La drag queen que brilla en "Sex": "Empecé en mi casa, vistiéndome con la ropa de mi mamá y mi hermana"

Vixt Greenville es una de las figuras del espectáculo de José María Muscari. Nacida en Mar del Plata, en la adolescencia se mudó a Buenos Aires buscando vivir en libertad, y triunfar como artista

"La Chica del Fuego", en su encuentro con Teleshow

Ser una drag queen no es nada fácil. No solo se necesita coraje para afrontar las críticas, sino también una importante inversión en maquillaje, ropa y pelucas para quien recién está comenzando. Esta es la historia de Martín (prefiere no difundir su apellido, aclarando que, además, ya nadie lo conoce ni siquiera por su nombre de nacimiento), una persona que se la jugó por sus sueños y, hoy, siendo Vixt Greenville, o La Chica del Fuego, se destaca en Sex, la obra de José María Muscari.

Nació en Mar del Plata, pero a los 17 años (casi una década atrás) decidió mudarse a Capital para escapar de las miradas inquisidoras. "Desde siempre me gustó la imagen femenina, y me llamaba mucho la atención todo lo que tenía que ver con las transexuales. Aparecía en la tele Flor de la V o cualquier trans, una noticia, y me volvía loca. Era como una cosa de admiración", cuenta. Aquí, su historia.

—¿Cómo empezaste a ser una drag queen?

—Como casi todes: vistiéndome en mi casa con la ropa de mi mamá y de mi hermana. Me encerraba con una bolsa de ropa en el baño y me la probaba: me paraba en el bidet para verme en el espejo porque no llegaba. Con el drag empecé a los 17 años cuando me mudé a Buenos Aires. Como hacía mucho esto de vestirme en mi casa, un día dije: "Quiero salir al mundo a explorar esta nueva faceta, a ver qué pasa". Conocía a los transformistas que lo hacen artísticamente pero no conocía chicos que salieran vestidos de mujer a la calle o al boliche.

— ¿Qué era lo que más te atraía?

—Siempre tuve el gusto por la moda y por la imagen femenina. Pero no necesariamente por ser mujer tenés que vestirte, peinarte, maquillarte, ponerte tacos y todo eso. Era como eso, el amor por eso. Y lo quería también experimentar en mí.

—¿Quién te enseñó a maquillarte y a peinarte?

—Nunca tomé clases. Una vez hice un curso de maquillaje, pero más artístico. Pero cuando más aprendí fue cuando me contrataron en mi primer trabajo fijo, que era todos los sábados, y ahí no me quedaba otra que maquillarme. Aprendés cuando te maquillás seguido. Y también con un poco de YouTube.

La Chica del Fuego (Instagram)

—¿Requiere de una gran inversión ser drag queen?

—Sí, es una inversión muy grande porque necesitas muchos vestuarios porque, justamente, tu trabajo es llevar un vestuario que sea sorprendente, y cumplir temáticas que te piden. Tenés que tener zapatos de todos los colores, pelucas de todos los colores, maquillajes. Es una inversión fuerte. Pero como no me hice ninguna operación, no tuve que poner tanto dinero. Pero por ahora no.

—¿Tu familia siempre te apoyó?

—Me acuerdo que íbamos caminando por San Telmo y vi dos drags súper altas, peladas, como muy raras. Y dije: "Quiero eso". Y ahí empecé a buscar como imágenes de lo que era, y les mostraba. Ellos estaban aterrados, era como: "¿Por qué querés eso?". Pero con el tiempo yo me mantuve firme demostrando que no era nada grave y fue un proceso corto y se adaptaron.

— ¿Qué te dijeron al principio?

— En realidad al principio su mayor miedo era, aparte de lo desconocido que uno siempre no sabés en qué va a terminar y vos estás apoyando a tu hijo para que tenga un futuro, una carrera, para que estudie, y antes no se conocía tanto el drag, entonces pensaban hasta dónde, hasta dónde le estoy dando plata para que se compre pelucas y tacos si lo que yo quiero es que tenga un futuro. Y lo terminé teniendo, pero al principio era como una incertidumbre.

— ¿Estudiaste algo previo?

— Yo me mudé a Buenos Aires para estudiar danza, teatro. Siempre fue el arte lo mío. Y mi familia también, son todos artistas. No todos viven del arte pero son artistas. Entonces eso siempre estuvo claro, no era que querían que entre a la universidad, querían que haga lo que quiera pero que realmente lo haga. Y vine a estudiar danza, teatro, diseño de indumentaria, hice mil cosas. Pero al año ya empecé a montarme en drag y a trabajar de eso.

—¿Qué es lo más difícil de ser drag queen?

—Al principio lo más difícil es la exposición, el ridículo, porque te expone mucho. No es fácil ponerte una peluca y unos tacos, saber manejarlos y sentirte bien. Generalmente siempre pasás por una etapa de exponerte al ridículo, y eso te da un poco de vergüenza. Creo que eso es lo más difícil: aprender qué maquillaje te queda bien, cómo ponerte las pelucas, caminar en tacos…

—¿Sufriste algún tipo de prejuicio o discriminación?

—Sí. Discriminación y bullying, de toda la vida. En el colegio por ser afeminado, obviamente. Pero nunca sentí que lo que yo estaba haciendo estaba mal, o que yo era raro. Eso fue bueno. Entonces si bien me molestaba, el bullying nunca llegó a herirme o a ser un trauma. Entonces yo, por adentro, pensaba: "Los equivocados son ustedes, claramente". Y por eso, no me hacía tanto daño. Y después en la calle todos los días alguien te mira un poco de más, alguien te grita algo, alguien te hace un chiste, alguien te maltrata.

Vixt Greenville

—¿Qué te decían en el colegio?

—Los comentarios puntuales no recuerdo. El bullying muchas veces también es de los profesores, y recuerdo que me había llevado la Historia, y estábamos solos en el aula dando como el examen final cuando el profesor me empezó a decir: "¿Pero a vos qué te gusta? ¿Te gusta vestirte de mujer? ¿Qué, te ponés polleritas en tu casa?". Así, con un nivel de violencia bastante perturbador. Y esa vez sí volví llorando a mi casa porque me había re maltratado y no entendía de dónde sacaba esas ideas, que eran ciertas, pero bueno.

— ¿Es fácil vivir de drag?

—No, porque no es un trabajo estable. Como todo, también como el arte, ¿no? El drag es un arte que está muy asociado con la noche, con los boliches, que te desgasta mucho porque no te pagan tan bien y no es fácil estar en muchos boliches. Si estás en un boliche bueno, son todos los viernes o todos los sábados. Y eso está bueno. Y lo que estoy tratando con mi drag es sacarlo del mundo del boliche, que no sea solo una cosa de fiesta y de noche.

—¿Cómo es tu día a día?

—Me levanto de hombre porque dormir montada sería muchísimo, por el maquillaje, por la peluca y todo. Pero también se dijo siempre esto de que "de día es hombre y de noche es mujer", y yo quiero romper un poco con eso porque es justamente asociado a la fiesta, como la idea de que solo de noche están las drags o las trans, pero hoy está mucho más mezclado. Pero sí, para lo cotidiano soy un hombre y después me monto más, también como una mujer normal, se monta, se maquilla, se peina para alguna ocasión especial, para salir, para una cena, para una nota. Es como lo mismo.

—¿Cómo te definís sexualmente?

—No me defino sexualmente: no me gustan las etiquetas, ni de bisexual, ni de pansexual ni de nada; que cuando no tenés etiquetas, también encuentran una etiqueta. Así que soy simplemente sexual: me enamoro o me gusta, me atrae una persona según si me atrae el físico, si me atrae su mente o si hay piel. Pero no importa el sexo: si es hombre, si es mujer, trans.

La Chica del Fuego, antes de salir a escena

—¿Qué consejo le das a aquel que quiere ser drag y no se anima?

—Me escriben bastante para decirme "¿cómo empiezo?". Y yo lo que siempre digo es que cuanto antes empieces antes vas a mejorar, y como que te saques de encima el hecho de dejarlo pasar porque tenés miedo al ridículo. Hacelo, porque si le das constancia vas a ver que en un corto plazo vas a ver un avance muy grande. Entonces, solo tenés que hacerlo.

—¿Te costó venirte sola de Mar del Plata a Buenos Aires?

—No veía la hora de venir. Y vine bancado por mi mamá y mi papá, por suerte. Y vine a vivir con mi hermano primero. Pero sí, yo no veía la hora de huir de Mar del Plata.

—¿Por qué?

—Porque es un pueblo. O sea, es una ciudad, pero con una mentalidad muy cerrada. Hay mucha agresión también con la homosexualidad, no es un lugar muy ameno. Y no hay tanta oportunidad y tanta actividad claramente como en una ciudad como Buenos Aires: yo venía de chico y me deslumbraba. Me gustan los lugares con mucha gente, con edificios altos; me encantan las ciudades grandes.

—¿Por qué decís que en Mar del Plata no son amenos con la homosexualidad?

—A lo largo de mi vida, tanto viviendo allá como yendo de visita, en la calle he recibido agresión, no física pero sí verbal. Acá, en Buenos Aires, siempre se te ríen o algo, pero no llega a ser una agresión con violencia, como que realmente te están odiando; es más de burla. En Mar del Plata me ha pasado muchas veces que realmente te insultan, como que les toca a ellos, muy en el fondo.