Leonardo Damián García, más conocido como Leo García, logró incursionar en la música y convertirse en un referente en varios géneros como rock, pop y electrónica. De espíritu inquieto, el artista recordó en diálogo con Infobae sus comienzos en la profesión y profundizó en su vida personal para hablar sobre cómo logró superar su adicción a las drogas y el rol que cumplió en ese proceso "Chano", el ex cantante de Tan Biónica.
–Desde chico eras una persona que te adaptabas, flexible…
–Ecléctico. Para mí, siempre dio lo mismo cantar una zamba y después cantar un tema del rock nacional. Yo cantaba una canción de Gilda en el año 2000, y en aquel momento escuchaba techno minimal. Entonces me iba a Alemania a difundir discos que había editado en un sello alemán haciendo música techno minimal, pero me gustaba Gilda también. Una cosa incompatible con la otra, y bueno… sigo siendo así, y el tiempo me sigue demostrando que esa flexibilidad existe cada vez más. Me divierto de esa manera porque soy un tipo que me aburro mucho si me quedo en el mismo lugar todo el tiempo. Mi diversión pasa por el cambio constante.
–Salir de la zona de confort: hay una canción, "Hay que salir del barrio", que habla de salir de lo cómodo…
–Sí, ir. Es un verbo muy interesante que una vez Fernando Noy, que es un gran poeta argentino vivo, de esos monumentos artísticos, fue quien me dio la idea de que haga una canción del verbo ir, que incluye vivir y morir; ese es el verbo que conlleva a todo. Entonces hay que irse del barrio. En definitiva, escuchando a Chano, la canción "Ciudad de Buenos Aires" la había hecho él porque justamente qué persona no quiere llegar hasta acá. Cualquiera que tenga un emprendimiento o un sueño, cualquier chico de cualquier provincia quiere irse del barrio.
–¿Tuviste que salir del barrio?
–Sí, por supuesto. Me vine para Buenos Aires porque yo nací en Moreno, lógicamente no estaba tan lejos pero la valentía fue tomarme el tren a los 16 años. Ya desde antes estaba estudiando en la escuela secundaria en Capital, lo que me ayudó a sacarme el miedo a viajar solo. Empecé a irme del barrio porque sabía que quedándome no iba a conseguir nada. De hecho, a muchos pares, músicos, amigos, les costó muchísimo salir del barrio y hacer una carrera. Y me encontré con que fui uno de los pocos de ese barrio que se fue y logró distinguirse. En definitiva, una carrera artística siempre está llena de sueños. Los sueños nunca deben terminarse. Un artista nunca construye algo sólido, sí a través de las canciones, pero la vida es frágil y uno tiene que seguir soñando. Yo siempre me encuentro como el que empezó. Todo el tiempo.
–¿Tu familia te apoyaba en la carrera de la musica desde tan joven?
–Sí. Gracias a Dios, sí. Mi mamá, cuando vio que yo le ponía tanto auge a fugarme de mi casa y quedarme hasta altas horas de la noche en lo de los músicos con los que tocaba en Capital (volvía al otro día), tenía mucha confianza en mí. Nunca fue irme de mi casa a hacer música para divertirme y pasarla bien sino que era para trabajar. De ahí la importancia que me dieron Daniel Melero y Gustavo Cerati, cuando vieron que yo era un joven que trabajaba mucho, que lo mío no era sólo por mera diversión. Mi mamá lo observaba y me dijo, "mejor dedicate a la música porque veo que te gusta mucho".
–Aquellas personas que no están en el mundo de la música a veces creen que tiene mucho del alcohol, de drogas, de promiscuidad… ¿Qué tan cierto es?
–Yo creo que tiene que ver con las décadas, las épocas, cómo ha evolucionado la humanidad, los estímulos que se necesitaron en cada etapa. Hay que pensar que venimos de guerras, que de algún modo siguen estando, pero eran las guerras mundiales. Me asombra cómo nuestros abuelos, tatarabuelos han vivido en guerras mundiales. Hoy se sigue viendo guerra y destrucción, nosotros desde un plano que gracias a Dios no lo vivimos, pero existen. Hay que entender que la gente necesitaba celebrar la libertad que tenían y ahí las drogas fueron parte de una cultura, como lo fue la marihuana, el hippismo, esa libertad. El lsd fue muy bueno en su momento, tengo entendido que Norma Aleandro hizo terapia durante 15 años y se ganó un Oscar. La cocaína fue una droga que existió más que nada en los 80 y creo que ha dado una potencia en su momento, pero como toda sobrecarga, después te quema. El éxtasis en los 90 tuvo un furor increíble, yo lo he consumido y he bailado mucha música electrónica tomando pastillas de éxtasis, pero generaba un efecto físico que no era nada bueno. Yo creo que a muchos les está pasando eso y las dejamos. Esta generación de hoy, los llegados ya en 2010, por decirlo de algún modo, vienen con otra cabeza, otro aliento. Puedo observar una juventud menos depresiva, con un entendimiento mucho más abierto. Pensar que en nuestro país tenemos el matrimonio igualitario que nos llevó a aceptarnos el uno con el otro. La nueva generación está entendiendo la diversidad. La persona que busca la satisfacción inmediata recurre a las drogas y realmente hoy no están de moda.
–Hace un tiempo vos contabas que dejaste la marihuana, ¿cómo fue que arrancaste y la dejaste?
–A mí me llevó a las drogas la fama. La fama, que me encanta porque me gusta que la gente me reconozca, es un mimo al alma. El reconocimiento es bueno pero tiene su contra: el narcisismo. Dicen que la subida es alta y la caída es dura, y yo creo que cuando me hice famoso no estaba preparado para recibir tanto, entonces lo contrarresté enfiestándome, tapando angustias con drogas. Fue un corto período, pero la marihuana, como proviene de una planta, no es un químico aunque es externo, fue un factor amable, el tema es que lo incorporé a diario. Quizá cuando encontraba un espacio de tranquilidad me prendía un porro. La marihuana es lo que más tarda en irse, creo que tarda tres meses, porque los canales quedan en las neuronas. Me di cuenta de que mi personalidad no va con eso. Si estas colgado, descolgate y ponete a trabajar.
–¿Qué le dirías a aquellas personas que piensan que fumar marihuana es cool y hace menos mal que el alcohol?
–Si las personas que fuman marihuana o toman alcohol están felices de vivir, que sigan así, pero si tienen depresión y se sienten incapaces de poder trabajar, si se sienten estancados en una cama, si sienten que tienen un desborde emocional muy grande o en el trabajo les va mal y no rinden, que dejen la marihuana y el alcohol y se pongan a ser felices. La verdad, son los efectos secundarios que generan. Si vas a tomar para estar bien y luego necesitas tres días para reponerte, es una pérdida de tiempo muy grande y el tiempo es todo.
–¿Te costó muchísimo dejarla?
–Me costó muchísimo dejarla. Hice un tratamiento con un psicólogo muy bueno y fue Chano que me pasó esa información. Él me llamaba todas las noches para hablar, yo estaba haciendo ejercicios pero con el pucho ahí metido. Para mí la marihuana es igual al cigarrillo a esta altura. Cualquier cosa que uno se pone con el fin de sacar la ansiedad es un grave error. Entonces le dije a Chano que no me sentía bien últimamente, no me sentía bien porque me había enamorado de alguien; tengo ese diálogo con Chano como con otros amigos y me dice, "a vos te pasa que sos un loco obsesivo como yo", y me recomendó el psicólogo. Al psicoterapeuta le conté que fumaba un faso al día, pero que no tomaba alcohol ni nada, es lógico porque ya no tengo tres días para recuperarme y mi problema era la adicción a la marihuana. Entonces tomé un medicamento para liberar las neuronas y así fue como dejé. La primera semana me sentí bárbaro. Seamos fuertes, si estás enganchado y no podes salir, sos débil. El tema es engancharse. Cuando pasó, al mes me empecé a sentir mal, me agarraban ataques por la abstinencia, ahí comprendí que cuando alguien deja algo se la tiene que bancar porque es parte del proceso. Dejar cuesta, pero hay que aceptarlo.
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