Antes de los blogs, antes de que alguien pudiera grabar un disco con una computadora en el living de su casa, antes de que las personas se encontraran por Facebook, antes de todo eso, Andrew Weatherall ya era un influencer. Los que pasaron los 40, lo recordarán por su participación en Screamadelica (1991), el disco que hizo explotar a Primal Scream. Los británicos, por considerarlo uno de los padres del indie, y los hinchas de Boca por haber usado el nombre de su club (con trampa) para bautizar una de sus agrupaciones musicales. En la madrugada del lunes falleció en el Whipps Cross Hospital, de Londres, a los 56 años y víctima de una embolia pulmonar un personaje diferente a todos.
La era post punk de principios de los 80, en Londres, lo vio germinar como un joven interesado en escribir sobre su ambiente. Andrew Weatherall había nacido en 1963 en Windsor, cerca de la capital de Inglaterra, y enseguida se inclinó por el periodismo musical, una manera de empezar a involucrarse en la que sería su gran pasión. El under londinense encontró en Andrew un actor y un promotor indispensable, ya sea a través del fanzine Boy’s Own como cronista, o de sus sets como Dj en el club Shoom (propiedad del referente del house Danny Rampling).
El fútbol y la música se combinan, cada tanto, dando como resultado mezclas explosivas. A Weatherall también le gustaba hablar y escribir sobre el deporte más amado por los ingleses y conocía, al menos de nombre, el fútbol argentino. Bocca Juniors fue un proyecto de corta duración, pero que caló hondo en la escena y llamó la atención por su nombre. Aunque escrito de manera diferente (probablemente un detalle de marca registrada) el grupo formado junto a Terry Farley, Pete Heller y Hugo Nicolson, se convirtió en el espíritu del sello Boy’s Own Recordings. Editaron apenas dos singles, “Raise (63 Steps To Heaven)” (1990) y “Substance” (1991). En ambos casos, las voces principales estuvieron a cargo de Anna Haigh y, según comentaron ellos mismos en su etapa promocional, buscaban que estos temas se convirtiesen en “himnos baleares”.
La referencia, obviamente, apunta a las islas españolas donde la música electrónica reina como no lo hace ningún otro estilo, con Palma de Mallorca como capital oficial y con Ibiza como capital honorífica del clubbing. Habiendo pasado menos de una década de la Guerra de Malvinas, Bocca Juniors bien puede haber sido una provocación para la flema inglesa. Aunque en la gráfica de “Raise” no había nada de azul y oro, sí se podían ver claramente las franjas celestes y blancas, un guiño a la bandera argentina. Con un nombre que remitía al club xeneize y esa tapa blanquiceleste, quedaban pocas dudas de que los británicos querían transmitir un mensaje. “Fue una manera de confirmar nuestra ubicación de artistas anti-patriotas, anti-rascistas y anti-nacionalistas”, dijeron en una entrevista cuando les preguntaron el porqué del nombre y del arte de tapa.
Pero lo de Bocca fue un paso más en la carrera de Weatherall que no paró hasta sus últimos días, siempre a la vanguardia, siempre apasionado. Trabajó con Happy Mondays y se destacó en el movimiento acid house, mientras remixaba a My Bloody Valentine y New Order. En Gran Bretaña el movimiento era enorme, mientras que en la Argentina se palpitaba, sobre todo, como una excentricidad. El exponente más visible, por ese entonces, fue el ex tenista Guillermo Vilas, quien llegó a desarrollar una carrera como cantante y ejecutor del house. El deportista nacido en Mar del Plata y de fama mundial, incluso sacó un disco titulado Mil Nueve Noventa 1990 y llegó a tocar en el estadio Obras Sanitarias en mayo de ese mismo año.
En el libro “Estadio Obras. El templo del rock. Elogio de la sed”, de Gloria Guerrero, la periodista analiza la incursión del estilo en la Argentina y el papel que ocupó Vilas: “…Obras Sanitarias arrancó su temporada -tardía- con una novedad que no habría de repetirse: la Warehouse Party, primer remedo local de una fiesta bastante común en Europa y los Estados Unidos desde hace un cuarto de siglo, y abuela (o tía) de las raves. Por entonces, los primeros techno-house ingleses se juntaban a escondidas en depósitos o almacenes (warehouses) abandonados, cosa de evadir las razzias policiales y sacudirse a gusto. Acá se eligió para semejante jolgorio, adecuadamente, ‘el galpón de Nuñez’. No, casi nadie se acuerda. Pero el célebre tenista-músico Guillermo Vilas, promotor de la idea y principal animador del sarao, sí se acuerda, y con orgullo (totalmente personal): ‘Asistieron mil tipos nada más, pero fue la primera (rave). A Obras lo armamos como si fuera un depósito, con distintos DJs turnándose. Y uno de los que ponía música era DJ Deró’".
Vilas pasó sin pena ni gloria por la escena house y la música argentina, pero en Gran Bretaña fue un fenómeno de masas. Así, Andrew Weatherall llegó a trabajar con Saint Etienne y también con Primal Scream, la banda escocesa que impuso una nueva manera de combinar rock y electrónica con Screamadelica (1991), el tercer álbum de la banda liderada por Bobby Gillespie, y el primero de una nueva era para la música moderna. Weatherall siguió avanzando y colaborando con artistas tan diferentes entre sí como la islandesa Björk, los escoceses de Mogwai y los galeses de Manic Street Preachers. Mientras, seguía con sus propios grupos y creaciones, como es el caso de The Sabres Paradise, de 1993, y Two Lone Swordsmen, de 1996.
Weatherall no paró nunca y su presencia se convirtió en marca de calidad en el exclusivo festival Convenanza, en Carcassone, una ciudadela medieval al sur de Francia, que lo fascinó desde que comenzara con el evento, en 2013. Él era el alma y su socio, Bernie Fabre, el ejecutor. Entrevistado en 2018 por el medio especializado Ocimag, Fabre describió así a su compañero y amigo: “Andrew estaba buscando un lugar mágico, algún sitio en el que poder realizar un evento ‘gnóstico sónico’, y el castillo constituía el entorno perfecto para celebrar el tipo de ritual trascendental en el que estaba pensando. (…) Andrew es muy bueno a la hora de encontrar artistas y música nueva, con independencia de géneros y estilos”. Este año, Weatherall no estará físicamente, pero sí su espíritu y su impronta. Se sabe que, tanto en la música como en el fútbol, la pasión no se explica, tan solo se siente.
SEGUÍ LEYENDO