Un disfrazado de "minion", un cartel con la cara duplicada de Steve Buscemi en efecto psicodélico, una chica con una remera que dice "I Love Ronald Reagan", un pibe con la frase "I'm a virgin" estampada sobre el pecho, una pareja que baila con un inflable con forma de crayón, una rubia bajita con leds rosas entre su pollera de tul, otra chica con una imagen del line-up como fondo de pantalla del celular para no tener que ni pensar en abrir ninguna aplicación, algunas camisetas de la selección argentina, inimaginables e interminables variedades de marcos de lentes. Los ojos se vuelven caleidoscópicos con apenas mirar por un instante al público del Lollapalooza.
Es una multitud popular con distintos niveles de disfrute. Dos ejemplos opuestos: mientras algunos optan por plantarse frente al escenario sin moverse ni un centímetro -y tampoco dejando que los demás lo hagan-, está también la masa enfervorizada y cooptada por la música de cada dj que se presenta en el escenario Perry's, invitando a cualquiera a que se sume a su baile frenético, embriagado.
En lo que coinciden es en la voracidad a la hora de consumir, en la automatización a la hora de beber de su "mochila de agua", en ser amables al ceder el paso y también en darle la bienvenida al turista, al mismo tiempo en que se le recuerda que está de visitante.
Pero cuando la música suena, casi no hay diferencias en ese mosaico y el movimiento se vuelve colectivo. Anoche, los dos recitales de cierre en los escenarios principales tuvieron algo de eso, cada uno en su estilo.
Twenty One Pilots se presentó en el T-Mobile con su característico show pirotécnico e incendiario, que comienza con una escena que a esta altura ya es clásica: el baterista Josh Dun entró con una antorcha mientras el líder Tyler Joseph lo esperaba parado sobre el auto y el bajo colgando, ambos con el rostro cubierto con pasamontañas mientras sonaba la base apocalíptica de "Jumpsuit". Cuando el tema arrancó, el público también, saltando y pogueando amablemente.
Además de la espectacularidad propuesta, el show se basa en las canciones de "Trench", su último disco, en el que llevan más allá el combo que proponen. Ahí, el rock, la electrónica y el rap conviven mezclados pero no revueltos, demostrado en canciones como "Levitate" y "The Hype".
Sin dejar de lado sus canciones anteriores -"We Don't Believe What's on TV" o "Heathens"-, también se animaron a citar a The White Stripes, a utilizar un sample de Beethoven e incluso a hacer un cover del hit old-school "Jump Around", de los raperos House of Pain.
A la misma hora, pero en el sector opuesto, J Balvin se convirtió en el primer headliner latino de la historia de Lollapalooza. El oriundo de Medellín provocó un alto oleaje de perreo que rompió contra las vallas del escenario Bud Light. Las caderas angloparlantes se movieron con gracia ante las fantasías animadas propuestas desde arriba: sobre una escalera iluminada, surgió todo un horizonte technicolor de bailarines con nubes como cabezas, un caballito de madera gigante en el que se montó el rapero, dos "funkos humanos" de Cardi B y Bad Bunny que aparecieron durante "I Like It", fuegos artificiales con los colores del arco iris, señales de ajuste en los televisores vintage en las que se convertían las pantallas y esa especie de mono-de-la-suerte gigante y mutante, que luce sentado y sonriente pero impasible ante la música, con su nubecita entre los brazos.
Balvin convirtió el lugar en una pista de boliche gigantesca apelando al gran catálogo de la música urbana latina, recurriendo incluso a tracks que no son de su autoría. Así, contó una historia del género y su cultura, yendo casi desde las raíces -"Rakata" (Wisin & Yandel), "Gasolina" (Daddy Yankee) y "Oye mi canto" (N.O.R.E., Nina Sky y Daddy Yankee"- hasta la actualidad: el erotismo downtempo de "Safari", el jolgorio de "X" y "Ginza" y lo que implica vivir quemando cartuchos según se canta en "Con altura" (de Rosalía, aunque sin la presencia de la cantante española que tocará hoy).
"¿Dónde están mis latinos?", preguntó y más tarde consumó el delirio de la multitud, dejando el hit "Mi gente" para el final, en una versión acelerada y en 8-bits.
El sol picó al ritmo del blues, hip-hop… y Jack Black
Durante la tarde, se dieron tres momentos que se destacaron por sobre el resto de lo ocurrido en la jornada del sábado, de la mano de Gary Clark Jr., Lil Wayne y Tenacious D.
Con un set breve y contundente, el blusero Gary Clark Jr. demostró cómo viene ampliando su paleta musical, agregando detalles souleros e incluso de reggae a su cautivante blues. Y después de la propia "Pearl Cadillac", terminó el show con una versión demoledora de "Come Together" (The Beatles).
En tanto, el comediante Jack Black se presentó con Tenacious D, algo que es más un sketch musical que una banda de rock. Junto al también actor Kyle Gass, le imprimieron humor al escenario Bud Light a través de canciones como "Kickapoo" y "The Metal", parte de la banda sonora de la película "Tenacious D in The Pick of Destiny".
Por último, Lil Wayne salió a escena con un hoodie blanco con tiernos motivos de Snoopy, un cigarro bien grueso y anteojos con forma de corazones que le taparon la mitad de la cara y, por ende, parte de los tatuajes que la decoran y también las marcas que el tiempo y el hip-hop duro dejaron allí.
Secundado por una banda con guitarra, bajo, batería y bases, soltó algunas propias como "Lollipop" y "Mrs. Officer", pero también homenajeó a colegas como Chance The Rapper ("No Problem"), Drake ("HYFR"), French Montana ("Pop That") y Gucci Mane ("Wasted").