interrumpía a voces diciendo: ‘Es que ningún padre le habla así a su hijo’”, contó Nick Nolte. Harto, Nolte abandonó el proyecto": (O) le romperé el cuello a Norton antes de empezar a rodar siquiera”.
Hasta acá uno podría tener incluso simpatía por el ímpetu de Norton para defender las ideas. Esto de ser “malo con los malos” no deja de ser heroico. Pero el problema es cuando además de pelearte con el estudio, los guionistas y tu coestrella también te enojás con la vestuarista que cobra veinte veces menos que vos y encima trabaja para vos. En la comedia Smoochy dirigida por Danny DeVito debía interpretar a un animador infantil. La diseñadora de vestuario, Jane Ruhm le enseñó los bocetos que iban con el espíritu del protagonista, un joven relajado y hippie. Pero Norton rechazó la propuesta. Sin pedir permiso ni mediar palabra, le encargó a Giorgio Armani el vestuario de su personaje. Como si fuera poco obligó a Ruhm a encargarse de los trámites y papeleos de una ropa que ella nunca había aprobado. Y así, al tablero" conflictivo" le sumó el de “insoportable”, “nunca más quiero trabajar con él”, “que se vaya a su casa” y “quién te crees que sos”.
Poco a poco dejaron de convocarlo. En 2014 apareció en Birdman y se pensó que resurgiría, pero no. A eso sumó que las críticas de sus dos películas como director, Más que amigos y Huérfanos de Brooklyn tampoco advirtieron sobre un talento descomunal.
Sea lo que sea a Norton no parece importarle mucho. Nunca se rindió ante la fama, de hecho una de sus frases célebres es “Si alguna vez tengo que dejar de tomar el metro, voy a tener un infarto”. Tomó la posta de su padre y es un defensor del planeta. Como le contó a Infobae: "Paso demasiado tiempo de mi vida involucrándome en los cambios climáticos y la conservación del medio ambiente. Es una lástima que la mayor parte de nuestros problemas culturales y geopolíticos sean simplemente la discusión de alguna cena mientras vemos que nuestra casa se está incendiando. Yo siempre tengo esa voz interior que me dice “Esto es algo en que tenemos que involucrarnos todos, de alguna forma”. Y parece que en Hollywood todos aceptan que se involucre en la lucha por un planeta mejor. Ahora si se trata de involucrarlo en otra película, parece que la respuesta es “seguí participando”.
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