El predio del Grant Park, sede de Lollapalooza Chicago, cuenta con dimensiones más que considerables para ser recorrido: son aproximadamente trece cuadras de largo por ocho de ancho demarcadas por los escenarios principales, el T-Mobile y el Bud Light.
En la noche del viernes albergaron a los dos shows más importantes en el cierre: Childish Gambino y Tame Impala, respectivamente. Si un espectador gustaba de ambos, necesariamente debía elegir a quién ver primero y después contar con las fuerzas necesarias para sortear la multitud -unas 120 mil personas-, caminar aceleradamente y trotar para llegar a tiempo hasta la otra punta.
"Welcome to the 'Childish Gambino Experience'", introdujo Donald Glover, el hombre por detrás del nombre: es un artista multifacético que, para crear, gira en torno a la cultura del hip-hop y a sus raíces, tanto para hacer música como cuando actúa, guiona y dirige algunos capítulos de su serie "Atlanta", más que recomendable si se quiere obtener de primera mano cómo es la situación social actual de los afroamericanos.
Su show en el Lollapalooza fue sorpresivo desde el primer segundo: en lugar de aparecer desde detrás de escena, como ocurre en el 99% de los casos, irrumpió elevado por una plataforma que emergió entre el público. Desde allí, iluminado por los rayos blancos de las luces, muy barbado, sin más vestimenta que un pantalón blanco y en modo predicador, le dio forma a la alegórica "Atavista". Tras el final, bajó e inició una caminata frenética y con los ojos desorbitados hacia el escenario por el pasillo, "chocando los cinco" con su gente, que para esta altura ya estaba más que encendida.
Ese sería el lugar preferido de Childish Gambino para dar lo suyo, bajando una y otra vez al surco vallado como extensión de su escenario. Arriba de las tablas, una gran estructura horizontal servía tanto de pantalla para las visuales como de muro que escondía a la banda. Por delante de eso, un quinteto gospel se lució en su refuerzo vocal.
El carisma magnético de Glover fue el rector de un verdadero catálogo de música negra actual, bien lejos de cualquier tipo de purismos y con la experimentación como bandera. De repente, el hip-hop lento "The Worst Guys" grabado con Chance The Rapper -presente a través de su pista vocal-, se dobló pero no se rompió con un solo de guitarra épico más típico de una balada metalera. En ese momento, el muro se abrió y quedó la banda al descubierto: dos guitarras, un bajo, una percusionista, batería y teclados para darle forma al "imaginario Gambino".
La intensidad seguía subiendo y la multitud lo demostró saltando y con las manos en el aire, queriendole seguir el imparable ritmo de baile a la estrella: después de volver a bajar y sacarse selfies al azar con quienes estaban sobre la valla durante "Me and Your Mama", una batería de fuegos artificiales encandiló el cielo de Chicago y sirvió de colorido enlace hacia el funky no ortodoxo de "Boogieman".
Luego, dos de los hits internacionales más rutilantes del año pasado sonaron separados por la inédita "Human Sacrifice": primero, "Feels Like Summer", a tono con la temporada y con las chicas del público pidiendo ser subidas a los hombros para vivirlo mejor. Y después, la imbatible "This is America", el irónico y certero retrato sobre el violento estado de las cosas en el país del norte.
En este punto, Gambino se tomó un respiro y se abrió una ventana ideal para ver en qué andaban los australianos de Tame Impala. Embarcados en su pop psicodélico sostenido por la voz aterciopelada e hipnótica del líder Kevin Parker, habían integrando los dos tracks nuevos editados este año, "Patience" y "Borderline", entre las canciones clásicas de sus tres discos.
En el final, una bola de láseres se disparó con la intención de hacer más intenso el flash y aprovecharon para llevar las cosas demasiado hacia el cuelgue: las definitivas "Feels Like We Only Go Backwards" y "New Person, Same Old Mistakes" resultaron más ralentizadas y estiradas que de costumbre.
Esto dio tiempo suficiente para volver al área de Childish Gambino y presenciar la última de sus muestras de virtuosismo, con el falsete único que lleva adelante el guión de la sexy "Redbone". Saludó a la multitud con un extendido "Chicagoooooo", se arrodilló y dejó suavemente el micrófono sobre el suelo. No hizo falta dejarlo caer, en ese gesto típico para cerrar una batalla de hip-hop ganada con contundencia: lo suyo fue sutileza pura, hasta en ese detalle.
El empoderamiento según Janelle Monáe
Se sabe: en Lollapalooza las distintas músicas se encuentran para ser vividas sin prejuicios ni sectarismos. A la misma hora de los dos grandes shows de la jornada, el dj Alesso -uno de los preferidos de los centennials- soltaba su frenético progressive house más propio para una clase intensa de gimnasio que para ser bailado. Pero que lo disfrutaron, lo disfrutaron.
Mucho más temprano, cuando el sol regalaba sus últimos rayos, el nü metal daba muestras de sobrevida con el catártico show de Chevelle, sobre el escenario Tito's Handmade Vodka. A su término y justo enfrente, en el Bud Light, Death Cab For Cutie soltó las riendas de su tímido indie-grunge con detalles cancioneros, marcados en temas como "The Ghosts of Beverly Drive" y "The New Year" que se inscriben en la tradición de R.E.M.
Pero la perla de la tarde fue el momento de Janelle Monáe. También se trata de una artista integral, que canta, actúa, baila, toca la guitarra y rapea, según la canción. Secundada por una banda sólida y un cuerpo de danza, desplegó su soft-porn pop en la ganchera "Electric Lady", en la anatómica "Pynk" -cambió su look de azafata futurista por el pantalón-vulva que luce en el videoclip- y en "Yoga", en la que no se privó de acariciarle las piernas a las bailarinas que meneaban alrededor suyo.
A continuación, volvió a cambiarse y lució unos pantalones plateados que emulaban una bola de espejos: ideal y en composé para "Make Me Feel", que podría pasar por cover de Prince. En el clímax, aprovechó para hacer otro homenaje, tirando el moonwalk de Michael Jackson, muy festejado por la multitud.
Por último, se calzó una chaqueta militar con botones rojos para la combativa "Cold War": "Luchamos por los inmigrantes, luchamos contra el abuso de poder, luchamos por los derechos de las mujeres, luchamos por la comunidad negra… y también luchamos para que Donald Trump no vuelva a ser el presidente", dijo e inmediatamente cambió de mood con la festiva "Tightrope" para despedirse con una sonrisa.