En una época no tan lejana, los videojuegos no se encontraban al alcance de todos en la comodidad del hogar. Antes de la era de las consolas, los jugadores se congregaban en locales especializados, conocidos popularmente como “arcades” o “maquinitas”. En el corazón de esta experiencia, las fichas metálicas desempeñaban un papel fundamental como un medio para jugar y se convirtieron es un símbolo de una época dorada para muchos usuarios.
Así que hacemos un repaso por la historia de estos pequeños artículos, que hacían parte de todo lo que se vivían en los arcades, un punto de encuentro para una generación que hoy juega desde casa recordando aquella época.
Cómo era la experiencia de usar fichas para disfrutar de videojuegos
Ir a las maquinitas era un ritual en sí mismo. Desde el momento en que te acercabas al mostrador para comprar tus fichas, la emoción comenzaba a construirse. Estas pequeñas piezas de metal, a menudo adornadas con el logotipo del local o con algún diseño característico, eran mucho más que simples trozos circulares: eran la llave que te permitía adentrarte en un mundo de aventuras, desafíos y competencia.
Con cada ficha adquirida, el jugador sentía que se preparaba para una batalla, ya fuera enfrentando a otros jugadores en títulos como Street Fighter 2 o buscando superar su propio récord en juegos como Pac-Man.
Aunque pudiera parecer lógico que las maquinitas aceptaran monedas corrientes, la realidad es que el uso de fichas estaba profundamente arraigado en la tradición de los juegos de azar y las máquinas tragamonedas. Este método de cambio peculiar no surgió con los videojuegos, sino que se remonta a finales del siglo XIX, cuando los casinos comenzaron a utilizar fichas de póquer hechas de arcilla para representar valores monetarios. Este sistema tenía varias ventajas: permitía llevar un mejor control contable, evitaba robos y, lo más importante, dificultaba las falsificaciones.
A medida que las máquinas tragamonedas comenzaron a ganar popularidad, la demanda de estas monedas especiales aumentó drásticamente. Las fichas se difundieron tanto que el gobierno de los Estados Unidos prohibió que se parecieran demasiado a las monedas reales, lo que llevó a una mayor variedad en sus diseños.
Cuando las arcades comenzaron a surgir en la década de 1970, era natural que adoptaran este sistema probado y eficaz. El primer videojuego en utilizar fichas fue Computer Space, lanzado en 1971 por Nolan Bushnell y Ted Dabney. A partir de ahí, otros juegos icónicos como Pong, Space Invaders y Gun Fight siguieron el mismo camino, consolidando el uso de fichas como el estándar en la industria.
Entre 1978 y 1982, los arcades alcanzaron su apogeo en Estados Unidos. Durante esta “era dorada”, los mejores títulos podían generar hasta 400 dólares a la semana, una cifra considerable para la época. Juegos como Pac-Man se convirtieron en auténticos fenómenos culturales, atrayendo a jugadores de todas las edades y convirtiendo a las fichas en un elemento casi mítico.
Los dueños de los arcades no solo utilizaban fichas para controlar el acceso a los juegos, sino también para ajustar el valor de cada partida según el lugar, maximizando así sus ganancias. Además, este sistema permitía evitar que algunos jugadores intentaran obtener juegos gratuitos manipulando las máquinas.
El final de las fichas de los arcades de videojuegos
Con el tiempo la popularidad de los arcades comenzó a decaer. Las consolas de videojuegos de Atari y Nintendo ofrecieron una alternativa más cómoda y accesible para los jugadores, llevándose consigo gran parte de la audiencia que antes acudía en masa a los arcades. Los pocos locales que sobrevivieron a esta transición modernizaron sus sistemas de pago, reemplazando las fichas por tarjetas recargables. algo que se mantiene en la actualidad.
Pese a ello, el legado de las fichas persiste en la memoria de aquellos que vivieron la época dorada de los arcades. Más que un simple medio de pago, estas pequeñas piezas de metal representan una era de camaradería, competencia y diversión.
Aunque los tiempos han cambiado y la tecnología ha avanzado, el sonido de una ficha cayendo en la ranura de una máquina sigue evocando un sentido de nostalgia y un recordatorio de una época en la que los videojuegos eran mucho más que solo un pasatiempo: eran una experiencia colectiva que unía a personas en torno a un objetivo común: disfrutar y ganar.