En 1976 una joven Meryl Streep se presenta a una prueba. El productor italiano Dino De Laurenttis busca una actriz sensual y bella para enamorar a King Kong. Solo verla entrar y antes de que repita sus líneas le lanza un “eres demasiado brutta (fea)”. Asombrada pero firme ella contesta en italiano: “Siento no ser lo suficientemente bella para estar en su película”. Horas después, en la misma oficina aparece otra joven. Alta, de cabello rubio, con cuello de cisne y figura voluptuosa. El director dijo su nombre con una voz tan profunda como erótica . El italiano no dudó, el papel solo podía ser para ella y ella era: Jessica Lange.
Lange nació el 20 de abril de 1949 en Minesotta. Su entorno no parecía destinarla a la actuación, hija de un viajante y una ama de casa, creció sin mayores problemas salvo las mudanzas continuas y constantes a pequeños pueblos por el trabajo de su padre. Al terminar el secundario no tenía muy claro qué seguir. No le gustaba nada cercano a los números ni a la biología, así que obtuvo una beca para estudiar arte. Le interesaba el curso de pintura pero no encontró vacante, se anotó en otro que en ese momento a casi nadie le interesaba: fotografía. Allí descubriría una pasión y un gran amor. Se apasionaría por las fotos y se enamoraría de uno de sus profesores, el fotógrafo español Paco Grande. La atracción se convirtió en noviazgo. Fue entonces que decidieron lanzarse a la aventura.
Entre la vida estable que les proponía la universidad prefirieron la bohemia. A las pocas semanas de estar juntos, él la invitó a conocer el país que había dejado a los 13 años. Atravesaron la península de punta a punta, desde Andalucía hasta Asturias, de Barcelona a Madrid. Vivían como hippies, él sacaba fotos y ella observaba. Dormían en casas de amigos y también de parientes a los que había que inventarles que estaban casados. Una mentirita piadosa que valía la pena sostener a cambio de casa y comida.
La aventura siguió en París, llegaron en 1968, en esa época convulsionada y mística llamada “el Mayo francés”. Paco le presentó a sus amigos, nada más y nada menos que los hoy “próceres” de la fotografía: Robert Frank, Danny Lyon y Larry Clark. Ella volvió a anotarse en cursos de Arte mientras trabajaba como bailarina y compartía departamento con Jerry Hall y Grace Jones. Pero además le quedó tiempo libre para aprender mimo con Étienne Decroux y descubrir que le gustaba actuar.
En 1970, Lange y Grande se casaron y decidieron volver a los Estados Unidos. Pero lejos de establecerse, compraron una furgoneta y salieron a recorrer el país, les quedó chico y pasaron a México. Como “gringos” estaban fascinados con sus colores, la sencillez, la calidez de las personas. Cinco años después y con miles de kilómetros recorridos, la pareja comenzó a sentir que sus caminos se separaban. El sentimiento se convirtió en ruptura en 1975.
Pero si la pareja naufragaba, la carrera artística de Lange comenzaba a navegar. Instalada en Nueva York decidió tomar clases de actuación. Su metro setenta y tres le permitió encontrar un trabajo donde ganaba bastante más que como moza en el Village, el modelaje. Hasta que le llegó la gran oportunidad: ser “la novia de King Kong”.
Aunque Meryl Streep audicionó para el papel, la que lo consiguió fue Lange. Fue en la palma de la mano del gorila que supo que deseaba ser actriz el resto de su vida. Pero su debut no fue muy halagador. La crítica destrozó a la película en general y a su trabajo en particular. Aseguraron que “jamás triunfaría en cine” y le suplicaron que mejor se dedicara a otra cosa. El tiempo demostró que se equivocaban. En una encuesta reciente hecha por la revista People la ganadora indiscutible como “mejor novia de King Kong” fue Jessica Lange con 55% de los votos, en contra a los 31% de Watts y los 14% de Way.
Pero en ese momento y ante las críticas lapidarias, Lange se quedó sin nuevas oportunidades laborales por tres años. Hasta que su teléfono volvió a sonar. Bob Fosse le ofrecía ser el ángel de la muerte en All That Jazz (1979). Esa película no solo la volvió a poner en el radar de los productores, también en el de Cupido ya que tuvo un breve pero intenso romance con el coreógrafo.
Al año siguiente la convocaron para ser parte del elenco de Como vencer el alto costo de vida, en 1980. Pero fue con El cartero llama dos veces que el público se enamoró de ella y la crítica se tragó sus predicciones.
Para lograr el papel de esa aburrida pero erótica cocinera que se convierte en la amante de un vividor con el que planean matar a su marido, Rafelson precisaba una actriz de belleza perfecta y sensualidad descarada y Lange cumplía todos los requisitos con sobresaliente. Con Jack Nicholson comparten una escena de coito en una cocina. Lo hacen con tanta intensidad que corrió el rumor que había sido real, algo desmentido por el director que afirmó que tardó tres días en filmar esa toma y que en todo momento hubo unas diez personas rodeando a la pareja. La escena hoy podría parecer algo naif pero en ese momento causó tanto revuelo que hasta se la consideró pornográfica.
El siguiente proyecto fue encarnar a la actriz Frances Framer. Streep quería ese protagónico pero la elegida otra vez fue Lange. Frances narra la historia de una actriz antisistema que terminó encerrada en un psiquiátrico, vejada y sometida a una lobotomía. Su actuación fue tan buena que consiguió su primera nominación a un Óscar como mejor actriz. Lejos de mostrar envidia o bronca, Meryl reconoció “No me puedo imaginar haciéndolo tan bien, o incluso estando cerca de lo que hizo Jessica, simplemente estuvo estupenda”.
Además del elogio de su colega, Lange logró algo hasta ese momento no visto. Una doble dominación a la estatuilla dorada. Como mejor actriz de reparto por Tootsie y mejor actriz por Frances. El primero se lo llevó, el segundo está en la casa de… Meryl Streep.
La protagonista de Frances integra el selecto grupo de artistas que lograron la triple corona de los premios de entretenimiento estadounidenses: Óscar, Emmy y Tony En 1994 se llevó el Óscar a mejor actriz por Blue Sky. Sumaría tres Emmys por Grey Gardens y American Horror Story y un Tony por Long Day’s Journey Into the Night. Orgullo que comparte con actrices como Frances McDormand, Helen Mirren y Vanessa Redgrave pero no con… Meryl Streep que tiene tres estatuillas doradas pero no los tres galardones.
Antes de que los premios se acumularan en su casa, Lange vivió otra intensa historia de amor, esta vez con el bailarín ruso Mikhail Baryshnikov. Se conocieron en 1976 y estuvieron juntos hasta 1982. Aunque parezca insólito la relación fue un escándalo para la época porque ella, aunque separada, seguía casada legalmente con Grande. Para horror de los pacatos además tuvieron una hija, Aleksandra, en 1981. Al verlos juntos, casi casi que dolían los ojos por tanta acumulación de belleza. Su relación no era secreta pero sí muy íntima. No se ocultaban pero tampoco daban notas. Las pocas veces que ella habló de él lo definió como alguien fabuloso, inteligente con el que podía hablar sobre pintura, arte y… muebles.
Pero entonces se cruzó en su vida Sam Shepard. A ambos alguien lo esperaba en casa. A ella Mikhail y a él, su mujer O-Lan Jones y su hijo de 12 años, Jesse Mojo. Pero como admitió la misma Lange “Los sets de las películas son los lugares más tentadores del mundo. No hay nada como ellos a la hora de crear una atmósfera de romance y pasión. Tuve la sensación de que Sam y yo nos íbamos a enamorar”. Y se enamoraron.
En el set se peleaban y emborrachaban tratando de negar lo que sentían. Terminó la película, dejaron de verse. A través de unos amigos volvieron a encontrarse y ya no hubo vuelta atrás. Estuvieron juntos tres décadas, vivieron un amor sincero y voraz. De esos amores que “por un lado no lo cambias por nada del mundo; y por otro son el infierno absoluto" como escribió Shepard. El dramaturgo era un hombre de pocas palabras, sin embargo escribió 44 obras y numerosos libros, memorias y cuentos. La pareja pasaba por períodos de calma pero también de grandes turbulencias provocadas por la adicción al alcohol del dramaturgo y los cambios de humor con cierta tendencia a la depresión de ella.
“No llamaría a Sammy tolerante y divertido, pero todos tienen su lado oscuro, y él siempre lo hace con sentido del humor", lo describía Lange y él reconocía: “Ella es la única mujer con la que podría vivir. ¿Quién podría vivir conmigo! ¿Qué otra mujer me aguantaría?”. Alababa su sinceridad “nunca la escuché mentir” y destacaba además “de su belleza natural, que es increíble, su humildad “. Fueron padres de Hannah Jane y Samuel Walker a los que criaron en zonas rurales de Virginia, New Mexico y Minnesota. En 2011 su matrimonio acabó. Seis años después Shepard falleció a causa de esclerosis lateral amiotrófica.
Shepard no solo fue su gran amor, también el hombre que despertó su otra vocación dormida: la fotografía. A principios de los 90 le regaló una cámara Leica M6. Hasta ese momento ella era la “fotógrafa oficial” de los eventos familiares decidió dar un paso más y comenzar a retratar todo lo que le llamaba la atención. Sus fotografías en blanco y negro pronto lograron reconocimiento.
Lange descubrió que tanto la actuación como la fotografía se podían amalgamar. “En la primera situación, estoy expuesta, estoy en escena, soy visible, pero estoy fuera del mundo, pues es una ficción; en la otra situación, soy observadora, estoy dentro del mundo y soy invisible. Cada una de las posiciones tiene sus atributos”. Asegura que la fotografía le permite ser “partícipe del mundo y a la vez testigo de él” y por eso le interesa fotografiar “lo banal, lo cotidiano, lo que pasa desapercibido, y no lo espectacular”.
En los últimos años, lejos de retirarse de la actuación volvió a deslumbrar en la serie American Horror Story y en Feud, donde junto a Susan Sarandon volvieron a dar cátedra de lo que significa actuar y no solo “aparecer en la tele”.
Mujer de convicciones dice lo que piensa. “Los Oscar se han vuelto un disparate que nada tiene que ver con las películas. Antes era tan diferente… Te las apañabas como podías. A veces te llamaban y te ofrecían un vestido, y, bueno, con tal de no ir de compras, parecía una buena idea. Pero en 10 años se ha llegado a unos extremos delirantes. ¿Qué sentido tiene lucir unas joyas que no son tuyas y que encima, como valen millones, te obligan a pasar la noche pegada a un vigilante? Me resulta ridículo e indecente. Me niego a ser un anuncio de nadie, que es de lo que ahora se trata”, afirmó sin titubear en una entrevista en El País.
Mucha gente al recordarla en esa mítica mesa con Jack Nicholson o retorciéndose sexy en la garra de King Kong se pregunta cómo será para esta mujer envejecer en Hollywood y su respuesta es simple. “Es la naturaleza. En algún momento, si piensan que soy muy vieja para determinados roles, cosa que creo ya hacen, simplemente no interpretaré esos papeles. La extraña paradoja es que puede parecer que estoy llegando al final de mi carrera, pero yo siento que recién descubro cómo hacer mi trabajo. Me parece que recién estoy alcanzando el ritmo, y que todo hasta ahora ha sido una larga lección de actuación". Y si de dar lecciones se trata hay que reconocer que ella es una gran maestra.
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