Peter Sellers no se llamaba Peter. Y tal vez allí comenzaron sus problemas. Nació en 1925 y fue bautizado como Richard Henry Sellers. Pero desde siempre sus padres lo llamaron Peter. Ese era el nombre de su hermano mayor, del primer hijo de William y Agnes, el que había muerto un par de años antes del nacimiento del que después todos conoceríamos como Peter.
Ese puede ser el dato en el que se cifren su éxito y su tormento. Desde antes de que tuviera conciencia, ocupó el lugar de otro, interpretó a alguien que él no era, usurpó (involuntariamente) una identidad. La búsqueda de la risa, del afecto de los otros, a riesgo de postergar su propia personalidad, a expensas de que eso le carcomiera toda su energía, también puede tener ese origen.
En la década del 50, Peter Sellers empezó a hacerse conocido. Los espectadores quedaban hechizados con su capacidad para metamorfosearse, para adoptar diferentes acentos y encarnar personajes de distintas nacionalidades. Participaba de The Goon Show, un exitoso y a esta altura legendario programa radial, al que todos reconocen como el antecedente más evidente de Monty Python. Ese programa fue el precursor de todo un linaje de humor efectivo y refinado. Y Peter Sellers su representante más notorio.
Luego llegó el cine. Un cuarto de siglo en el que encadenó éxitos como El Quinteto de la Muerte, las películas de La Pantera Rosa, Dr. Insólito, Lolita, Casino Royale, Qué pasa Pussycat, Crimen por Muerte y Desde el Jardín.
A principios de la década del 70, Peter Sellers todavía no se había convertido en una estrella mundial, pero su talento (tal vez su genio) ya era reconocido y buscado por los principales directores cinematográficos. Lo que ellos todavía no sabían, lo que evitaba que se acobardaran, era que todas las ventajas de tener a Peter en cámara, muchas veces no compensaban los disgustos que producía fuera de ellas. Todavía no circulaba la leyenda (con evidentes fundamentos en datos reales) de lo inmanejable que era el actor. Sin embargo, se conocían varias de sus excentricidades.
Una de ellas era que confiaba mucho, quizá demasiado, en los consejos de un brujo/psíquico/ astrólogo al que acudía semanalmente. No aceptaba ningún proyecto sin que su consejero diera el visto bueno. Los estudios y los directores reconocieron en la situación una buena oportunidad. De pronto, el consejero espiritual y astral, comenzó a ser sobornado para que guiara a Sellers hacia sus proyectos. Blake Edwards venía tentando a Peter hacía bastante tiempo pero no conseguía contratarlo. Edwards decidió derivar unas libras hacia el consejero para que este persuadiera a Sellers de actuar en su película. Fue así como el brujo le dijo que veía en su futuro un enorme proyecto, algo que le cambiaría la vida y que en su visión aparecían con claridad dos letras la B y la E. Sellers llegó a su casa y prendió la televisión. No asoció esas dos letras a la decena de llamados telefónicos que había recibido en las últimas semanas ni en el guión que reposaba sobre una mesa firmado por Blake Edwards. En un noticiero entrevistaban a una rubia muy joven y de una belleza sobrecogedora. Alta y luminosa, Britt Ekland, la actriz sueca de 21 años había llegado a Inglaterra para participar de un rodaje. Sellers quedó deslumbrado y se propuso perseguirla hasta que le prestara atención. Al fin y al cabo, su asesor espiritual le dijo que en su futuro veía a alguien con una B y E en su nombre. Cada uno interpreta lo que quiere.
Diez días después de encontrarse por primera vez, la actriz se convirtió en una de las 4 esposas (las otras: Anne Howe, Miranda Quarry y Lynne Frederick) que llegó a tener el actor en su breve vida. El matrimonio fue igual a los otros tres. Tormentoso. Un calvario repleto de abusos, insultos, celos, actitudes arbitrarias. La inestabilidad de Sellers hizo sufrir a cada una de sus esposas.
El recuerdo de Ekland, parece, no es el mejor. Hace unas pocas semanas la BBC se comunicó con ella para que participara en un documental sobre la vida del cómico, que se emitirá en estos día en ocasión de cumplirse el aniversario 40 de su muerte. A sus 77 espléndidos años Britt, la ex Chica Bond, rechazó la invitación. Nadie la pudo convencer. Algunas cosas, adujo, mejor no recordarlas. Sólo atinó a responder: “Peter era un alma torturada. Muy torturada. Necesitaba ayuda, mucha más ayuda de la que recibió”.
Sus fracasos matrimoniales y de cada una de las relaciones que encaró se pueden explicar en algo que Sellers declaró alguna vez: “Si ni siquiera puede encontrar una manera de vivir conmigo mismo, de aguantarme a mí, no puedo esperar que alguna otra persona lo haga”.
También se le adjudicaron romances con cada una de sus compañeras de elenco que, según afirman, elegía cuidadosamente desde que se había convertido en una primera figura. Entre ellas se destacan Ursula Andrews y Liza Minelli. Con Liza vivieron un romance muy corto y la relación fue caótica aún dentro del Parámetro Sellers. El abuso de drogas por parte de ambos, el carácter fuerte, la inestabilidad. Algún biógrafo de Peter llegó a afirmar que la ruptura sobrevino cuando Liza, a modo de broma, le quitó a Peter un aplique capilar. El actor lo consideró una ofensa imperdonable.
Britt Ekland dijo que Peter Sellers, más allá del exceso de alcohol y del abuso de drogas, padecía un trastorno bipolar no diagnosticado. Las variables de sus estados de ánimo eran abruptas e impredecibles. Y lo convertían en un personaje inasible. El éxito tapó sus problemas, le permitió seguir adelante.
En cada filmación los problemas con los directores se multiplicaban. No aceptaba marcaciones, no respetaba disciplinas. Sin embargo, era buscado con denuedo. Era muy efectivo en la pantalla, nadie conseguía carcajadas con tanta facilidad.
Aquello que lo atormentaba en su vida privada, el no poder encajar, el atravesar diferentes personalidades, era lo que le permitía triunfar en su arte.
Actuó en dos películas para Stanley Kubrick. Hacían una dupla improbable. El rey del control con el emperador de la improvisación. En Lolita hizo un papel secundario; en Dr. Insólito encarnó tres personajes diferentes, recurso que gracias a su energía y ductilidad repetiría en varias de sus películas. Por esta película obtuvo su primera nominación al Oscar. Consiguió otra por Desde el Jardín y una más en 1959 por un cortometraje.
No sólo logró éxitos radiales y de taquilla. También algunas de sus canciones lograron escalar en los rankings. En 1960 filmó Ella y sus Millones junto a Sophia Loren (de lo que también se enamoró perdidamente). Juntos cantaron Goodness Gracious Me, que fue un éxito en Inglaterra. Aceptó participar de esa película sólo por la posibilidad de estar junto a la italiana. Pasadas pocas semanas de rodaje, le declaró su amor incondicional a Sophia. Hubo dos problemas: el primero, que lo hizo delante de su propia esposa y el segundo, que después de eso la actriz temía acercarse a Sellers. Según la leyenda, fue por esa época cuando uno de los hijos del actor, ante sus ausencias prolongadas y los cambios de ánimo permanentes, le preguntó si los quería a él y a sus hermanos. Peter respondió: “Por supuesto que sí. Pero no tengo que mentirte: los quiero un poco menos que a Sophia Loren”. La relación con sus hijos tres hijos no mejoró con el transcurso del tiempo. En 1980 amenazó con desheredarlos porque su hija, durante la visita en medio de un rodaje, le dijo que lo veía más gordo.
Desde muy joven, Peter Sellers anheló ser baterista. Su ídolo era Gene Kupra, el gran batero de la era del swing. Muchos años después logró forjar una amistad con otro ícono de ese instrumento: Ringo Starr. Cuando Ringo abandonó la grabación del Álbum Blanco, se fue a navegar con Peter por el sur europeo. A ese viaje Ringo llevó unas cintas con grabaciones de esas sesiones y mientras tomaban cantidades ingentes de alcohol en medio del mar, las escuchaban. Luego de la muerte de Sellers alguien encontró entre sus pertenencias esas grabaciones y comenzaron a circular, convirtiéndose en uno de los piratas más requeridos de los Beatles. Se lo conoce como The Peter Sellers Sessions.
También grabó con éxito un cover satírico de A Hard Day´s Night, interpretándola como un actor shakesperiano, como un Laurence Olivier lisérgico, o múltiples versiones de She loves you con variados acentos. Conoció a los integrantes de los Beatles a través de George Martin que fue productor de sus canciones con Sofía Loren y de varios de sus discos de comedia.
Pese a que el ardid de las iniciales no resultó, Blake Edwards tuvo la posibilidad de contar con el actor. Cuando estaba a punto de comenzar el rodaje de Un disparo en la oscuridad, la primera película de la saga de La Pantera Rosa, Peter Ustinov, contratado hacía meses, se bajó del proyecto. Sin esperanzas le hicieron una nueva propuesta a Sellers, que esta vez aceptó sin mayores problemas.
Esa dupla de actor y director se repitió en muchas películas. El Inspector Clouseau, que inicialmente era un personaje secundario, tomó protagonismo de inmediato y se convirtió en el personaje principal. Volvió en otras cinco películas con Sellers. La dupla funcionaba en taquilla, aunque no siempre lo hacía artísticamente según la visión de los críticos. Pero la relación entre ellos -como casi todas las de la vida de Sellers- era desastrosa. Cada rodaje era peor que el otro. Las peleas eran épicas. Edwards creía que Sellers no era lo suficientemente obediente; Sellers estaba convencido de que lo único que hacía que esos proyectos valieran la pena era su aporte, por lo que se reservaba el derecho de hacer lo que quisiera en el set. Algo de razón tenía. El inspector original era torpe, sólo una máquina de provocar gags visuales y escrito sin cariño. Sellers lo dignificó, le incorporó ternura y una inesperada eficacia. Los intentos fallidos de Edwards por resucitar el personaje con actores como Alan Arkin, Dudley Moore, Steve Martin y hasta Roberto Benigni, demuestran que Sellers era insustituible.
Blake Edwards sólo no tuvo problemas con su actor fetiche en una sola de las entregas de la Pantera Rosa, en la última. En La Pista de la Pantera Rosa no hubo ni siquiera una discusión entre ellos. El motivo: Peter Sellers llevaba casi dos años muerto cuando Edwards decidió desempolvar retazos de escenas descartados en otras películas para intentar armar una nueva película de la Pantera Rosa. El intento, por supuesto, fue un fracaso colosal.
Pero Edwards y Peter Sellers también crearon juntos una inolvidable obra maestra: La Fiesta Inolvidable, un film en el que el talento desbordado de Sellers encontró su cauce, su gran película cómica. Sus años de soldado en la Segunda Guerra Mundial en destinos como India y Ceylán le sirvieron para encarnar a Hrundi V. Bakshi, el protagonista que comienza como un Gunga Din que se resiste a morir y termina haciendo desastres en una fastuosa fiesta. El guión tenía muy pocas páginas. Se basa en situaciones planteadas en términos generales que confían en el genio de improvisación de Sellers. Su actuación generó imitadores y continuadores, un estilo cuyo mayor exponente fue Mr. Bean. La Fiesta Inolvidable suponemos, en breve, caerá en la lista de cancelaciones: la cara pintada, el estereotipo del hindú, la torpeza puesta en una sola etnia. De hecho desde hace años que se lo acusa de racista. Por ahora se puede ver y disfrutar sin ningún cercenamiento en la plataforma Qubit.
Esta película es una buena excusa para hablar de la mala suerte que tuvieron los títulos de los trabajos de Sellers en España. The Party conocida en Argentina como La Fiesta Inolvidable en España se tituló, aunque usted se resista a creerlo, El Guateque. Dr. Insólito (Dr. Strangelove) allí fue conocida como Teléfono Rojo: ¿volamos hacia Moscú?. Y Desde el Jardín (Being there) fue traducida como Bienvenido Mr. Chance. Este breve enumeración nos hace descubrir que en España contaban más de la película en el título (cuando este se entendía), pero que en Argentina y Latinoamérica tampoco se preocupaban demasiado para respetar el título original ni acercarse a su espíritu.
En 1964, mientras filmaba bajo las ordenes de Billy Wilder, sufrió una cadena de ataques cardíacos. Ocho infartos en pocas horas. Un cóctel de alcohol, cocaína y drogas para potenciar su rendimiento sexual para complacer a su Chica Bond hicieron explotar su corazón. Los médicos no entendían cómo logró sobrevivir. A partir de ese momento, pese a las recomendaciones de los especialistas y de los pedidos de la gente que lo quería, Peter Sellers siguió viviendo al mismo ritmo de antes y consumiendo las mismas sustancias en iguales cantidades. No se sabe si se consideraba inmortal o buscaba desesperadamente la muerte.
En 1980 filmó Desde el Jardín. En la película basada en la novela de Jerzy Kosinsky interpretó a Mr. Chance, un jardinero que hoy sería considerado como dentro del espectro autista que logra acceder al poder. Desde que leyó la novela deseó llevar ese personaje al cine. Persiguió a Kosinsky para que permitiera la adaptación e impulsó el proyecto. Es una actuación contenida, casi una rareza en su trayectoria, que pareció que iba a darle su primer Oscar, pero la estatuilla quedó en manos de Dustin Hoffman y su padre separado de Kramer Vs Kramer. Este film podría haber sido su testamento, pero en realidad fu su anteúltima película. Luego hizo de un olvidable Fu Manchú.
Murió el 24 de julio de 1980. Tenía 54 años. El que lo derribó definitivamente fue el infarto número quince. Nadie se sorprendió demasiado.
Seguí leyendo