Con 76 años, Jorge Corona está a punto de sumar una nueva temporada a su trayectoria en Mar del Plata. Desde hace más de cuarenta temporadas trabaja ininterrumpidamente en cada verano, donde siempre es protagonistas con un estilo particular: un humor descarnado y libre de cualquier tipo de sutileza y rigor académico, que debe conciliar con los nuevos tiempos. Su nueva prueba arrancará este sábado 28 de diciembre, cuando suba nuevamente al escenario para llevar adelante Humor a la ReFaSi, junto a Jorge Troianni, Juan Acosta y Adriana Soto. La obra irá de miércoles a domingos a las 23.
Fue en un café-concert de Buenos Aires ubicado en un sótano -hoy allí funciona una tienda- donde Corona hizo sus primeros pasos. El espectáculo de aquel entonces reunía a Gabriel Reynal, Paco de Arriba y José Ángel Trelles, luego se instaló en Villa Gesell hasta que volvió nuevamente a Capital para triunfar a lo grande, durante la década del 70.
“Un día estaba haciendo un show en Flores, la sala estaba llena, y vino Alejandro Romay con su familia a mirar el espectáculo. Cuando terminó me saludó, y me dijo: ‘Corona mucho gusto soy Alejandro Romay, el sábado debuta en el teatro El Nacional’. Le pregunté qué era lo que iba a hacer porque no estaba acostumbrado a trabajar en un teatro, yo estaba muy cerca de la gente, y me dice: ‘Te pongo una tarima, no te hagas problema’. Y arreglamos”, recuerda Jorge sobre esa transformación de pasar del under a lo popular, en esta entrevista con Teleshow.
La ropa que tanto identifica a Jorge, y que se adueñó del personaje, empezó a formar parte de su vestuario de una manera muy particular: “Estaba trabajando en Villa Gesell y había un grupo que hacía de Charles Chaplin. Dejó la levita, el bastón, los zapatos y el sombrero; me los puse y salí. Ese día estaba (el empresario Pascual) Carcavallo, socio en ese entonces de Alejandro Romay. Me dijo: ‘Ponete esa ropa que usaste esa noche’. Le dije que no la tenía, y me la consiguió”.
En su debut en El Nacional, Jorge estaba nervioso: no quería salir a escena. Hasta que Romay lo “empujó" al escenario, según cuenta el humorista. “De entrada la gente me miraba. Una vez que se rieron, ahí arranqué. En ese momento yo era un trasgresor: le sacaba la cartera a la gente y miraba lo que tenían adentro. El público me tenía miedo. Es más, (los espectadores) se sentaban de la tercer fila para atrás por miedo a que los gaste. Pero es una costumbre que tengo de embromar -reconoce-. El público argentino es vergonzoso. No sabemos divertirnos en una fiesta, por eso la gente toma y empieza a cambiar de animo: empieza a cantar, a bailar y hasta zapatea”.
Corona es de San Martín. Y sobre su infancia, detalla: “Mi papá era valenciano, tenía una quinta donde plantaba frutillas y flores. Tenía un puesto frente al cementerio de Flores. Mi mamá era ama de casa, correntina. La hermana de mi mamá era la madre de Guillermo Parodi, es el marido de Teresa Parodi. Soy primo de ella y tenemos buena relación. Mi familia era de clase media. Eramos cinco hermanos, de los cuales quedamos dos”.
El artista repara en el humor machista, en una sociedad que está en permanente cambio y en la cual el femenino es protagonista en la lucha por la igualdad. “Yo nunca cosifiqué a una mujer -asegura-. Mis chistes son si maldad y nadie me puede decir nada. No tuve que modificarlos y tampoco tuve que eliminar ningún cuento. Hay ciertos temas con lo que no me meto”.
—¿Lloraste en algún momento?
—He llorado mucho. Cuando era más chico y a la noche, cuando imaginaba que mi mamá se moría. Lo que pasa es que antes antes era otro mundo, eramos más sentimentales. Había un chico que le faltaba a la madre en el colegio y lo apañábamos todos. En esa época no había tanta separaciones como ahora. Las fiestas eran otra cosa, se juntaba las familias, los vecinos de al lado. Ahora, si vas a la casa de al lado, cuando venís no encontrás nada, te robaron todo. Pero las fiestas eran de alegría, de amor y de paz.
—¿Cómo estás de salud?
—Estoy bien. Tuve un infarto, pero soy tan optimista que tuve una corazonada. Me pusieron siete stents y por ahora estoy vivo. Tomo siete remedios por día.
—¿Podés vivir sin trabajar?
—Gracias a Mónica (su pareja) tengo un buen pasar... Puedo vivir hasta que me muera, sin trabajar.
—¿Cómo ves esta temporada de verano?
—Yo estuve en temporadas como la del 2001. La gente quiere divertirse y sabe lo que va a ver. En mis espectáculos se van a divertir, la van a pasar bien. Sobre el escenario, yo insisto hasta que los engancho. Gané ocho Estrellas de Mar, estoy en vigencia. Los únicos que quedan de mi época son Tristán y Jorge Troianni...
—¿Se gana bien en una temporada?
—Antes ganaba bien, he ganado mucha plata cuando trabajé en el Teatro Astros, cuando su dueño era Héctor Ricardo García. Con Carlos Petit, Cacho Cristofanni y (Javier) Faroni. Hice la película Paraíso Relax, con Guillermo Francella. Hoy de todas formas la paso bien, pero prefiero ser cabeza de ratón y no cola de león. Yo hago la mía y no me preocupo.
—¿Qué recordás del momento en que te aferraste con las adicciones?
—El alcohol era como el chinchón: enganchaba un pedo con el otro. Pero ya pasó. Es una enfermedad, la pasé mal. Cuando fui a Alcohólicos Anónimos era porque tomaba para poder actuar. Ahí me dijeron: “Bueno, andá a la esquina y seguí chupando, acá se viene para no tomar”. Pero todo pasa. Después cambia, porque uno se quiere mucho, empieza a cuidarse y se da cuenta de que eso no va más. No puedo tomar más, ya tomé demasiado, y por eso no lo nombro. De lo malo no hay que acordarse, solo recordar que no se debe hacer y portarse bien para vivir una vida normal. Se puede, no hay que tener miedo. Mónica me cuida, ella me sacó adelante.
—¿Cómo es tu relación con Mónica?
—Actualmente estamos como amigovios. Ella tiene dos hijos, ahora estamos viviendo juntos, jugamos a las cartas juntos. La vida es un instante donde hay que tratar de pasarla bien. Estamos de paso en este mundo. Si la gente se muere por ir al cementerio... ¿o no? (sonríe). Nos conocimos hace 25 años en uno de mis show. Ella venía a verme, en una época que yo estaba con (José) Marrone. Un día tomamos un café, y desde ahí no nos separamos más. En esa etapa fue cuando conocí a Marcelo Tinelli. Fue una época de suerte: él me levanto porque venía para atrás. Ahí empecé otra vez en el teatro, hice boliches. Marcelo es una fábrica de salvar gente, es como Romay, que te llevaba allá arriba, te cuidaba y te daba todo. Después, si uno no aprovechaba esas oportunidades, cagaste...
—¿Cómo lo ves a Tinelli en la política?
—Yo sé que ayuda a mucha gente de Bolívar, y eso no sale en los diarios. Tiene derecho a pasarla bien. Es un tipo muy inteligente y vivo. Hablar con él te inspira respeto. Y siempre se mantiene, no se regaló a nadie y tampoco hizo cagadas. Siempre mantuvo una conducta y lo que tiene se lo merece. Nadie está porque sí. Ayuda a muchos, y a muchos les salvó la vida.
—¿Tenés amigos en el medio?
—Ezequiel Corbo y Javier Faroni empezaron conmigo. Hoy no frecuento mucho la noche, pero cuando nos vemos nos saludamos. Hoy soy más bien casero y trato de pasarla bien.
—¿Cómo viste el gobierno de Mauricio Macri y cómo ves el gobierno de Alberto Fernández?
—Macri no entendió el juego de manejar un país y se le fue de las manos. No creo que lo haya hecho con maldad y tampoco creo que haya robado. Confío en que Alberto Fernández nos va a sacar adelante porque lo veo capaz. Hay que tener fe. Hace poco que está y esperemos a ver qué hace.
—El mejor y el peor momento de su carrera.
—El mejor momento fue cuando estuve trabajando mucho y encabecé varios espectáculos. Y lo peor fue el momento en el que estuve mal. De esa etapa no me acuerdo de nada. Es como que la borré de mi mente.
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