Donato De Santis recuerda el trágico día que asesinaron a Gianni Versace y tuvo que reconocer el cuerpo: “Estaba en shock”

El chef italiano fue cocinero personal del diseñador. Trabajó para él hasta el día de su muerte y vivió la búsqueda policial desde adentro. A 23 años de la muerte de un genio de la moda, lo recuerda

Hay sol en la mañana del 15 de julio de 1997. Las palmeras frente a su casa se ven con claridad. Gianni sin embargo no las mira. Cuando los dos disparos de la pistola Taurus entraron en su cabeza, apenas pudo ver por última vez la fachada de su mansión en Miami, la mítica Casa Casuarina.

Del otro lado del arma, el tristemente célebre Andrew Cunanan, ya por entonces una de las personas más buscadas de Estados Unidos, responsable al menos de cinco asesinatos. El último fue aquel, el más resonante. Aunque no el último disparo: pocos días después, el 23 de julio de 1997, ya sin escapatoria, gatillatía su último tiro. Esta vez, en su propia cabeza.

Sucedió hace exactamente 23 años. Por ese entonces Gianni Versace era uno de los diseñadores de moda más importantes del mundo. Estaba en eso que los mortales llamamos la cresta de la ola: a sus cincuenta años tenía fama, prestigio, y una empresa valuada en 1.400 millones de dólares. Pero todo terminó en pocos minutos: “Un mundo se derrumbaba. La cabeza de Medusa, el logotipo del imperio Versace tomaba su peor forma. Castigada por permitir que Poseidón la sedujera en el templo de Afrodita, su adorado pelo se convertía en miles de serpientes”. Así lo contó, con maestría, Alfredo Serra. Una nueva mitología a partir de entonces reemplazó a la anterior.

Donato con Allegra, la hija de Donatella Versace, en la mansión de Gianni en Miami

Giovanni Maria Versace (nacido en Calabria, Italia, el 2 de diciembre de 1946) vivía con Antonio D'Amico, su pareja (representado por Ricky Martin en una serie estrenada hace dos años que cuenta el asesinato). Llevaban ya 15 años juntos. En la serie, D'Amico lo ve morir en la puerta de la casa y corre a abrazarlo, se mancha de sangre, lo despide en sus brazos. En la vida real se espanta apenas verlo y corre a pedir ayuda, desesperado, pero no se abalanza sobre el cuerpo.

Lo que sucedía en la intimidad de la mansión Versace para muchos era un misterio, pero no para todos. Donato De Santis, hoy ultra reconocido chef italiano radicado en nuestro país, era testigo de esa intimidad. Y es quien cuenta esa diferencia entre la ficción y la realidad. Con 30 años, Donato era el cocinero personal de Versace, y fue él mismo quien tuvo que hacerse cargo de muchos de los trámites que siguieron al asesinato.

Donato en la mansión de Versace en Miami.

“Esa mañana, antes de las nueve, me llamó la arquitecta que trabajaba como asistente en la restauración de la casa, quebrada en llanto. Yo estaba en aquel entonces en otra residencia. No estaba en la casa en aquel momento. Ya en el tono de voz te dabas cuenta de que había pasado algo. ‘Donato… ¡Gianni was shot… Gianni was shot…!’, me gritaba. Fue un shock tremendo para todos, y para mí también. Entonces salí en mi auto para allá. Lancé un mensaje al beeper de la casa y me llamaron; hablé con uno de los asistentes que estaba ahí. Me dijo que no fuera porque estaba todo blindado. Entonces me dirigí directo al hospital. Llegué apenas minutos después de la ambulancia, pero él ya había fallecido en el camino”, cuenta a Infobae.

Como la familia no estaba en el país, Donato tuvo que hacerse cargo de varios trámites. Incluso fue él quien debió reconocer el cuerpo. Donatella, la hermana menor de Gianni, le pedía por teléfono que la esperaran porque se quería despedir, pero las autoridades no lo permitieron. Había por delante un homicidio que investigar.

“Cuando llegaron, cerca de las dos de la mañana, los dejaron ver el cuerpo a través de un vidrio”, recuerda. La sorpresa no daba tregua. Mientras, el FBI trataba de averiguar quién era el asesino. Pronto descubrieron que Versace y Andrew Cunanan se había conocido años atrás en una discoteca en San Francisco. Pronto descubrieron que había un joven de 27 años sospechoso. Desconocían aún su nombre, pero tenían perfectamente trazado su perfil: solía usar artimañas para seducir hombres mayores, usualmente millonarios. Pronto sabrían que se llamaba Andrew Cunanan. Pronto sabrían que Gianni Versace era la quinta víctima detrás de otros cuatro cruentos asesinatos: Jeffrey Trail, ex oficial de la marina norteamericana, muerto a martillazos en la cabeza; el arquitecto David J. Madson (ex amante del asesino); Lee Miglin, empresario de 72 años envuelto emocionalmente con Cunanan; William Reese, agente de policía a quien le robó la camioneta que lo llevaría a Miami.

La famosa Casa Casuarina, la mansión de Versace. Fue asesinado frente a la puerta, y cayó sobre las escaleras de su propio hogar.

Cuando Donato pudo volver a la casa de Gianni después del hospital, había un ambiente lúgubre. “Era todo muy hollywoodense: actores, actrices, modelos, detectives... Había de todo, pero era un ambiente tenso”, recuerda.

“Para hacer algo me puse a cocinar una pasta y una crema pastelera fría, el postre preferido de Gianni. La serví en unas copitas de vidrio con dos deditos de cremina. Antonio, su pareja, apenas vio el postre se quebró. Fue algo muy emotivo. Yo lo hice instintivamente, con mucho corazón, y nos quebramos todos, fue un llanto general que hizo que todos nos libráramos de esa tensión. Eso es lo que logra una comida”, dice.

-¿Sospechaban que podía pasar algo así o fue realmente sorpresivo?

-Nadie pensó que podía suceder eso, no. Gianni era un tipo muy amistoso con todos, hasta con la prensa. Te podías acercar bastante. Él nunca salía con guardaespaldas, decía que no hacía falta. Le gustaba estar cerca de la gente y se maravillaba de que algunos quisieran tener un autógrafo suyo. Le causaba mucha gracia sentirse un rockstar, lo tomaba con mucha ironía.

-¿Cómo fueron esos días posteriores?

-Fue una tragedia dentro de una tragedia. Y fue largo, porque no se podía creer la circunstancia. Al principio no se sabía quién había sido… se desarrolló todo un thriller. Después, cuando se descubrió al culpable, no se sabe si se mató o lo mataron. Fue todo con mucho suspenso.

Donato de Santis era el cocinero de Versace. Fue él quien tuvo que reconocer el cuerpo del diseñador.

-¿Cómo era trabajar en la cocina de Versace?

-Era una cocina muy sencilla, casi una cocina aristocrática de antaño, donde los platos eran ovalados a la francesa, pero con comida italiana siempre. Mucha hortaliza, mucha legumbre. Amaba el risotto, sencillo, blanco, a lo sumo con zucchini, o con azafrán. Era extravagante en la moda, en el diseño, pero en la cocina era de gustos muy sencillos. Y le gustaban mucho los postres, pero me pedía que no los hiciera, para cuidarse.

-¿Te dejaba cocinar lo que quisieras?

-Me daba carta blanca de hacer mi cocina, sí. Ya en el primer evento que le hice se dio cuenta de que estábamos muy cómodos. Además los dos veníamos del sur de Italia, entonces teníamos un cierto gusto marcado por la forma en que se ve la comida, el color, que se pueda degustar sin excesos. No le gustaba el picante, no la cebolla, ni los mejillones. Esto me lo dijo el primer día.

-¿Qué recuerdo te quedó de él y de todo esto que viviste tan de cerca?

-Fue algo que quedó truncado, eso sentíamos. Era su mejor momento y lo vivimos todos, su familia y los que estábamos con él, porque vivía como en un clan. Yo todavía hablo con Santo, el hermano. Con él organizamos todo lo posterior a la muerte. En los años sucesivos siempre tuve sueños con Gianni, como si todo continuara, como si nunca hubiera muerto… Realmente fue una experiencia muy linda que sigo atesorando al día de hoy y la atesoraré siempre.

Año 1992. Gianni Versace junto a Elton John en una fiesta en Londres. El diseñador estaba siempre rodeado de artistas. Foto: Richard Young/Shutterstock

La vida de Donato siguió por otro camino. Un tiempo trabajó en Nueva York con Donatella, la hermana de Gianni y puso un restaurante de tapas. Al tiempo quiso cambiar de aire, dejar los Estados Unidos. El resto de su historia es conocida: llegó a la Argentina y se convirtió en uno de los chefs más reconocidos de nuestro país.

Cada tanto habla con la familia Versace. De él le queda el recuerdo de aquella pasta sencilla, colorida, y ese pequeño juego que tenían en relación a los postres: Gianni se los pedía y se los reprochaba, en esa pequeña puja interna entre coquetería y placer.

Aun hoy, la cabeza de Medusa -el logotipo del imperio Versace- sigue siendo reconocida en todo el mundo por el mito del gran Giovanni. Veintitrés años después de su muerte, frente a las escaleras que se mancharon de sangre, las palmeras de Miami siguen de pie. Ellas lo vieron todo, todo eso que ni el propio Gianni pudo ver.

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