Los días de aislamiento social dictaminado para evitar la propagación del coronavirus colocan las emociones a flor de piel. Las magnifica. Y a menudo hasta provoca que aparezcan varias a la vez, algunas contradictorias (“Estoy feliz y enojado”, como diría el entrañable Rafa Górgory de Los Simpson). Pues bien, la nostalgia es una de ellas: añorar un pasado -reciente o lejano- que en su momento quizás no fue valorado como correspondía, y ahora -a la distancia- adquiere la dimensión de un tesoro intangible. Y es justamente la nostalgia la que por estas horas envuelve a Barby Franco.
La modelo lleva adelante la cuarentena junto a su pareja, el abogado Fernando Burlando, en un campo alejado de la Ciudad de Buenos Aires, que cuenta con amplias comodidades: hogar a leña, quincho y pileta. Y muchos animales, desde cabras y ovejas a caballos de polo. Pese a todo, con tanto tiempo disponible, el aburrimiento también la alcanza a Bárbara. Quien -lo dicho- se sumergió en sus recuerdos.
Primero compartió con sus seguidores de Instagram una foto de la infancia que transcurrió en la villa 1-11-14, en el barrio de Flores. En la imagen, Barby tenía apenas cuatro años. “¡Cuando les digo que era feliz donde vivía (no les miento)! ¡Siempre mi sonrisa estuvo! Nunca se borró”, escribió al pie de la foto, pidiendo prestar especial atención a “las medias con volados”.
Y luego, la también panelista rescató un puñado de fotos de la celebración por su cumpleaños de 15, realizado en el Barrio Espora, al sur de la Ciudad de Buenos Aries. “¡Mi fiesta soñada!”, contó, y a la vez que iba repasando las imágenes, cometió un error de inmediato subsanado (escribió XXV en cada una de las instantáneas, en vez de XV) y se mostró sorprendida por quienes, en una foto en particular, le encontraron un notable parecido con Pampita.
Días atrás Barby debió lidiar con el mal momento de enfrentarse con comentarios ofensivos de un seguidor por su pasado en la villa 1-11-14. “Mirá si estuvieras adonde te criaste, te matás”, le dijeron, en referencia al campo donde pasa la cuarentena. “Estaría con un par de birras y tema cumbia”, respondió. Y siguió con la ironía, mostrando (vía Tik Tok) el proceso sobre cómo una joven de la alta sociedad se convierte en “una turra de verdad”, con “altas llantas flúo”, las cejas depiladas y los ojos delineados, y bailando como una de Las Culisueltas. Y resaltó: “Siempre turra, nunca inturra”.
Tiempo atrás, Bárbara dio detalles sobre aquella niñez “súper híper dura” que le tocó atravesar. "Me hizo fría: me cuesta llorar, me cuesta perdonar, pero es mi defensa. Es una coraza que me hicieron de chica para sobrevivir en donde había nacido. A mi padre lo tuve, pero no lo tuve. Él era alcohólico, es una enfermedad de mierda porque lo tenía y no lo tenía. Y si lo tenía, venía y nos cagaba a trompadas a las dos”, contó sobre los episodios de violencia de género que sufrió junto a su madre. “Ella me contó que cuando estaba embarazada a punto de parir fue alcoholizado, la empujó y casi no nazco”.
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