—Vos sabés que tu nombre no existe…
—Me siento incómodo.
—¿Te querés ir?
—Me quiero ir.
Lizardo Ponce sostiene la mirada unos segundos, deja crecer la tensión -como un actor, casi como un actor- y finalmente larga la risotada. “Tengo un tema con mi nombre, sí. Durante mucho tiempo no entendí por qué me lo pusieron, porque en mi familia somos Martín, Lizardo, Matías y Milagros… o sea, de repente dijeron: este va a ser el puto, va a ser el raro, el de la tele…”, explica.
Estamos en el bar La Chopería de Palermo, solos en un salón aún no habilitado. Lizardo Ponce acomoda el pelo para arriba, como intentando que no caiga. La propuesta fue clara: queremos hacerte una entrevista en modo antifan, es decir, no la entrevista que te haría un seguidor sino, acaso, alguien neutral, no cautivo del encanto de la fama. “Yo también soy periodista y sé lo que es pedir una entrevista, así que obvio”, contesta. A los pocos días estamos sentados junto a Laila Roth entrevistando a Lizardo Ponce, uno de los grande favoritos del Cantando 2020.
—Queríamos ver si nos podés explicar tu fenómeno. Nosotros estuvimos pensando pero sinceramente no lo entendemos…
—No les da… ¿Se los explico?
—Definí tu fenómeno.
—Me parece que lo que sucedió conmigo este año fue la necesidad de la gente de una compañía. Me parece que tuvo que ver con eso y con cómo la gente se fue alejando de medios tradicionales un poquito y encontrando la compañía en otro formato. Para mí lo más importante fue eso. Y que me hayan acompañado a mí también en un momento muy duro.
—¿Por qué un momento muy duro para vos?
—A ver… Muy duro…
—¿Estabas picando carbón en una mina? ¿Trabajando en el puerto?
—No… bueno. Es que yo soy un pibe muy familiero. Extraño visitar a mi familia, ya hace como nueve meses que no los veo… Soy muy amiguero… Y la falta de todo eso es dura.
—Eras mucho de cachondear en los vivos que hacías al comienzo de la pandemia
—Yo lo veo como una ventana que se abrió y la gente me conoció tal cual soy. Si había alguien que me gustaba, me mostraba gustando de esa persona, si me enojaba me enojaba… Si me reía, me reía…
—¿En la vida sos así: si te gusta, que se note?
—Sí, que se note. Si veo que del otro lado pica… me hago un poco el lindo. Sino me resguardo. Intento una vez, intento otra vez, si no hay rebote, me lo guardo y no te digo más nada... No me hablo con mucha gente igual, no vivo hablando con candidatos. Igual llegan fotos, videos, llegan cosas raras, te quiero hacer esto o aquello… Pero queda ahí, no lo contesto.
—¿Hay alguna cosa rara que te haya tentado?
—Aparecen buenos candidatos, sí. Pero también aparece el que está bueno pero está en la loma del orto y vos decís: ¿para qué querés hablar conmigo…?
—¿Tuviste amores internacionales?
—Sí, me enamoré.
—¿Alguien conocido?
—No.
—Mirá que tengo 13 razones para hacerte esta pregunta.
—(abre fuerte los ojos).
—¿Qué pasó?
-Bueno… Pasó que conocí a muchos actores haciendo entrevistas como están haciendo ustedes ahora y pegué buena onda con la mayoría, y con uno de los que pegué buena onda fue con Brandon Flynn de 13 Reasons Why, que después nos invitó al hotel a tomar algo. Él quería salir y yo organicé. Pero él estaba de novio así que no pasó nada. Yo estaba en una peli, me sentía en Netflix jaja. Es lo más él y quedamos con buena onda.
-¿Tuviste grandes amores que sí funcionaron?
—... Tuve tres grandes amores. Estuve con una chica de novio cuando tenía 18 o 19 años. Fue una gran compañera y le tengo mucho aprecio. Estuve de novio después cinco años con un chico y fue un gran amor. Y después tuve algo que no se llegó a dar pero fue muy importante para mí.
Lizardo deja de hablar. Se toma la cara y mira al suelo. Parece que va a llorar. “¿Podemos cortar?”, dice. A los pocos segundos, otra vez, resulta ser un engaño, un chiste. Nos pregunta cuál de los dos lo odia más, si Laila o quien escribe. Le decimos que los dos. Lo noto, responde. Pero se queda ahí, dispuesto a ser odiado -porque ya conoce a los haters-, y se lo toma con gracia. “Yo ya sé los comentarios que va a haber en la entrevista igual, así que ni los voy a mirar”, dice.
—¿Hiciste teatro alguna vez?
—No, pero actué algunas veces. Para publicidades en redes y esas cosas que de repente me piden hacer videos. Ahí actúo. El otro día acepté una acción para hacer con una marca de teléfonos y de repente me pusieron en un zoom con actores, con Diego Reinhold guionándome, tuve que aprenderme una letra… Y me pareció espectacular.
—¿Cerrás vos los tratos con las marcas?
—No. Para cuestiones de redes tengo una agencia que se llama Trendsetters. Ellos me cierran todo lo comercial en cuanto a redes. Pero lo que es tele y el resto de mis trabajos los manejo yo.
—¿Sos de los que cobra por mandar mensajitos a la familia?
—Jamás se me ocurriría. Tampoco voy a ser hipócrita: no es que abro mi inbox y contesto a todos los que me escriben por los cumpleaños, pero en la calle cuando me piden si puedo lo hago. Siempre trato de hacerlo. Me parece que es una devolución al cariño de la gente y por algo te lo piden. Nunca se me ocurriría plata por un saludo. Jamás.
—Cobrás por cantar… Por un saludo podrías...
—Y te vas a morir cuando te enteres cuánto cobro…
—Ah, ¿nos vamos a enterar?
—...
—Hacés canjes también, ¿o no?
—Obvio.
-¿Cuál fue el canje más raro?
—Yo tengo un tema con el canje: si lo compraría, lo agarro. Soy muy consumista: gasto, gasto, gasto… Quiero todo, acumulo, después dono.
—Estás poniendo en marcha la economía...
—Ponele.
—Hace mucho te conocemos, te veíamos acompañando participantes en el Bailando, estabas en los programas, pero ¿cuándo fue el momento en que pasaste de ser alguien al que enfocaba la cámara cada tanto a tener nombre propio digamos?
—Eso es muy relativo porque depende de la mirada de la gente. Qué sé yo desde cuándo soy o no soy para los demás. Para mi lo más importante fue estudiar, fue jugármela a venir a vivir a Buenos Aires, fue entrar en Ideas del Sur en su momento y trabajar como panelista, tener mi programa para MTV. Creo que fueron todos paso a paso. Claramente el boom fue esta cuarentena pero porque fue muy grande la cantidad de gente que se enganchó con algo que yo hacía desde mi casa. Hoy hablaba con Yanina (Latorre) de que lo más loco de la cuarentena fue que realmente no arrancó como un negocio ni como una estrategia…
—¿No fue un boicot entre vos, Alberto y Xi Jinping para que crecieras en seguidores?
—No, te juro que no.
—¿Cuánto pensás que lo que sos hoy tiene que ver con que sos hegemónicamente bello? Es decir: un porcentaje tiene que ver con tu talento y otro con que sos lindo. ¿O sentís que no tiene nada que ver?
—No sé. O sea, te agradezco que me digas que soy lindo, pero yo no sé. Sé que el medio se maneja muchas veces así y que es importante y no se le da lugar a todos. Pero eso no quita que uno también tenga otras cualidades que lo hagan crecer. Es decir, no soy solamente hegemónico, como dirías vos. Pero sí me gustaría que el medio cambie y se le dé lugar a todo el mundo más allá de cómo sea físicamente porque lo más importante es lo que tiene uno para decir y cómo se maneja frente al trabajo.
—¿Qué sentís cuando te escuchás cantar?
—Un artista.
—¿Sí?
—(Risas). No. Un horror. Un horror, un horror, un horror. Pero ahora al menos cuando me veo me siento más divertido. Me sale la sonrisa y digo: este pelotudo la está pasando bien. Realmente la estoy pasando mejor ahora.
—¿Cómo evolucionó el vínculo con Nacha?
—Al principio me odiaba, y después buena onda. Ella dijo algo que para mí fue muy cierto respecto de mí: me dijo que me mostré muy vulnerable. Y me pasó eso porque me sentí tan expuesto saliendo a una pista a hacer algo que no sé hacer, con tantas opiniones del otro lado, con un jurado, con gente, con luces, yo montado como si estuviese en una obra de teatro… Y en un momento no me quedó otra que decir: soy esto, voy a hacer lo que pueda, y listo. Entonces si bien no entré con un personaje ni con una careta ni con soberbia, entré más a la defensiva y por ahí bloqueaba y se generaba una sensación rara. Pero con el tiempo no me quedó otra que ponerme un poco en pelotas y decir soy esto, si les gusta genial y si no les gusta me mandan a mi casa.
—¿Te autopercibís careta?
—Mirá: si hay algo a lo que le tengo terror es a la mentira. ¡A mis mentiras!
—A que te descubran la mentira...
—¡Sí!
—Tenés miedo a la verdad en todo caso…
—Bueno, pero no miento directamente. Te juro eh, hasta lo más mínimo no lo miento porque siempre sale a la luz y quedás como un pelotudo.
—Porque ya te salió mal…
—Sí.
—Está bien… Honesto por conveniencia.
—Es lo que hay.
—Vamos a entrar a la sección “Mi amigo famoso”. Son preguntas sobre tu amigo famoso...
—¿Quién es mi amigo famoso?
—Quién no…
—No entiendo.
—¿Tenés amigos que no sean famosos?
—Sí, claro. Muchos de ellos están en Córdoba también pero sí. Hay algo cierto y es que me sorprende la cantidad de gente que me dice: “¿por qué tantos amigos famosos?”. La verdad es que es un medio en el que vengo trabajando hace mucho tiempo y para mí no hay nada más normal que generar vínculo y amistades con la gente con la que trabajo. Esa gente que dice que en el medio no podés tener amigos porque la competencia y no sé qué… No me parece. Yo me llevo muy bien con todo el mundo.
—¿Qué es la fama?
—Un lugar en el que te ponen los demás.
—¿Sí?
—Sí, es solo eso. Pero algunos llegan, y otros no.
SEGUÍ LEYENDO