Gastón Cocchiarale fue de mozo, boletero de un teatro, trabajó en una fiambrería y en una librería y desde hace unos años pueder vivir de la actuación, algo “impensado” que disfruta y agradece. El año pasado alcanzó gran popularidad al interpretar a David Lowenstein en Argentina, tierra de amor y venganza (ATAV), personaje que aún le sigue dando satisfacciones. En diálogo con Teleshow habló de sus proyectos laborales y reflexionó sobre una problemática que también afecta a los hombres: la falta de talles acorde a los cuerpos reales y los estereotipos impuestos.
Tras su participación e la novela de Polka las ofertas de trabajo crecieron, al igual que el reconocimiento en la calle: “Me doy cuenta que la gente ve mi cara y comenta, esta buenísimo, fue fuerte el cambio, fue algo radical. Es impactante porque todo fue de la noche a la mañana, pero después lo disfruté enormemente”.
El también director teatral de Esto es tan sólo la mitad de todo aquello que me contaste todos los domingos en Método Kairos contó que una de las primeras cosas que quiso hacer con el dinero que ganó en la novela, fue comprarse algo de ropa, pero que salió “frustrado” del shopping, ya que por tener algunos kilos de más no consiguió nada, algo muy común que afecta a hombres y mujeres de todas las edades.
“Me parece importante aprovechar eso de empezar a ser famosos y dar mi visión. Hay que manifestarlo y es algo que afecta a hombres también. Muchos amigos estaban con bronca porque tenían cinco kilos de más y no podían conseguir una remara, es algo que no está bueno para mí ni para nadie”, dijo más pensando en la gente que puede escucharlo que en él, ya que si bien se trata de algo que en el momento le da bronca, luego se le pasa, pero es consciente de que muchas personas pueden tener problemas de alimentación o psicológicos, a partir de sentirse excluidos porque los modelos impuestos no coinciden con los cuerpos reales.
“Pará, soy XXL pero a veces voy a un lugar donde ese talle me queda en el dedo del pie. Me pasa que si quiero conseguir algo de diseño tengo que gastar en algo de afuera. Entonces, o te ponés un mantel, o algo que te hace parecer un matambre”, dijo con humor pero con preocupación: “Por suerte en serio nunca me afectó, tengo complejos como todo el mundo porque te imponen modelos de belleza, pero nunca me invadió a tal nivel que no podía salir o seducir a una mujer, pero yo soy actor, mi trabajo se basa en exponerme y lo tuve que trabajar, esto es lo que soy te gusta bien o no. No le pasa al general de la gente. Voy al shopping y me pasa eso, de ir con guita para gastar y no poder”.
Para él, la situación es “violenta” y muchas veces los medios no ayudan tampoco a romper con dichos estereotipos: “Se suele ver a actores flacos, musculosos, con cuerpos acordes al imaginario popular de los manequíes. Yo creo que ese fue uno de los condimentos de ATAV que atrajo a la gente, que se identifica con la mixtura de personajes, estaba el gordito, el morochote grandote, una piba que no da con el estereotipo. Era un elenco mixto en el sentido de la belleza y de los cuerpos, porque el público pide gente real".
En ese sentido agregó que a él le cuesta identificarse con los protagonistas de series con cuerpos irreales: “Quiero ver un pibe que va al shopping y no consigue ropa, es lo que tiene que pasar porque la gente pide esa ficción. No existe más el galán con la remera abierta mostrando su cuerpo, como tampoco el rol de la mujer lavando los platos”.
El ámbito de la actuación no es fácil, pero él pudo romper con eso. “Es fuerte porque es una bajada de línea de que si no sos de tal manera no podés ser actor o actriz, pero lo más lindo es ver a un actor con el que te puedas identificar y que el arte se ponga como espejo criticando. La gente agradece caras nuevas y frescas”.
Los modelos irreales, los talles que no coinciden con los cuerpos de la gente son cuestiones que afectan a hombres y mujeres, por eso, según su consideración, los hombres tienen que aprovechar y acompañar al movimiento feminista para mejorar cosas que también los tocan. “Otro ejemplo es que si un hombre llora mirando una película tiene que tener vergüenza. No, también tiene miedos, se frustra y es importante manifestarlo para que nos sintamos mejor, hay que quitar ese mote”.
Aunque ahora no está en tele, sus días están muy ocupados. Próximamente arrancará a filmar una película, además de la segunda temporada de la serie El mundo de Mateo, dirige Esto es tan sólo la mitad de todo aquello que me contaste y en teatro pero como actor hará Jauría en el Picadero.
Sobre la pieza que lleva adelante como director, en el Método Kairos, contó: “Habla de un padre que muere y que tuvo dos familias paralelas, una en Buenos Aires y otra en San Juan, que se encuentran en el velorio. Algo sabían la una de la otra, pero no se habían visto, muestra a los hijos y como ellos se vincularon con él, cuales son los resabios de esa paternidad y cómo terminaron manchados por él, colocados en lugares en los que no pueden crecer, funciona como excusa y hacen viaje para ver quien fue él y quienes son ellos”.
Aunque el tema es duro, la obra apela siempre al humor y está dividida en dos partes: “En los primeros 40 minutos conocemos a la primera familia hasta que en un momento gira la escenografía y se transforma en la oficina de la casa donde se hace el velorio para ver a la otra familia, las dos obras pasan al mismo tiempo y vas viendo cómo los personajes van desde una a otra”.
En la pieza independiente, entre tantos artistas dirige a su novia, Tamara Liberati, también productora de la pieza, y contó que aunque saben separar las cosas es inevitable no seguir hablando de trabajo una vez que llegan a su casa, pero lo define como “divertido”: “No existe la frase ‘desconectar’ porque es nuestro placer”.
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