La pequeña Mariska de tres años y sus dos hermanos viajan en el asiento trasero del auto. Su madre va adelante con Sam, su última pareja y el chofer. El viaje transcurre tranquilo tanto que los tres chicos se duermen. Nada perturba su sueño ni siquiera la intensa niebla que comienza a invadir la carretera. De pronto, un camión aparece de la nada y el conductor no logra esquivarlo. Hay un grito y un impacto feroz. Los adultos mueren en el acto, los niños resultan ilesos.
La noticia del accidente ocupa las portadas de diarios y revistas. La mujer que murió, madre de los niños, es Jayne Mansfield, una actriz sexy y voluptuosa que hace años intenta destronar a Marilyn, pero que solo a fuerza de escándalos y audacias logra ser noticia.
Mansfield sería lo que hoy denominamos una “mediática”. Aunque formó parte del elenco de varias películas alcanzó la fama cuando fue la primera estrella de cine en desnudarse para Playboy. Tuvo cinco hijos con tres maridos lo que resultaba un verdadero escándalo para la conservadora época. A ella poco le importaban las críticas. Libre, desprejuiciada, se hacía pasar por una rubia tonta pero en realidad era una mujer que hablaba cinco idiomas -inglés, francés, español, alemán e italiano- y con una inteligencia superior a la media.
Mariska y sus hermanos vivían con ella en su propia Casa Rosada. La mansión llamada Pink Palace, como su nombre lo indica, estaba íntegramente pintada de rosa y era una de las más llamativas y extravagantes de Sunset Boulevar. Tenía una pileta con forma de corazón y las venecitas en el fondo formaban la frase ¿Amo a mis hijos? No, nada más alejado de eso. Desde el borde se leía I love you, Jayne . El ego de la actriz también se notaba en las puertas de hierro con sus iniciales. En el interior de la casa, alfombras rosas cubrían todos los pisos y las paredes de los baños. Las escaleras estaban repletas de cuadros y más cuadros con las portadas de revistas protagonizadas por la actriz. Para algunos la casa era de estilo “colonial española” pero otros aseguraban que era “barroco de estrella con aspiraciones”.
El primer marido de Jayne fue Paul Mansfield, con él tuvo una hija, Jayne Marie, cuando se divorciaron ella se quedó con la niña y el apellido. Luego llegó a su vida el fisicoculturista de origen húngaro Miklós Hargitay, juntos fueron padres de Mariska, Miklos y Zoltan. Este último vivió un episodio traumático cuando en una visita al zoológico se acercó demasiado a la jaula de un león y Sammy, uno de los felinos, lo atacó. Sobrevivió pero tuvo que pasar por tres operaciones, incluida una cirugía cerebral de seis horas. Cuando el matrimonio con Hargitay naufragó, Jayne se casó con Matt Cimber con el que tuvo a su último hijo, Antonio.
En esa casa rosa, con esa madre entre rupturista y excéntrica y rodeada de hermanos crecía Mariska hasta que ese 29 de junio de 1967 y en ese accidente, todo su mundo cambió. Pronto descubrió que crecería sin su mamá pero acompañada por sus leyendas. La primera y más trágica aseguraba que su madre había muerto decapitada. Una confusión que surgió cuando trascendió una foto que mostraba una cabellera rubia sobre el capot del auto. En realidad era la peluca de Mansfield que voló con el impacto.
Pero no solo esa historia truculenta acompañó su infancia, también las que señalaban que Pink Palace se había convertido en una casa embrujada. Luego de la muerte de la actriz, la mansión se puso en venta y por la televisión un posible comprador aseguraba que al abrir un armario encontró ropa de Mansfield, intentó tocarla y escuchó una voz que ordenaba “salí de acá”. Cuando por fin hubo un comprador para la mansión resultó ser Ringo Starr lo que volvió a atraer la atención de la prensa, sobre todo la vez que aseguró que por más que pintaba las paredes de blanco siempre aparecía el rosa. El Beatle se la vendió al cantante Engelbert Humperdinck quien contó sin dudar que varias veces observó al fantasma de Mansfield deambular por los pasillos. En 1980 la casa fue bendecida por un sacerdote y las apariciones –o sugestiones- cesaron.
Entre leyendas y datos truculentos, Mariska intentaba seguir su vida junto a su padre, su nueva esposa y sus hermanos. La niña se convirtió en una joven con una belleza más discreta que la de su mamá pero igual de atractiva, tanto que en 1982 la coronaron Miss Beverly Hill. Además de la belleza también heredó la misma capacidad para los idiomas de su progenitora y se comunica sin problemas en ruso, español, francés, italiano y húngaro.
Mariska no solo era una “cara bonita” y políglota, al terminar el secundario se inscribió en la Universidad de Los Ángeles para estudiar teatro y cine. Pronto la llamaron para protagonizar el furor de los 80, los videos musicales, y participar en varias series exitosas como Falcon Crest, Seinfeld, Baywatch y ER.
Pero si su madre hizo del escándalo un modo de vida, Mariska hizo de la discreción un culto. Nunca asistía ni otorgaba entrevistas en los programas que hablaban de la maldición Mansfield, mucho menos hablaba de la muerte de su madre o de los fantasmas -verídicos o no- que rodeaban la casa de su infancia.
Esa mezcla de discreción, belleza y talento hizo que en 1999 el productor Dick Wolf la eligiera para encarnar a Olivia Benson, la incorruptible detective de la serie La Ley y el Orden. En la serie la heroína carga con una historia familiar compleja: su madre la concibió en un ataque sexual. Ese pasado lejos de anestesiarla o enloquecerla la transforma en una policía fuerte, capaz de empatizar y defender con uñas y dientes a cada una de las víctimas que se presentan en la unidad de crímenes sexuales donde trabaja. Como Benson, Mariska logró que su personaje sea más que creíble, quizá tomó parte de su propia fortaleza para pasarle a la detective.
Desde entonces Mariska/Benson se convirtió en heroína e estrella indiscutida de la serie que ya va por la temporada 21, el programa policial más largo de la historia. También es una de las actrices mejor pagas con un salario de 500 mil dólares por episodio. En el 2006 se llevó el premio Emmy como mejor interpretación y fue nominada ocho veces más. Además cuenta con un Globo de oro y su estrella en el Paseo de la Fama de Hollywood.
Como Olivia, Mariska logró una cuenta bancaria de 50 millones de dólares, pero sobre todo empezó a ser reconocida por lo que era y no por ser “la hija de”. Pero lo que realmente cambió su visión del mundo fue que a partir de su personaje todos los días recibía cartas y mails de personas que le contaban sus propias historias de abuso o violencia. Sintió que debía hacer algo real por esa gente real. Así fue que en el año 2004 creó la Fundación Joyful Heart, una organización que ya ayudó a más de cinco mil sobrevivientes de agresión sexual, violencia doméstica y abuso infantil. Además produjo y protagonizó el documental I am evidence donde denunció la cantidad de kits de violación que se destruyen en Estados Unidos cuando con ese ADN se podrían resolver y prevenir delitos.
La Ley y el Orden no solo modificó la vida profesional de Mariska también su vida sentimental. En el 2002 el actor Peter Hermann fue invitado a participar de algunos episodios para interpretar al abogado defensor, Trevor Langan. La atracción entre ambos fue inmediata y apenas terminaron de grabar, él la invitó a salir.
La primera cita fue en un lugar por lo menos original: un oficio religioso en una iglesia. En medio de la ceremonia Mariska se largó a llorar. No lloraba por su pasado sino por su futuro. Es que en cierto momento y al mirar a Hermann sintió que “era golpeada con la fuerza de un rayo y que quería pasar con ese hombre el resto de su vida”. En el 2004 los actores se casaron y al tiempo nació August. Al tiempo la familia volvió a crecer con la adopción de Amaya y Andrew.
Hoy Mariska es una estrella consolidada. A diferencia de otras actrices no se siente atrapada en un personaje sino estabilizada y segura. Encarnar a Olivia le permite horarios organizados, un salario con varios ceros y sobre todo, poder compartir tiempo con lo que más ama en el mundo: su familia. Cuando a su marido le preguntan qué lo enamora de ella responde sin dudar “su sentido del humor” ya que es “la encarnación de la alegría”. Doble mérito para alguien que vio morir a su madre y sobrevivió en todos los sentidos.
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