Sofía Gala: “Nunca el trabajo va a ser digno mientras todos tengamos que trabajar para comer”

“Vivir de lo que amamos es un privilegio”, afirma la actriz en esta charla con Teleshow en la que habla de su nueva película, el vínculo con sus hijos y las adicciones: “Fui durante mucho tiempo a grupos, fue mi contención para salir”

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“Cuando era chica veíamos películas de Chucky; hoy, la realidad termina dando cada vez más miedo. Pensar en las cosas que pueden pasar y en las cosas que están pasando me provoca una gran angustia”, confiesa Sofía Gala, que protagoniza el thriller ambiental Respira. “Me parece muy interesante cómo de golpe -agrega- el cine de suspenso o de terror termina siendo sobre la realidad”.

El nuevo filme de Gabriel Grieco la encuentra junto a Lautaro Delgado Tymruk, Leticia Bredice, Gerardo Romano, Nicolás Pauls y Daniel Valenzuela. “Al que no le interesan los temas ambientales, no tiene conciencia de que sin un planeta sano no existe nada más”, advierte, en esta charla a solas con Teleshow.

—¿De qué depende que aceptes una propuesta profesional?

—La historia es interesante, pero cuando uno es actor nunca está nada en manos de uno. En lo que más me centro es en qué va a atravesar el personaje, y si a mí me sirve desde lo emocional, desde lo intelectual y desde el desafío. Atravieso muy en carne viva todo lo que hago; cada personaje significa un desafío casi de la psiquis.

—¿Cuánto importa la propuesta económica?

—Importa, por supuesto, pero tiene mucho que ver con el proyecto. Nunca dejaría de hacer un proyecto porque me pagan poca plata, si es que realmente me interesa. Con todos los trabajos, a menos que no te interese absolutamente nada, uno puede encontrar algo con qué crecer y aprender.

—¿Cómo está este momento de tu vida? ¿Cómo te sentís?

—Me siento muy bien. Estoy pasando por un buen momento hace ya bastante tiempo, por suerte, y cada vez me siento mejor. Cada vez crezco más y puedo aprender más de lo que me rodea y de lo que voy viviendo. Voy para adelante.

—¿La maternidad?

—Increíble. Mis hijos son mis compañeros de vida. Son las personas más increíbles que conozco. Me encanta verlos crecer, conocerlos y ver cómo se desarrolla su personalidad. Los respeto muchísimo, creo en ellos y me encanta que me hayan elegido y que vivamos los tres juntos. Es idílico.

—¿Qué te gusta hacer con ellos?

—Trato de no subestimar en nada a mis hijos. Hay una creencia que el niño porque es niño hay que ocultarle algunas cosas, o mostrarse de alguna manera, yo me muestro totalmente real con mis hijos. Hablo de todo lo que tiene que ver con nosotros, con nuestra vida, con nuestra casa, con nuestra familia. Los respeto muchísimo, son parte de todo el resto de mi vida.

—¿Cuándo tuviste momentos más difíciles se los contaste también?

—Sí. Todo lo que atraviesa y atravesó a mi familia, desde mis problemas de adicciones, hasta mi separación del padre de mi primera hija. Por supuesto, a veces en el momento uno no puede, y trata de encontrar la mejor manera de hablar con los hijos para que entiendan. Es la vida de ellos, uno quiere cuidar a sus hijos del dolor y de que sufran. Viste cómo los padres, cuando se muere una mascota, les dicen a los nenes que se fue al campo. Son situaciones en las que el padre quiere privar al hijo del sufrimiento. Y para mí, el sufrimiento es parte de la vida.

—¿Te han dicho alguna vez que una mascota se fue al campo?

—No, no. A mí no.

—Tu hija tiene 11 años. ¿Cómo manejas sus búsquedas en Internet? ¿La preparaste?

—Hablamos mucho, sé bastante adónde va y lo que hace cuando se mete en Internet. Tratamos de tener una agenda en la que Internet no ocupe todo su tiempo libre. Cuando los niños están todo el tiempo en Internet se aíslan, se ponen de mal humor.

—No googlea a la mamá o a la abuela.

—Alguna vez pudo haberlo hecho, pero no es algo que se la pase haciendo.

—¿La mira a tu mamá en la tele?

—Más o menos. A veces cuando llega del colegio, o de la colonia en este caso, ella (por Moria Casán) está en la tele y la puede ver. Pero no. A mí tampoco, eh.

—En algún momento dijiste: “Todo lo que se pone extremo, se vuelve facho”.

—Es que sí, el extremismo lleva a que la persona o la situación que está siendo extrema quiera ser la única representante de las ideas. Cuando uno cree que tiene la verdad y va con todo a eso, me parece que sí, que todo se vuelve lo mismo. Lo más importante del progresismo es que todos podamos escucharnos y convivir con lo que le pasa al otro, sin que eso llegue a afectar realmente al todo.

—Muchas de las críticas que recibe el feminismo tienen que ver con que no todas estamos de acuerdo en todo.

—Cuando hablamos de afuera del feminismo me parece rarísimo porque para mí el feminismo significa igualdad, que todos tengamos los mismos derechos. No es que lo que queremos es que las mujeres hagan lo mismo que hicieron los hombres o que hizo el machismo porque tampoco son los hombres, es toda una cultura.

—Se dio un debate en cuanto a la prostitución y las diferentes posiciones.

—No todas tenemos que pensar lo mismo. El debate que se habla ahora tiene mucho que ver y es un poco parecido al debate del aborto en cuanto a que no hay necesidad de que todas pensemos lo mismo, pero sí hay algo que está pasando y tiene que ser resuelto ya. En el medio hay gente involucrada que se muere, que le pasan cosas. Hay situaciones en las que está el debate moral por un lado y la realidad que está pasando, que es inminente y que se tiene que resolver. Ahí la discusión tiene que pasar a otro plano. Yo no creo que todas tengamos que estar de acuerdo, pero lo que sí creo es que no tenemos que pelearnos más entre nosotras.

—Te han criticado por decir lo que pensás. ¿La pasaste mal?

—Me han atacado en la tele. Incluso el debate del que hablás es un debate que ya se hizo cuando salió la película de Alanis

—¿Te afecta? ¿Sos sensible a esos ataques?

—No, trato de que no me afecten. Uno es sensible un poco a que de golpe en un debate en donde uno puede estar discutiendo y tener distintas ideas de golpe sos falopera, drogadicta; se mezcla cualquier cosa. Es muy difícil discutir las ideas porque solo recibís agresión. En mi caso me ha pasado con cosas que he dicho y pensado, pero también me ha pasado de señores y señoras de la televisión hablando de mi enfermedad, cuando mi mamá me expuso de maneras deplorables y horribles, y aún tienen lugares en los medios. Hay mucha hipocresía. Fue un tema que antes de que yo lo pueda hablar se expuso, y esa es una situación muy delicada. Y no me ha pasado solamente a mí, hay casos en que han perseguido a gente… También me pongo a pensar hasta dónde llegan los medios, cuál es el límite. Hace poco se me hizo todo un seguimiento en Uruguay, cuando estuve de vacaciones, en el cual nunca vi la cámara, nunca vi a la persona que me siguió.

—¿Estabas en la playa?

—Estaba en la playa. Pero en la nota, había situaciones exactas de todo lo que yo había hecho desde que había llegado a la casa donde estaba. Las fotos y el seguimiento no tenían que ver con algo periodístico, no tenía que ver con nada, y sin embargo yo tuve una persona siguiéndome por todas mis vacaciones. ¿Hasta dónde es una guardia de espectáculos que te saca una foto de color, y hasta cuándo es alguien que te está acosando y que te está persiguiendo por los lugares? En el exceso de información hay un límite muy estrecho y que se rompe todo el tiempo. Ves que una piba se está derrumbando en la tele y la gente sigue hablando de la noticia, sigue hablando, sigue hablando... ¿Cuándo vamos a frenar y va a entrar la humanidad? ¿Qué tan importante es contar tal noticia? Igual, lo importante que es seguirte por todo un lugar o acribillarte en todos los programas de televisión haciéndote bosta cuando te están diciendo que una persona está medicada o se siente mal. Me angustia mucho esa situación. No me termina de tocar porque estoy acostumbrada a que me lo hagan desde que soy chica…

—Recién mencionaste cuando tu mamá habló públicamente de tu enfermedad. ¿Sufriste todo lo que vino después? ¿No estabas lista?

—No. En ese momento lo sufrí. Pero trato de que, si yo digo algo y hay una repercusión, no me abrume ni me gane.

—¿Hubo un recorrido hecho hasta poder decir: “Bueno, esto me pasó, es una porquería”?

—Sí. Es que, en la adicción, el contar es muy importante. Adicción significa lo no dicho. Entonces por eso están los grupos grandes donde la gente se junta, los grupos de ayuda, que son gratuitos, que cualquier puede acceder.

—¿Seguís yendo a los grupos?

—No, en este momento no voy más. Pero fui durante mucho tiempo. Fue mi contención para salir. En los grupos lo que se hace es compartir tu experiencia, ver que el otro está igual que vos, no sentirte avergonzado por esas cosas que hiciste estando en consumo. Es muy importante compartir. Y eso es lo que ayuda. Porque uno tampoco tiene la verdad de nada; cada persona es distinta y atraviesa situaciones distintas. Pero lo que realmente ayuda es contar, y no solo eso, todo.

—Me imagino que también fue fundamental poder alimentar a la artista.

—Hacer lo que uno ama, cuando se habla de trabajo y de la dignidad, y de todo eso. ¿Cuántos trabajamos de lo que nos gusta realmente? Qué pocos somos... Nunca el trabajo va a ser digno mientras todos tengamos que trabajar para comer; es algo vital y necesario. Pero los los que podemos vivir de lo que amamos, es un privilegio. Yo me siento totalmente privilegiada. Por supuesto, hacer esto, que es mi expresión, es enorme.

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