La vida de Mía Farrow trasciende por muchos y diversos aspectos. Fue protagonista de ese gran clásico del terror que fue El bebé de Rosemarie, pero también de películas trascendentales como El gran Gatsby y La rosa púrpura del Cairo. Sus tres parejas también ocuparon portadas de diarios y revistas. Se enamoró y se casó con Frank Sinatra. Él ya era una megaestrella y ella una incipiente. Él tenía 48 años y ella apenas 19. Hubo boda, hubo amor y hubo desencanto y divorcio.
Mía volvió a apostar al amor y se casó con André Pevin. Él era un pianista consagrado, ella una actriz requerida. Él había cumplido 41 años y ella, 25. Hubo boda, hubo mudanza a Inglaterra. El matrimonio duró ocho años, en el medio nacieron tres hijos, Matthew, Sascha y Fletcher y adoptaron tres, Soon Yi (nacida en Corea del Sur), Lark Song y Summer Daisy (ambas vietnamitas). En ese momento las leyes estadounidenses solo permitían adoptar a dos niños de otra nacionalidad, pero Mía se puso al frente de una campaña para derogarla y lo logró.
Después del divorcio Mía regresó con sus hijos a Nueva York. Como debía mantener a su numerosa familia decidió volver a filmar, entonces conoció a Woody Allen. Él tenía 44, ella, 34. Se enamoraron, trabajaron en 13 películas -él como director y ella como su musa-, se admiraron pero en los 12 años que estuvieron juntos no se casaron ni convivieron. Juntos concibieron a Ronan, y adoptaron a dos niños más, Moses y Dylan. Pero la pareja con Allen estalló por los aires cuando él se fue con su hija adoptiva Soon Yi y ella lo acusó de abusar sexualmente de su hija, Dylan. Allen negó –y niega- la acusación pero Mía se quedó con la custodia de sus hijos.
Pese a su desencanto con el amor de pareja, Mía sabía que la maternidad para ella era una opción de vida. Como madre soltera siguió adoptando niños de países que conocía en sus campañas como embajadora de Unicef. Así llegaron a la familia Tam, Isaiah, Quincy, Frankie-Minh y Thaddeus. Mía era la madre de 14 chicos.
Pero el camino de la maternidad nunca es sencillo. Nadie cuenta con la fórmula de la familia, la madre o el hijo perfectos. La actriz no solo tuvo que afrontar su escandalosa y dolorosa separación con Allen, además de acompañar a su hija en las denuncias de abuso, también atravesó la muerte de Tam, Lark y Thaddeus, tres de sus hijos.
El 2000 inauguraba año, década y milenio, pero para Mía ese año la marcaría con un dolor abismal. La muerte de Tam. Era una adolescente ciega de 13 años cuando en febrero de 1992, Mía la conoció en Vietnam y la incorporó a su familia. Tam vivió hasta los 21. Un portavoz de la familia aseguró que falleció por una afección cardíaca y que su corazón era muy débil. Sin embargo, unas semanas después su hermano Moses contó en su blog personal una historia diferente.
Según Moses, Tam murió por tomar una sobredosis de píldoras luego de una discusión con su madre. El joven escribió: “Tam luchó contra la depresión durante gran parte de su vida, una situación acrecentada por el hecho de que mi madre se negó a ayudarla porque no creía en su enfermedad. Una tarde, después de una gran pelea que terminó cuando mi madre se fue de casa, Tam se suicidó con una sobredosis de pastillas. Mi madre le diría a todo el mundo que fue un accidente, que Tam no sabía qué pastillas estaba tomando. Pero Tam tenía buena memoria y sabía dónde estaban las cosas. Y, lógicamente, sabía contar”. Mía no respondió públicamente a las acusaciones.
Lark Previn fue la primera de los hijos adoptivos de Mía Farrow, la adoptó en Vietnam en 1973. Era muy unida a Soon Yi y fue noticia en 1991 al trascender que había robado lencería de un local acompañada por su hermana Daisy. Su muerte ocurrió el día de navidad en 2008, había cumplido 35 años. La joven era mamá de Sara de 13 años y Christine de 12. La causa de su muerte no trascendió oficialmente pero habría sido por una neumonía que se complicó por el VIH. Estuvo enferma más de diez años, algo que al principio le ocultó a su madre.
El último hijo que despidió fue Thaddeus Milk, en septiembre de 2016. Mía lo conoció en 1994 en un orfanato de Calcuta. Ella se había divorciado hacía poco de Allen y quedó profundamente conmovida con ese niño de cinco años, parapléjico por haber sufrido polio. Mía siempre sintió una predilección especial por este hijo. Es que a los 9 años ella también se enfermó de poliomilielitis y tuvo que estar internada y aislada durante tres semanas en un hospital de Los Ángeles. Thaddeus creció con su familia numerosa y en una entrevista en Vanity Fair contó cómo fue esa experiencia: “Fue aterrador ser llevado a un mundo de personas cuyo idioma no entendía, con diferentes colores de piel”, dijo. “El hecho de que todos me amaran fue una experiencia nueva, abrumadora al comienzo”.
Pero vaya a saber qué heridas profundas guardaba o llevaba en su corazón. Había cumplido 27 años, estudiaba en la academia de policía cuando lo encontraron gravemente herido en una ruta de Connecticut. Se había disparado con un arma de fuego. Las heridas eran graves y falleció apenas unas horas después en el hospital Danbury. Su hermano Ronan lo despidió en sus redes sociales con un fraterno mensaje: “Descansa en paz, hermano. Nunca conocí a nadie más fuerte que tú o que superara los obstáculos como tú”.
Mía no hizo declaraciones públicas pero expresó su dolor en Twitter. Recordó a su hijo y pidió apoyo para las instituciones que trabajan en la prevención del suicidio: “Estamos devastados por la pérdida de Thaddeus, nuestro querido hijo y hermano. Era una persona maravillosa y valiente que superó tantas dificultades en su corta vida. Le echamos de menos. Gracias por la efusión de condolencias y palabras de amabilidad. Si usted o alguien que ama necesita ayuda, o si desea apoyar a un grupo que realiza trabajos que salvan vidas, visite: afsp.org”.
Con 74 años y la sensación de más de una vida vivida, la actriz sigue involucrada en causas solidarias y convencida de que aunque el amor de parejas le fue esquivo, el de madre –doloroso muchas veces, maravilloso casi siempre- es el que le da sentido a su existencia.
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