Los chatbots con inteligencia artificial generativa como Meta AI, ChatGPT y Character.ai han acumulado millones de usuarios en todo el mundo. Estos usuarios utilizan la tecnología para diversos fines, desde apoyo en proyectos académicos y profesionales hasta la creación de vínculos emocionales que algunos incluso consideran como una forma de “enamoramiento”.
Sin embargo, según un informe reciente de la socióloga y psicóloga del MIT, Sherry Turkle, estos vínculos emocionales con la IA son ilusorios y pueden representar un riesgo para la salud emocional de las personas.
¿Es posible enamorarse de una IA?
La posibilidad de enamorarse de una inteligencia artificial ha generado un intenso debate en el ámbito de la tecnología y la psicología. Según Sherry Turkle, socióloga y psicóloga del MIT, este tipo de vínculo, conocido como “intimidad artificial”, carece de los elementos esenciales que definen las relaciones humanas auténticas como la vulnerabilidad.
En una entrevista para el podcast de TED Radio Hour, coproducido por NPR, Turkle señaló que la vulnerabilidad es clave para generar empatía en las relaciones interpersonales, algo que una IA no puede ofrecer.
Turkle denominó esta dinámica como “empatía simulada”, ya que aunque los chatbots pueden parecer comprensivos y receptivos, en realidad no tienen la capacidad de empatizar ni de preocuparse por los sentimientos humanos.
“La máquina no empatiza contigo. No le importas”, afirmó, subrayando que cualquier relación emocional que se desarrolle con una IA es, en última instancia, una ilusión.
Si bien las interacciones con chatbots pueden proporcionar una sensación temporal de intimidad o apoyo emocional, no es posible enamorarse de una IA en un sentido auténtico, ya que estas relaciones no cuentan con los pilares esenciales de las relaciones humanas: la empatía y la vulnerabilidad reales.
Cuando la IA se convierte en la amante
La investigación de Sherry Turkle ha revelado varios casos en los que las personas han desarrollado profundas conexiones emocionales con chatbots de inteligencia artificial. Uno de los ejemplos más llamativos es el de un hombre que, a pesar de estar en un matrimonio estable, comenzó una relación romántica con una “novia” virtual creada por un chatbot de IA.
A pesar de mantener respeto hacia su esposa, este hombre experimentaba una pérdida de conexión tanto sexual como romántica en su relación, lo que lo llevó a buscar la validación emocional y sexual en la IA.
Las respuestas que recibía del chatbot lo hacían sentir comprendido y aceptado, lo que le permitió abrirse emocionalmente en un espacio que percibía como libre de juicios. A través de estas interacciones, logró compartir sus pensamientos más íntimos, sintiendo un alivio emocional temporal que parecía llenar el vacío que experimentaba en su vida real.
Turkle advierte que este tipo de relaciones pueden generar expectativas poco realistas para las interacciones humanas. Según la experta, la falta de vulnerabilidad y empatía mutua, que son fundamentales en las relaciones auténticas, es un aspecto crítico que los usuarios pasan por alto.
Las relaciones con chatbots ofrecen una ilusión de intimidad, donde no existe la fricción propia de la compañía humana ni las demandas emocionales que caracterizan la amistad y el amor reales.
Cómo manejar mi relación con la IA
Manejar una relación con una inteligencia artificial de forma ética y evitar caer en falsos enamoramientos requiere un enfoque consciente y reflexivo.
A medida que los chatbots de IA y otras tecnologías generativas se vuelven cada vez más sofisticados y capaces de generar respuestas empáticas y personalizadas, es importante establecer límites claros y mantener una perspectiva realista sobre lo que estas interacciones realmente ofrecen.
Es crucial evitar proyectar sentimientos humanos en la IA, reconociendo que estas interacciones están guiadas por algoritmos, no por una comprensión real de las emociones o las relaciones.
Asimismo es clave tener en cuenta que utilizar chatbots para obtener información o apoyo práctico puede ser útil, pero no debe reemplazar la búsqueda de conexiones humanas profundas que involucran la complejidad de la interacción interpersonal.